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Ecos en un destino sellado

Zero_Kratos
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Synopsis
Kael Veydran ha vivido toda su vida con la sensación de estar incompleta. En un mundo donde la magia es común y los linajes definen el destino, él es diferente. Desde su nacimiento, sus padres sellaron sus poderes, temerosos de lo que podría llegar a ser. Creció sin respuestas, sintiendo una fuerza oculta dentro de él, pero sin poder alcanzarla. Sin embargo, todo cambia cuando las grietas en su sello comienzan a mostrarse. Extrañas voces, emociones desbordadas y una energía que no puede controlar empiezan a manifestarse. Cada paso que da hacia la verdad lo acerca más a un destino que nunca imaginó. Cuando el sello finalmente se rompe, Kael no solo descubrirá el verdadero alcance de su poder, sino también el motivo por el que le fue arrebatado. Y con ello, la decisión de aceptar su destino.
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Chapter 1 - Capítulo 1: El Susurro del Viento Encadenado

La brisa matutina danzaba entre las calles empedradas de Edrith, un pequeño pueblo enclavado en los valles de Lurhéan, un mundo donde la magia fluía como la sangre de la tierra misma. Sus casas, construidas de piedra con techos de tejas rojas y vigas de madera encantada, exudaban un aura de historia y encanto. Las ventanas, adornadas con runas protectoras, reflejaban el resplandor del sol naciente. Pequeños farolillos flotaban en el aire, guiados por la energía arcana que sostenía la vida del pueblo. Los edificios parecían respirar con el eco de los cantos encantados que los aldeanos entonaban al amanecer, una tradición milenaria para atraer la prosperidad. Las calles serpenteaban en suaves curvas, flanqueadas por jardines donde flores imbuidas de luz mágica se abrían con el alba, esparciendo un aroma dulce y embriagador.En la cima de una colina, apartado del bullicio, un joven se encontraba de pie, contemplando el horizonte con una melancolía silenciosa. Su nombre era Kael Veydran, un joven de cabellos oscuros con reflejos azulados, ojos de un ámbar profundo que parecían contener tormentas atrapadas, y una complexión esbelta pero marcada por una fuerza latente. A pesar de su apariencia común, su presencia emanaba una energía contenida, un fuego sofocado que ansiaba liberarse.Su interior albergaba un poder que nadie en el pueblo podía imaginar, una magia antigua y salvaje, capaz de alterar la realidad misma. Sus padres, temerosos de lo que podía desatarse, habían sellado su magia al nacer, inscribiendo runas ancestrales en su piel y colocándole amuletos forjados con esencia celestial para mantenerlo bajo control. Cada latido de su corazón resonaba contra esas cadenas invisibles, y aunque no recordaba un tiempo sin ellas, en ocasiones sentía que su esencia luchaba por emerger, desgarrando las ataduras de su prisión mágica.Kael pasó una mano por su pecho, sintiendo el leve calor de las runas que lo encadenaban. No recordaba un solo día sin esa presión invisible que le recordaba su condición. Sus padres siempre le habían dicho que era por su propio bien, que el poder descontrolado era una maldición disfrazada de don. Sin embargo, en las noches más silenciosas, podía escuchar su propia magia susurrándole, como si intentara liberarse.El pueblo de Edrith, aunque hermoso y lleno de vida, tenía una jerarquía inquebrantable. Los humanos, los elfos y los nefelim convivían en armonía, mientras que las razas de linaje oscuro, como los sombrios o los caelthar, eran vigiladas con recelo. Aunque Kael desconocía su verdadera naturaleza, su corazón siempre le había dicho que no encajaba del todo con los demás.Ese día en particular, Kael se dirigió al mercado central, donde las llamas flotantes iluminaban los puestos rebosantes de frutas encantadas, armas forjadas con cristal arcano y manuscritos de hechicería. Los tenderos, una mezcla variopinta de razas, trabajaban con esmero: elfos de largos cabellos plateados ofrecían pociones de curación, enanos de robustas barbas afilaban cuchillas mágicas con destreza, y nefelim de alas plegadas vendían telas imbuidas con sortilegios de protección. En un rincón, un sombrió de piel oscura y ojos luminosos regateaba con un cliente sobre el precio de una gema de invocación.Kael avanzaba por los pasillos adoquinados mientras recibía saludos cálidos de los mercaderes y artesanos. "¡Kael, muchacho! ¡Hoy tenemos pan de miel celestial recién horneado!" gritó una panadera humana con mejillas sonrosadas. Un herrero enano, con un delantal cubierto de hollín, le alzó la mano en señal de saludo. "¡Joven Veydran! Algún día deberías dejar que te haga una espada a tu medida".El ambiente vibraba con la energía de la magia, visible en cada esquina como un reflejo del alma de Lurhéan. Cada puesto tenía su propia esencia única, desde un tendero que vendía pergaminos con hechizos antiguos hasta un músico feérico que tocaba un arpa de cuerdas doradas, cuyas notas parecían traer consigo un eco de mundos lejanos.Mientras caminaba, escuchó un murmullo a sus espaldas. No eran los susurros de la gente, sino algo más profundo, algo que provenía de su propio ser. Se detuvo un momento, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.-Kael... pronto... -el eco era leve, casi un susurro del viento.Respiró hondo, reprimiendo la agitación en su pecho. No era la primera vez que lo escuchaba, pero algo en su interior le decía que esa vez era diferente. Algo estaba por cambiar en su vida, y ni siquiera los sellos que lo contenían podrían evitarlo.El destino de Kael Veydran estaba a punto de desatarse.