Lunes.
Día 28.
Ninguno permitió que David regresase a casa después de clases y esto lo tomó por sorpresa. Sus tres amigos bloquearon su camino al dirigirse al autobús escolar, desviando su dirección hacia el auto de Levi para quedarse con ellos.
—Iremos a almorzar —Natalia tuvo que ser quien hablase por el resto para expresarse con un tono de voz tranquilo—. Vamos a hablar, todos juntos.
David aceptó la invitación por dos razones; la primera sería enfrentar a Rubén y la segunda porque, realmente, tenía hambre. Quiso responderle a Natalia en ese momento aunque fuese para agradecer, pero en cuanto abrió la boca, no había palabra alguna que quisiese salir y no era de extrañarse si, durante toda la jornada en clases, permaneció en completo silencio.
Sus amigos eran las únicas personas en las que él podía confiar en esos momentos tan turbulentos y oscuros; ni siquiera podía confiar en su propia madre después de lo que sucedió al regresar a casa hecho un mar de lágrimas y nervios.
Esther permaneció en calma y aseguró que Benjamín regresaría. Pese a que intentó explicarle todo lo que ocurrió en la casa de Lucas, ella no quiso escuchar ninguna palabra si David no podía mantener la calma y hablar con mayor claridad.
«Todo va a estar bien».
Fue la única respuesta que Esther tenía para consolarlo y no fue de mucha ayuda durante la noche, cuando Benjamín continuaba sin aparecer, mientras David, sentado en el sofá, esperaba a que regresase a casa aun si su madre estuviese durmiendo tan tranquila en la cama como si nada estuviese pasando.
—Oh, no, Rubén no trabaja hoy, es su día libre —respondió el mesero que los atendió, antes de sacar su libreta y lápiz—. ¿Qué pedirán para almorzar?
Una vez que todos pidieron se mantuvieron en silencio observando a David, por alguna razón, esperando que él hablase primero acerca de cómo se sentía.
Saúl y Natalia se enteraron por Levi acerca de lo que había ocurrido en la casa de Lucas; así mismo, Natalia confirmó que David había presenciado un asesinato por la información de Gabriel.
Decidieron que Gabriel y David debían reencontrarse, al menos, para hablar de la situación; pero, tanto Saúl como Levi, no confiaban en que él se presentaría en el restaurante conociendo su actitud aislada. Nadie sabía qué hacer en ese momento.
—¿No soy una molestia? —David mantuvo la mirada sobre la mesa al preguntar en voz baja, tratando de arrepentirse por haber preguntado.
—David...
—Antes de que respondan, quiero que lo piensen, por favor —habló con mayor claridad—. Digo... Desde el inicio de este año las cosas no han ido muy bien que se diga —expresó casi como si quisiera reírse de su situación—. Comencé lastimándolos mucho, no solo a ustedes, también preocupé a mis padres por mi salud y para ese entonces, hice que Lucas gastara demasiado dinero en mis problemas médicos.
El resto se mantuvo en silencio al verlo intentar continuar al ver que su boca semiabierta trataba con dificultad formar sonidos. David no estaba acostumbrado a hablar tanto de sus propia vida, ni de expresar sus emociones; por eso, en ese instante, deseaba que Lucas apareciera para provocarlo y conseguir sacar a gritos todo lo que se enredaba en su garganta.
—Debo ser una persona despreciable o muy salada —soltó con una suave risa, tartamudeando para lo siguiente—. Yo... solo quería pasar mi último año de bachillerato con mis amigos; la única gran preocupación y problema que pude haberme planteado resolver para este año, solo era salir del closet y decirle a Levi que me gusta desde hace un tiempo...
Levi fue quien lo atrajo hacia sus brazos cuando David se quebró en llanto. Natalia fue la siguiente en pasarse de asiento para apoyar la mejilla contra su espalda, antes de abrazarlo. Para Saúl, fue fácil estirar el brazo hacia el hombro de David, intercalando entre caricias en círculos y palmadas suaves; al menos, haciéndole sentir que él también estaba ahí.
—¿Acaso no soy una molestia? —Volvió a preguntar sin poder controlar su respiración agitada—. Lo único que consigo darles son mis preocupaciones.
—No eres ninguna molestia para mí —aseguró Natalia, aferrándose con un poco más de fuerza—. Siempre me ayudabas a controlarme cuando olvidaba mis pastillas; aprendiste a reconocer cada una de mis formas y a calmarme cuando la estaba pasando muy mal... David, estoy muy agradecida se ser tu amiga y solo quiero que sepas que nunca serás una molestia para mí; solo te pido que me dejes quedarme aquí, para ayudarte y que vuelvas a estar bien.
—Pero...
—Oh, no —protestó Saúl de una forma calmada, hasta enérgica—. No te permitiré que dudes acerca de nuestra amistad o nuestras intenciones. ¡Eres tu nuestro amigo, David, estamos aquí para ti!
—Tal vez el tío Lucas ahora sea una mala persona, pero nos hizo darnos cuenta de nuestras decisiones contigo.
—¡Ese hombre podía vernos el alma! —Con solo recordar ese día, Saúl sintió escalofríos—. Todos tenemos problemas, algunos que resolvimos por cuenta propia y otras pidiendo ayuda; justo ahora, necesitas ayuda y estamos dispuestos a cualquier cosa por ti.
—Confía en nosotros, David, no te dejaremos solos —Natalia exclamó con seguridad, teniendo cuidado de no sobrepasarse con su fuerza al abrazarlo—. Te ayudaremos en todo lo que podamos, solo dinos qué necesitas.
David levantó un poco la cabeza, lo suficiente, para ver a la única persona que no había hablado y a quien en ese momento, más que cualquier otro día, necesitaba escuchar después de lo que juntos habían pasado en ese ropero.
Levi besó su frente sin esperar ninguna clase de permiso, ni reacción por parte de David. Él ya sabía que se había quedado en silencio, estaba enterado que no decir nada pudo hacerlo sentir mal.
—No desconfíes de mis sentimientos por este silencio —pidió en voz baja—. Simplemente, recordé cuando conocí a Lucas en este mismo restaurante y me hizo pensar en todo lo que podía significar estar contigo; incluso él, consiguió que imaginase lo qué podría suceder si fallecías a causa de un infarto.
David sintió un descenso, ya que Levi relajó los músculos de sus hombros y volvió a respirar con más calma. David no había sentido lo tenso que estaba hasta ese momento; era difícil comprender cómo se sentía si ese día no estuvo presente cuando los tres enfrentaron a Lucas.
—Me hizo cuestionarme de qué tan fuerte soy; de cómo podría seguir si pasaba lo peor, de lo sensible que soy cuando mis seres queridos sufren y tú eres uno de ellos, David, ahora lo eres y...
David se sorprendió al sentir las lágrimas de Levi cayendo en sus mejillas. Se apartó de inmediato para encontrarlo conteniéndose, esbozando la mejor sonrisa que podía darle a David.
—¡Por Yahveh, no habré dicho su nombre en vano! No me arrepiento de la decisión que tomé; aunque no sea tan fuerte como pensé que era, yo estaré contigo, David, siempre te protegeré.
Saúl se quedó boquiabierto al estar frente a ellos cuando David se inclinó para besar a Levi en los labios. A pesar de que era notable que ellos estaban avanzando a una futura relación, para Saúl fue impactante ver a David tomando la iniciativa.
—Uy, de chiquito no eras así de atrevido —comentó con picardía, logrando que David ocultase el rostro contra el pecho de Levi—. Estos bebés están creciendo muy rápido. —Se llevó la mano contra el corazón—. ¡Ah, soy un papá tan orgulloso!
—Te está latiendo muy rápido —murmuró David al sentir los latidos.
—Es que... acabo de decir el nombre de Di-s, después me besaste y... —A cada uno de dirigió la mirada en su momento—. ¿David, qué me diste? Me tienes bien enamorado, señorito.
—Ah, ¿de qué me perdí? —Consultó Natalia, ya que no pudo ver nada al estar atrás de David.
—¡El amor, pequeña, aquí solo hay amor! —Saúl estaba bastante contento con ver los logros de sus amigos. Un golpe sordo llamó la atención de los cuatro—. ¿Y eso qué fue?
—¡Gabriel ya llegó! —Anunció Natalia, levantándose de su lugar para recibirlo—. Así suena su frente cuando choca contra algo —explicó antes de avanzar hacia la entrada.
—Miguel, Gabriel... —Saúl murmulló pensativo y con cierta malicia en la voz—. Algo me dice que a nuestra pequeña, ¡en serio!, que le gusta mucho la Biblia y sus personajes.
Cuando la puerta se abrió escuchándose la voz de Natalia al ingresar, los tres dirigieron su mirada para verlos llegar. David se asustó, ampliando la mirada con asombro al ver a Gabriel agachándose un poco para no golpearse con la puerta. Él ya venia frotándose la mano contra la frente en el punto donde chocó anteriormente con un letrero.
—¡Oh, dulce Señor! —David no podía creer que una persona pudiese ser así de alta—. ¡¿Ese es Gabriel?!
—Sí, es el mismo David, no te equivocaste —comentó con su fuerte tono de voz una vez que llegaron a la mesa—. Tiene el rostro pecoso de los Monroe.
—¿Cuántas familias con ese apellido existen aquí? —Saúl preguntó risueño.
—Dos —aseguró Gabriel, tomando asiento al lado de Natalia, ya que Saúl se pasó al lado de David. Los cuatro lo observaron con genuina curiosidad—. ¿Qué? Mi madre trabaja en el registro nacional de las personas, no se sorprendan así, ni que fuese útil saber eso.
—¿Te conozco... de antes? —David esbozó una mueca, casi mordiéndose la lengua y sintiendo que el párpado le temblaba.
—Sí, solíamos jugar en el club de mi abuela, mientras nuestros padres charlaban en privado.
En esta ocasión, David mantuvo la calma y consiguió hacer el pequeño ejercicio de respiración que su psicólogo le enseñó. El recuerdo fue borroso, pero consiguió visualizar a Gabriel tomando la comida de un gran mesón sin que los adultos se diesen cuenta de su presencia.
—Sí, ya confirmé —exclamó agitado, sorprendido por la forma tan dolorosa de recordar algo tan pequeño.
—Parece que bloqueaste toda información que pudiese generarte estrés —supuso por los extraños espasmos que presentaba David—. No me sorprende, realmente, estás más tranquilo que antes; cuando comenzabas a llorar de la nada y nadie de tu familia podía calmarte, a veces te ocultabas y pasaban horas hasta que alguien pudiese encontrarte, solo para que...
—¡Ya, me le estás fundiendo el cerebro! —Levi trataba de calmar a David, quien ya estaba temblando de sobremanera con un rostro enrojecido por una repentina fiebre.
—¿Habrá comida? —Se giró para centrar su mirada en Natalia—. Espero que sí, porque no desayuné.
[. . .]
Los dos oficiales estaban descansando en un restaurante, bebiendo un poco de café mientras revisaban la información que Lucas les regresó.
El agente norteamericano estaba muy desanimado en saber que su evidencia había sido destruida; en cambio, su compañero alemán consiguió recuperar todo lo que había recopilado a lo largo de esos años, eso lo consolaba bastante.
Al llegar a ese local esperaban obtener alguna dirección donde podrían encontrarse a Lucas; pero el único empleado que podía otorgarles esa información no trabaja ese día. Lo mejor que pudieron hacer fue seguir indagando en lo que conocían, lo que el alemán tenía en su informe y lo poco que sabían de Lucas.
Estaban seguros que hablando en inglés, aunque fuese con una voz normal, conseguirían comunicarse entre ellos sin que nadie a los alrededores pudiese entender sus asuntos. Lo menos que querían era llamar la atención de ese caso al que, por su tiempo de vida, ya sería considerado cerrado por la falta de evidencias de aquella noche.
Con lo único que no contaban fue con la repentina presencia de un hombre, uno de dos metros y cuatro de altura, quien escuchó lo que estaban hablando mientras sus compañeros calmaban a David.
—¿Quiénes son ustedes? —Los interrogó causando un temor en el norteamericano, pero no en el alemán—. No sabía que un par de extranjeros pudiesen meterse a investigar un asunto de este país.
—Gabriel, ¿qué sucede? —Natalia consultó preocupada por su repentina desaparición.
—Estos hombres están trabajando con la desaparición de...
—No es el asunto de ustedes —consiguió decirle molesto, por el poco español que entendió.
—Lo será ahora, porque tenemos al único testigo visual de ese hecho y según entendí, ninguno de los dos a podido conseguir algo significante en la investigación —contraatacó, impresionando al norteamericano—. ¿Ahora les importa?
Los dos oficiales se sintieron acorralados al encontrar que el pequeño grupo de chicos los estaba observando. La ventaja recaía en tener un testigo, la desventaja era confiar la investigación en un adolescente y, nuevamente, el tiempo transcurrido no era favorable.
—Tú debes ser el adulto responsable de estos niños —el norteamericano fue quien se encargó de hablar con calma—. Hablemos afuera sin provocar alguna clase de disturbio, ¿estás de acuerdo en eso?
—No confío en ustedes —confesó con desaprobación en quedarse solo con ambos oficiales—. Uno de los dos se quedará aquí lo suficientemente cerca para ser vigilado, de otra forma me niego a salir y hablar con ustedes.
Naturalmente, el que dominaba mejor el español fue quien se marchó con Gabriel, dejando a un oficial alemán rodeado por el pequeño grupo de chicos. Ellos se quedaron almorzando fijando su mirada en el oficial y, de vez en cuando, viendo afuera de la ventana para ver cómo le estaba yendo a Gabriel.
David era el más nervioso de todos. Gabriel lo había colocado como un testigo visual cuando no podía recordar nada sin que cayese una tormenta; incluso de que en ese momento lloviese, no podría ver con claridad los hechos.
—¿Esa es la investigación de la desaparición de mi tío? —Preguntó con un tono suave, llamando la atención del oficial.
—No... —Señaló un par de veces su oreja, para luego encogerse de hombros.
—Estaba preguntando si ese es el seguimiento de la investigación —habló más fuerte, llamando la atención a los papeles que sostenía—. Esos, si son parte de la investigación.
—Ah, sí, lo son —respondió murmurando. No esperaba tener una larga conversación, ni siquiera conginuarla—. ¿Cómo te llamas? —Sin embargo, necesitaban algún milagro a ese punto—. Tu nombre, niño.
—David Kirkland Monroe.
—Ahora veo por qué nunca dices tu segundo nombre —comentó Saúl con evidente sorpresa—. Pero es peor escuchar a Levi decir el suyo.
—¡Oye! —A Levi le gustaba mucho su segundo nombre, aunque poco lo usaba en el instituto.
David se mantuvo concentrado en el oficial quien parecía buscar su nombre en los documentos que tenía. A pesar de que Levi y Saúl siguiesen discutiendo, el único sonido importante que percibía era el de las hojas moviéndose con un lento ademán del oficial.
—Kirkland —asintió el oficial, antes de centrar su mirada en él.
—¿Podría decirme lo que dice de mí?
—No entiendo el español, explícate mejor, por favor —era la oración que mejor sabía pronunciar.
—Kirkland —se señaló a sí mismo, antes de señalar la hoja—. Ahí, qué dice de Kirkland —exclamó intentando hacer alguna clase de señal que él pudiese comprender.
Lo que el oficial entendió consiguió que extendiese la hoja donde estaba esa información; pero al llegar a las manos de David se dio la sorpresa de que estaba escrito en alemán con una traducción al inglés. Ninguno de los dos idiomas eran estudiados en el país.
No obstante, eso no le impidió a David curiosear entre las palabras en búsqueda de alguna que fuese fácil de reconocer; por ejemplo, algún nombre o palabra que supiese en inglés. De los dos idiomas, era ese con el que podría estar más familiarizado por los foros que leía.
—¿Quién es Lucas Winndermire? —Levi preguntó después de señalar donde lo vio escrito—. ¿Ese es Lucas?
—Pero... su apellido es Knight —comentó en voz baja, antes de levantar la mirada hacia el oficial—. Disculpe, ¿conoce a Lucas Knight? —El contrario no reconoció el nombre—. Lucas Knight, ¿lo conoce?
—¿Quién es Lucas Knight? —Preguntó confundido, rascándose un poco la patilla—. ¿Te confundiste? —Al tomar devuelta la hoja señaló el nombre y trató de corregirlos, pensando que habían pronunciado mal el nombre—. Lucas Winndermire. Winndermire. Knight, no.
—Ah, por todos los cielos, cuando pensamos que la situación no se podía poner más loca vienen y nos dicen que Lucas no se apellida Knight —exclamó Saúl, tratando de mantenerse tranquilo ante la situación—. David, ¿acaso tu madre no es Knight?
—Winndermire —volvió a corregir el alemán, comenzando a molestarse de que continuasen diciendo el apellido erróneo.
—Honestamente, ya no entiendo que está ocurriendo en mi vida, Saúl.
David estaba sintiéndose un poco enfermo a medida continuaban con la conversación. Con mucho esfuerzo estaba aceptando lo que sucedía con Lucas y Benjamín; pero comenzar a sospechar de su propia madre con este nuevo apellido, era información que no podía aceptar con tanta tranquilidad.
[. . .]
Los oficiales se marcharon cuando llegaron a un acuerdo con Gabriel. Necesitaban que David recordase para servir como testigo, a lo que Gabriel les explicó que aún no sería capaz de realizar si mantenía sus recuerdos bloqueados por el trauma.
No obstante, David aseguraba que su psicólogo ya había hablado con él para la terapia con lo que podría liberar esos recuerdos de una forma más controlada. Lo único que él pidió a cambio fue que lo ayudasen a encontrar a su padre; dicho esto, los oficiales suspiraron derrotados, él era otra pieza importante en la investigación y ahora estaba desaparecido.
A David le pareció curioso el que supiesen casi todo, menos lo que Benjamín sabia acerca de Lucas y lo que David había vivido esa noche. Por supuesto, los oficiales ayudarían a encontrarlo porque era un sujeto de importancia; solo pedían tiempo para conocer mejor la zona donde David les indicó que vivía su tío.
Una vez que le entregaron una tarjeta con sus números, en caso de que recordase algo importante, se retiraron del restaurante. Entre tanto, David permaneció sentado en la acera del local a una distancia de Gabriel, en lo que sus amigos pedían comida para llevar.
—¿Te asusta saber que solíamos ser amigos? —Interrogó en voz baja, sonando bastante ronco y serio.
—Bastante —confesó asustado por la inesperada pregunta—. Es solo que creo recordarte... más alegre.
—No eres el único que carga un trauma de la niñez, David —comentó con tranquilidad, manteniéndose sin dirigirle la mirada—. No pretendo asustarte con eso, pero sería bueno si comienzas tu terapia o intentas por tu cuenta recordar lo más que puedas; solo pienso que te serviría que arrastrarlo durante años hasta que no puedas más.
—¿Eso no sería muy irónico de tu parte? —Procuró relajarse ante la voz tan pesada de Gabriel—. Digo, me das un consejo de traumas y también los tienes, pero pienso que no has seguido tu propio consejo.
—Nuestros entornos son diferentes; si fuese exactamente el mismo, no me molestaría en aconsejarte si no he sido capaz de resolver mi propio problema.
—¿Te molestaría si te pregunto en qué son diferentes?
—David, ¿no puedes verlo? —Giró el cuello, fijando su mirada en él—. Estás pasando por una terrible situación y los primeros en acudir para ayudarte, consolarte y quererte incondicionalmente fueron tus amigos.
—¿No tienes amigos? —Tartamudeó al preguntar porque nunca creyó que la mirada de Gabriel fuese tan intimidante.
—Como cualquier otro adolescente, los tuve... —Con suavidad, solo negó dos veces con la cabeza, después de haberse callado de golpe—. No, estaría mintiendo si lo interpreto como un plural porque la verdad es que, solo te tuve a ti como mi único amigo.
David se encogió, agachando la cabeza hasta que su mirada se centró en sus pies. No esperaba una respuesta como esa, por la única razón de no saber cómo responder. Disculparse, darle ánimos, asombrarse; no tenía palabras para decirlas a Gabriel porque sería hipócrita. David, ni siquiera lo recordaba.
—No, no intentes empatizar conmigo o compadecerme, peor sentir lástima por mí y a una situación que desconoces.
—Lo siento... no supe cómo reaccionar.
—No es necesario, solo respondí sin esperar algo de ti y no voy a esperar nada de ti; si quieres hablarme es por tu propia decisión, te escucharé si estoy de humor para ello.
—Natalia me contó que estaban haciéndose amigos, pero nunca pensé que tu amistad se sintiese tan dura —admitió con temor y era porque aún no se acostumbraba a escucharlo hablar.
—¿Ella te dijo eso? No puede ser... —Arqueó una ceja y suspiró con ese característico sonido que logró asustar a David—. La verdad, no es como si fuese una forma propia de amistad, solo siento que todas las personas deberían de ser así y nadie resultaría lastimado. No esperes nada de nadie, de igual forma, nadie esperará algo de ti.
—Tal vez tienes la razón, pero algunas personas se harían holgazanas al no tener un poco de estrés en sus vidas.
—Esa no es tu vida, ¿por qué te importaría tanto si esa persona se hace inútil?
—¿Y qué hay de las personas que son importantes en tu vida?
—Sabrán que pueden acudir a mí si estoy de humor, pero no me forzarían a intentar ayudarlos solo porque son mis seres queridos y es algo que tengo que hacer obligatoriamente.
—¿No tratarías, tan siquiera, esforzarte un poco para ayudarlos?
—Mi salud mental va en primer lugar y en el mundo perfecto de no esperar nada, estoy seguro de que todos vivirían sanamente sin una codependecia.
—Pero ahora, en este imperfecto mundo con personas codependientes, ¿eres capaz de pensar igual?
—Escapé de la casa de mi padrino, tu padre, porque no era sano para mí quedarme más tiempo ahí; pero tienes razón en que hay días en que no me siento nada bien y aun así, voy a visitar a mi abuela aunque sé que saldré peor de su habitación.
—¿Esperas algo de tu abuela? —Después de preguntar sintió la extraña sensación de que no debió hacerlo—. Gabriel...
—Que algún día me recuerde.
—¡Gabriel! —Escucharon a Natalia canturrear un poco más tratando de mantener el alargamiento de su nombre, hasta que llegó finalmente hacia ellos—. Mira, mira, esto no es japonés, pero es muy rico y pensé que podría gustarte —comentó amablemente, sacando una rebanada de pastel dentro de un recipiente de plástico—. También te compré uno, David.
—Gracias —exclamó de forma neutral, sin dirigirle la mirada a ella.
—¡Oh, huele delicioso! Gracias, lo voy a disfrutar como no te lo imaginas —vociferó contento, antes de sentir su estómago gruñendo levemente—. ¡Me lo comeré tan pronto llegue a casa!
—¿Tu mamá ya va a llegar? —Preguntó tranquila, colocándose frente a ellos—. Levi no quiere que te quedes solo esperándola.
—Me dijo que llegaría pronto, pero no te preocupes si aquí está Gabriel.
—Los dos me tienen que avisar cuando ya lleguen a casa, ¿sí? —Le dirigió la mirada a cada uno en su momento.
—Sabes que siempre te aviso —aseguró David entre risas al verla tan seria.
—Tal vez me acuerdo de hacerlo —bostezó Gabriel, antes de sentir la pequeña mano de Natalia frotando su cabello—. No me molestes —gruñó bajo.
—¡Nos vemos mañana! —Mientras avanzaba se despidió de ellos con un ademán, siendo correspondida por David—. ¡Hasta mañana, Gabriel! —Consiguió que levantase la mano, ascendiéndola un poco—. ¡No se olviden de escribirme cuando lleguen a casa!
Ambos decidieron quedarse en silencio observando el auto de Levi marcharse del estacionamiento. David fue el único que los despidió con un ademán, escuchando el claxon del auto como respuesta.
—¿Sabes? Siento que Natalia no te agrada en nada y serías la primera persona de la que me daría cuenta —comentó un poco risueño—. Aunque tenga muchos problemas al hablar o quedarse tranquila, incluso de mantener la concentración en el tema ella es bastante amable, divertida y siempre ha sido popular...
—Nunca dije que no me agradase —interrumpió para quedarse callado de nuevo.
—Oh, bueno... —La situación se había tornado incómoda con el repentino silencio—. Pensé que sí, al menos, me diste a entender que así era por la forma en que evitas verla directamente y lo cortante al responderle.
—Esos no son sinónimos de desagrado, no para mí —explicó con un tono neutral, esperando que David dejase de asustarse tanto—. En realidad, le tengo miedo a Natalia.
—¿En... serio? No puedo creer que alguien le pueda temer... Tal vez Saúl, cuando se pone estricta con las tareas, pero no es un miedo tan establecido. —Al comienzo estuvo por reírse al no creer que eso fuese posible; pero no saber cómo reaccionaria Gabriel permitió que se abstuviera de ello—. ¿Por qué le tienes miedo?
Para esta respuesta Gabriel decidió observarlo fijamente a los ojos, acto que tensó a David en el momento. Esperaba que de esa forma se diese a entender que no estaba mintiendo, siempre y cuando se observasen fijamente.
—Ante el más mínimo descuido por mi parte, ella podría ser el motivo de mi suicidio; por eso, le tengo un miedo mucho mayor que a la muerte y de la misma forma, la respeto.
—Tú me das miedo.
—Si mis respuestas te asustan, deja de hacer preguntas.