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Samukute kakurete iru

🇪🇸SoulEmperor05
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Synopsis
Ryo Shura es un joven que tras la destrucción de la escuela de su pueblo debe mudarse a la gran ciudad de Tokyo para seguir con su vida de estudiante. Poco después de llegar empieza a ver maldiciones. Ryo deberá lidiar con este nuevo mundo que lo atañe.
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Chapter 1 - Agua dulce

El rumor de las olas acariciaba la arena de Cannon Beach. Un calor abrasador, subrayado por la ausencia de nubes, convertía la playa en un purgatorio de temperaturas infernales. Millones de sombrillas de colores tintaban la costa de la pequeña ciudad de Oregon.

Bajo uno de esos parasoles, un niño de unos cinco años de edad se esmeraba construyendo un castillo de arena. Más de uno de los bañistas tuvieron el presentimiento de que aquel día algo iba a salir mal.

Pese a que el banderín amarillo indicaba un oleaje no especialmente peligroso, algo estaba por ocurrir. Las olas se recogieron en el lecho del mar dejando la playa vacía, y la inmensa fuerza de la naturaleza no tardó en hacer aparición. El ir y venir de las olas no tardó en convertirse en un ejército imbatible asaltando una fortaleza, llevándose a su paso los miles de vidas de aquellos que no pudieron huir a tiempo.

Bajo los escombros de Atila, nombre que le fue dado al tsunami, su llanto luchaba por sobrevivir. Una mujer levemente herida escuchó el llanto y se acercó. Liberó el llanto de las maderas y los metales que lo soterraban y lo sostuvo en sus manos. El sollozo se detuvo en seco y el sonido de los servicios de emergencia ocupó su lugar.

Por lo visto, la ola fue perdiendo fuerza y solo los 500 metros más cercanos a la playa fueron severamente castigados. Con un prototipo de respiración asistida y un tratamiento eficaz de las heridas, el niño logra sobrevivir.

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Marzo de 2018, Oshima, una pequeña isla de la prefectura de Tokio, bastante alejada de la metrópolis. Once años después del tsunami Atila.

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"Ya estoy en casa~." La puerta de madera se cierra y entra un adolescente de pelo negro y ojos de un azul grisáceo que recuerda al color de una hortensia. Cargado con unas bolsas, atraviesa el pasillo hasta un comedor de luz tenue.

"¡Abuelo! No me has oído, siempre tienes la televisión demasiado alta". Dice el chico mientras toma asiento al lado de un anciano delgado y con poco pelo en la cumbre. El abuelo traga saliva y responde. "Sí, sí, muchas gracias, Ryo, hijo mío." Ambos se quedan callados, viendo el televisor sin dirigirse ni una sola palabra, pero sin sensación de incomodidad alguna.

"El número de suicidios ha aumentado drásticamente en Japón, con un 13,4% más de suicidios que el año pasado. Parece también que las temperaturas siguen subiendo a causa del cambio climático y según el Acuerdo de París..."

La voz de la reportera se sumerge en la laguna mental de ambos, que quedan amodorrados hasta que el anciano rompe el silencio. "¿Crees que estás preparado para el cambio de escuela?" Preguntaba a su nieto con voz temblorosa.

"La gran ciudad son aires muy distintos. Me costará unos meses adaptarme, pero más allá de eso no creo que haya dificultad alguna. De hecho, lo que más me duele es tener que dejarte solo, a tu edad, pero confío en que también estarás bien". Responde el nieto mientras intenta aliviar con una sonrisa el presagio de soledad que ensombrece la mirada del abuelo.

"Por mí no te preocupes, yo ya estaba mentalmente preparado para morir solo. Y siento ser más tozudo que una mula, pero este pueblo es todo lo que tengo y he vivido en él durante más de 70 años. La ciudad para mí es como para una rana, el agua de mar."

La mañana siguiente se levantó tranquila en la villa. Como era costumbre en su rutina vacacional, Ryo se ocupaba del negocio familiar "Lavandería Shura". Simplemente, debía cobrar a quienes entraban y supervisar que todo estaba en orden, un trabajo no muy complicado para un chico de 16 años.

El pueblo es pequeño y, debido al éxodo rural de los últimos 30 años, cada vez es menos habitado. Por un sendero semidesértico camina el joven de vuelta a casa. 'Sí que pega fuerte el sol, un poco de lluvia torrencial no le iría mal a Oshima.' Piensa Ryo.

Sus pies se detienen en el camino de tierra y mira lo que tiene frente a él. Las excavadoras derruyen sin misericordia algo que para él representaba el nido de todos los recuerdos de su infancia. "¿Desde cuándo están derruyendo la escuela? No me había enterado." Comenta una pueblerina a otra. "Se ve que cada vez había menos alumnos hasta que con el pasar de los años han sido menos de cinco por curso y han tenido que cerrar. Con la remodelación que harán de terreno, tal vez vengan más turistas, quien sabe..."

Al llegar a casa, la sombra cansada de Ryo se arrastra por la barandilla de las escaleras para subir al segundo piso de la casa de campo del abuelo. Ryo echa una mirada a su cuarto, sabiendo que tendrá que despedirse de ese lugar seguramente para siempre. Las paredes blancas están decoradas con posters de anime y de fútbol. En la estantería hay algunas maquetas construidas con pequeñas piezas de madera de pino y una selecta gama de carátulas de videojuegos.

Tumbado en su cama, Ryo piensa en la gran ciudad, o más bien lo poco que recuerda de ella. Se pone los auriculares e intenta no pensar en su problema. El ruido de la ciudad y la muchedumbre de no salen de su cabeza.El mes de abril estaba por llegar, y con ello el inicio del año escolar. Una semana antes del 1 de abril, Ryo prepara la maleta para marcharse.

Entre la ropa que busca, deslumbra la caja misteriosa que le fue heredada tras la desaparición y probablemente muerte de sus padres. La caja era de madera de roble y constaba de unos grabados que pretendían dibujar unas serpientes y una copa. Ryo nunca había conseguido abrir, pues le fue concedida la caja sin su llave y no había manera de que la cerradura cediera. Ryo se detiene a mirarla. 'Realmente solo ocupa espacio y es un objeto inútil, pero era de mis padres y es lo único que me queda de ellos.' Finalmente, la mete en la maleta junto al resto de elementos necesarios.

Acompañado por el abuelo Jirotoki, que había estado batallando con la presbicia para conducir el coche, llega al muelle de la isla con la brisa marinera de la mañana. Ambos se abrazan con tristeza por su separación tras estos años de convivencia, pero saben que es por el bien del futuro académico de Ryo. La proa del ferri rompe con las tranquilas olas de los alrededores de la isla y marcha hacia el lejano horizonte, más allá de lo que el llanto de un abuelo puede llegar.