El aire de la mañana era fresco y limpio cuando Kael regresó a casa. El rocío aún perlaba la hierba y el leve aroma de las flores silvestres flotaba en el ambiente. A pesar de la determinación que lo impulsaba, sentía un leve nudo en el estómago al pensar en la conversación que estaba a punto de tener. Sus padres siempre habían sido protectores con él, y sabía que su madre, Lyria, no aceptaría tan fácilmente su decisión de convertirse en aventurero. Respiró hondo, sintiendo cómo el fresco de la mañana intentaba calmar la tensión en su pecho, antes de dar el primer paso hacia su hogar.La casa de piedra, con su techo de tejas rojas y el jardín encantado de su madre, se alzaba imponente ante él. Inspiró profundamente antes de abrir la puerta y entrar. El interior estaba iluminado por una suave luz dorada que provenía de lámparas mágicas colgadas en las paredes de madera pulida. El aroma de un guiso caliente se extendía por la casa, dándole una sensación de seguridad y nostalgia que casi le hizo reconsiderar su decisión. La gran mesa de roble del comedor tenía marcas de años de uso, y las sillas talladas a mano mostraban intrincados diseños de hojas y animales míticos. En un rincón, una estantería de nogal rebosaba de libros antiguos y frascos con ingredientes mágicos, mientras una alfombra bordada con runas protectoras cubría parte del suelo de piedra, otorgando calidez al hogar.En la mesa del comedor, Lyria removía con tranquilidad una infusión de hierbas en su taza de porcelana, mientras su padre, Aldric, revisaba unos antiguos pergaminos junto al fuego. Ambos levantaron la vista al verlo entrar.—Kael, hijo, has llegado temprano —dijo su madre con una suave sonrisa, pero sus ojos lo examinaron con atención, como si intentara leer sus pensamientos.Aldric, un hombre de complexión fuerte y mirada penetrante, dejó los pergaminos sobre la mesa y cruzó los brazos.—Tienes esa expresión de alguien que ha tomado una decisión importante —comentó con su característica voz grave.Kael se irguió, cuadrando los hombros mientras miraba a sus padres con determinación. Su cabello oscuro caía ligeramente sobre sus ojos, pero estos brillaban con una intensidad férrea, reflejando la pasión que ardía dentro de él. Su mandíbula se tensó antes de hablar, como si estuviera reuniendo todo su valor.Kael asintió y, sin rodeos, dijo:—Quiero convertirme en aventurero. Me he inscrito en el gremio.El silencio que siguió fue denso. Lyria exhaló lentamente y posó la taza sobre la mesa con un leve "clink". Aldric entrecerró los ojos, observando a su hijo con una mezcla de orgullo y preocupación.—Sabía que este día llegaría —dijo finalmente Lyria, su voz tranquila pero firme—. Pero no imaginé que sería tan pronto.—Kael, sabes que el mundo fuera de Edrith no es amable —agregó Aldric—. Hay peligros allá afuera que ni siquiera los aventureros veteranos pueden manejar.—Lo sé, padre —respondí Kael con determinación—. Pero quiero recorrer el mundo, encontrar mi propio camino y fortalecerme. No puedo quedarme aquí para siempre.Lyria apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó sus dedos, mirándolo fijamente.—Si realmente quieres esto, entonces tendrás que aceptar mis condiciones.Kael tragó saliva y asintió, preparado para cualquier exigencia.—Primero, no puedes irte sin el equipo adecuado. Hablaré con Baldrek para que te prepare una armadura ligera. Segundo, debes escribirnos cada semana. Si no recibimos noticias tuyas, iremos a buscarte. Y tercero... —hizo una pausa y lo miró con intensidad— prométeme que no te pondrás en peligro innecesariamente.Kael sintió un ligero escalofrío. Su madre siempre había tenido un sexto sentido para percibir cuando algo andaba mal. Si se enteraba de que el sello que habían colocado sobre él se había roto, todo cambiaría. Inspiró profundamente y respondió con la voz más firme que pudo reunir:—Lo prometo.Lyria lo observó por unos momentos antes de suspirar y asentir.—Entonces tienes mi permiso. Pero recuerda, si algo sucede, vuelve a casa.Aldric gruñó, pero luego dejó escapar una leve sonrisa.—No hay mucho que podamos hacer para detenerte. Pero asegúrate de regresar con vida.Kael sintió una ola de alivio y gratitud. Sabía que sus padres siempre lo habían protegido, pero también comprendían su deseo de crecer. Lo que no sabían es que el sello que habían colocado sobre él ya no existía.Con el permiso asegurado y su secreto a salvo, Kael se preparó para lo que vendría a continuación. Su viaje como aventurero apenas comenzaba, y aunque el mundo lo esperaba con nuevos desafíos, también lo acechaban peligros que nadie podía prever.Rumbo a las ruinasA la mañana siguiente, Kael se equipó con lo necesario y emprendió el camino hacia las ruinas que se encontraban a cinco kilómetros del pueblo. El sendero serpenteaba entre colinas cubiertas de hierba alta y flores silvestres, mientras árboles centenarios extendían sus ramas sobre él, ofreciendo sombra y un resguardo natural contra el sol matutino.A medida que avanzaba, los rayos del sol se filtraban a través del follaje, creando un juego de luces y sombras en el camino de tierra compacta. De vez en cuando, una brisa fresca agitaba las hojas y traía consigo el aroma de la madera húmeda y la savia de los árboles. Pequeños arroyos cruzaban el sendero en ciertos puntos, sus aguas cristalinas reflejando el cielo despejado.Las colinas ondulaban con una armonía natural, salpicadas de arbustos con bayas rojizas y flores de tonos violetas y dorados. Aquí y allá, Kael avistaba algunos zorros mágicos de pelaje plateado observándolo con curiosidad desde la distancia, antes de desaparecer entre los matorrales. Bandadas de aves de colores exóticos surcaban el cielo, dejando escapar trinos melódicos que se fundían con el murmullo del viento.El suelo estaba salpicado de antiguas piedras cubiertas de musgo, vestigios de algún viejo sendero olvidado por el tiempo. Más adelante, pudo ver las primeras señales de las ruinas: pilares derrumbados a los lados del camino, algunos aún erguidos pero cubiertos de enredaderas, con tallados casi ilegibles que parecían runas antiguas. Inscripciones gastadas por los siglos cubrían grandes losas de piedra, sus símbolos erosionados por el paso del tiempo, dejando solo vagas formas y marcas profundas.Fragmentos de lo que alguna vez fueron estatuas yacían dispersos entre los escombros. Una mano de piedra con los dedos rotos emergía del suelo, como si una figura colosal hubiera sido derribada. A un lado, la cabeza de una estatua estaba medio enterrada en la hierba alta, su rostro erosionado, pero aún se podían distinguir los vestigios de una corona y una expresión solemne.El aire en ese lugar tenía un peso diferente, denso y cargado de un extraño murmullo, como si los susurros del pasado aún flotaran entre las ruinas. A cada paso que daba, Kael sentía una leve vibración bajo sus pies, como si la misma tierra recordara la grandeza que alguna vez se alzó allí. Un frío inexplicable recorrió su espalda. No era solo la brisa que venía del bosque, sino una sensación más profunda, como si una presencia antigua aguardara su llegada, observándolo desde las sombras de las ruinas olvidadas.A medida que avanzaba, el canto de los pájaros se volvía esporádico, reemplazado por un silencio inquietante que se mezclaba con el susurro del viento entre las hojas. La luz del sol apenas se filtraba entre las copas de los árboles, proyectando sombras alargadas y distorsionadas sobre el camino de tierra. El aire se volvía más denso, cargado con un aroma a tierra húmeda, pero también con un dejo metálico, casi imperceptible, que erizaba la piel.De vez en cuando, el crujido de ramas no parecía venir solo de los animales que se escurrían entre los arbustos. Las siluetas de los árboles retorcidos adquirían formas siniestras bajo la penumbra, y entre las raíces sobresalían extrañas marcas que parecían antiguas inscripciones erosionadas por el tiempo. Pequeñas luces titilaban en la distancia, como si diminutas criaturas feéricas observaran desde las sombras, pero en lugar de emitir una sensación de calidez, su brillo parecía frío, distante, como si evaluaran su presencia con una mirada inescrutable.El ambiente mismo parecía sostener un susurro imperceptible, un murmullo que se filtraba en los oídos de Kael, haciéndole sentir que algo más lo acompañaba en el sendero. No había señales evidentes de peligro, pero la sensación de que algo antiguo y olvidado permanecía oculto en las sombras se hacía cada vez más presente.El sendero estaba bien marcado por el paso de comerciantes y aventureros que exploraban la zona, pero había algo inquietante en el ambiente. A medida que Kael avanzaba, notó que el aire se volvía más denso, casi pesado, como si una presencia invisible lo envolviera. En ciertos tramos, las raíces de los árboles sobresalían como garras retorcidas que parecían intentar aferrarse a los desprevenidos caminantes. El susurro del viento entre las copas de los árboles adquiría un tono casi lúgubre, como si las hojas susurraran advertencias en un idioma olvidado.A lo lejos, en la cima de una pequeña colina, emergían las ruinas de lo que alguna vez fue una grandiosa edificación. Columnas quebradas y muros erosionados por el paso del tiempo se alzaban como los últimos suspiros de una civilización extinta. El musgo y las enredaderas se aferraban a la piedra, ocultando inscripciones milenarias cuyas historias se habían perdido en el olvido.La niebla danzaba en el aire, avanzando y retirándose en lentas ondulaciones, como si poseyera voluntad propia, revelando fragmentos de la estructura solo para ocultarlos nuevamente. A lo lejos, pequeñas figuras encapuchadas cruzaban el camino sin detenerse, sus rostros ocultos en las sombras de sus capas. No miraban en dirección a las ruinas; evitaban siquiera voltear la cabeza, como si temieran atraer una maldición.Kael sintió un escalofrío trepar por su espalda. Había una sensación opresiva en el aire, una presencia invisible que se deslizaba entre los escombros, acechante, expectante. No estaba solo, y no se refería únicamente a los caminantes que apresuraban su marcha. Algo más moraba en aquellas ruinas, algo antiguo y latente, aguardando en el olvido.Kael sintió una extraña atracción hacia ese lugar. Aunque las ruinas eran un destino común para aventureros en busca de reliquias, algo en su interior le decía que ese día sería diferente.Tomó aire, ajustó el agarre sobre su espada y dio el siguiente paso. La aventura apenas comenzaba.