Las clases del martes habían terminado. Ryo, con la comida ya preparada en una fiambrera, se dirige a la biblioteca central de Tokio. 'Descubriré lo que pueda sobre las maldiciones.'
Tras entrar y pasear un buen rato por un enorme repertorio de estanterías, encuentra una sección sobre entes paranormales, espiritualismo y maldiciones.
Con suma precaución selecciona los libros que le parecen menos fantasiosos. 'Debo tener en cuenta que la fiabilidad de estos documentos no está confirmada, es un fastidio no saber de qué escritores fiarme y de cuáles no.'
No muy decidido empieza a ojear. 'Ya sé, para encontrar los libros más fiables, puedo intentar detectar rastros de energía espiritual. Igual algún escritor lo marcó de esta manera para corroborar su certeza.'
Ryo cierra los ojos y pasa las yemas de los dedos por los lomos de los libros. Haciendo esfuerzos intenta mantener la concentración. 'Esto de detectar energía espiritual es más complicado de lo que parece.'
Un destello de energía le llega hasta el cerebro. Ryo lee el título. 'Conocimientos básicos sobre maldiciones. Escrito por Michael Dimou ¡Este libro es perfecto para mí!' Con ansias empieza a leer, sorprendiéndose del color morado oscuro que poseen algunas páginas.
[Conocemos como maldiciones todos aquellos espíritus que desarrollan poderes y una capacidad para maldecir personas u objetos de nuestro mundo terrenal.
Los espíritus se crean cuando por culpa de la muerte el alma es forzada a abandonar el cuerpo. Sin embargo, no todos los espíritus se quedan, de alguna manera tienen la opción de terminar por completo con su existencia y descansar. Pueden tomar esta decisión en cualquier momento.
El hecho de quedarse en el mundo les permite seguir existiendo y, por tanto, disfrutando de placeres como la comida, el sexo o la absorción de energías, un placer que se limita solo a las maldiciones. Eso si, ningún espíritu tiene necesidades vitales como la alimentación o dormir.
Cualquier espíritu puede convertirse en maldición. Desconozco como se produce dicho cambio de categoría.
No obstante, los espíritus tienen una serie de restricciones y tabúes. Tienen terminalmente prohibido comunicarse con seres vivos que no puedan verlos (es decir, que no tengan energía espiritual). En caso de incumplir esta norma, el espíritu desaparece, además de una forma más agónica que con la desaparición voluntaria.
Los espíritus mantienen el aspecto que tenían al morir. Al convertirse en maldiciones pueden cambiar hasta cierto punto que desconozco su aspecto.
No mueren con el paso de los años. Solo pueden morir en combate. Para matar una maldición hay que atacarla con energía espiritual o con objetos encantados. Cualquier otro ataque no tendrá efecto. De esta manera, los espíritus pueden sentir dolor físico.
Las maldiciones pueden maldecir personas (normales y con energía espiritual). Es esta la manera con la que absorben energías, cosa que les genera placer. Los efectos de las maldiciones son visibles en nuestro mundo. Cuantas más personas tenga bajo su influencia, más energía absorbe. Esto no determina para nada su poder.
Las personas que tienen energía espiritual pueden hacer pactos con maldiciones, convirtiéndose en "curse tamers". Estos pactos tienen un precio que el humano debe pagar para hacer uso de las habilidades de la maldición.
Según el pensamiento jerárquico que tienen todas las maldiciones, ofrecen pactos menos costosos a los humanos más fuertes o que les susciten más interés. Cuanto más débil es el usuario, más costos deberá pagar. El costo no es en energía espiritual, sino que ataca la integridad del usuario (sus neuronas, años de vida, extremidades, etc.)
Cuando el pacto está completo, maldición y tamer establecen un objeto que sirve como puente para llamar a la maldición. Mientras la maldición no es solicitada, hace vida normal. Las maldiciones solo puede tener un pacto a la vez.
Algunas personas catalogan a las maldiciones por poder o utilidad según un sistema que usa las letras del alfabeto griego, siendo el grado alfa el más bajo de todos.]
'Uff, esto es mucha información de golpe. Dejaré de leer por hoy.' Ryo toma fotografías con el móvil a las páginas que ha leído. 'Me voy a llevar esto por ahora e intentaré asimilar los conocimientos. Aunque creo que ya me voy haciendo una idea.'
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Mar del Este. A unos 50 km de la costa de Fukuoka.
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A 200 km por hora, Suria cruza el mar en dirección al continente asiático. 'Japón está muy cambiado desde la última vez que lo pude ver bien. Un poco de turisteo no me ha ido mal para saborear la libertad.'
A lo alto, en esa misma milla de radio, una nave sobrevuela la zona. Dispone de casi 300 metros cuadrados y está estampada con la bandera de Corea del Sur.
"Abrid los escudos. El objetivo está a alcance." Un hombre con uniforme militar y una gran cantidad de medallas ajusta su boina.
"¡Sí, señor!" Responden los reclutas coreanos.
Una gran barrera espiritual cubre la hectárea de mar en la que se encuentra Suria. La maldición baja progresivamente la velocidad. '¿Qué está pasando?' Cuando la maldición del tiempo se da cuenta, ya es demasiado tarde. 'Me he despistado demasiado. El mundo es hostil para alguien codiciado como yo.'
De la gran nave caen tres personas uniformadas que aterrizan en el agua. Flotan de pie sobre la superficie gracias a un calzado de avanzada tecnología militar.
'Estoy en problemas. Bajo este manto mis poderes se ven muy reducidos. Tengo que escapar.' Piensa Suria.
Los tres soldados rodean a la maldición. "Sinseonghan sangseung." Uno de ellos usa un hechizo y desaparece. En el cielo, un conjunto de nubes forma el cuerpo del soldado. "Cheondung simpan." De las nubes que constituyen la mano se ven materializados unos truenos. Como si fuera lanzas, caen hacía Suria con gran estruendo y la inmensa fuerza de la naturaleza.
La maldición consigue esquivarlos por poco. 'Cada vez mi visión futura tiene menos alcance.' Con toda la energía que le queda, intenta escapar.
Una soldado que porta en la cabeza una corona (de baja calidad, como elemento decorativo) obstruye el paso a Suria. "Ssangdung-i baem." De cada manga de la soldado sale una serpiente que se dirige hacia la maldición.
Suria chasquea los dedos, intentando activar alguna clase de poder sin éxito alguno. Las serpientes gemelas clavan sus dientes anteriores en los brazos de la maldición del tiempo.
Debilitada ahora también por el veneno, Suria vacila con caer al mar. 'Que final tan patético para alguien como yo.'
"Mírate, estas para el arrastre." El tercero de los soldados se acerca. "Goleugon nun." El cuerpo de Suria se petrifica en piedra.