Viernes.
Día 24.
Natalia se encontraba entrenando después de clases corriendo por la pista; detrás de ella, a un ritmo constante, se encontraba Gabriel y por último estaban el resto que habían sido seleccionados. El entrenador estaba bastante orgulloso del dúo que habían formado, sorprendiéndose por el hecho de que este último no se opuso, ni huyó ante la idea.
En la cancha se encontraban Saúl junto con Levi jugando un tercer partido de baloncesto con los candidatos a participar en el equipo. A los ojos del entrenador, todo estaba marchando acorde a su plan para ganar de manera limpia y era posible que en las próximas horas se le saliese alguna lágrima por el gran equipo que había construido.
Entre tanto, David se encontraba sentado en la banca al lado de Paris, observando a sus amigos y esperando la hora de salida para que juntos se marcharan a casa. Ese día, Paris se encontraba vistiendo con una larga falda y su siempre confiable suéter amarillo.
Hace un tiempo atrás que David mencionó el gran parecido que tenía Paris con Sandy Olsson y solo con ese comentario, la situación entre ellos dejó de ser tensa para poder reírse por un momento. David había sentido que ella estaba manteniendo un fuerte y casi palpable barrera entre ellos desde que llegó.
—Señorito de mi corazón, ¿y el agua? —Levi llegó bastante agitado, completamente empapado de sudor, pero eso no le impidió revisar que la fiebre de David estuviese estable—. Ya estás de nuevo queriendo ponerte bajo el sol y bien sabes que te pones de malhumor después.
—No me tienes que regañar de esa forma —refunfuñó, antes de pasarle el bote con agua—. Estoy muy pálido, solo quiero agarrar un poco más de color.
—Ay, David, ya te quiero ver en la noche cuando no puedas aguantar el dolor de cabeza. —Luego de beber más de la mitad del agua se inclinó para besarle la frente y dejar el bote a su lado—. Paris, tampoco deberías de asolearte mucho o el sudor empeorará tu comezón.
—¡Oye, tú no me mandas! —Protestó con un ligero fruncimiento en sus labios—. Hace un buen sol, no es tan fuerte, ni tan brillante, es simplemente perfecto.
—Para ser terco no se estudia —concluyó Levi, negando con la cabeza mientras se retiraba riéndose un poco—. ¡Al menos beban agua!
Ambos suspiraron con pesadez regresando la mirada hacia el frente justo a tiempo para ver a Natalia saludar enérgicamente en su décima quinta vuelta. No demoraron mucho en regresarle el amable gesto y volver a su silencio habitual.
Paris se sorprendió al escuchar a David tosiendo, fue un movimiento automático apartarse notoriamente, a lo cual él se percató. Por primera vez, sus miradas se encontraron como si fuese la primera vez que se veían; de cierta forma, estaban tratando de conocerse nuevamente.
—Paris, lo siento —a pesar de que su ronco tono de voz fue difícil de escuchar, ella consiguió entenderlo—. Solo le pedí disculpas a mis amigos, pero también te lastimé sin darme cuenta.
—Uh... No te preocupes por eso, David, en serio. —Al desviar la mirada al frente, saludó a Natalia quien estaba pasando de nuevo—. Es increíble la velocidad que tiene.
—Paris... puedo irme, si quieres —exclamó con mayor claridad, después de carraspear la garganta—. No quiero incomodarte más de lo que ya estás.
—¡Oh, no! —Volvió su atención en David con una notable sorpresa—. No estoy incómoda, es solo que no veo el caso de disculparse por algo que nunca supiste. Si hubiese sido honesta contigo desde el principio, nunca habrías chocado conmigo en la práctica.
—Mi disculpa sí se relacionaba a cuando eramos pareja de baile; pero irme era por... Bueno, si tuviese que adivinar creo que mi orientación sexual te sorprendió y estás incomoda con ello —titubeó un poco, aceptando que estaba siendo más abierto ante el tema.
—Ah, sí me sorprendió —admitió balbuceante, volviendo la mirada al frente solo para regresarle el saludo a Natalia—. David, no me molesta, ni siquiera me importa si eres gay... Lo que sucede ahora es un problema mío, algo que, simplemente, no puedo reprimir como antes y tal vez sea eso por lo que parezco incómoda; pero no es por tu preferencia.
—Por mi parte, me alivia porque eres una gran chica —exclamó sonriente cuando Paris volvió su mirada en él, antes de que David se expresase con mayor sutileza—. No quiero parecer una gran víctima de todos los males; es solo que creo saber cómo te sientes, aunque no sepa nada de lo que te sucede.
—Levi me contó que sufriste un infarto, eso... ¿Estás asustado de que pueda pasar otra vez?
—Pasar, en cualquier momento podría volver; pero ahora no le tengo miedo solo a un simple infarto, sino a que el cielo entero se me caiga encima y es por eso... que sé cómo debes sentirte.
—¿Tú también le crees a Levi de eso que nos parecemos?
—Oh, dulce Señor, ¿te dijo eso? —Interrogó con incredulidad, entrecerrando un poco los ojos después de torcer ligeramente una mueca. Paris asintió consiguiendo que esa expresión se marcase más—. No sabes cuánto lo siento, es demasiado fijado cuando se lo propone.
—¿Sabes? Tal vez tiene la razón, al menos, en algunas cosas no está tan equivocado —confesó con suavidad, arreglándose el ruedo de la manga—. Nos gustan los mismos libros, somos muy torpes a la hora de socializar y nunca vamos a aceptar que también somos unos tercos.
—Pero nuestras experiencias deben ser distintas, ¿no?
—Sí, supongo que sí. —Se encogió de hombros, soltando un pequeño suspiro—. No es como si tuviésemos todo el tiempo del mundo para verificar si nuestras vidas son exactamente iguales y dudo que sea así.
—De todas formas... —Paris se sobresaltó un poco al sentir que David estaba acortando el espacio entre ellos—. Nadie debería sufrir solo.
—No, no quiero consejos, ni siquiera que alguien más me regañe por lo que sucede o...
—Puedo escucharte, si solo quieres eso —interrumpió con pena—. La verdad es que soy pésimo dando consejos —consiguió que ambos se rieran por ese comentario—, pero siempre he sido bueno escuchando y si eso te sirve de algo ahora, puedes desahogarte conmigo.
—Solo quisiera despejar un rato mi mente —admitió en voz baja y una vez que volvió la vista en Natalia, se encontró la sorpresa de que estaba conversando con Gabriel—. ¿Te puedo preguntar algo?
—Ah... depende de lo que me quieras preguntar.
—No es nada malo... creo —dudó para el final, frunciendo el ceño mientras pensaba en la interrogante—. Solo quería saber cómo descubriste que eras gay; pero no me malinterpretes, es más como decirte cuáles fueron tus emociones hacia el primer chico que te pareció atractivo.
—Puede que no sea una mala pregunta, pero es difícil para mí responderla —titubeó notablemente, al desviar la mirada hacia Levi y de esa forma, continuó tartamudeando—. Me sorprendí porque no estaba seguro de lo que sentía; por supuesto, lo negué por un largo tiempo hasta que terminé aceptándolo... Todavía me cuesta un poco admitirlo con libertad, pero cuando estoy con él siento que puedo sentir todo lo que reprimí y dejo de tener miedo.
—¿Estás enamorado?
Ambos volvieron la mirada en Levi justo cuando se resbaló en el césped, por suerte, Saúl estaba detrás de él para amortiguar su caída, aunque eso no significó que no se cayesen juntos. Una fina y delgada línea recta se dibujó en los labios de Paris.
—Sí, de verdad lo estoy —David respondió con firmeza—. Puede parecer un payaso ahora, pero él me hace querer ser la mejor versión de mí mismo cada día.
—Levi te va a regañar si te mira tan rojo —bromeó un poco al verle las orejas coloradas.
—¿Podría saber por qué me preguntaste eso? —Giró levemente el cuello hacia su dirección, haciendo un contacto visual bastante directo—. Ah, perdón... Eso fue incómodo.
—No, no, no te preocupes —murmuró después de desviar la mirada, devuelta en Natalia y Gabriel—. ¿Son novios?
—No... —David guardó silencio, observándolos detenidamente antes de suspirar entre risas—. No, no lo son, ya me habría dado cuenta... —Paris comenzó a dudar de la palabra de David—. Sí, me lo habría dicho si fuese así, entonces no, no lo son.
—¿David, estás bien?
—Es que no, no lo creo.
—¡Tranquilo, solo fue una pregunta!
—Ah... Lo sé, lo sé, simplemente, tuve un momento extraño, de esos cuando ves que sí parecen, pero sabes que te lo dirían e igual ves demasiadas sospechas y esperas a que te confirmen.
—Bueno, aquí vienen, podrías preguntarle.
A medida que se acercaban, tanto Paris como David inclinaron la cabeza tratando de no perder el contacto visual en Gabriel. No sintieron a Natalia llegar solo a tomar el bote con agua; pero Paris sí sintió cuando Gabriel tuvo que sujetarla de la muñeca, al haberse deslizado para atrás en la banca. De no haber sido por sus reflejos, se habría caído.
«¡Es muy alto!». Fue el pensamiento que compartieron ambos.
—Ah, gracias —balbuceó Paris, una vez que consiguió acomodarse en la banca—. Estás... muy bien en forma —exclamó con amabilidad.
—Sí, Gabriel, te ves muy bien —halagó David con un leve titubeo—. ¡Ustedes sí que son súper estrellas!
—Gaby, te hicieron un cumplido —Natalia afirmó contenta, sonriendo ampliamente al escuchar sus comentarios; sin embargo, Gabriel solo se marchó con una de las botellas—. ¡Oh, discúlpenlo! No durmió bien anoche, solo tiene sueño... —Se inclinó hacia ellos para susurrar—. Está un poquito desorientado, pero ya se le pasará.
Una vez que volvieron a encontrarse solos se empezaron a escuchar sus risitas, las que terminaron como carcajadas por lo que acababa de pasar.
—¡Tal vez no sean novios, pero sí que lo parecen! —Paris estaba terminando de reírse, cuando notó que David estaba observándola—. ¿Ocurre algo?
—No, nada, solo estaba pensando en que ya te estás relajando.
—Supongo que solo necesitaba eso, distraerme un poco al lado de un amigo —comentó tranquila, esbozando una sonrisa. Agachó la cabeza una vez que recordó—. Por cierto, te pregunté eso porque... tengo una admiradora secreta y ya me imagino quién es, aunque no sé qué hacer cuando decida hablarme.
—¿Eres...?
—¡No! —Ni siquiera permitió que terminase esa pregunta, cuando se inclinó hacia él—. Uh, no... es imposible que yo lo sea.
—Ah... No te voy a decir lo contrario, solo te diré que no está mal, si llegases a descubrir que sí y, en todo caso, podrías preguntarte a ti misma lo que sientes y experimentar...
—¿Qué? —Su mirada se amplió al recordar lo que Cecilia le contó.
—¡Yo lo hice con un beso, aunque puede ser con cualquier cosa! —Se apresuró a explicarse nervioso—. No es como si lo hubiésemos hecho.
—¡Oh! Entiendo, entiendo.
—Paris, solo procura no lastimarte a ti misma... Seas o no, recuerda que es completamente normal como cualquier otra cosa en este mundo y no estás mal por serlo y... siempre es mejor quitarse la duda a enfermarse por un pensamiento recurrente.
Ese día, Paris sintió que había sido el mejor consejo que alguien pudo haberle dado en los últimos meses. Ahora que ella sabía o suponía quien era su admiradora secreta, solo esperaba poder manejar la situación de la mejor manera posible; incluso pensó en enfrentarla esa misma tarde, con tal de poder escuchar el porqué alguien se ocultaría de esa forma en vez de admitir sus sentimientos por ella.
[. . .]
Levi estaba llegando tarde al trabajo después de dejar a sus amigos en casa. David no quería bajarse del auto cuando le tocó su turno, exigiendo poder quedarse a su lado más al saber que podría encontrarse con Lucas o Rubén; sin embargo, un golpe de calor fue suficiente para ponerlo de malhumor tal y como se lo señaló varias veces.
Una vez que llegó a su hogar esperaba poder ducharse lo suficientemente rápido para quitarse el sudor y llegar a tiempo; de ser posible, con solo conseguir lo primero bastaba para él.
—Shalom —saludó su padre una vez que lo vio entrar a casa.
—No me digas que tú también me quieres ayudar con mi hebreo —exclamó con rapidez, subiendo por las escaleras en lo que era seguido por el contrario—. Muy lindo de tu parte, pero no, gracias.
—¿Quién más te está ayudando?
—David —respondió tranquilo, hasta que vio la expresión de confusión en él—. Papá, David, estoy hablando de mi queridísimo David.
—Ah, tu novio —comentó suspirante, sin tomarle demasiada importancia a su existencia—. Bueno, al menos hace algo bien.
—¿Mi mamá te permitió venir? —Interrogó entre risas notando su estado holgazán, el que había heredado—. ¿No se va a enojar?
—¡Oh, por favor! —Se expresó con molestia, levantando ligeramente la voz—. Me haces ver como si mi mujer me controlase... —Al ver la mirada de su hijo desvió la vista, mostrándose bastante sumiso—. No está en casa.
—Me lo imaginé.
En lo que Levi buscaba una ropa cómoda y sin la preocupación de que se mojaría, su padre estaba sentando en la cama observando lo limpio que mantenía su habitación. Estuvo a punto de comentarlo, hasta que vio a su hijo salir para irse a duchar, obligándolo de esa forma a seguirlo para mantener la conversación.
—¿Y cómo va su embarazo?
—Todo bien, será una bebé muy sana según los doctores —respondió alegre al ser una noticia muy reciente—. Se llamará Noemí.
—Oh —expresó con un notable puchero en los labios—, le hubiera quedado mejor Ana Paula, pero bueno, tendrán una hija muy sana.
Una vez que Levi se encerró en el baño no pudo notar la expresión en su padre con el último comentario. Ciertamente, estaba en contra de su sexualidad y las decisiones en la vida de su hijo; aun así, escucharlo tratarse como un completo desconocido le incomodaba y más al reconocer que su esposa estaría de acuerdo en que Levi ya no era su hijo.
—¿Crees que podrías cuidarme al ganado de perros mientras estoy fuera? —Lo escuchó preguntar—. Trataré de llegar temprano.
—Sí, claro, solo deja que me cambie y regresaré.
—Por cierto, ¿por qué estás vestido como mi abuelo?
—Levi, ¿ya se te olvidó qué día es hoy? —Expresó ofendido—. Tiene que ser una broma.
—Ah... ¡Por supuesto! —Comenzó a reírse nervioso, disimulando sus gritos al abrir la regadera—. Nunca podría olvidar una fecha tan importante de mi religión, ni por muchos viajes culturales a Rusia que hagamos. Hoy es... Ah, un día muy importante; pero podrías decirme a qué hora nos reuniremos en la sinagoga, ¿no?
—A ver, ¿qué se celebra hoy?
—Ah, no te escucho, ¿sabes? ¡Mucho ruido como para responder!
—Tal vez te acuerdas cuando regrese —suspiró como última señal de que era algo importante—. Me sentiré muy mal si en verdad lo olvidaste.
—¡No lo olvidé, ya lo verás!
Parecía una broma, pensar que Levi se preocuparía por no saber en qué fecha se encontraba. Normalmente, disponía de dos calendarios en su habitación para anotar las fechas importantes; uno hebreo, meramente para anotar las festividades judías junto con los ayunos o comienzos del mes y otro, el cual era gregoriano, donde apuntaba los cumpleaños de sus seres queridos.
Cuando su padre regresó encontró la impecable casa hecha un desorden de papeleo, pergaminos y libros esparcidos por la sala. Levi ya se encontraba seco, aunque aun cubriéndose únicamente con una toalla.
—¡Hoy iniciaba el Pésaj, ¿cierto?! —Gritó con preocupación una vez que lo vio entrar, antes de revisar una vez más el calendario hebreo—. ¡¿Por qué no me dijiste nada?!
—Es mi cumpleaños —respondió con un leve resentimiento en la voz.
—Calendario gregoriano, calendario gregoriano, ¿en dónde estás? —murmuró, después de divisarlo en el sofá y notar el pequeño circulo rojo—. ¡Oh...! Oh, lo siento, papá, yo...
—Al menos, cómprame un bizcocho cuando regreses de trabajar, insensible.
Por este pequeño descuido fue regañado en el restaurante por un retraso de hora y media. Una vez que fue advertido pudo volver al estacionamiento para ayudar al resto con el servicio de car-wash, encontrándose conque el vecino de David estaba lavando el vehículo de Lucas.
—Cuidado y terminas quitándole la pintura —inició la conversación al tomar el auto vecino.
—Estoy siendo muy cuidadoso, para tu información, porque sé lo importante que es su auto para él y no quiero arruinarlo.
—Tengo mejores ideas del porqué deberías ser aún más cauteloso —comentó con un descenso de voz, al visualizar a Lucas sentado cerca de la ventana, observando a su dirección—. ¿Se conocen bastante?
—No tanto como quisiera —murmuró desanimado, antes de tomar asiento en la acerca al haber terminado con su trabajo—. Solía tener un lugar especial en su empresa, especialmente para hacerles un masaje a los empleados que se sintiesen estresados; incluso él llegaba con frecuencia y hablábamos en el proceso, pero renuncié y hasta ahora tuve el valor de volverle a hablar.
—¿Por qué renunciaste?
—Problemas con una bruja de mala muerte —gruñó con molestia, frunciendo ligeramente los labios—. Me arrepiento de haberme ido, pero me alegra saber que sigue siendo el mismo hombre, tan carismático y amable, de siempre.
—Supongo que no sabes todo lo que oculta. —El simple hecho de recordar el día en la casa, le causaba escalofríos—. ¿Y por qué no le pides una cita?
—Levi, ya salgo con él —respondió con obviedad, rodando los ojos—. Ayer fuimos a cenar y bailamos un rato antes de que fuese a trabajar, pero nunca llegamos a más.
—¿Qué? —Se tomó un momento de limpiar bien la parte derecha, para rodear el auto y observarlo detenidamente—. ¿Ya son pareja? ¿Así de rápido?
—Tampoco tan formal.
—Creo que lo entiendo o eso me voy a creer, porque no entiendo muy bien tu historia de vida con él.
—Lucas es un gran hombre, cualquiera lo querría en su vida y más en nuestra época, era de los solteros más codiciados —suspiró encantando al observarlo detenidamente almorzando—. Me siento como un pobre diablo al lado de un majestuoso príncipe; aunque no hay mucha mentira en eso si pienso en lo que me provoca.
—¿Acaso solo piensas en sexo? —Soltó un par de risas al escuchar hablar con un tono más provocativo—. Le causas pesadillas a David con esa voz.
—No me voy a disculpar por ser un hombre bastante fogoso, pero ¡no entiendo por qué aún no cogemos! —Un visible puchero se formó en sus labios. La actitud que estaba tomando era demasiado berrinchuda—. Lo escucho muy bien y se le nota que también quiere.
—¿Seguro? A Lucas le gusta muchísimo bromear con las personas y tampoco parece un sujeto al que le gusten las indirectas.
—Le gustan los juegos, eso es muy distinto, y yo coqueteo muy bien cuando tengo la oportunidad.
—Bueno... Intenta preguntarle directamente o solo lo besas para que la magia de Hollywood suceda —exclamó con sarcasmo, encogiéndose de hombros—. Qué sé yo, tú eres el que se sabe los trucos de ligues.
—¡Eso es! —Se impulsó enérgicamente dando un brinco extra—. Lo besaré, seduciré y no habrá ninguna culpa si llego a conseguir que se excite.
—Yo que tú no me metería con...
—¡Levi, eres un genio!
—¿Tan siquiera me estás escuchando? Te dije que...
—Me gusta, quedó muy bien —Lucas admitió complacido, tomándolos por sorpresa—. Está rechinando de limpio.
—¿Verdad? —Expresó con un leve ronroneo en la voz—. Soy bastante bueno con mi trabajo, siempre me esfuerzo en dar un gran servicio con mis manos.
—Vaya, vaya, ese tono de voz me dan unas hermosas ganas de destruir tu titulo de prodigio —exclamó entre risas, en lo que sacaba su billetera para pagarle—. Me entiendes, ¿cierto?
—No, no, Lucas, hoy no es necesario que me des alguna propina por el lavado —se apresuró a tomarlo de las manos, evitando desperdiciar esa oportunidad—. De hecho, te propongo que me pagues mañana, en mi casa, después de un masaje exclusivo para ti y una deliciosa cena.
—¿Qué hice para merecer tanta amabilidad de tu parte? —Estaba sorprendido por todo el servicio completo, llamando su curiosidad principalmente en la comida—. Al menos déjame llevar una botella de vino.
—Será una sorpresa, pero te prometo que mañana te respondo —accedió con una juguetona voz, antes de guiñarle el ojo con picardía—. Sé que te gusta mucho jugar y solo espero que puedas mantenerte calmado hasta que llegue el momento.
—¡Vas a conseguir que te ahorque por dejarme con la intriga! —Soltó entre risas—. Está bien, solo llámame y llegaré puntualmente.
Fue un verdadero choque de emociones, una vez que Lucas se fue, la que ambos varones expresaban por sus palabras. Ninguno de los dos podía creer toda la información que soltó en unas simples oraciones.
Levi estaba horrorizado por la inocencia, hasta la torpeza del contrario en acceder a invitarlo cuando no estaba enterado de lo que era capaz de hacer; en cambio, una dicha invadía al vecino de David al imaginar que tendría una cena con el hombre de sus sueños, en especial, porque todo se realizaría en su casa.
—Tiene que ser una broma...
—¡Ah, Levi, no puedo creerlo! —Chilló inevitablemente, riéndose un poco al final por lo aguda que sonó su voz. No tardó mucho en sujetarlo por los hombros y expresarse más tranquilo—. ¿Me podrías hacer un favor enorme? Necesito que salgas con David mañana y te lo lleves por unas tres o cuatro horas; ¡solo llevátelo fuera de su casa o Lucas no querrá!
—¡¿Estás loco?! ¡Literalmente te dijo que te iba a ahorcar y deseaba destruirte!
—¿No escuchaste como se rio al decirlo? ¡Claro que estaba bromeando!
—Esto no me late a nada bueno —susurró con preocupación.
—Levi, por favor, no le digas a David y solo busca a tener una cita con él, mientras estoy con su tío, ¿sí?
—Es que no, no siento que vaya a salir bien esto.
—¡Hoy por mí, mañana por ti! No seas tan aguafiestas y divirtámonos un poco con nuestros hombres. —Se inclinó hacia delante, con tal de susurrarle—. Si estuvieses en mi lugar, ante la más mínima oportunidad de disfrutar un gran momento intimo con David, ¿acaso no harías lo mismo?
—No me molestes —protestó, apartándose con brusquedad—. Yo no soy tú y David es diferente a Lucas. Todo en sí, es distinto a él.
—¿Acaso no lo harías?
Levi no respondió. A pesar de que tenía una respuesta prefirió no decirla a un hombre mayor, que no podría comprender su adolescente vida y tampoco la respuesta que tendría; sin embargo, existía alguien a quien podría decirle con la mayor libertad del mundo y lo único que debía esperar era que se lo tomase con calma.
[. . .]
Levi salió de trabajar a eso de las seis de la noche. Su único plan era llegar a casa para entregarle un pastel de disculpas a su padre y luego, irse a dormir con la compañía de sus mascotas temporales.
Mientras conducía sintió un abrazador frío escalar por su espalda, hasta convertirse en un cosquilleo en los labios y ansioso movimiento de manos. Cada día sin fumar era una evidente tortura para él; a pesar de que estaba consumiéndose en los efectos de la abstinencia, se lo había prometido a David.
Un mensaje entrante de su mismo chico apareció cuando llegó a casa, este anunciando que estaba solo y acababa de hacer una cena que, según sus gustos, quedó bastante salada para su paladar.
A Levi le gustaban ese tipo de sabores y decidió ir a acompañarlo; no sin antes disculparse con honestidad con su muy resentido padre, el que estaba observándolo por la ventana en compañía a una manada de canes hambrientos. Demoraría un poco, eso no era discutible.
La distancia entre sus vecindarios no era tan perceptible. Cuando menos se lo esperó ya se encontraba a unos metros de llegar a la casa de David y decidió avisarle previamente, en caso de que la puerta estuviese cerrada.
Al bajar del auto se relamió los labios con cierta desesperación, deseando que eso podría calmar sus nervios. Las palabras del vecino de David no habían sido tan importantes; sin embargo, al tocar la puerta y ser recibido por un David con las mejillas coloradas, se preguntó que sí podría ser capaz de hacer por él.
—Te dije que no tenías que asolearte —exclamó con ligera ronquera en la voz, después sujetó la holgada manga del suéter que estaba usando y enarcó una ceja—. Espera, ¿esto no te lo había prestado el año pasado?
—Mejor ven a comer, en vez de estar regañándome —murmuró, tratando de desviar la atención del suéter, tomándolo de la mano—. ¿Y cómo te fue en el trabajo?
—Tuve una conversación muy extraña con tu vecino y vi a Lucas, pero creo que decidió ignorarme.
—Supongo que eso es bueno, es mejor de ese modo.
Cuando estaban cruzando la sala Levi no pudo evitar detenerse para abrazarlo por detrás, cuando escuchó ese preocupante tono de voz tan sumiso. David solía hablar de esa forma para contentar a todos; era una combinación de su timidez e incapacidad para formar relaciones sociales con facilidad, aunque Saúl y Levi consiguieron ser sus amigos, ese tono llegaba a escucharse cuando no deseaba discernir con su opinión.
—Háblame, ¿sí? —Pidió calmado, inclinándose para apoyar el mentón contra el hombro de David—. Sé que las cosas ahora se vuelven cada vez más terroríficas; pero no pensaba irme a ninguna parte, así que, no tienes que intentar reprimirte para que me quede a costa de tu comodidad.
—Tengo miedo... —Sorbió por la nariz, pasando con suavidad sus manos bajo sus párpados—. No viste su rostro cuando comenzó a llorar, a decirme lo celoso que estaba de mi papá y que le rompí el corazón. Ah... Sentí que el estómago se me revolvía mientras pensaba que él, tal vez... Lucas, pudo haber abusado de mí durante mi niñez.
—¿Por eso estás faltando a tus citas con Jorge?
—Nunca he sido fuerte, Levi —su voz flageló y él estaba casi seguro que Levi podía sentir su cuerpo temblando—. No podré... No, no, no voy a poder con eso si llegase a ser cierto.
—David, ¿hay algo que pueda hacer ahora por ti? —Interrogó afable, atrayéndolo hacia él para tomar asiento—. No sé qué podría ayudarte en estos momentos, pero si hay algo, aunque sea quedarme callado, solo dímelo.
Una vez que se encontraron sentados en el sofá David consiguió que ambos se acostaran por todo el peso que infligió en Levi. La cabeza comenzó a dolerle por los abarrotados recuerdos y las emociones que rodeaban a Lucas.
En esos momentos, consiguió despejar su mente con su día actual y, entre sus horas, se encontró con la conversación que tuvo con Paris. De esa forma, David suspiró tranquilo mientras se acomodaba entre los brazos de Levi.
—Distráeme, por favor, ahora no quiero pensar en Lucas, ni el psicólogo, ni en nada que me pueda ponerme triste; solo quiero sentirme mejor aunque sea por unas horas.
—Uh... ¿Quieres escuchar de la vez en que me doblé el tobillo tratando de bailar en Rusia?
—¿Cómo puedes doblarte el tobillo bailando?
—¡Deja que te cuente, fue una experiencia inolvidable! Estaba buscando dónde podría comerme un elote en una feria gastronómica rusa...
Los siguientes minutos David mantuvo cierto conflicto en su interior. Al principio, se divirtió bastante con la historia de Levi, a pesar de que sus pensamientos aparecían de vez en cuando a lo largo de la anécdota.
Levi cenó contándole otras experiencias divertidas que tuvo al lado de un par de sus ex parejas, aun así, David no conseguía distraerse por completo y eso le hizo pensar que, tal vez, Paris también estaba esbozando una sonrisa mientras discutía con sus propios problemas.
Fue una sensación diferente y, ciertamente, no le gustó. David, en verdad deseaba poder escuchar con atención sus historias, pero era casi imposible no encontrar algo que le recordase a Lucas en algunas palabras dichas por Levi.
—Creo que me excedí con mis historias —comentó risueño una vez terminada la cena—. Me pasan unas cosas que, ni decir, son extrañas.
—Y todas inician contigo buscando comer algo, para terminar en un hospital —lo acompañó con las risas.
—David... Ah, tengo que decirte algo —expresó con un tono pausado—. No estaba seguro si sería el mejor momento, pero quería que lo supieses.
—¿Qué ocurre? —El repentino cambio en su voz llamó la atención en David.
—En primer lugar, no es que me sienta asustado por todo lo que te rodea, pero sí me está causando ansiedad y... —Fue un mal momento lamer su labio inferior, porque la sensación volvió a reaparecer—. Siempre me dijiste que podrías ayudarme a buscar algo más, en vez de los cigarrillos y... ahora lo necesito... —Al ver la expresión de sorpresa en David no pudo evitar frotarse la nuca con fuerza, sintiendo un extraño escalofríos—. Estoy tratando de controlarme, pero hay momentos en que me dan unas grandes ganas de fumar... como ahora.
—Oh... entiendo.
—Tal vez es una molestia, solo quería decírtelo...
—No seas modesto, no cuando siempre estás para mí en mis peores momentos —interrumpió amable, levantándose de la silla en busca de la cafetera—. Siempre te ayuda tomar una taza de café y más cuando estás a punto de irte a dormir, podemos probar con eso hasta que encontremos otra forma.
—Me gusta el café y las largas conversaciones —admitió con un tono suave, levantándose con cuidado de no hacer ruido.
—Entonces, tomemos y sigue contándome tus divertidas historias de comida, hasta que te marches a casa —sugirió animado, colocándose de puntillas para buscar las tazas en la repisa—. No creo que a mi mamá le moleste...
David brincó al sentir las manos de Levi apoderándose de su cintura y, automáticamente, giró la cabeza a un lado sintiendo los labios del contrario besando su mejilla al hacer contacto.
Una sonrisa se esbozó en ambas bocas antes de que David se acomodase entre los brazos de Levi, aquellos que lo rodeaban mientras se giraba, y buscaban a unirse en un suave beso.
Podía escucharlo de nuevo, el sonido de sus labios al separarse y unirse; para David, era la evidencia de que ambos estaban unidos por un lapso de tiempo. A pesar de que no era el primer beso que se daban, escuchar ese distintivo sonido lo transportaba a un agradable recuerdo, el primero que se dieron juntos.
—¿Estás cansado? —Levi consultó acercándose a su oído, soltando un tono grave, casi ronco de voz.
—Solo estaba pensando que, ni siquiera hemos tenido una cita y estamos besándonos de esta forma —respondió jadeante, aunque podía escucharse una burlona expresión en sus palabras—. No somos novios y pareciera que así fuese.
—No esperaría menos de un señorito como usted, tan tradicional y correcto —comentó aparentando una elegancia glamurosa—. ¿Debería de parar, entonces?
—Un poco más no le hará daño a mi acelerado corazón, pero... —Inclinando la cabeza hacia atrás, en búsqueda de poder observarlo directo a los ojos, David rodeó los hombros de Levi con sus brazos—. Es mi turno de iniciar el beso.
—Soy de lo peor —confesó entre risas, antes de inclinar la cabeza hacia él—, debería de estar cuidando tu fiebre, no buscando a que empeoremos juntos.
—No esperaba menos de un defensor de la salud como tú, tan ético y profesional —imitó su voz, antes de chocar su abdomen contra el contrario—. Me siento mucho mejor, aquí contigo.
—David...
Levi podía sentir con mayor intensidad la tensión entre sus labios. Continuaban hablando, acercándose con lentitud sin llegar a rozar, ni siquiera por error.
—Salgamos mañana en una cita.