Caspian analizó la escena rápidamente. El vestido de Liz estaba manchado en su regazo, sus ojos estaban hinchados y rojos y su maquillaje estaba corrido. Finnley estaba a unos pasos de ella, por lo que parecía haber llegado después. Aurelia, por otro lado, estaba empapada de pies a cabeza, sentada en la pileta, pero no se veía con mayor daño. Su expresión, con las cejas arqueadas y los ojos abiertos, no transparentaba más emoción que la intención de sorpresa.
— ¡¡Liz!! — la llamó preocupado. Podía escuchar sus propios latidos y sentir su sangre hervir. ¿Qué le habían hecho a su hermana? ¿Quién la había hecho llorar? Caspian apretó los puños, pero antes de poder decir nada más, la mirada de horror de Liz lo paralizó por completo. Sólo pudo verla correr sin alcanzar a decir nada. Finnley le pegó un reto con la mirada y salió tras ella.
Pasados unos segundos, Caspian pudo escuchar los sollozos de Aurelia con toda claridad. Era como si la joven tuviera un hechizo de amplificación sonora sobre sí misma. Decidido, se acercó a la pileta del patio, su mirada clavada aún en la puerta por la que habían desaparecido su hermana y su amigo hace un segundo. Cada paso que daba quedaba marcado por la escarcha y las plantas parecían quedar congeladas tras sus pies.
El agua de la pileta se detuvo de pronto y, con un movimiento de la mano, Caspian hizo que el agua levantara a Aurelia y la dejara de pie, entre la pileta y él mismo. Luego, con otro movimiento, toda el agua del vestido y cabellos de Aurelia saltó hacia atrás y quedó flotando sobre la pileta, en una gran bola, dejando a la rubia joven completamente seca y en perfecto estado.
— ¿Y bien? — la increpó.
— Estábamos comentando el almuerzo — respondió Aurelia con toda humildad — y de pronto Elizabeth me empujó a la pileta. No entiendo por qué — agregó con la voz quebrada —, yo sólo quería ayudarla a manejar mejor su magia.
— Deberías — respondió Caspian, con un tono tan cortante y amenazante como su mirada — conocer mejor tu lugar, Aurelia.
Caspian se dirigió a la puerta lateral de inmediato. No estaba dispuesto a gastar más tiempo en conversaciones inútiles con su hermana adoptiva. Era evidente que su versión de los hechos, de ser cierta, ocultaba gran parte de la historia. Para comenzar, Liz era mucho más inteligente que eso. Si quería destruir a alguien, se aseguraría de dejar en evidencia sus defectos frente a un gran número de personas. Empujarla a una pileta dentro de la casa, en un arrebato de rabia, sencillamente no era su estilo. Y por el otro lado, no había ocurrido nada en el almuerzo que fuera digno de dicha reacción, a menos que alguien la provocara. Solo pensar que Aurelia pudiera haber usado eso como arma… Pero ella no tenía cómo saber lo que había pasado, y, sin embargo, esa mirada de horror era la misma.
Mientras, Finnley corría a toda velocidad por el pasillo tras Elizabeth. La joven parecía llevada por el viento. Una fuerte brisa con aroma a flores corría por el pasillo y empujaba a Finnley hacia atrás. Así todo, el alto y delgado joven logró alcanzarla antes de que ella subiera las escaleras, rumbo a su habitación. Al momento en que le tomó la mano, el viento dejó de soplar.
— ¡Liz! ¡¿Qué ocurre?!
Elizabeth parecía confundida. Ahora que caía en la cuenta, ella tampoco sabía por qué había corrido de esa forma. Seguramente había una mejor forma de lidiar con la situación, pero sus piernas se movieron antes de que pudiera pensar. Se llevó la mano a la cara mientras trataba de ordenar sus pensamientos.
— N-no lo sé. Siento haberte asustado. Creo… creo que debería ir al tocador a arreglar un poco este desastroso rostro. Retomamos la sesión en cuanto vuelva, ¿te parece? — dijo Elizabeth y sin más explicación se dirigió al baño del primer piso.
Mirándose frente al espejo, pensó que realmente tenía un aspecto terrible, con todo el maquillaje corrido y el peinado descolocado. Decidió soltarse el cabello y limpiar el maquillaje de su cara. Iba de todos modos a aprender cosas, no a un desfile de moda. No había necesidad ya de tanto arreglo, ¿no? De vuelta al estudio, Finnley la esperaba apoyado en el marco de la puerta con una expresión seria.
— Hey Liz — le dijo Finnley al tiempo que Elizabeth cruzaba el umbral de la puerta —, ¿estás segura de que estás bien? Podemos dejar la sesión para mañana, estoy seguro de que el conde entenderá…
— Tranquilo, Finn — respondió ella sin dudar —, ha sido un día movido, eso es todo. Por lo mismo, estudiar me viene bien para distraerme un poco.
Finnley sonrió resignado. Sabía que su amiga le ocultaba algo, pero no iba a presionarla más que esto. La lección transcurrió sin más novedades. Revisaron algo de historia, el mito fundacional del reino y las principales familias aristocráticas, Vale, Cecil, Blackwood y Ashbourne, todo con miras al examen de la academia.
El sol comenzaba a ponerse ya en la primaveral tarde, cuando recién había terminado la lección con Finnley. No podía negar que había estado muy entretenida, pero ya estaba bastante cansada y aún le quedaba una lección de magia con Caspian que atender. Aunque ya se había acostumbrado a algo similar con su vida de trabajo diurno y estudio vespertino, no dejaba de ser agotador.
— Siento el cerebro hinchado de tanta información — dijo Elizabeth mientras se echaba sobre el escritorio. Caspian acababa de llegar y estaba intercambiando unas palabras con Finnley.
— Trata de no presionarla mucho por hoy, Caspian, ha tenido suficiente por un día— le dijo Finnley a su amigo en voz baja.
— Hmm, lo voy a considerar. ¿No notaste nada fuera de lo normal luego del incidente en el jardín?
— No realmente, aunque… Puede que tú lo hayas notado antes que yo, pero Lizzy parece un poco diferente. ¿Tal vez ocurrió algo el fin de semana? — no iba a traicionar la confianza que Elizabeth puso en él contándole sus preocupaciones a alguien más sin su permiso. Sin embargo, más allá de lo curioso que resultaba verla tan afectada por algo tan inocente como un sueño, él podía ver algo más. Era la misma Lizzy de siempre, pero al mismo tiempo, algo no encajaba del todo.
Luego de unos minutos, Caspian se paró frente al escritorio de Elizabeth mientras Finnley se dirigía ya hacia la puerta.
— Hasta mañana, Lizzy — le dijo Finnley con la dócil actitud que mostraba siempre que había más personas.
— Descansa, Finn, gracias por todo — le respondió Elizabeth, levantando un poco la cabeza del escritorio. En el momento en que Caspian se dio vuelta, Finnley le regaló un coqueto guiño y desapareció por la puerta. Sintiendo la sangre subir hacia su rostro, Elizabeth volvió a enterrar su cabeza entre sus brazos, sobre el escritorio.
— Muy bien, Liz. No es momento de descansar —comentó Caspian en lo que se cerró la puerta —. En primer lugar, necesito saber cuánto recuerdas de tus lecciones de magia. Fueron hace unos años, pero imagino que algo de eso habrá quedado grabado en tu cabeza.
— Pues… — Elizabeth se levantó de a poco, esperando haber recuperado ya su color habitual — no mucho… — agregó con tono de disculpa. Estaba preocupada de que su hermano fuera a mencionar algo sobre lo de Aurelia y la pileta. Su idea era no hablar del tema a menos que él lo levantara.
Caspian suspiró. Imaginaba que era el caso, por lo que, por supuesto, venía preparado. Del maletín que había traído, sacó una pequeña bola de cristal transparente y la puso delante de Elizabeth.
— Observa con atención — le dijo al tiempo que ponía su mano unos centímetros sobre la bola. De la nada, una especie de sustancia azulina comenzó a formarse dentro de la bola y a girar lentamente sobre sí misma —. Esta es la materialización del maná. Maná es algo que todas las personas poseen dentro de sí, pero no todas pueden materializarlo. La magia es resultado de la materialización del maná en la naturaleza. Los magos podemos controlar esa materialización de maná, pero eso, por supuesto, requiere práctica. Cada persona tiene un maná distintivo por lo que la forma en que este se manifiesta es diferente entre individuos. Por eso, los magos tenemos elementos en los que nos especializamos. Eso no quiere decir que no puedas trabajar con elementos que no te resulten naturales, pero es bastante más difícil —. Caspian hizo una pausa. Elizabeth lo miraba con atención —. Bien, podemos comenzar contigo tratando de materializar mana dentro de esta bola de cristal. Tienes que tratar de sentir el maná circulando por tu cuerpo y empujarlo hacia tu mano. Luego sólo debes tratar de expulsarlo hacia la bola, ¿entiendes?
Elizabeth hizo el intento. La teoría le sonaba poco familiar, sin embargo, podía sentir el maná con facilidad. Eso sí, hacerlo circular a voluntad era otra cosa. Era el equivalente a decirle a tu sangre hacia dónde moverse. Así todo, con algo de esfuerzo, logró que una pequeña motita de sustancia apareciera dentro de la bola. En vez de azul, se podían apreciar 2 tonos de verde que danzaban juntos.
— ¡Qué lindo! ¡El mío tiene 2 colores! ¿O es porque lo estoy haciendo mal?
Caspian frunció el ceño antes de contestar.
— Estás haciéndolo perfectamente, Liz. No habías probado con una de estas antes, ¿no?
— Nunca — respondió Elizabeth mientras intentaba hacer crecer la sustancia y ocupar todo el espacio dentro de la bola de cristal.
Siguieron probando materializar su maná durante un largo rato. Hasta que, finalmente, Caspian tomó el artefacto y lo devolvió a su maletín.
— Nada mal para una primera sesión. ¿Cómo te sientes? — le dijo a su hermana, mirándola de reojo.
— Bien, un poco cansada, eso sí. Nada que un buen baño y una noche de descanso no reparen — respondió Elizabeth bastante satisfecha con sí misma. Pensó que esto sería mucho más difícil, pero en su primera sesión casi pudo llegar al nivel que mostró su hermano al comienzo.
Elizabeth se paró y se preparó para ir a su dormitorio. Caspian ordenaba y guardaba las cosas en silencio, hasta que la joven alcanzó la puerta.
— Una cosa — le dijo a su hermana antes de que ella saliera del estudio —. El color del maná es algo extremadamente privado. Te recomiendo que no se lo comentes a nadie con quien no tengas absoluta confianza.
— Claro, lo tendré en mente — respondió Elizabeth extrañada. No recordaba que se mencionara nada de eso en la novela, aunque tampoco le daban muchas vueltas a la magia. En realidad, se usaba normalmente como una excusa para mover la historia hacia alguna dirección en específico —. Buenas noches, Caspian. Gracias por la lección de hoy.
— Descansa, Liz.