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Chapter 10 - Flor escrita y flor marchita

Todos los presentes se acercaron a Aurelia para leer mejor la nota. 

— Esta caligrafía — dijo dubitativo Kieran — parece sin duda ser la de Liz…

Todos la miraron. Ella sintió el calor subir rápidamente a sus mejillas. Podía jurar con toda sinceridad que ella no había escrito la nota, mas ¿qué tal si la Elizabeth de la novela lo había hecho? Por lo que ella recordaba, esa nota iba acompañada de una rosa negra marchita. Esta vez, en cambio, nada venía con la nota y una mortífera flor fue colocada frente a su pieza y no la de Aurelia. ¿Habrá sido un error? No podía descartar que fueran eventos independientes. En cualquier caso, tenía que encontrar una forma de probar que ella no había escrito esa nota.

— ¿Podrías prestarme esa nota un momento? — dijo Caspian y acto seguido tomó la nota y el sobre de las manos de Aurelia, sin darle tiempo para protestar —. ¿Dónde encontraste esta nota? — agregó examinando la nota por ambos lados y a contra luz.

— ¿Dónde, dices? Pues, en mi cuarto, quiero decir, estaba en la entrada, en la entrada de mi cuarto, e-en la mesita… — respondió ella evidentemente incómoda, llevándose la mano al pecho. Parecía no querer hablar de ello, como si la mera mención del hecho fuera algo que le producía un malestar físico notable. 

Caspian miró a Aurelia, pensativo. Luego, asintió, se dio media vuelta y caminó decidido con dirección al palacio. Elizabeth, preocupada por lo que sea que Caspian planeara hacer con la nota y definitivamente buscando evadir la interrogación que vendría por parte de Kieran y su madre, lo siguió rápidamente.

— ¡Caspian, esperame!

Cruzaron el patio en dirección a la biblioteca, pasando la plazoleta con los topiarios en forma de criaturas marinas. Elizabeth observó de cerca la pileta mientras cruzaban y pudo notar la exquisita calidad del mármol con el que estaba construida. Los finos detalles de las decoraciones que la adornaban recordaban a las cadenas que usan en los barcos para sujetar el ancla, con algas colgando de ellas, incluso. Dando la vuelta, pudo ver una pequeña ancla apuntando hacia abajo en la parte posterior de la pileta, que enfrentaba el pasillo central que conectaba ambas alas y dividía el patio interior en dos. Pronto tuvo que apurar el paso de nuevo, porque Caspian casi se le perdía de vista. Lo vio dirigirse hacia la biblioteca. ¿Qué podría querer hacer allí? Elizabeth se preguntó si acaso Caspian iba a realmente hacer algo relacionado con la nota. Si no era el caso, estaba a punto de encontrarse en una situación muy incómoda. 

Una vez que ambos jóvenes se encontraban dentro de la biblioteca, Caspian se dio media vuelta, observó el pasillo a ambos lados y cerró la amplia puerta. Aún apoyado en ella, miró a su hermana con una expresión decidida. 

— Tú no escribiste esa nota, ¿no es verdad? 

Era más una aseveración que una pregunta. Elizabeth asintió en silencio, sintiéndose comprendida por primera vez desde que despertó en este mundo. 

— Eso pensé.

Su tono de voz le daba a la situación un tono nuevo de gravedad. Elizabeth lo vio cruzar el área de estudio hasta el escritorio donde lo había visto trabajar la primera vez. Una vez allí, buscó algo cajón por cajón. Sacó papeles y abrió libros rápidamente, haciendo una pausa de tanto en tanto para intentar recordar. Mientras tanto, Elizabeth comenzó a mirar la biblioteca con detalle. Por primera vez notó lo alto del techo y la buena calidad de la madera que formaba los altos libreros. El escritorio, en el que rebuscaba papeles su hermano, se veía particularmente lujoso, con bellos detalles florales en las patas, los bordes y las manillas de los cajones. La silla que acompañaba a ese escritorio, de la misma madera y los mismos adornos, tenía además un cómodo cojín de color turquesa. Por alguna razón, el conjunto completo le recordaba al príncipe Lucas.

Luego de dos o tres intentos, abriendo libros y rebuscando entre papeles, Caspian se levantó triunfante con una rayada hoja y se la mostró a Elizabeth. Ella la miró con curiosidad. Tenía un montón de rayas, algunos dibujos y frases sueltas, todas con su letra. Parecían pruebas de pluma y tinta.

"En la casa de Cecil, todas las flores se las lleva el viento…"

Era el inicio de un conjunto de versos escritos a la rápida en una de las esquinas de la hoja. 

"Y será mejor que te largues cuanto antes, le dijo la loba Kaida al barón Von Helios."

Esa cita la recordaba. Era de un interesante cuento sobre piratas y la legendaria Kaida Blackwood, de quien se dice que recorrió los 7 mares en busca de tesoros y dominó las aguas hasta su desaparición en 1341, hace unos 120 años más o menos. Ahora que caía, Finnley tenía ese mismo apellido. ¿Tendría algo de verdad real la leyenda?

"Las relaciones de quienes abusan de sus amistades se marchitan. Es mejor cultivarlas con cuidado si no quieres sufrir su mismo destino."

— Pero esto es… — le dijo Elizabeth, atónita. Evidentemente, la nota que tenía Aurelia había sido construida copiando distintas partes de las distintas frases escritas en esa hoja. Era la forma perfecta de mostrar que cualquiera, no sólo ella, pudo haberla escrito —. ¡¿Cómo supiste?!

— La S mayúscula — le respondió Caspian con orgullo —. Normalmente, la dibujas como una S imprenta, en cambio, la minúscula la haces con la clásica forma manuscrita. Sin embargo, en esta nota, la S mayúscula es manuscrita…

— ¡Posiblemente, porque no tenían como saber que tengo esa manía! Ja, ja, ja, eres genial, Caspian. No sabía que le ponías tanta atención a mi caligrafía. 

Esto le dio un tremendo respiro. Francamente, no estaba segura de si la Elizabeth del libro podía haber planeado algo así pero su hermano acababa de dejarle claro que no era más que una jugarreta de alguien más, que quería ensuciar su nombre. Tal vez haría bien en confiar un poco más en la chica que estuvo habitando ese cuerpo hasta hace unos días.

— Bueno, no puedes esperar menos de tu hermano favorito — le respondió Caspian con una confiada sonrisa, ocultando el hecho de que la razón por la que recordaba ese detalle era en verdad porque le irritaba profundamente que su hermana dibujara algunas letras en imprenta y otras en manuscrita sin ninguna aparente razón o método —. Ahora bien, esto abre una gran interrogante: quién y por qué copiaría tu letra para enviar un mensaje así y por qué motivo lo dejaron en el cuarto de Aurelia y no en el tuyo.

— Posiblemente, sea alguien de fuera de la familia, porque de lo contrario, habrían notado el detalle de la S.

— Mmm. Puede ser. Descartaría a Lucas o Finnley también. Atesoran mucho tus cartas como para no tener la S de referencia. 

— ¿En serio? — respondió Elizabeth casi por acto reflejo. De Finn tal vez podía esperarlo, pero no podía imaginar a Lucas, el protagonista masculino de la novela y perdidamente enamorado de Aurelia, atesorando las cartas de su perversa novia. ¿De verdad estaban cambiando tanto las cosas por su mera presencia?

Caspian la miró de vuelta con suspicacia. 

— ¿Me vas a decir que no lo has notado…?

— ¿Notar qué?

— La forma en que te miran esos dos. Si no fuera porque somos amigos desde pequeños, estoy seguro de que esto habría sido motivo de conflicto entre ellos. 

— ¿Quién, yo? ¿Generar conflicto entre Lucas y Finn? Yo diría que estás leyendo mucho entre líneas, Caspian, no siento que ninguno de los dos…

El rubor subió a sus mejillas a medida que recordaba cómo Finnley parecía cambiar completamente cuando se encontraban a solas y en las palabras que le había dicho Lucas el día anterior. 

— En cualquier caso — continuó Caspian —, los descartaría de entrada. Dudo que cometieran un error tan evidente.

Caspian le dio la espalda a su hermana para darle tiempo a recuperarse. Le causaba gracia que, siendo tan aguda en muchos aspectos, fuera tan inocente y torpe en otros.

— Caspian — le dijo Elizabeth, cambiando radicalmente el tono, en parte para controlar su vergüenza y en parte porque era una pregunta que le daba vueltas desde hace un rato —, ¿tú crees… que la flor y la nota están relacionadas?

Caspian la observó en silencio durante un rato, analizando las posibilidades. Podrían bien ser eventos independientes, mas la coincidencia era muy fuerte. A las flores de fuego se les conocía en el mundo de los alquimistas y agricultores como la flor marchita, porque usualmente se planta en lugares con mucha sombra para evitar el problema de la explosión de esporas. La planta sobrevive perfectamente, pero sus flores se marchitan en cuanto florecen y se transforman en el ingrediente clave de una de las pociones para tratamientos de afecciones estomacales más potentes que se conoce. En realidad, le intrigaba mucho más por qué la nota había aparecido en el cuarto de Aurelia y no junto a la flor, en el de Liz. Sus cuartos estaban prácticamente a los dos extremos del palacio, por lo que era difícil que se tratara de un error. ¿Querían amenazarlas a las dos? ¿Por qué no dejar dos flores y dos notas entonces?

— Ciertamente, es una fuerte probabilidad. Lo que no me calza es la disparidad. Una nota es una advertencia, pero la flor es una amenaza. Quien sea que la haya puesto no tenía cómo saber que Clarisa se despertaría más temprano justo el día de hoy. 

— Es cierto, ¡Clarisa! ¿Cómo está? — dijo Elizabeth, que acababa de recordar haber visto a Clarisa tosiendo en el jardín y de pronto cayó en la cuenta de que podría haber sufrido un daño grave a causa de la misteriosa planta. La joven sintió como si una bola de hierro cayera de pronto en su estómago —. No está bajo ningún peligro, ¿no? ¿Hay algo que podamos hacer? — agregó caminando hacia la puerta, con la intensión de volver al patio.

— Hey, hey, tranquila. Nuestra madre se encargó ya de aplicar los primeros auxilios. Deberá tomar un tratamiento especial durante la semana — le dijo Caspian tomando a su hermana del brazo —. Hoy por hoy, es difícil tener consecuencias graves de una intoxicación con flor de fuego si se trata a tiempo — agregó al ver la cara de preocupación de Liz.

La joven bajó la mirada. Su corazón latía con fuerza por la preocupación de qué pudiera pasarle a su dama de honor. Esto ciertamente era su culpa. La flor había sido puesta allí para hacerle daño a ella y, en cambio, Clarisa tenía que sufrir las consecuencias. Se sentía tan impotente. Lo mismo ocurriría constantemente durante los próximos tres años si no era capaz de cambiar el curso de la novela. Comenzó a preguntarse si esta no sería acaso de ese tipo de reencarnación en la que la fuerza de la novela original intentaría empujar las cosas de vuelta a su cauce, independiente de lo que hiciera. Necesitaba información al respecto, aunque no se le ocurría dónde buscar. Tal vez ese misterioso alquimista del que le había hablado Clarisa podía darle algunas luces.

— Oye, Liz — le dijo Caspian que ya había llegado de vuelta al escritorio y estaba ordenando los papeles de vuelta a sus correspondientes cajones —. Sé que lleva pocos días viviendo con nosotros, pero ¿cómo consideras que es tu relación con Aurelia?

— ¿Ah? — la pregunta la pilló un poco desprevenida — pues… — Elizabeth se detuvo antes de responder. Por un lado, estaba la Aurelia del libro, vulnerable y encantadora. Por el otro, ella había visto a Aurelia como una chica tímida y reticente a cruzar palabras con ella. Parecía casi que le tuviera miedo. Sin embargo, el incidente de la pileta cambiaba completamente su impresión sobre ella —. No lo sé. A ratos siento que me tiene miedo; en otros momentos, pareciera… — Elizabeth realmente no sabía cómo describir esa otra versión de Aurelia.

— Entiendo. No te preocupes más por este asunto — dijo Caspian con un tono de finalidad, mientras doblaba la nota y el papel rayado y los guardaba en el bolsillo interior de su chaqueta —. Hablaré con nuestro padre al respecto. Dada la situación del palacio, será mejor que las clases de hoy las hagamos en otro lugar. Enviaré una nota a Finnley. Conozco el lugar perfecto.