Sábado.
Día 23.
Lucas estaba canturreando una de sus canciones favoritas en lo que terminaba sus planes de viaje, uno que se acercaba para visitar a sus socios de trabajo. Gustavo se encontraba en la oficina reparando algunas computadoras, aprovechando que su jefe lo dejaría a cargo durante su ausencia y esa sería la primera vez a lo largo de esos años.
—¿Beyoncé? —Interrogó dudoso al reconocer la canción, tiempo después.
—Sí —respondió tranquilo, continuando con la planificación de su agenda.
—Oh... Ella está de gira, ¿no?
—Lo estará pronto, este veintiséis de marzo comienza en Canadá.
Gustavo bajó con lentitud un pequeño ventilador que tenía en las manos y decidió colocarse lo más erguido que pudo para ver el escritorio de Lucas. Era normal en él, después de años sin un secretario, organizar todo el trabajo antes de tiempo y contar con una minuciosa estrategia para administrar los costos cuando debía viajar.
No obstante, Gustavo se encontró la sorpresa de que tenía un mapa en el escritorio, el que veía con cierta regularidad mientras anotaba en su agenda. En confianza, decidió levantarse de su lugar y asomarse; después de todo, los empleados poseían el derecho de observar los planes en la empresa.
—¿Está planificando sus vacaciones para seguir a Beyoncé en su gira?
—Si todo me sale como lo planeo, sí, así es.
—Pero ¿y los socios de L'amore?
—No voy a estar las veinticuatro horas del día metido en un edificio; como te respondí, si todo se alinea en la forma que quiero tendré tiempo para ambas cosas y estaré divirtiéndome mientras trabajo.
—Bueno... parece que sí le está saliendo.
—Porque me estoy organizando con tiempo, Gustavo, esa es la única importancia de planear con anticipación.
—Debe ser importante para usted si le está poniendo mucho empeño.
—Bueno, hay que apoyar a los artistas siempre y cuando se tenga la oportunidad de hacerlo; aunque Beyoncé sea mi cantante favorita no le daría mi dinero para un boleto si estoy ocupado y sin tiempo para asistir al concierto, pero estoy viendo que este es mi año de la suerte porque todo me está saliendo bien desde el comienzo.
—¿Podría preguntar por esto? —Señaló uno de los discos de la cantante.
—Tal vez y consiga su autógrafo, uno nunca sabe y es mejor que lo mantenga cerca para no olvidarlo.
—Vaya, sí que le gusta...
—¿Acaso no debería?
—No, no, solo... —Suspiró con pesadez al ver la expresión en Lucas, una curiosa por saber cuál era el problema—. Es que usted no parece un hombre al que le guste el pop, es todo.
—¡Vaya! Es la primera vez que me dicen eso —confesó con su característica risa burlona—. Deberías de quitarte los prejuicios de encima Gustavo, porque yo no parezco muchas cosas que soy; por ejemplo, siempre estaré un paso delante de ti incluso si no me veías venir, ¿cierto, Benny?
Gustavo se sorprendió, volviendo la mirada hacia la puerta para darse cuenta que estaba entreabierta. La oficina siempre había sido un gran aislante de sonidos, ni siquiera la puerta era tan perceptible.
—No te atrevas a huir o te persigo, ¿me escuchaste? —Lucas no demoró mucho en levantarse para acercarse a un estante—. ¿Quieres jugar conmigo? ¡Pues bien, jugaremos bajo mis reglas!
Benjamín abrió con cuidado la puerta comprobando que era demasiado silenciosa. Gustavo se sorprendió al ver el gran cambio en su apariencia; era imposible que fuese el mismo hombre.
Su cabello bien arreglado y fijado se encontraba alborotado con algunas ramas enredándose en sus mechones; el traje con el que venía a trabajar solo contaba con la camisa manga larga bastante mugrosa por la tierra, al igual que los pantalones que se mantenían desgarrados por la zona de las rodillas; por último, los zapatos eran irreconocibles por la gruesa capa de lodo seco que los envolvía.
Lucas, después de buscar por un tiempo en la parte de abajo en el estante, tiró frente a Benjamín una bolsa transparente mostrándole con facilidad la pala.
—La estabas buscando, ¿no? —Preguntó entre risas, acercándose más hacia él—. ¡Por supuesto que sí! Pero no te preocupes, puedes quedártela; así como el bate, los álbumes de fotos y todo lo que necesites. —Señaló la bolsa plástica que cubría la pala—. Me tomé la libertad de apuntar el número de los oficiales a cargo del caso de Aylen, por si quieres llamarlos, para que veas lo amable que soy contigo.
Benjamín volvió la mirada en los ojos de Lucas notando la gran tranquilidad con la que permanecía ante los hechos; a diferencia de su incrédula expresión al ver que esa era la pala con la que Aylen había sido atacado y Benjamín podía reconocerla, era única en el mundo porque le pertenecía a Lucas.
—¿Qué te pasa? —Interrogó suspirante, esbozando una gran risa al ver la impresión en Benjamín—. ¿Te comí la lengua?
—¿Cómo... lo supiste?
—Fue fácil, solo tuve que analizarte detenidamente —respondió indiferente, caminando de un lado a otro frente a la bolsa—. Gustavo, necesito que te vayas, por favor; esto es entre nosotros y es un asunto muy importante —expresó con seriedad sin quitarle la mirada de encima a su cuñado—. Es mejor si estamos solos, ¿no, Benny? ¿O quieres estar completamente solo conmigo?
Benjamín bajó la mirada observando aquella pala que había estado buscando como su más grande evidencia en el caso. No entendía a qué estaba jugando Lucas para entregársela de esa forma; pero al centrar su mirada en ese par de ojos pardos, de cierta forma, Benjamín podía notar que él ya estaba cansado a pesar de que estuviese bromeando de esa forma.
Lucas parecía estar aceptando que su año de suerte podría no resultar bien cuando toda la verdad se revelase; era como si se estuviese divirtiendo por última vez antes de desaparecer de la vida de todos sus conocidos en el país. Benjamín podía comprender esa sensación.
[. . .]
El vecino de David observó, sonriendo con malicia, a Levi al ver que estaba llevándose a su único obstáculo; ambos cruzaron miradas por un momento, antes de que se retiraran a sus respectivos destinos.
Había planeado la cita con Lucas a las cinco y al llegar la hora, se sorprendió de la puntualidad en llegar exactamente un minuto antes, trayendo consigo una gran botella de vino como lo propuso. Por fortuna, la cena ya estaba lista, pero no el postre que, por la boca de Rubén, sabia que le gustaría a Lucas.
—¿Necesitas ayuda? —Consultó amablemente, acercándose a un costado y de esa forma sorprenderlo—. Terminaríamos más rápido si lo hacemos juntos, tal vez, hasta me enseñas algún nuevo truco con las manos... ¡Oh, pero si yo me estaba refiriendo a cocinar!
«¿Acaso se me puso roja la cara?». Pensó avergonzado al escucharlo reírse.
—¿Acaso es pan de banano? —La genuina emoción de Lucas le hizo entender que Rubén no había mentido con respecto al postre—. No te imaginas lo mucho que me encantan las bananas y más si son grandes como estas.
—¿Podrías ayudarme a pelarlas? —Desvió la atención del comentario de Lucas, mostrándose bastante nervioso por darle un doble sentido a todo—. Te pasaré un cuchillo.
—No es necesario, se pelan así de fácil.
Lucas, era inocente de toda acción y palabra que había dicho a lo largo de su visita, porque sus comentarios siempre habían sido para molestar a David; sin embargo, el vecino de este abrió un poco la boca, sorprendido cuando Lucas le quitó la piel a la banana con una gran facilidad, antes de metérsela en la boca.
—Está me salió rica —murmulló encantando entre las mordidas, antes de tomar otra—. ¡Este pan quedará delicioso!
—Espera, espera un momento, ¿cómo pudiste quitársela? —Titubeó sorprendido cuando volvió a hacerlo—. A mí me cuesta.
—Si la pelas desde el tallo, por supuesto que te costará —comentó tomando una nueva para mostrarle—. Tienes que presionar la punta y podrás pelarla cuando se forman estos extremos —señaló antes de agarrarlos para jalar hacia abajo—. ¿Ves lo fácil que es?
—Tal parece que terminaste enseñándome un nuevo truco a mí.
—¿Quieres intentarlo? —Preguntó sonriente, terminando de comerse la primera banana—. No tengo prisa en cenar.
Los siguientes minutos en la cocina fueron importantes para el vecino de David, porque estaba buscando terminar en su cama con Lucas y solo consiguió ver lo tranquila que seria su vida estando a su lado, lo atesorado que seria por un hombre como él.
Con un poco de música, unas copas de vino y el cuerpo relajado la cocina se convirtió en un divertido lugar para preparar pan. Lucas lo había tomado por sorpresa cuando sus caderas se unieron, deslizándose como olas al son de la música en lo que él secaba los platos que el vecino de David lavaba.
Lucas parecía estar feliz en esa pequeña casa, bailando con un viejo conocido en su cocina y disfrutando de las canciones de la radio; incluso después de que sacaran el pan del horno y tomasen asiento frente al comedor, hubo una gran iniciativa para el desenlace de la noche.
—¿Hay algo que no sepas hacer bien? —Consultó con una amplia sonrisa.
—Bueno, la práctica constante es el resultado de lo que llamamos perfección, pero eso no existe, solo lo que parece ideal y no me gusta pensar en mí mismo como eso, simplemente, soy fabuloso y es todo —aseguró sonriente, inclinándose un poco hacia delante para alcanzar una servilleta.
—Estoy sintiéndome un poco mal de no poder ofrecerte mucho; para alguien tan fabuloso como tú, esto no debe ser mucho. —A pesar de su sonrisa, se escuchó un poco avergonzado de su hogar.
—Que conste, lo dijiste tú porque eso no salió de mi boca —expresó risueño, antes de tomar un trago de vino—. En realidad, me gustan mucho las cosas viejas, sencillas y poco llamativas; pero eso nadie te lo dice, solo yo.
—Significa que en esta cena podría conocerte a profundidad, mucho más que escuchando los rumores de los más cercanos a ti, ¿no?
—Bueno, ¿qué te dijeron por ahí? —Su sonrisa se torció hasta resaltar su hoyuelo—. ¡Me gustan mucho los rumores!
—Además de que eres un animal salvaje cuando te embriagas, escuché por ahí que todos se mueren cuando entran a tu cuarto y muy pocos salen conscientes —comentó en voz baja, tratando de encontrar algún mensaje en sus expresión facial—. ¿Por qué te ríes? ¡Eso fue lo que me dijeron!
—La gente se inventa unas cosas, que es imposible no reírme.
—¿Entonces, es mentira?
—Depende en qué aspecto estamos hablando, porque así como lo planteas me hace ver como un homicida o un degenerado y lujurioso hombre, y tú sabrás qué es peor.
—Diría que eres una persona con fantasías sexuales muy bien definidas —expresó con naturalidad, sin querer llamar tanto la atención a su curiosidad—. Hasta podría decir que te gusta ahorcar a cualquiera que entre en tu cuarto.
—Pues, eso es una mentira, porque no dejo que cualquiera entre a mi habitación.
—¿Y los afortunados que lo consiguieron?
—Si te portas bien, podrías descubrirlo por tu propia cuenta.
—¿Qué tendría que hacer para ser un hombre bien portado, según tú?
—Es tan fácil como pelar una banana —respondió con un tono de gravedad en la voz—: Eres libre de intentarlo todo, provócame tanto como quieras y con la mayor creatividad que tengas, pero nunca me hagas enojar o pierdes conmigo.
En ese momento, el queso se desbordó al haber presionado con fuerza el pequeño aperitivo después de esas palabras. Lucas estaba dándole toda la confianza de poder hacerlo; era como un peligroso reto de doble filo porque no él estaba seguro de qué podría ser capaz de hacerlo enojar.
Los siguientes minutos, después de la cena, observó atentamente la bolsa de palomitas reventando cada grano en el interior del microondas mientras Lucas esperaba en la sala para ver una película.
El vecino de David estaba nervioso, aun decepcionado de estar fallándose a sí mismo. Una vez que sintió la inesperada calidez de Lucas al comienzo, fue cuando pensó en que ya no deseaba solo tenerlo una noche; aun así, Lucas parecía solo esperar a que los hechos se desarrollaran sin sentirse utilizado por un fin sexual.
De cierta forma, tener en mente que Lucas lo esperó desde un principio fue devastador para alguien que suele tomar por sorpresa a sus amantes. Por consiguiente, no estaba conociendo al verdadero Lucas, solo estaba obteniendo lo que esperaba de la noche y él se lo estaba entregando sin esfuerzo alguno. El hecho en sí, era como un castigo por su picardía.
—¿No te sentarás a mi lado?
Al entrar a la sala solo dejó el gran tazón de palomitas en el regazo de Lucas, antes de tomar lugar en otro sofá sirviéndose una copa de vino. La pregunta iba dirigida a él, a pesar de que Lucas no lo observó, ni por un segundo.
—¿Estás llorando? —En esta ocasión, se sorprendió al escuchar el sorbido de su nariz y los débiles sollozos del contrario—. ¿Qué sucede?
—¡Nos vamos a acostar y será la primera vez que no lo disfrutaré haciéndolo!
—Pero ¿de qué estás hablando? —Naturalmente, Lucas se rio ante la situación tan dramática que estaba montando el contrario—. ¿Estás llorando por algo que no ocurre?
—¡Sucederá, lo sé! —En esta ocasión, la risa de Lucas consiguió que frunciera los labios—. ¿Por qué te ríes? ¿Acaso me estabas provocando para nada?
—¡Eres tan dramático! Por supuesto que me estoy riendo por eso, pero en ningún momento te provoqué como me estás diciendo, solo te respondí y... —Su expresión rozaba entre la burla y una aparente confusión—. ¿Qué con eso de que nos acostariamos en la primera cita? ¡Me sorprende de que esos rumores no se esparcen!
—¡¿Qué?!
—Jamás tengo sexo en la primera cita, no sin saber a quién me estoy cogiendo —respondió risueño, tomando un puñado de palomitas—. Antes que nada, te daría mis resultados de ETS e ITS para que veas que estoy limpio; igual te exigiría el tuyo sin que me lo niegues o mejor olvídame. Se llama precaución, ¿acaso no lo haces?
—Pero... —Rápidamente se encontró en un trance.
—Además, estoy saliendo contigo porque te conozco desde hace un tiempo y, fácilmente, podríamos apresurar el conocernos mejor para luego entrar en algún acuerdo —continuó hablando con tranquilidad—. Te puedo ofrecer alguno que otro beso o masturbarte, algo sencillo para entrar en confianza, pero nada interesante hasta que no tenga esos resultados en la mano y me hables claramente.
—¿Cómo que te hable claramente? —Tartamudeó incrédulo, asimilando con lentitud la información recibida.
—Qué te gusta o no, cuáles son tus límites, cómo te gusta que te traten... Lo normal —resumió con inocencia, encogiéndose de hombros antes de ampliar la mirada, llevándose un par de palomitas a la boca expresó con suavidad—. ¿Acaso no era eso lo que esperabas? Ya siento que me perdí algo importante.
—¡El perdido soy yo! —Admitió desorientado—. Porque me dijiste que podía intentarlo todo, menos hacerte enojar y ahora metes demasiados conceptos legales para coger.
—Ah... Creo que ya vi cuál es el problema —murmuró para sí mismo—. Oye, tranquilo, aún podemos divertirnos un poco si quieres. No discrimino gustos, pero ¿de verdad quieres tener sexo conmigo?
—Sí —respondió encontrándose cada vez más confundido, pero interesado en cualquier oportunidad.
—Bueno, te haces los exámenes, me muestras que estás limpio y lo hacemos en mi casa.
—¿En serio? —Enarcó las cejas con sorpresa.
—Sí, claro, ya estamos hablando sin pelos en la lengua.
—¿Y podemos seguir viéndonos estos días? —Interrogó con un suave, pero dudosos tono.
—No veo por qué no hacerlo.
—¿Podemos hacer algo ahora?
—No quiero que David escuche —contestó negando con la cabeza, esbozando una mueca.
—Salió con Levi —aseguró con firmeza, a pesar de que se había olvidado de ese pequeño detalle—. No hay nadie en la casa, estoy completamente seguro de eso.
—En ese caso...
Lucas dejó a un lado el tazón de palomitas, lamiendo la mantequilla de las mismas de sus dedos, antes de levantarse y quitarse el saco del traje. Comenzó a desamarrar su corbata, observando fijamente al hombre frente a él quien ya no comprendía lo que estaba ocurriendo en su casa.
—Podemos divertirnos con un par de trucos que me sé.
[. . .]
Benjamín estaba cerca de llegar a casa cuando escuchó un extraño sonido en la casa de su vecino. Las luces estaban apagadas, como si no hubiese nadie adentro y fue de esa forma que decidió apresurarse en llegar a su hogar, en caso de que comenzase a escuchar más que solo ruido.
«Al fin...». Pensó sereno, recargando la espalda contra la puerta. «He vuelto a casa».
Inhaló profundamente al entrar soltando todo con un gran suspiro de calma. A pesar de que regresó, no había nadie quien lo recibiese; eso era bueno al contar que su apariencia no era la más presentable de todas.
Se preguntaba en dónde podría estar David, cuando este no solía salir los fines de semana y era muy extraño que la única amistad que conocía de su hijo lo invitase a salir tan tarde.
Lo primero que hizo fue dejar todas las evidencias que había recopilado en esos últimos días sobre el comedor. Sin duda alguna, Benjamín se había esforzado de sobremanera para conseguir la más minúscula prueba y, gracias a Lucas, tenía en sus manos la pala que lo respaldaría de todo.
Según lo que conversó con su cuñado, David tendría en su habitación un álbum de fotos bastante importante, el que demostraría su presencia en la boda de su hermano y que respaldaría el haber existido dicha unión entre ellos. Todo estaba marchando acorde a su propio plan.
«Necesito hacer algunas llamadas, avisarle a mi madre y... ¡Oh, dulce Señor! ¡Prácticamente, lo tengo todo en las manos!». Inevitablemente esbozó una sonrisa al ver su trabajo realizado.
Luego de ordenar, con un extremo cuidado para no contaminar ninguna de las pruebas, se retiró a su habitación para poder bañarse y lavar su mugrienta ropa. El cansancio estaba matándolo, luego de noches sin poder conciliar el sueño; aun así, esperaba que una larga ducha y un descanso en el agua caliente de la tina pudiese aliviar su dolor de espalda.
Cuando la suciedad comenzó a desprenderse de su cuerpo Benjamín observó sus manos llenas de cortadas y moretones; después de todo, adentrarse a un bosque en búsqueda de la pala era lo más difícil de todo. Se sintió agradecido de haber regresado y su cuerpo también parecía estarlo con el baño.
«Podré descansar uno o tres días, antes de hacer esas llamadas... Significa que estaría con Margaret y mamá la siguiente semana, a más tardar la que le sigue».
Benjamín cerró los ojos después de sumergirse un poco más en la cálida agua de la tina. Terminó de revisar los golpes, arañones y ciertas marcas que se hizo en su pequeño viaje hacia el norte del país; por fortuna, no se encontró con ningún tigre o algún animal salvaje durante el recorrido por el bosque.
«Debí suponer que Lucas estaba tramando algo». Al abrir los ojos recordó el reciente viaje que su cuñado tuvo. «No fue solo revisar mi expediente, también estaba buscando la pala».
—Utilizó a David... —Susurró al pensar mejor el porqué lo habría llevado consigo en sus vacaciones.
«Siempre está un paso delante de mí...».
Al salir del baño no estaba muy animado en cambiarse, por lo que solo se colocó su bata de baño mientras bajaba para dejar lavando su ropa. Al divisar su cama, hubo una gran tentación en irse a recostar; pero algo dentro de sí le impedía ser tan descuidado.
No podía dejar todas sus pruebas sin vigilancia alguna o sin antes haberle explicado a David lo que sucedería los siguientes días. Esperaba que su hijo llegase pronto y, de esa forma, estaría durmiendo más rápido de lo que deseaba.
Al bajar al cuarto de lavandería se inclinó para asegurarse de que su evidencia continuaba sobre el comedor; después de ello pudo lavar sobre la pila su ropa, antes de meterla en la lavadora para garantizar una limpieza completa.
«El álbum de fotografías debe estar en el cuarto de David, es mejor si lo busco ahora antes de que llegue a casa».
Suspiró con pesadez una vez que se encontró al comienzo de las escaleras. Se forzó a subir, aunque fuese lentamente y sin apoyar demasiado el único pie que aún no le había dado el descanso merecido para recuperarse.
Al entrar a la habitación de su hijo se rascó con cuidado la mejilla derecha. No podía creer que fuese tan desorganizado, pero de pensarlo mejor, muy pocos veces entró a su cuarto en búsqueda de algo, por lo tanto, sintió que no debía quejarse si nunca tomó la iniciativa en corregir esa conducta.
Una vez que encontró el álbum encima de su escritorio revisó algunas de las fotografías, recordando lo divertido que era pasar el tiempo de viaje con su familia. No obstante, reconocer que su única aparición en las fotografías era en la boda le hizo comprender que toda su familia había conspirado para ocultarlo muy bien de Lucas.
De todo lo que sucedía, actualmente, en su vida esa era una de las pocas cosas que comprendía, el porqué decidieron esconderlo y ocultar el que eran familiares.
—¡Vaya, en que pequeño desastre te convertiste! —La profunda voz de Lucas llegó a sus oídos, soltando unas suaves risas—. No esperaba que hiciese tanto ruido; al menos, nadie te escuchó o ya habrían policías afuera...
Benjamín se sobresaltó con el fuerte sonido sordo que escuchó. No sabía que se encontraba en la casa de su vecino, menos de que estuviesen juntos si las luces estaban apagadas.
Cuidadosamente se acercó a la ventana, tratando de no llamar la atención de Lucas y rezando porque este no fuese capaz de percibirlo. Al asomar la cabeza con disimulo se encontró con la corbata de Lucas, colgando en el interior de la habitación; a pesar de que no había ningún rastro de él o lo que se cayó, todo cambió al verlo reincorporarse del suelo.
En ese segundo, ahí, Benjamín comprendió el porqué su familia se había esmerado en ocultarlo de Lucas. No pudo evitar sentirse paralizado como si ya hubiese sido descubierto por él, como si fuese el próximo en la lista para enfrentar fijamente esa satisfactoria mirada parda.
Su vecino se encontraba en los brazos de Lucas, completamente desnudo, con muy visibles marcas en el cuello y esforzándose bastante por respirar. Benjamín podía escuchar el sonido de su respiración cortándose, sonando como una vieja caja sin gracia. Lo peor fue al ver que Lucas estaba sonriendo, contemplando con orgullo su trabajo en dejarlo casi muerto, porque aún respiraba.
—Me pregunto si pudiste escucharme —exclamó con suavidad, girándose fuera de la vista de Benjamín—. Fue divertido mientras duró, gracias.
Los brazos del hombre colgaban, dejándose mecer con los movimientos de Lucas al retirarse de la habitación. Podría ser solo un desmayo o realmente haber muerto en sus brazos; sin embargo, esa penetrante mirada nunca abandonaría a Benjamín.