Miércoles.
Día 26.
Esther ya se encontraba lista para trabajar, muy bien vestida, con su maquillaje puesto y toda la energía enfocada en su labor; pero antes de ir a triunfar un día más en L'amore, Esther tenía que revisar a su pequeño hijo quien yacía acostado en cama, sufriendo una misteriosa fiebre que ella desconocía.
—David, tesoro, ¿qué pretendes?
—Me visto. Iré al colegio —respondió con firmeza, por supuesto, después de haberse asustado con la repentina aparición de su madre.
Esther alzó una ceja, mientras observaba a David intentando colocarse la camisa del uniforme sin poder ver muy bien; cuando el mayor de sus problemas era intentar subirse los pantalones aún con el yeso.
En unos minutos dejó de forcejear, quedándose inmóvil con las defensas bajas y los brazos alzados, enredados en los agujeros incorrectos de la camiseta. Esther solo asintió despacio cuando lo escuchó suspirar.
—Mamá, ayúdame, por favor.
—No irás a clases, David.
—¡No puedo faltar más, ya lo hice la semana pasada!
—¿Te sentirías mucho mejor si te digo que tu amigo te visitará por la tarde?
—¿Jonatán? —Consultó sorprendido.
—No, no, me refiero al otro —expresó con cierta incomodidad—. Ya sabes, al judío de cabello negro.
—¿Levi te lo dijo? —Su rostro se enrojecía más de lo que ya se encontraba por la fiebre.
—Sí, ayer me dio su número para cualquier emergencia y lo llamé hace poco para decirle que no asistirías, entonces él dijo que vendría a visitarte.
Se acercó a David con cuidado, ayudándolo a quitarse la ropa, con la intención de mandarlo de regreso a su cama. Dobló la camisa, guardándola en su lugar después de darle un par de empujones a David, con la intención de que entendiese su orden.
—Es un joven muy agradable —comentó, terminando de guardar los pantalones y zapatos—. Se ve que te estima mucho.
—Mamá...
—No empieces con lo mismo, por favor —interrumpió en lo que avanzaba hacia la cama—. Tu padre volverá, Lucas no es ningún psicópata y su casa no es una trampa mortal.
«Supongo que la molesté demasiado con eso...». Inconscientemente, agachó la cabeza. «No, ahora no es momento para salir del closet con ella».
—Lo siento, si insistí tanto que ahora te tengo hastiada, pero estoy preocupado por papá —confesó con suavidad, mostrándose bastante sensible ante el tema—. Lleva desde el domingo desaparecido y no parece causar ninguna emoción en ti; solo...
—También estoy preocupada, David.
—¿En serio? —Dudó al escucharla. La diferencia entre ambos parecía enorme—. Entonces, ¿por qué no me crees cuando te digo que Lucas es el responsable de todo?
—Porque es mi hermano y confío en él.
—¡Mamá, ¿confías más en él, que en mí?!
—Ah, David, no me grites —pidió confundida por la razón de su hijo en hacerlo—. Jamás me habías gritado de esa forma.
—Es porque no puedo creer que confíes más en un asesino, que en tu propio hijo —vociferó molestó, reincorporándose rápidamente de la cama—. ¡Papá me lo contó todo, tienen una orden de restricción en su contra, mamá!
—Te pedí que no me gritaras —levantó un poco más la voz al decirlo—. Esa orden tiene una razón, al igual por lo que estamos pasando ahora; solo te pido que confíes en mí y...
—¡Pero mamá, ¿cómo puedo confiar en ti, si tú no confías en mí?!
—¡Ya no me grites!
David se sorprendió al escucharla gritar, por primera vez, en toda su joven vida. La impresión no se quedó, únicamente, por la forma tan extraña en levantarle la voz; también recayó en los gestos de Esther al hacerlo. Ella solo agitó un poco los brazos, antes de flexionarlos –llevándose las manos contra los oídos– y encogerse levemente.
—No estoy tomando prioridades, solo te pido confianza para que resolvamos todo esto en familia, David; pero si me gritas de esa forma no puedo comprenderte, ni atender a tus necesidades porque no estás siendo claro conmigo.
De todo lo que Esther dijo a una velocidad sorprendente, David pudo entender muy poco lo que estaba presenciando. Desde un inicio, Benjamín siempre le decía que no debía tomar por sorpresa a Esther; pero en ese momento, sintió que había algo más que solo detestar las sorpresas.
Esther exageraba un poco más esos gestos, cada vez en aumento ante el silencio de David. En cierto punto, sus ojos se presentaron brillantes por las lágrimas.
—Lucas, no es ningún asesino, es mi hermano mayor. Lo siento, David, pero confío mucho más en él porque no te imaginas por todo lo que hemos pasado juntos. —Sus labios estaban temblando muy notoriamente—. Todo lo que poseo fue gracias a Lucas, absolutamente todo; incluso mi salud mental, fue gracias a los duros sacrificios de mi hermano.
—¿Salud mental, mamá?
Decidió ser más suave al verla a punto de llorar y David sabía que a su madre no le gustaba tener el maquillaje corrido. Buscó a acercarse con lentitud mientras se cubría con su sábana. Esther volvió a esa expresión de confusión al verlo detenerse a cierta distancia.
—Soy una persona con Asperger —respondió con el mismo tono de siempre, uno que no desembocaba una expresión fija.
—No... No entiendo —confesó en voz baja al escuchar un término tan nuevo; uno que lo estaba sorprendiendo—. ¿Eres autista?
—Es un espectro del autismo, uno leve que, de vez en cuando, se le confunde con el trastorno de déficit de atención e hiperactividad.
—Ah, pero en comparación con Jonatán, siempre te he visto manteniendo la calma... hasta ahora.
—Me gritaste —objetó, frotando con suavidad sus orejas antes de bajar las manos—. Te pedí que no me gritaras; es un ruido horrible y no me gusta.
—Lo siento, mamá, yo no quería gritarte, pero... sí me estaba doliendo que confiases más en Lucas, que en mí —admitió con un descenso de voz; seguido de ello, volvió su atención en ella—. ¿Por qué nadie me lo dijo? Pude haberte entendido en muchas cosas; incluso en por qué no te gustan las sorpresas.
—Nunca me lo preguntaste.
—Pero...
—El Asperger puede ser un espectro del autismo; sin embargo, es diferente en muchos aspectos y no todos los que me conocen lo saben porque no comprendo de qué les serviría si intentarán tratarme como a una autista con mayor gravedad de interacción social; igual a tu reacción al decírtelo sin que supieses lo que es.
—¡Lo siento, mamá! —Se impresionó al escucharla, creyendo que estaría molesta por su pregunta—. Creo que no estoy pensando las cosas con claridad por la fiebre; pero sí me gustaría saber más para la próxima.
—No hay mucho que saber, más de lo que te pido o puedes preguntar. —Una vez más, le dio un par de toques para empujarlo y David regresó devuelta a la cama—. No fue tan difícil de entender, ¿o sí?
—No, no lo fue —respondió en primer lugar, antes de recostarse y verla caminando hacia él—. ¿Lucas, siempre lo supo?
—Lo que él siempre supo fue que era diferente al resto desde un principio; pero eso no le impidió ayudarme a costas de su propio bienestar.
—¿Qué sucedió? —Interrogó al verla desanimarse, desviando la mirada a un lado—. ¿Le pasó algo malo con Lucas?
—No lo sé, solo estaba recordando y me sentí muy mal conmigo misma —respondió bastante decaída, pasando la mano con suavidad por la sábana para alinear algunas arrugas—. Actualmente, ya no tengo los mismos problemas que tuve durante mi niñez y, de cierta forma, nadie tendría que haberte contado de mi Asperger si ya no tengo tantos síntomas propios y bien pronunciados como antes.
—¿Tiene cura? —Interrogó lento, esperando que no fuese una pregunta incómoda.
—Técnicamente, estoy curada, solo presento problemas con los ruidos fuertes; aunque, seré honesta en decirte que aún me cuesta un poco comprender las emociones de los demás, por eso te pido que seas claro porque no te entiendo cuando me hablas de esa forma tan extraña... Bueno, cada persona con Asperger se comporta de forma diferente y pueden serlo toda la vida, o presentarlo durante años.
—Mamá, aunque Lucas te ayudó, ¿puedes confiar en él por siempre?
—Es lo menos que puedo hacer y, aun así, ya lo decepcioné una vez y no pienso volver a entrometerme de nuevo en su vida.
—¡No, mamá!... —Se encogió entre sus sábanas al verla asustarse—. Disculpa por haber gritado, pero me niego a pensar que tengas que estar agradecida por algo a lo que él se ofreció en ayudarte...
—Lucas diría eso, que lo hizo sin esperar algo a cambio; solo que ninguno de los dos piensa que yo también lo estoy haciendo sin esperar la aprobación de alguien más. Lo único que quise fue darle mi confianza y tener la suya, pero terminé hiriéndolo por un error y ahora, no quiero ponerme a indagar hasta que no tenga en claro lo que está sucediendo con tu padre y con Lucas.
—Mamá... ya te dije lo que vi en su casa, también lo que me contó papá y lo que me pasó cuando me encontré a esos oficiales —suspiró con pesadez—. ¿No es suficiente para comenzar a hacer algo?
—No, porque tu padre me mintió varias veces a lo largo de estos años y, es probable, que te mintiera a ti también.
—¡Yo confío en que papá tuvo que mentirnos porque está siendo amenazado por Lucas!
—¡Entonces hablaré con Lucas para que me diga si es verdad!
—¡Mamá, no lo hagas! —Casi de inmediato se suspendió en su lugar, logrando alcanzarla para sujetarla de la mano—. No, por favor, mamá... Por favor, no lo hagas —pidió titubeante, sintiendo que el agarre, por su parte, flagelaba—. Si tú desapareces, no sé qué voy a hacer... —Confesó, sintiendo que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas—. No soy tan fuerte, no podría soportar perderte... Mamá, no lo hagas, por favor, solo... Confía en mí, hasta que encuentre una forma de que todo vuelva a la normalidad.
[. . .]
No había pasado, ni una hora desde que Esther se marchó a trabajar, cuando David comenzó a sentirse mareado. Le resultaba imposible que la sesión del día anterior pudiese haberlo dejado postrado; ya que Jorge no mencionó ninguna clase de efecto secundario.
Al buscar entre lo ocurrido del día anterior, recordó que al acompañar a Levi por el barrio judío escuchó un par de rabinos comentando un brote de resfriados. Actualmente, no sentía su nariz aguada; pero era la única explicación razonable que encontró en ese momento y la aceptó como culpable.
El poco tiempo que duró el mareo fue suficiente para motivarlo a intentar algo imprudente. Los delirios de la fiebre, la sensación de vértigo, combinando a su desesperada necesidad de salir de cama fue una sensación que reconoció de la sesión final; minutos antes cuando Jorge le indicó que no se levantase tan rápido del sofá, a lo cual David no obedeció.
De toda esa información, el delirante adolescente se preguntaba si podía ser capaz de hipnotizarse a sí mismo para continuar con la búsqueda de sus recuerdos. Luego de vivir una experiencia única, estaba seguro que nada podría lastimarlo después de haberlo vivido; lo mejor sería que Levi llegaría a su hogar después de clase, por lo que estaría a salvo de cualquier temor y sería consentido por él. Nada podía fallar en su plan o, al menos, así lo creyó.
Desde el comienzo se sospechaba que fracasaría obteniendo, únicamente, dormirse después de mantenerse calmado sobre su cama un par de minutos. Lo curioso fue los segundos después de quedarse dormido.
Lluvia. El sonido de la suave, calmada y relajante caída de las gotas de agua por el concreto llegaron a los oídos de David. No todos sus recuerdos en relación a la lluvia habían sido malas experiencias al lado de Lucas.
—Mami, ya estoy listo para ir a la escuela.
Las primeras imágenes fueron encontrándose frente a sus padres. Por la diferencia en sus alturas David tendría, a lo mucho, unos ocho años cuando se enfermó ese día de lluvia.
—Tesoro, pero mira que rojo estás. Hoy no irás a clases —sentenció Esther, dándole un par de toques en el hombro—. Ve a la cama, David.
—¡Me siento muy bien! —Reclamó con un berrinche, recibiendo una negativa de su padre—. Jonatán me iba a mostrar sus canicas hoy, por eso tengo que ir, mamá.
—Regresa a la cama, David —pidió amablemente, agachándose para susurrarle—. Tu tío vendrá a cuidarte.
—¿De verdad, mamá? —Susurró en respuesta, acercándose más a ella para abrazarla—. ¿Mi tío sí vendrá a cuidarme?
—Me lo prometió.
El pequeño David se encontraba en las mismas condiciones que el adolescente, recostado en su cama, bastante impaciente y delirante por la fiebre; si se podía añadir que estaba alucinando conque sería capaz de trepar hasta el tejado en ese instante.
Lo único que lo detuvo de intentarlo fue que la ventana estuviese cerrada con un pequeño seguro que no alcanzaba; eso y la gran flojera que sintió de solo pensar en levantarse de su cama.
—¿Pulguita, a dónde te fuiste a morir? —Escuchó la ronca voz de su tío en la planta baja.
—¡Aquí, en mi cuarto, tío Lucas!
El tiempo que tardó en subir los escalones David mantuvo los ojos cerrados, intentando descansar un poco su cansada vista. En su imaginación, ya había trepado hasta el tejado de su casa.
Una gran mano se postró sobre su frente abarcando completamente toda la zona. Al entreabrir los ojos se encontró con una quijada y su recién nacida barba; un poco más arriba y ahí estaban los labios de su tío formando una pequeña mueca, al subir aún más se concentró en el color pardo de sus ojos y ahí se quedó.
—Te dijeron que no fueses a jugar, que estaba lloviendo, que te ibas a enfermar, que te ibas a caer con los charcos —a pesar de que lo estaba regañando, el tono tan gracioso de su voz hizo que David riera—. El niñito, muy bien gracias, fue lo primero que hizo y aquí está, muriéndose en fiebre.
—Tengo sed... —Se quejó un poco, emitiendo un leve gemido.
—¿Y es que soy tu criado para que me estés ladrando órdenes?
—Tío Lucas, quiero un vaso de agua, por favor.
—¡Eso está mucho mejor!
El aspecto de Lucas resultaba bastante preocupante. En el estado actual de David no podía ver nada como si fuese una tercera persona en el recuerdo; pero de poderse, tendría la conciencia de que su tío lucía igual a él al comienzo del año. Tenía un aspecto bastante enfermo y con unas ojeras mucho mas pronunciadas bajo los párpados.
Lucas llegó tambaleándose con el vaso de agua; pero no parecía estar bajo el efecto del alcohol, en realidad, sus constantes bostezos contagiaban al pequeño David. Se veía tan cansado. Lucas estaba esforzándose en hablarle lo mejor que podía, aunque su apariencia no fuese la mejor en ese momento.
Para esa ocasión, Lucas había llevado un grueso libro que llamó la atención de David, solo con saber de que era un libro ya llamaba su curiosidad en saber de qué trataría. Su tío se recostó a su lado, extendiendo las hojas para mostrarle la enciclopedia del espacio exterior que había conseguido.
—Antes te gustaban estas cosas —comentó con un indescriptible tono de voz—. Ahora solo parece interesarte jugar canicas y enfermarte a lo pendejo.
—Le diré a mamá que dijiste una mala palabra frente a mí.
—¡Estoy a tu lado, niño, eso no cuenta!
—Tío Lucas... ¿Por qué nunca vienes a visitarme? —Preguntó con malestar, acariciándose el estómago.
—Estoy aquí ahora, ¿no puedes conformarte con eso? —A pesar de que lo expresó de forma divertida, lo siguiente volvió a ser una expresión irreconocible—. Sería peor si te abandonase cuando más me necesitas.
Un sonido sordo fue el único aviso que David escuchó antes de ser, inesperadamente, abrazado por Lucas. Por alguna razón, algo le decía que había dejado caer la enciclopedia al suelo; pero nada le hacía entender el porqué estaba siendo abrazado de una forma tan asfixiante.
David nunca lo supo, porque despertó sin poder llegar a más en ese recuerdo; incluso al despertar, no recordaba su sueño más de que se trataba de Lucas y que, una vez más, ese vacío emocional en su pecho crecía de una forma peligrosa.
[. . .]
Cuando David revisó la hora en su celular se alegró en saber de que Levi no tardaría mucho en llegar a cuidarlo. Justo cuando terminó de imaginarse la escena tocaron la puerta principal.
No pudo responder en el momento, pero no fue necesario hacerlo al escuchar la entrada abriéndose y el ladrido de un can. David mantuvo los ojos cerrados, pensando en que Levi ya había llegado y trajo consigo algún nuevo integrante a su familia; sin embargo, el sonido se detuvo al comienzo de las escaleras.
—¿David, a dónde te fuiste a morir?
Escuchar la voz de Lucas lo desorientó repentinamente. No se habían visto desde lo sucedido el domingo en su casa; era demasiado osado de su parte llegar cuando Benjamín no había vuelto. David decidió mantener la calma porque no le serviría de nada agitarse demasiado, ni siquiera estaba en condiciones para huir de él.
—¡Aquí, en mi cuarto, Lucas!
Saber que era él quien estaba subiendo las escaleras lo tensó a lo largo de su cama. No pudo hacer más que cerrar los ojos y rezar; esperando que Lucas lo perdonase por haber invadido su habitación, deseando obtener las respuestas de la ubicación de su padre o, solo sobrevivir a ese momento.
Una gran mano se postró sobre su frente abarcando toda la zona, haciendo que se sobresaltara en su lugar. Una vez que David decidió entreabrir los ojos se encontró con una quijada barbuda, subiendo para ver un par de labios fruncidos y terminar con ese par de ojos pardos.
—Te ves igual a lo que vomitó tu prima esta mañana —comentó, después de quitar la mano para acariciar la cabeza de la pequeña Aylen—. Me dio un gran susto, pero ya está mejor, solo fue que se hartó con ganas.
—Deberías conseguirle una mamá —murmuró despacio, tratando de mantener la mirada centrada en sus ojos—. No deberías negarle tener una.
—Soy todo lo que ella tiene, no necesita ninguna mamá.
—¿Quién te dijo que estaba enfermo?
—David, eres más propenso a las enfermedades que África —expresó sarcástico, alzando una ceja—. Me extrañaría si te mantienes intacto una semana entera.
—Ay, no —exclamó muy agudamente, observándolo con los ojos achinados—. Me voy a ir al infierno por tu culpa.
—No eres el primero que me dice eso, dudo que vayas a ser el último, querido.
Lucas permitió que Aylen corriese libremente por la casa, mientras él tomaba asiento en la cama de David. A ese punto, estaba teniendo un dèjá vu por la similitud entre su recuerdo y la actualidad; pero cuando Lucas imitó el mismo gesto para sacar la enciclopedia, en su lugar, fue uno de sus álbumes de fotografías.
—A ti tampoco te tengo guardado algo para que estés buscando en mi habitación, David —murmuró con molestia—. No fue mi intención haberlos asustado de esa forma; pero sigo sin explicarme qué cuernos estaban haciendo husmeando mis cosas.
—¿En dónde está mi papá?
David podía estar asustado de tener a Lucas frente a él, pero no iba a permitir un día más sin saber la situación de Benjamín. Escuchar a Esther diciendo que su padre era el mentiroso era una situación que no podía permitir; porque David estaba totalmente seguro que era Lucas.
Si no era él, los oficiales estarían mintiendo y eso no tenía sentido alguno si llegaron desde el extranjero, solo por su investigación. Si Lucas era inocente, no mantendría escondida una segunda identidad con una vida, aparentemente, diferente a la de un tío normal y corriente. Si estaba, mentalmente, estable no habría ninguna necesidad de mantener un bate en su habitación y una casa modificada. Para David, no existía otra respuesta.
—No lo sé —Lucas respondió indiferente, encogiéndose de hombros porque no le importaba en realidad—. Sigues sin responderme qué hacías en mi habitación —exclamó con seriedad.
—¿Cómo que no lo sabes? —Tartamudeó, manteniéndose firme en no responder a sus preguntas—. ¡Fuiste el último que estuvo con él!
—No juegues conmigo...
David no se esperó lo siguiente, por la única razón de que no se encontraba atento a su entorno, solo en Lucas. Sin embargo, cuando vio a su tío girándose con rapidez para detener el ataque de Levi, comenzó a temer mucho más de la situación en la que se encontraban.
David se reincorporó sobre el colchón observando a Levi, tan asustado como en él, sentado en el suelo con la mirada fija en Lucas después de perder la única arma que disponía.
—Si Natalia y Saúl se encuentran afuera con alguna sartén, quiero que lo arrojen al interior del cuarto y que tomen asiento al lado de Levi —ordenó con un fuerte tono de voz.
Ellos parecieron dudarlo al comienzo, pero no tuvieron otra opción más que obedecer a Lucas. Cuando este se apoderó de todo lo que cargaban consigo se apartó cerca de la ventana y centró su mirada en el pequeño grupo de adolescentes.
Saúl parecía estar a punto de llorar, como si fuese el final se su joven vida y estuviese pensando que fue injusto. Natalia estaba muy inquieta buscando sin disimulo por toda la habitación, probablemente, una forma de defender a sus amigos si llegase a ser la última opción.
En cambio, David y Levi estaban cerca uno del otro; a pesar de que estaban observando a Lucas fijamente en la espera de algún movimiento, sus manos se mantenían unidas y ambos estaban temblando.
—Pero ¿qué cuernos les pasa a los cuatro? —Preguntó con incredulidad, incluso burlón—. Solo les falta tener una musiquita trágica de fondo y ya parece una escena de película.
—¿Puedo ir al baño? —Saúl interrogó con suavidad, llevándose las manos sobre el estómago—. La situación se puso bien intensa que tengo ganas de vomitar.
—Sí, ve, adelante —respondió entre risas, antes de colocarse una de las sartenes en la cabeza—. No es mi casa, de todas formas.
Saúl no desaprovechó la oportunidad, para su suerte, el baño estaba cerca de la habitación; pero el resto pudo escucharlo vomitar con bastante fuerza. Después de ello comenzó a escucharse un pequeño sonido, bastante insistente como un contante toque sobre cristal.
—Tío Lucas... tú no eres malo, ¿verdad? —Natalia decidió que lo mejor sería preguntarlo directamente, esperando que fuese honesto con ella—. Nunca nos lastimarías, ¿cierto?
—Ay, algo aquí me huele muy mal y no solo es el sudor de David —confesó empezando a preocuparse por la situación—. Lo que me lleva devuelta al comienzo y es... ¡¿Qué hacían ustedes dos en mi habitación?! —Se dirigió al tembloroso par—. Si me responde, yo voy a responder.
—No —titubeó David, antes de retomar con fuerza su palabra—. No te vamos a responder, hasta que tú contestes algunas preguntas y con toda la honestidad del mundo. En primer lugar, ¿qué hiciste con mi vecino?
Aquel sonido insistente, después de ser aún más constante, llamó la atención de Lucas quien estaba cerca de la ventana. Lo había escuchado, pero estaba ignorándolo creyendo que sería algún pájaro; pero su sorpresa fue que era por quien estaban preguntando.
—¡Hola, Lucas! —Canturreó el varón, cuando este abrió la ventana—. ¿Tuviste suerte hoy con tu visita?
—Algo así —respondió bajo, abriendo la ventana hasta su punto límite—. ¿Puedes venir un momento, por favor? Te prometo sostenerte muy fuertemente.
—¿Quieres que entre por la ventana? —Balbuceó apenado de imaginarse la escena.
—Si prefieres, entra por la puerta principal; solo te pido unos minutos.
—Preferiría que me sostengas —protestó con cierto descaro.
—Bueno, ven aquí —respondió con la misma picardía, escuchando al contrario reírse un poco—. Tan desaparecido andas que los tienes preocupados a todos.
A pesar de que estaban escuchándolos mantener una conversación, solo David no estaba confiado hasta que no viese a su vecino en persona y verificase que fuese él. No obstante, en el momento que lo vio ingresando con la ayuda de Lucas, se cumplió uno de sus peores temores y era el que su vecino fuese capaz de entrar por la ventana sin su consentimiento.
—Aquí está por quien lloraban —exclamó Lucas, pasando la mano a lo largo y ancho del hombre—. Vivito y coleando, David.
—Hola, muchachos —ronroneó con un sutil coqueteo.
—Ay, no, sí que te gusta estar jodiendo a David —soltó entre risas al ver su reacción inmediata de cubrir a Levi entre sus brazos—. Esa iniciativa me gusta bastante.
—Bueno, Lucas, la competencia para conquistar tu corazón está bien difícil —confesó con un tono más profundo—. Hay que aprovechar al máximo todas las oportunidades que se den.
—¿Eres gay? —Tanto Natalia como Levi estaban sorprendidos por su buena aceptación.
—Eso qué te importa a ti, Levi.
—Uh, Lucas es como una Barbie —añadió el vecino con cierto jugueteo—. Es lo que él quiera ser.
—Mejor dicho, imposible.
—¡Ya dejen de hacer esas cosas en mi habitación o van atraer a un demonio lujurioso! —Gritó David, frunciendo los labios—. ¡Ya vi que está vivo, ya dejen de molestarme!
—¿Y quién me mató? —Cuestionó indignado, antes de volver su mirada en Lucas—. Oh, pues te cuento, retoño, que aún nada —exclamó entre risas suaves.
—¡Tenemos a una menor de edad, en serio, dejen de coquetearse así! —Balbuceó avergonzado, sintiendo que su frente se calentaba cada vez más.
—Pero es un beso —Natalia murmuró bajo, pensando que, tal vez, estaba ignorando algún detalle importante.
—No —Lucas se negó de inmediato, tomando al vecino de David por la quijada—. Hasta que no me digan qué está pasando, seguiré haciendo esto.
—Uy, pero si te pones así, no prometo controlarme —chilló al sentir la mano izquierda de Lucas tomándolo por la cintura—. Te lo advierto, no sé controlarme —titubeó al verlo aproximarse a su rostro—. Lucas, en serio... no podría.
—¡Ya, basta! —David jamás había gritado de esa forma, quedando afónico en el intento—. ¡Solo quiero saber en dónde está mi papá! —Las lágrimas brotaron de sus ojos, tanto por la fiebre como la frustración que le causaba el escenario—. Lucas, por favor, ya no sigas... ya no.
—Lo siento por dejarte así —Lucas susurró lo suficientemente alto para ser escuchado por el vecino de David—. Hablaremos después, para acordar esa cita en mi casa.
—¿Podría, tan siquiera...? —Lucas no permitió ese beso.
—No, no puedes ahora —respondió con firmeza, apartándose de su lado.
David se quedó en posición fetal bajo sus sábanas, teniendo la pequeña compañía de Levi a la cual se aferraba con ambas manos, cubriendo todos los dedos del contrario.
Su tío era libre de hacer lo que quisiera, pero David no estaba preparado para verlo estando con una pareja; ni siquiera poder imaginarlo estando acompañado y mucho menos que fuese su vecino. Lucas ya se había casado, aunque Aylen estuviese desaparecido o muerto, para David, su tío seguía unido a su matrimonio y era vergonzoso que no respetase la memoria de su pareja.
Sintió el peso de Lucas hundiendo levemente la cama y a Levi separándose de su lado. Escuchar los pasos fuera de su habitación, en grandes medidas, estaban dándole la señal de que ahora se encontraba solo con su tío como al comienzo.
—¿Hola, Lucas?
David amplió la mirada al reconocer esa voz; solo descubrió un poco su rostro para encontrarse con el celular de Lucas cerca de él. La brillante pantalla mostraba el número de teléfono de Benjamín, David estaba seguro que era él porque se había memorizado los números de sus padres y el de Lucas.
David se sintió aliviado solo con escucharlo hablar de forma tranquila, como si estuviese seguro en algún lugar de la ciudad. Habían muchas cosas que esperaba contarle; pero cuando intentó tomar el celular, Lucas cortó la llamada.
—Ahora tienes que responderme —pidió con un tono ronco, el mismo que escuchó en su recuerdo—. Ya te respondí a todo, David.
—¿Por qué? —Expresó con una voz baja y pausada, con la mirada perdida en el punto donde estaba el celular—. ¿Por qué no me dejaste responderle?
David ahogó un pequeño grito por la impresión al centrar su mirada en Lucas. Su rostro se mantenía tenso, con una genuina seriedad y molestia por todo lo que estaba pasando; pero lo que impresionaba a David era que Lucas no podía controlar esasesas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.
A pesar de que estaba hablando con la mayor naturalidad, tal y como siempre se expresaba, a David le intrigaba el hecho de que estaba llorando.
—Estoy celoso —confesó con tranquilidad, parecía una más de sus bromas. David esperaba que fuese así—. Solía ser tu persona favorita. Dudo que alguna vez entiendas por qué estoy llorando, por qué me duele tanto que sientas tanto interés por él, por qué estoy celoso, por qué hago todo esto; pero todas las respuestas se resumen en que aún te quiero y quiero que estemos juntos.
Lucas bajó la mirada hasta el álbum de fotos que había traído para esa ocasión. Pasó el pulgar sobre la portada, limpiando un poco de las lágrimas que cayeron encima.
—David, nunca entenderás lo mucho que me rompiste el corazón.