Chereads / Ecos en un destino sellado / Chapter 8 - Capítulo 8: El Peso del Entrenamiento

Chapter 8 - Capítulo 8: El Peso del Entrenamiento

El amanecer aún no había teñido el cielo de tonos dorados cuando la puerta de la habitación de Kael se abrió de golpe, dejando entrar una corriente de aire frío. Un estruendo resonó cuando Aeris golpeó el marco con el puño.

—¡Arriba, dormilón! —su voz cortó el silencio como una espada afilada—. ¡Es hora de entrenar!

Kael se incorporó de golpe, con el pulso acelerado y la respiración entrecortada. Por un instante, no supo dónde estaba. Luego, recordó: el gremio, el entrenamiento, los susurros... y Aeris, mirándolo con los brazos cruzados y una ceja arqueada.

—¿Q-qué hora es? —farfulló, frotándose los ojos.

—Hora de moverte. Tienes un largo camino por delante. —Aeris le arrojó un pequeño bulto envuelto en tela con un movimiento preciso. El paquete era liviano, pero su interior estaba firme, indicando que llevaba algo más sustancial que un simple tentempié—. Desayuna en el camino. Vas a necesitar energía.

Kael atrapó el paquete con reflejos adormilados y, al abrirlo rápidamente, encontró un pan grueso de centeno relleno de carne seca y frutos secos. A un lado, envuelto en hojas gruesas, había un pequeño trozo de queso añejo y una botella de cuero con agua fresca. El aroma del pan, a pesar de ser simple, le recordó lo hambriento que estaba. Su estómago gruñó en respuesta, pero antes de que pudiera darle un mordisco, Aeris ya lo estaba arrastrando fuera de la habitación.

Kael apenas tuvo tiempo de ponerse las botas antes de que Aeris lo arrastrara fuera de la habitación. El pasillo estaba en penumbra, el gremio aún en completo silencio. Afuera, el aire matutino estaba cargado de humedad y el fresco de la madrugada se colaba por las calles desiertas.

—¿Hacia dónde vamos? —preguntó Kael mientras se ajustaba el abrigo.

Aeris sonrió de lado.

—A las ruinas. Corre.

Antes de que pudiera procesar la orden, ella desapareció en un borrón de movimiento. Kael sintió un escalofrío recorrerle la espalda y, sin otra opción, comenzó a correr tras ella. Al principio, el ritmo parecía manejable, pero pronto comprendió que Aeris no le daría tregua. A cada giro de calle y cada colina que ascendían, su velocidad aumentaba, y él se vio obligado a empujar su cuerpo más allá de sus límites para no perderla de vista.

El camino a las ruinas estaba cubierto de niebla baja, y la luz tenue del alba apenas iluminaba los senderos irregulares. Cada pisada levantaba polvo y pequeñas piedras, y el esfuerzo de la carrera comenzó a pasarle factura. Su respiración se volvió pesada, su corazón latía con fuerza, pero no podía detenerse.

Sin que lo notara, una presión sutil comenzó a envolver su cuerpo. No era visible ni tangible, pero cada paso se volvió más pesado, cada inhalación más trabajosa. Su cuerpo protestó, sus músculos ardían con un esfuerzo que parecía desproporcionado.

Aeris, corriendo unos metros por delante, esbozó una sonrisa imperceptible. El verdadero entrenamiento había comenzado. Había activado un hechizo de aumento de gravedad sin que Kael se diera cuenta.

El terreno irregular de las ruinas apareció a la vista cuando Kael sintió que sus piernas pesaban el doble de lo normal. Su paso comenzó a tambalearse y su cuerpo se inclinó levemente hacia adelante. Apenas tuvo tiempo de darse cuenta del cambio antes de tropezar y caer sobre una rodilla.

Respirando con dificultad, Kael levantó la vista hacia Aeris, quien lo observaba con una expresión inmutable.

—¿Sientes algo diferente? —preguntó con aparente inocencia.

Kael apretó los dientes y se incorporó con esfuerzo. Algo no estaba bien. Sus movimientos eran torpes, su cuerpo reaccionaba más lento. Sus ojos se entrecerraron, pero aún no lograba entender qué ocurría.

Aeris cruzó los brazos y esperó, paciente.

—Vamos, Kael. Apenas estamos empezando.

Kael inhaló profundamente, sintiendo el ardor en sus músculos. Cada respiración era un esfuerzo, como si una fuerza invisible estuviera empujándolo hacia el suelo. Se obligó a ponerse de pie, sus piernas temblaban por la fatiga acumulada.

—Esto... no es normal —logró decir entre jadeos.

Aeris sonrió con diversión, pero no respondió. En su lugar, se giró y señaló el camino que descendía hacia el centro de las ruinas.

—Ahora que has notado la diferencia, sigue corriendo.

Kael la miró incrédulo. Sus piernas ya pesaban como si llevara el doble de su propio peso encima, y aún así, debía seguir avanzando. Pero no tenía opción. Con un gruñido, comenzó a moverse de nuevo, obligando a sus pies a seguir golpeando el suelo empedrado de las antiguas ruinas.

El aire era denso, cargado con una energía latente que Kael no comprendía del todo. Cada piedra del camino parecía vibrar con un eco de lo que una vez fue ese lugar. En la distancia, las estatuas caídas y las estructuras en ruinas se alzaban como testigos mudos de su esfuerzo.

El sudor caía por su frente cuando, tras varios minutos de avance, sintió que su resistencia estaba llegando a su límite. Su mente le gritaba que se detuviera, que su cuerpo no podría soportarlo más. Pero algo dentro de él no le permitía rendirse.

Los susurros en su mente, que hasta ahora habían sido un murmullo lejano, comenzaron a intensificarse. No eran palabras claras, pero parecían alentar su cuerpo a seguir adelante. Su corazón latía con fuerza, y cada latido resonaba con la misma cadencia de las voces en su cabeza.

Aeris lo observaba atentamente. Su sonrisa se desvaneció levemente al notar el cambio en su expresión. Algo estaba despertando en Kael.

Finalmente, Kael llegó al centro de las ruinas, su pecho subía y bajaba con cada respiración forzada. Su cuerpo temblaba por el agotamiento, y sus piernas amenazaban con colapsar bajo él. Cayó sobre una rodilla, apoyando ambas manos en el suelo de piedra agrietada mientras el sudor goteaba de su frente.

Aeris caminó lentamente hacia él, su expresión neutra pero con un destello de satisfacción en los ojos. Con un movimiento fluido, sacó una pequeña botella de cristal de su cinturón y la agitó ligeramente. El líquido en su interior brilló con un tenue resplandor dorado.

—Bebe esto —ordenó, extendiéndole la poción.

Kael alzó la vista, aún respirando con dificultad. Agarró la botella y descorchó la tapa sin pensarlo dos veces. En cuanto el líquido espeso y refrescante pasó por su garganta, sintió un calor revitalizante extenderse por su cuerpo. Su respiración se reguló, y la pesadez en sus músculos comenzó a disminuir lentamente. Su mente se despejó, como si una brisa fresca hubiera barrido el agotamiento de su conciencia.

—¿Qué... es esto? —preguntó, aún sorprendido por la rapidez con la que su cuerpo respondía.

—Poción de resistencia —respondió Aeris con calma—. No puedo permitir que colapses todavía. Apenas estamos comenzando.

Kael sintió una punzada de preocupación en su estómago. Apenas podía creer que esto fuera solo el principio.

Aeris se cruzó de brazos y lo miró fijamente.

—Ahora viene la parte difícil. —Su tono adquirió un matiz más serio—. Ya has forzado tu cuerpo al límite, lo cual es necesario para fortalecer tu resistencia, pero ahora necesitas entrenar tu mente. A partir de este momento, comenzaremos con la meditación arcana.

Kael se enderezó lentamente, aún sintiendo el cosquilleo residual de la poción recorriendo sus extremidades. Sabía que no tenía opción, y que detenerse significaría quedarse atrás. Con un leve asentimiento, aceptó su destino.

—Dime qué hacer.

Aeris asintió y señaló un área despejada entre los restos de antiguas estructuras. Había un círculo de piedras planas cubiertas de inscripciones erosionadas por el tiempo, como si alguna vez hubiera sido utilizado para rituales mágicos.

—Siéntate en el centro y cierra los ojos —ordenó—. Quiero que te concentres en tu núcleo arcano.

Kael frunció el ceño, pero obedeció. Se acomodó sobre una de las piedras y cruzó las piernas, sintiendo la frescura del suelo contra su piel. Su respiración aún estaba agitada, pero poco a poco comenzó a estabilizarse.

—Todos los seres con habilidades arcanas poseen un núcleo arcano en el corazón —explicó Aeris—. Es la fuente primaria de su energía, el punto donde su esencia arcana se condensa y toma forma. A diferencia de la magia convencional, que se moldea a través de hechizos y runas, el poder arcano se extrae directamente del núcleo y se convierte en fuerza pura. Cuanto más lo fortalezcas, más energía serás capaz de canalizar y utilizar sin agotar tu cuerpo.

Kael cerró los ojos, concentrándose en sus latidos.

—Quiero que sientas el flujo de energía en tu interior. No intentes forzarlo, solo percíbelo —continuó Aeris con voz calmada—. Como una corriente de agua en un río, la energía debe fluir libremente antes de que puedas controlarla.

Kael exhaló lentamente y agudizó sus sentidos. Al principio, solo sintió el ritmo de su propio corazón, pero luego... algo más emergió. Un calor tenue, como una brasa que se avivaba con cada respiración. Una presencia que siempre había estado allí, pero que nunca había notado con tanta claridad.

Un leve resplandor azulado comenzó a emanar de su pecho, expandiéndose con un suave brillo. Entonces, sin previo aviso, líneas de luz comenzaron a aparecer en sus brazos, extendiéndose como raíces vivas desde sus muñecas hasta sus hombros. Eran runas de origen desconocido, marcadas en su piel como si siempre hubieran estado ahí, esperando ser reveladas. Aeris, observando desde un lado, entrecerró los ojos. Su mirada se endureció al notar cómo las runas no solo brillaban, sino que se movían lentamente, desplazándose como un flujo de energía viviente que buscaba un destino. Las runas estaban dirigiéndose hacia su núcleo arcano. No esperaba una reacción tan rápida.

El viento en las ruinas comenzó a agitarse ligeramente, las partículas de polvo flotando en el aire como si fueran atraídas por la fuerza invisible que emanaba de él. Las runas en sus brazos comenzaron a tomar una tonalidad peculiar: en su brazo derecho, resplandecían con un brillo dorado, cálido y radiante, mientras que en su brazo izquierdo, brillaban con una oscuridad plateada, como una sombra envuelta en luz lunar. La combinación de ambos tonos creaba un contraste inquietante, como si dos fuerzas opuestas intentaran armonizar dentro de su cuerpo. Aeris cruzó los brazos, notando cómo la temperatura a su alrededor fluctuaba levemente. No solo estaba absorbiendo energía en una cantidad inusual, sino que su propio cuerpo estaba reaccionando de una forma que ella jamás había presenciado. Las runas... estaban fusionándose con su núcleo arcano. Su núcleo arcano no solo estaba absorbiendo la energia, sino que lo hacía en una cantidad anormalmente grande.

—Impresionante... —murmuró para sí misma, pero lo suficientemente alto para que Kael lo escuchara.

Kael no respondió. Su cuerpo se mantenía inmóvil, su mente sumergida en el flujo de energía. Sin embargo, los susurros volvieron, más fuertes que nunca.

"Absorbe... Moldea... Despierta..."

Su respiración se agitó un poco, pero no perdió la concentración. Sabía que esto era solo el principio.

Finalmente, tras varios minutos de profunda inmersión en su meditación, las runas en sus brazos dejaron de moverse y se asentaron completamente en su núcleo arcano. Kael sintió una sensación extraña recorrer su cuerpo, una mezcla de calma y fuerza latente, como si su interior hubiera sido reforzado con algo nuevo.

Abrió los ojos lentamente, y un leve destello aún brillaba en su piel antes de desvanecerse por completo. Su cuerpo se sentía más ligero, más estable, como si de alguna manera hubiera cambiado algo fundamental en su interior. Movió los dedos, luego las manos y finalmente cerró ambos puños. Sentía su poder más accesible, más tangible.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Aeris, observándolo con curiosidad.

Kael se puso de pie lentamente, midiendo cada movimiento. Por un momento, creyó que podía controlar su poder, al menos en pequeñas cantidades. Apretó el puño derecho y trató de enfocarse en la sensación que había sentido antes. Una pequeña vibración recorrió su brazo, como un eco de la energía que había absorbido.

—Creo... que puedo usarlo —susurró para sí mismo, sin estar completamente seguro.

Aeris sonrió, pero su mirada se mantuvo seria.

—No te confíes. Lo que sentiste es apenas la primera capa de control. Tu núcleo está despertando, pero eso no significa que puedas usar tu poder libremente. Debes aprender a moldearlo, a dirigirlo de la forma correcta. De lo contrario... —hizo una pausa y cruzó los brazos—, terminarás siendo consumido por él.

Kael asintió, comprendiendo el peso de sus palabras. Aunque por primera vez sintió que tenía un atisbo de control sobre su poder, sabía que el camino aún era largo.

—Es suficiente por hoy —dijo Aeris, con un tono más relajado—. Hemos terminado aquí. Volvamos al gremio.

Kael exhaló profundamente y relajó los hombros. Su cuerpo aún estaba agotado, pero la sensación de haber avanzado lo impulsaba a seguir. Sin perder más tiempo, ambos comenzaron el camino de regreso, atravesando las antiguas ruinas y siguiendo los senderos de piedra hasta la ciudad.

Al llegar al gremio, la luz del sol ya bañaba el edificio, y el bullicio del lugar había vuelto a la normalidad. Aventureros iban y venían, algunos revisando las tablillas de misiones, otros descansando en la taberna anexa.

Aeris se detuvo antes de entrar y miró a Kael.

—Tu entrenamiento con el núcleo arcano ha comenzado, pero necesitas complementar tu desarrollo físico y técnico —explicó—. No todo se trata del poder arcano; si no dominas tu espada, tu progreso será lento.

Kael asintió. Sabía que tarde o temprano tendría que mejorar en combate, y la mejor forma de hacerlo era con una misión real.

Al entrar al gremio, Kael se dirigió a la tablilla de misiones, revisando las disponibles para su rango. Justo cuando estaba a punto de elegir una, una voz familiar lo interrumpió.

—Si vas a tomar una misión con combate, iré contigo —dijo la maestra del gremio, con los brazos cruzados.

Kael giró sorprendido. La maestra del gremio, Elaine vestía un abrigo de cuero reforzado y llevaba una espada a su cintura, mostrando su experiencia sin necesidad de palabras.

—¿Tú? —preguntó Kael, sin poder ocultar su sorpresa.

—Sí. Aeris me ha hablado de tu progreso, pero si realmente quieres mejorar con la espada, yo seré la mejor opción para entrenarte en combate —respondió con una leve sonrisa desafiante—. Además, quiero ver con mis propios ojos qué tan prometedor eres.

Kael tragó saliva, sintiendo la presión de sus palabras. Elaine no era alguien que entrenara a cualquiera. Si había decidido acompañarlo, significaba que lo tomaba en serio.

Kael revisó nuevamente la tablilla y encontró una misión ideal para su nivel: Eliminación de bestias corruptas en las colinas de Eldar.

—Esta servirá —dijo, tomando el pergamino.

Elaine lo observó y asintió.

—Bien. Prepárate, partiremos al amanecer.