Y entonces, sin nadie que le prestara atención a ella o a sus sentimientos, que siquiera reconociera su existencia, cerró sus ojos por última vez, rodeada de fuego, hollín y lágrimas.
Fin.
— ¡Aaah! ¡¡No puedo creer esto!! ¡¡Pero qué mal final!!
La joven, leyendo el último capítulo de su novela favorita, le gritó irritada a la pantalla de su tablet que, por supuesto, no respondió en lo absoluto a su frustración. ¡Qué año más horrible había sido este! No solo había fallecido su madre, su única familia, sino que ahora se encontraba sin amigos, colegas o trabajo. Al menos aún tenía un techo sobre su cabeza, pero tampoco sabía cuánto iba a durar eso. Necesitaba encontrar un trabajo cuanto antes.
La muchacha miró la tablet de reojo nuevamente, al tiempo que traía a la mesa un plato simple con algunas pocas verduras, totalmente insuficiente como para llamarlo almuerzo, y un vaso de agua. Se dispuso a comer, revisando una vez más los sitios de anuncios de empleo. Postuló a un par que le parecían adecuados y comenzó a alistarse para salir, nuevamente, a otra entrevista. En su mente había una extraña mezcla de resignación a su situación actual y fortaleza para no dejarse avasallar por la situación.
"No se acaba hasta que se acaba", pensó, al tiempo que tomaba las llaves y el celular y dejaba su tablet cargando. Al cerrar la puerta, echó una última mirada a su departamento antes de salir, pero no notó la notificación que llegó a su tablet. Parecía venir de la aplicación de novelas.
"La nueva rosa de la casa de Cecil tiene una nueva actualización 📚"
* * *
La joven abrió los ojos de forma repentina. ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era ir en el tren. El vagón iba inusualmente vacío, pero no tenía tiempo para darle muchas vueltas. Estaba mirando su celular cuando, por alguna razón, se abrió la app de novelas, luego una luz blanca y luego… nada. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Se había desmayado? ¿Podría avisarle a su potencial futuro jefe que había estado en algún extraño accidente? ¿Le perdonarían llegar tarde a pesar de ello? Toda suerte de preguntas daban vueltas por su cabeza como un torbellino.
"Ok, no, primero hay que entender en qué situación estoy ahora", pensó. Respiró hondo y comenzó a observar con calma a su alrededor. La pieza era alta y muy antigua, pero en excelente estado. La pintura del techo brillaba como recién pintada y el tapiz floreado de las paredes no mostraba manchas o desgaste. Los altos muebles, de caoba probablemente, se erguían orgullosos en la habitación y una gruesa cortina de terciopelo cubría un ventanal que llevaba a un pequeño balcón semicircular. Tenía 2 puertas de salida: una más pequeña que podría dirigir a una sala adyacente o un baño, y otra más grande que parecía ser la entrada principal. La cama era grande, suave y olía a un suave perfume de flores. Considerando el conjunto completo, pensó que lo más probable era que se tratara de uno de esos edificios históricos que se conservan para museos o escenas de telenovelas.
Dubitativa y algo aturdida todavía, se levantó con dirección al tocador en el otro extremo de la pieza. Mientras se acercaba, con la vista fija en el espejo, sus ojos se fueron abriendo cada vez más y su pulso se fue volviendo más acelerado. Ese… ¡ese no era su reflejo! La persona que le devolvía la confundida mirada tenía los ojos de un verde profundo, la piel tersa y blanca y el pelo largo, ondeado y negro. Si bien la imagen en sí misma no le era familiar, sabía perfectamente de quién se trataba.
— ¡¡¡Elizabeth Cecil!!! — gritó Elizabeth, sin poder creer sus ojos. Se tocó la cara con las manos, se movió el pelo e hizo varias expresiones, e incluso agitó sus brazos en el aire y giró sobre sí misma, y todas las veces la chica del espejo le devolvió los mismos gestos, giros y expresiones. — De todas las opciones, ¿s-soy… Elizabeth Cecil?
Se lanzó en la silla frente al tocador, aun mirando atentamente su reflejo, y se restregó los ojos un par de veces para asegurarse de que estaba viendo correctamente. Había leído innumerables libros de gente reencarnada en juegos y novelas, pero nunca pensó que se encontraría ella misma en esa situación. Ahora, ¿qué podía hacer? De todos los personajes posibles, ¿tenía que ser en una villanesa tan patética?
Elizabeth Cecil, pensó, era la menor de 3 hermanos. Durante la historia se comportaba de formas bien caprichosas y hacía todo lo posible por captar la atención de sus hermanos y sus padres. Si mal no recordaba, su destino al final del libro era la muerte.
— ¡Pero qué forma tan frustrante de eliminar al personaje! — dijo pensando en voz alta, al tiempo que se ponía de pie y comenzaba a caminar por la habitación sin una dirección clara. — ¿Muerta? ¿En un incendio? Ni siquiera es como que alguien la asesinara, ¡sencillamente nadie recordó que estaba ahí!
Se detuvo en seco. Considerando el grito que había lanzado hace unos segundos, podía esperar que alguien viniera a ver si se encontraba bien, pero, hasta el momento, ni siquiera había escuchado pasos afuera. Parece ser que la familia Cecil no tenía ningún interés por su hija menor. Bueno, eso podía hacer las cosas más fáciles. Podía romper su compromiso con Lucas y buscar alguna manera de forjarse un camino para sí misma. A diferencia de su situación anterior, ahora tenía al menos las herramientas para comenzar desde cero, y tenía toda la confianza en sus habilidades para aprender algún oficio o negocio y destacar en ello. Además, tenía conocimientos generales sobre qué iba a suceder dentro y fuera de la casa de Cecil. Bien podía usar ese conocimiento para adelantar algunas inversiones y conseguir dinero suficiente para sobrevivir. Si finalmente decidían deshacerse de ella, en vez de encerrarla en un cuarto, los convencería de desterrarla y podría irse a vivir tranquilamente con lo que pudiera ahorrar.
Ahora, lo siguiente sería averiguar en qué momento de la historia se encontraba. ¿Ya habían adoptado a Aurelia? ¿Había ocurrido ya el accidente con la sopa caliente? ¿O la humillación en la fiesta del conde Blackwood? ¿Y el incidente de la pileta? ¿Será que aún tenía alguna oportunidad de redención o estaba más allá del punto de no retorno? Preocupada, se dirigió a la puerta grande para ver si podía abrirla, pero justo antes de tomar el pomo, la puerta se abrió de golpe.
— ¡Ay! — del susto, Elizabeth cayó sentada al suelo, sobre el frío piso de mármol.
— ¡Elizabeth! — demandó el hombre que se encontraba ahora en el lugar de la puerta abierta. Al igual que ella, tenía el cabello negro y ondeado, pero sus ojos eran de un color amarillo miel y su piel estaba curtida por el sol, dándole un agradable dorado. — No puedo creer que no te hayas presentado al desayuno de hoy con la excusa de que estabas enferma — continuó Kieran. Detrás de él, se encontraba su dama de honor, una joven pecosa y pelirroja, de trenzas largas y actitud tímida. La chica intentó entrecortadamente explicarse.
— S-señorita Elizabeth. Y-yo le dije que intenté despertarla más t-temprano, p-pero usted no me respondía, incluso intenté moviéndola un poco, pero…
— Sabías que hoy era el día en que llegaba Aurelia y teníamos que estar todos los miembros de la familia para recibirla a primera hora. Este tipo de actitudes no son tolerables para una futura princesa, y lo sabes—, le dijo Kieran apuntando su frente con el dedo —. Por supuesto que parte de la culpa la tiene tu dama de honor aquí por no ser capaz de cumplir con sus mínimas labores, pero es de esperarse cuando su señora es alguien tan poco refinada —agredió encogiéndose de hombros.
Podía entender la actitud de Kieran. Elizabeth estaba constantemente maquinando formas de forzar la atención de su familia, pero agarrarla con Clarisa, su dama de honor, le parecía más bien injusto. — Clarisa tiene nombre, ¿sabes? — respondió Elizabeth, poniéndose de pie y caminando a paso firme en dirección a su hermano —. Y pienso que se merece un poco más de respeto de tu parte. Y no, no es su culpa. Realmente acabo de despertar hace unos segundos, sin embargo, pareciera ser que nadie se dio por enterado de que algo estaba mal conmigo.
— No es como que fuera lo más relevante de la jornada — respondió Kieran con aire despreocupado —, ni mucho menos algo inesperado de tu parte. Después de todo, la estrella era Aurelia, nuestra nueva hermana menor, y estoy seguro de que no puedes soportar que la atención se dirija a donde no estés tú — le dijo mirándola de reojo.
— Entonces, si mi presencia no era tan importante, ¿qué te trae por aquí, gritándome a media mañana? Tal vez es mejor que vayas a tu entrenamiento matutino o a buscar algo mejor que hacer que irrumpir en la pieza de una mujer en pijamas, por mucho que sea tu hermana — le dijo con tono final y lo empujó fuera del umbral —. Gracias por venir, muy buenos días — siguió y cerró de un portazo en la espalda de Kieran.
Esto aclaraba algunas cosas. Hoy acababan de adoptar a Aurelia, por lo que estaban al comienzo de la novela. Aún tenía algo así como 3 años antes del incendio, si todo iba como según la historia. En el peor de los casos, siempre podía escapar por el balcón, pero tendría que dominar mejor su magia de viento si quería sobrevivir a la caída. No recordaba si la Elizabeth del libro fuera particularmente buena en la magia, aunque no perdía nada con entrenar. En paralelo, tenía que asegurarse de mantenerse lejos de Aurelia y romper cuanto antes su compromiso con Lucas. Esto último podría ser lo más complejo, dado el alto cargo de su novio, que era… ¿un duque?, ¿un príncipe? Había leído tantas novelas últimamente que se le comenzaban a enredar las historias. Con la mano aún en el pomo de la puerta, Elizabeth cerró los ojos e intentó concentrarse en lo que sabía de "La nueva rosa de la casa de Cecil" y del futuro que podría esperarle, pero el sonido de Clarisa, cayendo sentada al suelo con un suspiro, interrumpió sus pensamientos y atrajo a su mente al presente de golpe.
— Clarisa, querida… — dijo Elizabeth al tiempo que se acercaba. Clarisa dio un pequeño alarido, como esperando que la furia de Elizabeth cayera sobre ella. Ahora que lo pensaba, Clarisa era probablemente la única persona que algo de aprecio le tenía a Elizabeth en toda la historia. Era leal hasta el final e incluso decidía quedarse encerrada con ella durante el incendio, por lo que imaginaba que compartiría su destino. Sin embargo, cada vez que sufría un desaire, la Elizabeth del libro descargaba en ella toda su furia. Podría decirle que quedaba liberada de sus funciones, pero posiblemente eso sólo le trajera más problemas. No, tenía que convencerla de salvarse a sí misma, si llegara lo inevitable —. Deberías tenerte en mayor estima. No hay absolutamente ninguna razón para que tengas que recibir alguna reprimenda en esta situación. Fue mi falta no despertar a tiempo y además…
— Señorita Elizabeth, no diga esas cosas — la interrumpió Clarisa con mucho entusiasmo, atropellando las palabras al hablar —. ¡Realmente parecía estar inconsciente! Incluso llegué a pensar que usted estaba… que estaba… — Clarisa tragó saliva y se estremeció un poco antes de continuar—. Fui corriendo a hablar con el conde Cecil, pero estaban todos ocupados recibiendo a Aurelia y luego el señorito Kieran comenzó a pedir explicaciones y entró a su pieza antes de que pudiera hacer nada —. Clarisa parecía sentirse realmente responsable por la intromisión y actitud de su familia hacia su señora. Si tan sólo ellos pudieran apreciar lo noble y encantadora que era Elizabeth…
— ¡Por cierto! — exclamó Clarisa de pronto — El conde, su padre, me dijo que debía presentarse en su estudio en cuanto estuviera lista esta mañana. Posiblemente, quiera una explicación por lo del desayuno — continuo cabizbaja —. Lo siento mucho, señorita Elizabeth, es todo por mi incompetencia…
— Bueno, bueno, no te preocupes. Ayúdame a alistarme para presentarme frente al conde y recibir el castigo que me toque. Luego de eso, te agradecería mucho si pudieras conseguirme algo de papel y láp-ejem, digo, y una pluma para escribir —. Se corrigió apresuradamente porque no recordaba si los lápices eran una cosa en este mundo. De pronto esos detalles podían hacer la diferencia y no quería terminar internada en un centro sanitario acusada de haber enloquecido por algo así.
— ¡Claro! — respondió Clarisa brillando de alegría. Luego comenzó a balbucear sobre cuál vestido era mejor para la jornada. También le comentó algunas cosas interesantes, como que Aurelia había tropezado con uno de los sirvientes y había terminado empapada en sopa. Curioso. Si mal no recordaba, eso ocurría en el libro, aunque era Elizabeth quien le hacía una pequeña zancadilla para que la situación ocurriera. Bueno, las coincidencias ocurren, y Elizabeth no pensaba que fuera nada grave en realidad.