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Chapter 5 - ¿Cuál es el plan?

Elizabeth sintió una mezcla de alivio y emoción al ver a Finn acercarse. ¡Era uno de sus personajes favoritos! Finnley Blackwood era el único hijo de uno de los amigos de su padre. Se supone que se conocían desde pequeños con Elizabeth y, en la novela, era uno de sus cómplices, aunque nunca quedaba tan claro cuál era la relación entre ellos dos. En cualquier caso, era de ese tipo de personajes que te hacen recordar un tierno cachorro, siempre dócil y sonriente. Por lo que podía recordar, él la estaba buscando en la fatídica fiesta, pero en la novela no detallan mucho más qué sucede con él. 

— Perdón por la interrupción, Lucas — dijo Finnley mientras se acercaba a la pareja. Su tono era amistoso y se notaba esa confianza de amigos de toda una vida. Elizabeth arqueó las cejas. No sabía que ellos dos tuvieran ese tipo de relación —. Adelantamos la lección de Lizzy a pedido del conde Cecil. Entiendo que estará estudiando doble para enrolarse a la academia el próximo año.

¡¿Enrolarse?! ¿Ya lo habían decidido? ¿En qué momento? Pensaba que las lecciones de Caspian se dedicarían a lo básico. No estaba segura de si quería ir a la academia. Estar cerca de Aurelia podía traerle problemas, pero por el otro lado quería totalmente aprender magia. Sonaba divertido, además de la evidente necesidad de tener un arma para no morir en 3 años más, en un estúpido incendio…

Lucas explotó en risas. — Siempre tan transparente — dijo al borde de las lágrimas, mientras miraba a su prometida hacer la expresión de sorpresa más graciosa que había visto jamás.

— Vamos, Liz, tú sabes cómo nuestro hermano. Ni siquiera hay que sorprenderse ya a estas alturas. Si se le mete una idea en la cabeza, no hay cómo detenerlo de que la lleve a cabo tal y como la planifica — agregó Kieran encogiéndose de hombros. 

— Lo siento, Lizzy, pensé que ya lo sabías. Me contactaron esta mañana para adelantar la sesión e incluso me preguntaron si estaba dispuesto a ayudarte a estudiar para el examen de admisión — le dijo Finnley mirándola con preocupación —. Pero no es que piense que no puedas pasarlo por ti misma — agregó apresuradamente al ver el cambio de expresión de Elizabeth, que pasó de la sorpresa al enojo rápidamente.

La verdad, se sentía un poco ofendida al ver cómo todos los presentes parecían leer sus pensamientos sin ningún problema y deseó poder tener algo de privacidad, al menos en su cabeza. Ver a Lucas conteniendo la risa y a Finnley intentar arreglar la situación no le hacían sentir mucho mejor. 

— No te preocupes, Finn — dijo Elizabeth, al tiempo que se llevaba ambas manos a la cabeza, como intentando evitar que sus pensamientos escaparan de ella y pudieran ser percibidos por el resto —. Ya veré cómo lidio luego con mi hermano. Vamos al estudio a comenzar esta lección cuanto antes, mejor — agregó y se dirigió a paso decidido de vuelta al palacio.

— Si Caspian te da muchos problemas, Liz — le dijo Lucas con tono divertido, mientras se secaba las lágrimas —, no dudes en llamarme. Puedo ser tu caballero en armadura brillante si así lo necesitas. 

— Sería bueno que ese caballero cumpla con sus principescas obligaciones antes de estar ofreciendo ayuda a los demás — le espetó Elizabeth de vuelta. 

— ¡Touche! — dijo Kieran con una amplia sonrisa.

En cuanto Elizabeth entró al palacio, Clarisa se le acercó y le habló despacio, para evitar que Finnley las escuchara mientras caminaban rumbo al estudio. 

— Señorita Elizabeth, perdóneme la demora. Esta mañana me llegó aviso de que el alquimista estaba de vuelta, así que fui a encantar más hojas para lo que usted ya sabe — Elizabeth fingió saber de qué estaba hablando Clarisa y puso su mejor cara de situación. Agradecía el esfuerzo que hacía su dama de honor en todo lo que concernía a su bienestar. Le daba mucha pena decirle que realmente no sabía de qué hojas hablaba —. Es difícil encontrar un reemplazante porque no mucha gente cuenta con encantamientos lo suficientemente poderosos para ocultar la tinta del todo, así que en cuanto me entero de que tiene horas disponibles, voy de visita. Últimamente, ha estado usando las hojas más rápido de lo habitual, así que… 

Clarisa la miró ansiosa, esperando una respuesta. Elizabeth no sabía muy bien qué decir, pero le pareció interesante eso de ocultar la tinta. Lo investigaría más tarde. 

— Seré más cuidadosa con el uso, Clarisa. Muchas gracias por tu trabajo, excelente como siempre. Puedes guardar esas hojas donde siempre. Te pediré algunas en la medida que necesite.

Clarisa sonrió radiante. Hacía mucho que no le agradecían por su trabajo y estaba segura de que la señorita se molestaría mucho con la sugerencia de moderar el uso de las hojas encantadas. 

Elizabeth vio a Clarisa despedirse apresuradamente y apurar el paso hacia el final del corredor. Recordaba vagamente que había algún tipo de bodega en esa dirección. Le alegró verla tan contenta por algo tan simple. En su mente, ella era una importante razón para dominar su magia de viento a la perfección. Llegado el momento, tenía que poder sacarlas a las 2 desde su habitación en el segundo piso. Imaginaba que no podría hacerlo sin un poder significativo, aunque imaginaba que podía evitar llegar a ese escenario si podía salvar a Clarisa del encierro, como lo hizo con el castigo de esta mañana. El conde Cecil, su padre, parecía bastante más razonable de lo que la novela le había hecho creer. 

— Hey Lizzy, ¿vas a entrar? — le dijo Finnley, manteniendo la puerta del estudio abierta. Elizabeth se había quedado quieta frente al estudio, mirando a Clarisa desaparecer al fondo del pasillo.

— S-sí, disculpa, tenía cosas en mi mente — respondió Elizabeth mientras cruzaba el umbral, sin dejar de mirar en dirección al pasillo. ¿Era su idea o había visto a alguien seguir a Clarisa? 

Una vez dentro, Finnley cerró la puerta mientras Elizabeth tomaba asiento en uno de los escritorios. En ese momento, la actitud de Finnley cambió completamente. Sus movimientos se tornaron de pronto los de alguien que exuda confianza y su mirada transparentaba una inteligencia que bien podía rivalizar con la de Caspian. El joven tomó una de las adornadas sillas y la puso frente al escritorio, de tal forma que al sentarse, el respaldo quedaba frente a él. Apoyó sus manos y su mentón en el respaldo de la silla y la miró intensamente.

— Entonces, ¿cuál es el plan esta vez? — le preguntó mirándola con la intensidad de un cachorro esperando a que le lancen la pelota.

— ¿Ah? — la pregunta tomó a Elizabeth por sorpresa. Aun así, esa expresión se le hacía extrañamente familiar. ¿Era él acaso algo así como un compañero de travesuras? Algo en su interior le hacía sentirse muy cómoda con él, por lo que recuperó la compostura rápidamente. Mirándolo con seriedad, decidió abrir la conversación por un ángulo diferente —. Finn, ¿qué sabes sobre sueños premonitorios?

— ¿Tú dices de la rama de adivinación mágica? Pues no mucho. Entiendo, según lo que he leído, que existen casos documentados, pero la verdad es que han sido en condiciones bastante específicas y siempre puedes atribuirlos a la suerte o las coincidencias. ¿Por qué preguntas?

— Porque creo que tuve uno de esos esta noche. 

Elizabeth lo miró con timidez y Finnley le devolvió la mirada sin una gota de duda o juicio. Se veía que confiaba completamente en su palabra, lo cual la hizo sentir mucho más tranquila. Podía intentar ganar aliados y advertirles de peligros futuros sin transparentar demasiado sus verdaderas razones. 

Finnley abrazó un poco más fuerte el respaldo de la silla y se inclinó un poco hacia delante, como dándole una señal para que siguiera.

— En el sueño —continuó Elizabeth bajando la mirada — había un incendio — su corazón empezó a latir con más fuerza. ¿Sería una buena idea? Sin embargo, no tenía en nadie más en quien confiar, y realmente necesitaba ayuda, pensó —. Clarisa y yo moríamos en él. No sé qué ocurría con el resto…

La joven comenzó a temblar. Un montón de emociones comenzaron a arremolinarse y mezclarse entre sí. Por un lado, se había despertado en este lugar extraño en el que sabía que podía morir. Por otro, nunca había tenido tiempo para procesar el fallecimiento de su madre y algo de esa sensación de abandono y soledad empezaron a flotar junto con un fuerte sentimiento de culpa que parecía venir de todos lados. Las lágrimas comenzaron a correr solas por sus mejillas. Se sentía realmente asustada y sus pensamientos comenzaron en una espiral negativa sin control. ¿Y si no importaba lo que hiciera, moriría igual en el incendio? ¿Tenía la fuerza para soportar 3 largos años de humillación y desprecio por parte de su nueva familia? ¿Qué tal si en este mundo tampoco podía hacer amigos, como en su vida anterior, si es que podía llamarlo de esa manera? ¿Seguiría sola y sin redes de apoyo, lidiando con todo lo que le pasaba con sólo sus dos brazos, sin nadie que le ofreciera consuelo?

¡Slap!

Las manos de Finnley resonaron en las mejillas de Elizabeth, cortando en seco su tren de pensamiento. No había lástima en su mirada, sino una fuerza y determinación que resultaban contagiosas.

— Detente ahí mismo — le dijo, mirándola fijamente a los ojos y sosteniendo aún la cara de ella entre sus manos —. No es necesario que continúes, entiendo la idea — agregó, suavizando la mirada —. Si lo que he leído es correcto, no necesariamente los sueños se deben entender como destinos inevitables, por muy reales que se sientan. Tal vez sea una advertencia para que puedas evitar problemas futuros. Incluso puede ser que las cosas no se desarrollen como las viste o que tengan más bien un significado metafórico. En cualquier caso, me parece razonable estudiar magia como primera medida. La magia de viento es bastante versátil, además. 

— S-sí, tienes razón — respondió Elizabeth, cerrando los ojos y respirando profundo al tiempo que levantaba su cabeza, en un esfuerzo por contener las lágrimas —. Dame un segundo que ya me repongo. 

Finnley se levantó y dudó por un segundo. Pensó en darle un abrazo a Lizzy, pero enseguida se contuvo. En vez de eso, fue a uno de los gabinetes laterales, en parte para darle espacio a su amiga y en parte para componerse él mismo también. Sentía su rostro caliente y su corazón latía a mil por hora. Era sorprendente ver a una chica como Lizzy, siempre fuerte, siempre con un plan listo para toda situación, derrumbarse por un simple sueño. Se preguntó lo terrible que debió sentirse para que se pusiera así. ¿Habrá sucedido algo más? Finnley ya iba de vuelta con una delicada caja de pañuelos cuando desde el patio se escuchó el sonido de algo grande cayendo en la pileta. Ambos jóvenes se miraron sorprendidos y salieron a toda carrera de vuelta al jardín. En la pileta central estaba Aurelia, sentada con la espalda contra la estatua central de la pileta y mojada de pies a cabeza. 

— Elizabeth — dijo Aurelia en un tono bastante audible —, ¿por qué? ¡Yo sólo quería ser una buena hermana!

Elizabeth comprendió al segundo lo que estaba pasando. Ahí estaba ella, frente a una Aurelia toda mojada en la pileta del patio. Nadie, fuera de Finn, alguien ajeno a la familia, las había visto. Y si su memoria era correcta, en la novela un incidente similar se daba lugar esa misma tarde. Celosa por el almuerzo de Aurelia con Lucas, su prometido, la Elizabeth del libro la empujaba a la pileta del jardín y la increpaba. "Conoce tu lugar", le exclamaba con desprecio. Y, sin embargo, ahí estaba ella, no teniendo nada en contra de la rubia joven, pero en una escena bastante comprometedora.

— ¡¡Liz!!

Esta vez, la voz vino de su espalda. Era Caspian, que acababa de llegar al jardín, atraído probablemente por el ruido, al igual que ella. Elizabeth lo miró con horror. Entendía perfectamente para dónde iba todo esto y no estaba en condiciones de lidiar con ello ahora. Sin saber qué más hacer, se arremangó el vestido y corrió a todo lo que le dieron los pies en dirección a su pieza, casi atropellando a Finnley en el camino, quien luego de mandarle una significativa mirada a Caspian, salió corriendo tras ella.