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Chapter 7 - Capítulo 7

Ya iba a llorar con ganas cuando escucho un grito.

-¡Ya dejen libre el elevador!

Levanto mi cabeza para ver quien era el que gritaba pero era obvio que no pude ver nada.

Me gire a ver a Igor y este sin dejarme de ver presiona un botón haciendo que el elevador empiece a funcionar.

Entonces lo entendí.

-Ya se como hacerte hablar.

¡Puto mil veces puto!

Me paro de golpe y ya se abren las puertas haciendo que el salga hacia directo a su oficina.

-¿Estás bien? Te ves pálida. -llega hasta mi Beatriz preocupada.

-Si, si, estoy bien.

La dejo parada ahí mientras me encamino lo mas rápido que puedo a la oficina de mi querido jefe.

-¡¿Cómo se te ocurre hacer eso?! -entro sin pedir permiso ni nada, solo alterándome. -¡Tú sabias que tenia miedo a estar en el jodido elevador! ¡Y lo paras! ¿Qué mierda pensaste?

Mientras yo respiro con dificultad el esta demasiado tranquilo sentado en su silla. Se gira a verme y sonríe de lado.

Es la primera vez que le veo un atisbo de sonrisa y eso me desconcentro por completo, creo que me gustaba mas verlo con esa pequeña sonrisa que todo serio.

-¿Y encima te ríes? Jodido imbécil.

Se para rápidamente borrando su pequeña sonrisa y yo retrocedo hasta pegar mi espalda en el vidrio.

-Que no se te olvide que soy tu jefe. -se acerca peligrosamente hacia mi

Llega hasta mí y en vez de girar mi cabeza hacia otro lado, la dejo ahí viendo lo que hará. Sube su mano hasta mi cuello y no me asusto, ya que si cualquier otra persona hubiera hecho lo que el hizo estaba cagada del miedo y la pregunta es.

¿Por qué no me asustó?

Sus ojos me ven de una forma intimidante.

-Uhm, señor Gólubev, su abuelo esta aquí.

La voz de Beatriz me hace sobresaltar y él se aparta rápidamente.

Salgo de su oficina para ponerme en mi escritorio y suelto el aire que no me di cuenta que estaba aguantando.

Por la puerta entra un señor que se ve demasiado bien para ser un señor de tercera edad.

Va vestido con un traje impecable, su cabello blanco peinado hacia un lado y con una seriedad que supe de donde la había heredado mi jefe.

-Pero que tenemos aquí. -se acerca a mi con ayuda de un bastón. -Por fin una secretaria decente.

Sonríe y yo no sé que hacer.

-Mucho gusto, Marcel Gólubev a tus ordenes. -agarra mi mano y le da un pequeño beso.

Sonrío por educación y siento mis mejillas enrojecer.

-Kayla Larson, un placer.

Asiente como si estaba aprobándome.

-¿Sabes? Me gustaría saber como es que llegaste a trabajar aquí. ¿Qué tal si me platicas mientras comemos? -guiñe un ojo.

Aprieto mis labios para no reírme.

-Basta.

Nos interrumpe mi jefe con el rostro duro.

-No te pongas celoso, vamos los tres.

Este señor es muy atrevido, mientras que Igor es más reservado e intimidante.

Pensé que su abuelo seria igual pero las apariencias engañan.

-¿Vamos, hermosa Kayla? -pone su brazo de forma caballerosa para que yo lo entrelace con él

-Lo siento, de verdad quisiera ir pero no puedo. -declino de forma educada y un poco tímida.

De seguro ellos irían a un restaurante de millones de dólares, donde tienen más de dos cubiertos, y yo solo se usar uno.

Prefiero evitar la humillación y mejor declino.

Me siento toda una grosera al ver la decepción del señor Marcel.

-Es una lastima. La verdad no acepto los no, pero por ser tú, te dejare pasar esta vez. -me guiñe un ojo y yo sonrío. -Para mañana hazme un espacio en tu agenda. ¿Si?

Abro la boca tratando de decir algo pero no puedo. La verdad no me esperaba eso.

-Te esta diciendo que no, ya déjala. -Igor dice muy serio.

-Cállate y vamos a comer. Con tu permiso, bella dama. -me vuelve a besar la mano para retirarse.

Le doy una ultima sonrisa y sale. Mientras que Igor se queda a observarme fijamente.

-¿Por qué no aceptaste? -trago de saliva.

-No puedo. -susurro bajito.

-¿Por qué?

Me le quedo viendo esperando que se retracte o algo. Pero no, lo estaba preguntando de verdad ¿Acaso no sabe que hay cosas personales?

Y claro, como estúpida le dije.

-Tengo que ir por los gemelos. -vi como trataba de ocultar su asombro.

-¿Cuántos hijos tienes? -preguntó confundido.

¿Hijos? Por Dios, si soy mas virgen que la Virgen María.

Suelto una risita.

-No tengo hijos, son mis hermanos. -aclaro y el asiente para después irse.

Y se va así sin más. Creo que el raro es él.

Ese día fui por los chicos rápido y me di cuenta que siempre les tocaba esperar una hora para que las chicas salieran de sus clases y pudieran recogerlos. Me partió el corazón saber que no se quejan ni se molestan, simplemente se quedan jugando esperando a las chicas.

También ese día mi jefe me pago por primera vez con un cheque, un cheque que era como mi salvación.

El mismo día que mi jefe me dio el cheque lleve a todos al mercado, me sentí demasiado bien al saber que les pude comprar una que otras cositas a todos y aun así me sobro un poco de dinero.

Dios, gracias por ponerme a Igor en mi camino.

Aparte de que podía comprarle más cosas a los chicos, también podía estar mas tiempo con ellos.

Y sobre la casa ... al parecer Gilbert no se le ha dado la gana venir a sacarnos.

Hoy ya era viernes y me emocionaba saber que ya iba a completar la semana. Los otros tres días, Igor no me dirigió la palabra más que para cosas importantes y su abuelo el galán no había venido.

Beatriz me había dicho que nadie trabajaba los fines de semana y la verdad es que no pude evitar chillar de la emoción, todo estaba marchando bien que me estaba dando miedo.

Estaba terminando mis últimos pendientes cuando escucho como la puerta de la oficina se abre dejando ver a Igor arreglándose la corbata con su rostro serio normal.

-En cuanto termine eso puedes irse. -dice mientras camina hacia las grandes ventanas que dejan ver hacia abajo.

Claramente soy demasiado miedosa como para ver.

¡Estábamos en el veinteavo piso!

Eso es demasiado alto para mi.

-Y quiero que el domingo venga. -sigue sin dejar de ver por la ventana con sus grandes manos metidas a los bolsillos de su pantalón. -Traes a tus hermanos para que conozcan el elevador.

Lo miro boca abierto. La verdad me tomo de sorpresa.

-No hace falta ... los puedo llevar a otro elevador. -me rasco la cabeza en seña de nerviosismo.

-Es una orden, el domingo a primera hora.

Se voltea para darme una mirada fugaz y se vuelve a meter a su oficina.

Dios, cada vez mis días van mejor. Los chicos se pondrán como locos.

Termino mis pendientes, me despido rápido de Beatriz y bajo rápido por las escaleras.

¡Ocupo decirle a los chicos!

Me apresuro lo más que puedo y cuando llego a la humilde casita veo a Liz afuera ... llorando.

-Liz ¿Qué pasa?

Me acerco preocupada. Levanta su cabeza y me ve con coraje.

¿Coraje?

-Nada que te importe.

Se levanta y se mete a la casa para encerrarse en el baño.

¿Y ahora que le pasa?

-Kay, llegaste. -los gemelos se me pegan a las piernas.

-¿Cómo se portaron hoy? -Les pegunto con una sonrisa.

Hoy Ámbar me dijo que iba a salir mas temprano por lo que iría ella por los gemelos así que me dijo que me fuera a comer con Beatriz.

-Kay, nosotros siempre nos portamos muy bien.

Ambos me ven como si les ofendiera mi pregunta y alce mis manos en seña de que me rendía.

-Quiero que terminen sus tareas hoy. -me giro a ver a las chicas. -ustedes también.

-Kay no, es viernes no seas mala.

-Es cierto, aparte estamos agotados de la escuela. -los gemelos se ponen un brazo en la cabeza demostrando lo "agotados que están"

Es chistoso porque apenas están en preescolar.

-No me importa, señoritos. -se cruzan de brazos molestos.- Chicas, empiecen.

Entre todos hacemos tareas, recuerdo que las odiaba demasiado. Liz salió del baño y le ordene que se pusiera a hacer la tarea. Lo raro fue que obedeció, pero no había dicho ninguna palabra.

Le ayude a todos en cosas pequeñas. Todos eran inteligentes, nunca me habían traído una baja calificaci��n.

-Kay ¿Por qué quieres que la hagamos hoy?

Como que a Peyton le iba cayendo el veinte.

Aguante mi risa.

-Les tengo una sorpresa a todos para el domingo.

Les sonreí ganándome la atención de todos.

-¡Dinos, dinos, dinos, dinos! -los gemelos empezaron a brincar.

-Si terminan sus tareas les digo, si no, hasta el domingo se enteran.

Parece que les metieron energías que los gemelos empezaron a terminar su tarea con rapidez y rapidez.

Pasó una hora y ya todos habían terminado sus tareas.

-Ya terminamos. -canturreo Jacob.

Me mordí el labio tratando de no sonreír.

-Mi jefe me dio permiso para ...

-¿Para qué? -exige Ámbar desesperada.

Yo río.

-Para que domingo los pueda llevar al elevador.

Me preparo y veo a todos mirándome boquiabierta.

-¿Es broma? -habla por primera vez Liz.

-Nop.

Los chicos comienzan a gritar y saltar abrazados, mientras que las chicas me sonríen excepto Liz.

-Insisto en que cuando trabaje quiero un jefe como el tuyo.

Ruedo los ojos a lo que dice Peyton.

Aunque la verdad, me alegro de que me haya podido sacar de ese asqueroso lugar.