Abril da inicio y con ello los árboles de cerezo florecen, decorando cada rincón de la capital japonesa. Con paso acelerado y fatiga, Ryo cruza la calle a toda velocidad. Como es su primer día en la escuela, ha decidido ir a pie para tener una noción del tiempo que se tarda en llegar desde su piso.El joven Ryo viste un traje de color verde, abrochado con botones grises y unos pantalones de una tonalidad verdosa más oscura que la de la parte superior del uniforme.
Cuando llega exhausto a la gran entrada de la preparatoria Orionboshi, se detiene para recuperar el aliento y observa el recinto. Consta de dos grandes edificios modernos unidos por una intersección. A su alrededor, se extienden un gran jardín dividido en varios espacios. Sin embargo, lo que más impresiona a Ryo es que no ve ni a una sola persona. 'Mierda, parece que la gente de ciudad es muy puntual. Con el acelerón que he metido llego solo diez minutos tarde...'
Sin perder ni un segundo, respira hondo y arranca de nuevo a correr, esta vez hacia el edificio de la izquierda. '¿Será este mi edificio? Tengo que encontrar la clase 2-B.' Al entrar, encuentra un largo pasillo, lleno de taquillas taquillas y puertas que dan a las aulas.
Sorprendido por las grandes dimensiones de su nuevo centro, decide buscar ayuda. "Perdona, estoy un poco perdido porque es mi primer día." Dice mientras se acerca a una chica que está sacando algunos libros de su casillero. "¿Sabes donde puedo encontrar la clase 2-B?"
La chica lo mira de abajo a arriba. "¿Clase 2-B? Justo voy a esa aula, sígueme." Pese a la frialdad de su respuesta, Ryo no menosprecia la ayuda. No obstante, le resulta peculiar la tonalidad naranja de los ojos de la muchacha.
Después de subir dos pisos, Ryo entra a un aula escandalosa y llena de hormonas. 'Parece que por suerte no ha llegado el profesor aún. Hay demasiada gente en el aula, qué agobio.'
Algunos alumnos miran disimuladamente al chico nuevo. Ryo, que no sabe como gestionar ser el centro de atención de tanta gente, simplemente sonríe y observa. 'Están sentados de dos en dos. Debo ser cuidadoso eligiendo a mi compañero de mesa.' Al final opta por sentarse en la última fila, junto a un chico algo rechoncho, de cabello rubio y ojos verdes. 'Parece amigable, espero no equivocarme.'
Cuando lo ve sentarse a su lado, le tiende la mano. "Esto... me llamo Keanu Hobbes. ¿Cómo te llamas tú?"
"Ryo Shura, encantado. Vengo de la isla de Oshima, espero que nos llevemos bien." Tras un apretón de manos entra al aula una señora alta, con lentes y cabello castaño atado en un moño. Los alumnos dejan de hablar entre ellos y prestan atención.
"Me llamo Ansía y voy a ser vuestra tutora durante el curso. Cualquier cosa que necesitéis contactadme por correo."
Al dar las once, llega la hora del recreo y todos los estudiantes salen al jardín.
Pese a la idoneidad del momento para juntarse con gente de otras clases o cursos, Ryo se sienta solo frente a una fuente decorada con una escultura de Venus. Abre su mochila y saca un tupper con melocotón que había preparado esa misma mañana.
Cuando acaba de comer, se lava las manos en el agua de la fuente vigilando que nadie lo vea y vuelve a sentarse.
En ese momento, algo choca en su espalda. Sorprendido, Ryo se da la vuelta, pero no ve a nadie. Baja la mirada y descubre un extraño avión de papel. Está elaborado con una perfección milimétrica y lleva algo escrito entre sus cautelosos pliegues. Ryo decide desplegar el papel y leerlo.
[¿Te llamas Ryo, no? La verdad... te he estado observando durante este recreo y me pareces muy mono ><. Pero no me atrevo a hablarte a la cara. ¿Me podrías dar tu Instagram?] Bajo el mensaje hay espacio en blanco y una línea de puntos que incita a Ryo a escribir su usuario.
Ryo escribe [No tengo Instagram.] 'Será la típica broma al chico nuevo, ya me extrañaba que nadie se me acercase. No me van a tomar por tonto.' Ryo arruga el papel y lo deja sobre el banco.
Cuando las clases terminan, todos salen disparados por la puerta. Ryo sale algo defraudado por no haber tenido un muy buen primer día y coge el bus para volver a casa.
Al bajar del autobús, una gran multitud de gente acosa la tranquilidad que normalmente tiene la calle donde vive. Gritos de curiosos y periodistas acaparan la agencia de detective que hay al lado de casa de Ryo. "¡Señorita Samir, salga por favor! Concédanos unas palabras sobre el caso del vicealcalde!" Aclama un periodista.
Ryo se intenta abrir paso entre el gentío para entrar al portal de su casa. 'Qué tostón de día.' Piensa Ryo cerrando los ojos, intentando ignorar el estrés.
"¡Dejadme en paz, pesados, acosadores, plaga de idiotas!" Una mujer de piel morena de unos veinte-pocos años de edad sale por el balcón de la agencia y empieza a lanzar macetas a la calle.
El escándalo entre los periodistas aumenta exponencialmente, pues ahora intentan alejarse de la agencia. "¡Corred, se ha vuelto loca!" Los reporteros esquivan las macetas como pueden y arrancan con prisa sus vehículos para marchar del lugar.
La calle se vacía de periodistas. Al ver que todo el mundo se ha marchado, Ryo y la mujer se miran. "¿Y tú que?" Suelta la mujer. "¿Qué eres, un periodista encubierto?"
'¿A esta qué le pasa?' "No soy ningún periodista, vivo aquí. Intenta no armar tanto escándalo." Contesta Ryo.
La detective no le quita la mirada de encima a Ryo. "No me fio ni de mi sombra..." De pronto, ella se ríe desmesuradamente. "Solo bromeo. Me llamo Quibilah Samir y soy detective privada." Dice dejando caer una tarjeta de contacto por el balcón. Ryo coge la tarjeta y la guarda en su mochila.
Quibilah mira desde el balcón el suelo lleno de fragmentos de maceta estrellada y se dirige a Ryo. "Oye, ¿te importaría ayudarme a limpiar el estropicio que he armado?."
"Diez euros y está hecho." Responde Ryo sabiendo que ella no estaría dispuesta a pagarlos.
"De eso nada, pero si te acabas de mudar puedo ayudarte." Quibilah sonríe como si tuviera un as en la manga y entra a su piso. Cuando sale, muestra a Ryo un televisor viejo. "Es algo antiguo, pero funciona perfectamente, quien sabe... te lo podría regalar si me echas una mano."
"Tsk, está bien." Responde Ryo asqueado. 'La verdad un televisor no me vendría nada mal y debo procurar llevarme bien con mis vecinos, supongo.'
La detective baja a la calle. Su estatura es algo por encima al promedio de mujer japonesa. Tiene cabello negro, ojos negros y piel morena. Va vestida con un pijama de tirantes y chanclas de playa. Entre los dos empiezan a recoger los fragmentos de maceta y Ryo le pregunta: "¿De dónde eres? No pareces de por aquí."
"Soy de Egipto. Cuando terminé los estudios, a los 24 años, me fui del país. Egipto es un lugar complicado para ser detective, el secretismo y la censura suponen un riesgo importante."
"Entiendo." Dice Ryo mientras acaba de barrer el último pedacito de cerámica. "Yo vengo de un pueblo de la isla de Oshima. Me mudé para seguir estudiando porque cerraron la escuela y en la ciudad siempre hay más oportunidades."
Tras cerrar las bolsas y tirarlas a la basura, Quibilah hace entrar a Ryo a la agencia.
El despacho está lleno de documentos y mapas conceptuales. Ryo queda ciertamente sorprendido. 'Es tal como en las películas.' Piensa el joven estudiante.
"Ten, el televisor." Quibilah le entrega una televisión cuadrada de los años 90. "Se ve vieja, lo sé, pero como he dicho funciona perfectamente."
"Muchas gracias." Exclama Ryo con entusiasmo. 'Algo es algo.'
"No te preocupes, cualquier cosa que necesites llámame al timbre o dame un toque por teléfono. Particularmente si tienes algún caso interesante."
Ryo sonríe. "No dudaré en hacerlo."
Al despedirse, Ryo entra a su casa con el televisor. Niu se acerca al recibidor revoloteando cuando oye la puerta. "¡Un televisor, qué regalo tan bueno me traes! No sabes lo que aburre ser un fantasma, de verdad." Añade el gato con ojos llorosos.
"Lo que tu digas, pero no la uses demasiado que la luz está muy cara."