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Chapter 7 - El diario

Luego de un agradable baño caliente y de darle las buenas noches a Clarisa, Elizabeth estaba por fin sola en su cuarto. Iluminada con unas especies de bolas flotantes de luz que atribuyó a artefactos mágicos, podía leer a la perfección sentada en su cama. Algo ansiosa, abrió el diario que había encontrado en la mañana. La primera entrada era bastante simple. 

"Hoy fue mi cumpleaños número 10. 

Lucas se rió un par de veces. Hay progreso.Finn y Caspian me retaron por subir al árbol otra vez. Casandra y Emily tenían unos vestidos preciosos. Me regalaron muchos chocolates. Kieran es un pesado."

No había mucho contexto, pero parecía que fue un buen cumpleaños. Elizabeth se sonrió de la mente simple de la jovencita. Siguió leyendo entrada a entrada. Cada página tenía sólo la descripción del día o par de días que habían pasado desde la entrada anterior, por lo que era bastante rápido de leer. 

"Lucas me preguntó si podíamos comprometernos. Lo pensé por un largo rato. Ser princesa suena aburrido, pero no sé si alguien pueda cuidar mejor a Lucas que yo. Después de todo, nadie más sabe del secreto de SV, excepto nosotros dos. Me gusta hacer flores yo misma, pero vamos a tener que dejar de hacerlo o alguien nos puede pillar."

Qué entrada más curiosa. ¿Qué secreto podían tener un par de chicos de 10 y 12 años? En algunas páginas hablaba sobre sus clases de magia y de etiqueta. La pequeña Elizabeth parecía meterse en todo tipo de problemas y eran comunes lamentos de algún castigo por hacer algo poco refinado. También parecía disfrutar un montón las clases de baile. La joven leyó entre risas hasta el cumpleaños número 13. De alguna manera, leer esas cortas entradas despertaban recuerdos dormidos en su mente de su propia infancia. 

Sonriente, cerró el diario y lo llevó al cajón de fondo falso. Allí seguían el colgante y sus notas. Las revisaría una vez a la semana para ver si algún detalle se le escapaba o si alguna cosa había cambiado. Hasta ahora, respecto a la historia original de la novela, si bien el almuerzo había sido un poco diferente, la sopa y la pileta fueron incidentes que ocurrieron de todos modos. El día siguiente no debería tener "incidentes", puesto que Elizabeth debía pasarlo castigada en su cuarto, pero no era su caso. En fin, ya enfrentaría los desafíos de mañana, el día de mañana. Ahora, con el cuerpo adolorido como si hubiera estado al menos una hora en el gimnasio, se recostó en su cama y se quedó dormida de inmediato.

A la mañana siguiente, se levantó antes de la servidumbre, con los primeros rayos de sol. Se arregló y vistió sin ayuda y salió al patio para aprovechar la brisa matutina. Una caminata por el jardín era lo que necesitaba para planificarse durante el día. Hoy tendría la lección con Finn en la mañana antes del almuerzo y durante la tarde estudiaría magia con Caspian. Estaba ansiosa por aprender a utilizar su magia de viento y probar su utilidad cuanto antes. 

Cuando estuvo de vuelta en su cuarto, Clarisa la esperaba con las manos en la cintura. 

— Señorita Elizabeth, no debería salir así — de inmediato, la dama de honor comenzó a ajustarle el vestido y el peinado. Parecía una ardilla corriendo alrededor de un árbol —. Mire, esta parte va estirada, y esta cinta está mal doblada aquí, y esto está suelto…

— Ja, ja, ja, Clarisa, no tienes que preocuparte. Nadie me vio esta mañana — respondió Elizabeth al tiempo que levantaba los brazos para facilitarle el trabajo. 

— ¿Y qué hacía tan temprano afuera? — preguntó Clarisa en un ataque de curiosidad —. ¿T-tuvo pesadillas de nuevo? — agregó titubeante, sintiendo que se adentraba en terrenos peligrosos.

— Mmm, no…

Elizabeth miró pensativa hacia el horizonte. Ciertamente, había soñado algo, pero no podía recordarlo bien del todo. Había un niño rubio que, ahora que lo pensaba, podía ser Lucas de pequeño, pero no recordaba haber visto ninguna ilustración de los personajes de niños. ¿Algún olvidado amigo de su infancia tal vez? Igual, considerando que había leído el diario antes de dormir, no le parecía extraño que su mente intentara recrear algo de lo que leyó. Aun así, tenía esa incómoda sensación de estarse olvidando de algo muy importante.

Clarisa terminó de ordenarle el vestido y peinarla. Le dejó su ondulado cabello suelto y agregó un lindo prendedor verde y dorado. Enseguida, Elizabeth declaró su intención de bajar a desayunar, pero cortó su frase a la mitad al ver la evidente sorpresa de su dama de honor.

— ¿Es un mal momento para ir? No creo que sea tan tarde que ya me perdí el desayuno…

— N-no, no es eso. Mis disculpas si la sorprendí — dijo Clarisa, avergonzada —. Hace mucho tiempo que no baja a los desayunos a menos que sea invocada por su padre. 

— ¿Sí? — respondió Elizabeth intentando ocultar su sorpresa —. No siento que haya pasado tanto tiempo. De todos modos, me gustaría bajar el día de hoy — agregó con una alegre sonrisa —. El paseo matutino me abrió el apetito.

Ya en el comedor, se encontró con varias caras de sorpresa. Abigaíl, su madre, la miraba con orgullo al borde de las lágrimas. Era como si estuviera viendo a su hija caminar por primera vez. Kieran la miraba con entusiasmo evidente, Aurelia, con curiosidad, y Caspian tenía una expresión de superioridad en el rostro, como si todo anduviera de acuerdo a sus planes. Henry, su padre, la miraba con una recatada sonrisa de orgullo. Los sirvientes, que en ese momento estaban repartiendo frutas y sirviendo jugo y vino, también se quedaron como suspendidos en el tiempo y la miraban con los ojos brillantes. "Vamos, si no es para tanto", pensó Elizabeth, un poco incómoda con las miradas. Y pasó a sentarse al lado de su madre antes de que pudieran decirle nada. No quería otra vez estar en el puesto de honor como en el almuerzo del día anterior. El desayuno transcurrió con conversaciones triviales, aunque Elizabeth se sentía demasiado consciente de las miradas que le lanzaban los diferentes miembros de su familia, como si quisieran comprobar que de verdad ella estaba allí por voluntad propia y no tenía ningún anuncio o petición que hacerles. 

— Elizabeth, Aurelia. El príncipe Lucas envió una correspondencia esta mañana, indicando que vendría durante la mañana a hablar con una de ustedes. Mencionó una "conversación pendiente con una de sus hijas". ¿Alguna de ustedes dos sabe a qué se refiere? — dijo Henry Cecil en el momento en que encontró el espacio. 

Elizabeth sabía perfectamente a qué se refería el príncipe. En la novela, era la excusa que utilizaba para volver a ver a Aurelia, luego de quedar completamente enamorado en el primer encuentro. Si bien no habían ocurrido las cosas exactamente igual a lo que había leído, parecía que la trama se desarrollaba sin contratiempos. De todos modos, no quiso levantar la mirada del plato ni mencionar lo que sabía. La mirada del conde Cecil le daba la sensación de que podía leer todos sus pensamientos y no se sentía para nada capaz de disimular el hecho de que sabía lo que iba a transcurrir durante el día. 

— ¿Elizabeth? 

El conde la miraba intensamente.

— ¿Yo? N-no, yo… no creo que el príncipe tenga nada pendiente conmigo — respondió Elizabeth con una sonrisa forzada —. Tal vez Aurelia… — agregó mirando a su hermana adoptiva con la esperanza de que la atención se volviera hacia ella.

— Es posible — respondió Aurelia con cautela —. El día de ayer, lamentablemente, no tuvimos mucho tiempo de conversar —. Hizo una pausa para limpiarse los labios. Elizabeth encontraba que Aurelia era tan perfecta y recatada. Era una de las razones por las que había enganchado con la novela —. Tal vez el príncipe busque una oportunidad para conocernos mejor el día de hoy. 

"Sería bueno que así fuera", pensó Elizabeth con un suspiro. Parecía que, por alguna misteriosa razón, la relación de ellos dos no había partido en un buen pie. Si tan solo pudiera mostrarse favorable a la relación entre Aurelia y Lucas, podría librarse del destino de la villanesa y, de paso, salvar a su gente más cercana. "A lo mejor puedo echarles una mano preparando el ambiente ideal para su reconciliación", se le ocurrió de pronto. De esa manera, podría empujar a Lucas a romper el compromiso cuanto antes y cambiar la dirección de su propia historia. ¿Cómo no lo había pensado antes? Hacer de cupido en las sombras sonaba emocionante, además.

Antes de que nadie pudiera detenerla, Elizabeth terminó su desayuno y se dirigió rápidamente a la sala donde, según recordaba, Aurelia recibiría a Lucas. No sabía cuánto tiempo tenía antes de que llegara el príncipe, así que tenía que pensar rápido. Cerró un rato los ojos para intentar recordar todo lo que pudo sobre la escena del libro y cómo la había imaginado. En primer lugar, necesitaba algo para acompañar la conversación, así que les pidió a algunas sirvientas que prepararan un té floral y algunos dulces. Si mal no recordaba, Lucas amaba las galletas con miel. Luego, venía el ambiente. La habitación era bastante sobria, con una alfombra roja con adornos, algunas vasijas altas con plantas, unos cuantos cuadros y el candelabro de rueda colgando del techo. Las cortinas cerradas, si bien eran elegantes, le daban un aspecto muy serio. ¡Eso no iba a servir para nada! Abrió las cortinas y las ventanas para dejar entrar la brisa de la mañana. Luego recorrió el palacio hasta encontrar algunas flores que agregar a los maceteros y también algunos cojines para mayor comodidad. ¿Habrá sido mucho? Se sentó un segundo para considerar si faltaban o sobraban cojines. Nada mal, pero faltaba algo que le diera al espacio una sensación más acogedora. ¿Velas? No a esa hora, cuando el sol iluminaba agradablemente el espacio. ¿Más cuadros? No, visualmente se veía bastante bien, no tenía para qué sobrecargar el ambiente. De pronto su rostro se iluminó con una idea. ¿Cómo no lo había pensado antes? ¡Lo esencial al adornar un espacio es considerar todos los sentidos! Corrió a su cuarto a buscar su perfume favorito para dar el toque final. Estaba segura de que con esto, no importa lo incómodos que se sintieran al comienzo, Aurelia y Lucas podrían pasar una agradable mañana conversando y conociéndose. Mientras esparcía el perfume por el aire del estudio, los podía imaginar sonriendo el uno al otro. ¡Qué pareja más extraordinaria formarían esos dos!

— Vaya, veo que me tenían preparado un mejor recibimiento del que esperaba — sonó una voz familiar en su espalda. 

Elizabeth se quedó de piedra. Sabía perfectamente de quién era esa voz y no se atrevía a girar. No había gastado tanto tiempo, ¿cómo podía ser que ya estuviera ahí? No eran ni las 9 todavía, ¡nada podía ser tan urgente para llegar tan temprano en la mañana!