*THYRA*
Corría a toda velocidad, impulsada por el mana que recorría mi cuerpo. Cada paso que daba sobre la nieve era un estruendo, y la energía a mi alrededor parecía vibrar con cada movimiento. Mi mente estaba centrada en un solo objetivo: regresar a la base.
Cuando llegué a las cercanías, lo vi. Las bestias de bajo rango se lanzaban contra las defensas con una ferocidad casi suicida, pero los soldados resistían, eliminando una tras otra con determinación. A pesar de la situación, me impresionaba su resistencia. Sus flechas, lanzas y hechizos volaban por el aire, impactando a los enemigos con precisión. Sin embargo, sabía que esto no sería suficiente si el ataque continuaba.
"¡Estamos aquí! ¡No bajen la guardia!" grité mientras cargaba directo hacia la primera bestia que encontré en mi camino.
Mis hombres, los soldados de Auren y los exploradores que nos acompañaron, se dispersaron rápidamente para unirse a las líneas defensivas, apoyando a los agotados guerreros del puesto. Pero yo no me detuve.
Con mi espada en mano y el mana latiendo en mi interior, me lancé contra las bestias. Una de ellas, un enorme lobo negro con ojos rojos, saltó hacia mí. Giré sobre mi eje y con un movimiento fluido le corté el cuello. La sangre salpicó la nieve mientras su cuerpo caía inerte.
Otro se lanzó por mi flanco, pero ya lo había sentido antes de que siquiera se moviera. Un hechizo de viento concentrado salió disparado de mi mano, destrozando su torso en el acto. No podía permitirme frenar.
Mi velocidad era tal que, a cada paso, dejaba una estela verde detrás de mí. Los soldados que estaban en las murallas volteaban al verme pasar, algunos incluso gritaban mi nombre como un grito de aliento. Pero yo no les prestaba atención.
"¡Thyra, cubre el este! ¡Están intentando rodearnos!" escuché la voz de Eran a la distancia, liderando un grupo hacia el oeste.
Asentí con la cabeza, aunque sabía que no podría verme. Mi prioridad era despejar las áreas más comprometidas. Me dirigí hacia el este, donde una criatura con forma de oso gigantesco embestía contra la barrera de madera.
"¡No en mi base!" murmuré mientras saltaba hacia él, envolviendo mi espada con mana puro.
El corte que realicé fue limpio y definitivo, partiendo a la criatura en dos. Su rugido quedó atrapado en su garganta mientras su cuerpo se desplomaba, haciendo temblar la tierra. Aproveché el momento para extender mi mana a mi alrededor y localizar a más enemigos.
Había muchos, más de los que deberían haber en un ataque menor como este. Algo no estaba bien.
"¡Arqueros, enfoquen su fuego en el grupo del norte!" ordené mientras canalizaba un hechizo en mis manos.
El mana se acumuló en mi palma, creando una esfera brillante que rápidamente transformé en una lluvia de cuchillas de energía. Las lancé hacia un grupo de bestias que intentaban romper una de las barricadas, atravesando sus cuerpos como si fueran de papel.
A pesar de nuestra ventaja momentánea, sabía que esto no era una coincidencia. Estas bestias no estaban actuando solas; alguien o algo las estaba guiando. Esto no era un simple ataque.
"¡Thyra! ¡Cuidado!"
La advertencia llegó justo a tiempo. Giré sobre mis talones y alcé mi espada, bloqueando las garras de una criatura que había logrado acercarse sigilosamente. La fuerza del impacto me hizo retroceder un par de pasos, pero no le di tiempo para otro ataque.
Una ráfaga de fuego salió de mi mano libre, incinerando a la bestia al instante. Su cuerpo cayó al suelo convertido en cenizas.
El campo de batalla era un caos absoluto. Los soldados gritaban órdenes, las explosiones resonaban en el aire, y los rugidos de las bestias no cesaban. Pero lo peor era la sensación en mi pecho.
"Esto no es todo. Aún no hemos visto lo peor", susurré para mí misma mientras corría hacia otra sección de la base, donde las defensas parecían flaquear.
Las criaturas continuaban llegando, pero yo no iba a permitir que sobrepasaran las barreras. No mientras estuviera aquí.
Me lancé contra un grupo de enemigos que intentaban derribar a los soldados en la muralla. Mi espada cortó el aire con precisión letal, mientras mis hechizos desintegraban a aquellos que intentaban atacarme desde lejos. El suelo a mi alrededor comenzaba a teñirse de rojo.
Sabía que estaba usando demasiado mana, pero no podía detenerme. Si caíamos aquí, no habría nadie para advertir al reino de lo que estaba ocurriendo en el norte.
"¡Sigan luchando! ¡No bajen las armas!" grité, mi voz resonando por encima del ruido de la batalla.
El estruendo fue ensordecedor, un rugido tan profundo que parecía provenir de las entrañas de la tierra misma. Me detuve por un instante, mi espada aún goteando sangre negra de las bestias que había eliminado segundos atrás. Sentí cómo la vibración atravesaba el suelo y subía por mis piernas. No podía ser...
El temblor se intensificó, las murallas de madera del puesto crujieron como si fueran a ceder en cualquier momento, y varios soldados perdieron el equilibrio, cayendo al suelo. Los gritos de alerta comenzaron a resonar en el aire.
"¡¿Qué está pasando?!"
Pero no necesitaba preguntar. Sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo. Hace tres años, había sentido este mismo temblor, este mismo pánico indescriptible en el aire. Las imágenes de aquella noche regresaron con brutal claridad: el cielo iluminado por las llamas, los gritos de los caídos, la sensación de impotencia mientras enfrentábamos algo que no debería existir.
"¡No puede ser otra vez!", murmuré, apretando los dientes mientras apretaba la empuñadura de mi espada.
La tierra comenzó a abrirse en un socavón enorme, como si un abismo quisiera tragarse todo a su alrededor. Los árboles cercanos fueron arrancados de raíz, y las bestias que se encontraban en el área fueron arrastradas hacia las profundidades, sus rugidos desapareciendo en el caos.
"¡Retírense! ¡Aléjense de esa zona ahora!" grité con todas mis fuerzas, mi voz cortando el caos como una orden incuestionable.
Los soldados comenzaron a moverse, algunos ayudando a sus compañeros heridos, otros levantándose apresuradamente mientras el suelo bajo sus pies se agitaba como si estuviera vivo.
Entonces lo vi.
Una forma colosal comenzó a emerger del socavón. Primero, garras inmensas, cada una más grande que un carro, se aferraron al borde del agujero. Luego, una cabeza descomunal salió a la superficie, con ojos brillantes como antorchas infernales que se clavaron en nosotros. Su cuerpo estaba cubierto de una gruesa coraza de roca y escamas, y su sola presencia parecía drenar el aire de nuestros pulmones.
Una de las murallas del puesto simplemente colapsó ante la presión del temblor, como si el monstruo la hubiera destruido con su mera aparición.
"¡Todos, retrocedan! ¡Ahora!"
Eran, al otro lado del campo, dirigía a un grupo de soldados hacia una posición más segura. Pero incluso desde aquí podía ver la tensión en su rostro, la misma pregunta en sus ojos que estaba en los míos: ¿cómo íbamos a enfrentar esto?
"Thyra, ¿qué hacemos?" escuché la voz de uno de mis hombres, apenas audible entre el caos.
Miré a mi alrededor. Los soldados estaban aterrorizados, algunos incluso paralizados ante la magnitud de lo que estábamos viendo. Esta cosa no era como las otras bestias. No era una simple criatura. Era algo más, algo que parecía salido de las pesadillas más profundas del reino.
"¡Mantengan la formación y protéjanse unos a otros!", respondí, mi voz firme a pesar de que mi mente estaba procesando rápidamente la situación. "¡Yo me encargaré de eso!"
No esperé una respuesta. Sabía que si no detenía a esa cosa, no quedaría nadie aquí para advertir al reino.
Apreté mi puño libre, sintiendo el mana arremolinarse a mi alrededor, calentando mi piel mientras lo canalizaba hacia mi espada. El filo comenzó a brillar con una intensidad que iluminó el área, opacando incluso las llamas de los hechizos que los soldados lanzaban contra las bestias menores.
La enorme criatura soltó un rugido que resonó en todo el bosque, un sonido que hizo que incluso las bestias menores se detuvieran por un instante, como si estuvieran reconociendo la superioridad de la criatura que tenían delante.
"¿Así que tú eres el líder?" murmuré para mí misma, ajustando mi postura. "Bien. Entonces empecemos."
Corrí hacia la criatura, dejando atrás el miedo que intentaba aferrarse a mi pecho. Cada paso era firme, decidido, y el mana que envolvía mi cuerpo creaba una estela de luz verde que cortaba la oscuridad.
El monstruo me vio venir y levantó una de sus enormes garras, intentando aplastarme. Pero no era tan rápida como yo. Me deslicé bajo su brazo, aprovechando el momento para lanzar un corte hacia una de sus articulaciones. La espada impactó con fuerza, pero apenas logró romper la gruesa coraza que cubría su cuerpo.
"Tsk... Esto será más complicado de lo que pensaba", dije entre dientes mientras esquivaba otro ataque, esta vez una ráfaga de piedras afiladas que salieron disparadas de su boca.
A mi alrededor, los soldados intentaban mantener a raya a las otras bestias, pero sabía que no podrían aguantar mucho tiempo. Cada segundo que esta cosa estuviera aquí aumentaba las bajas.
"¡No hay tiempo para dudar!", me recordé a mí misma mientras saltaba hacia su cabeza, apuntando a uno de sus ojos brillantes.
El impacto fue brutal. El ojo explotó en una lluvia de líquido oscuro, y el rugido de dolor de la criatura hizo temblar el suelo una vez más. Pero su furia no hizo más que intensificar la batalla.
Tenía que terminar esto rápido.
Canalicé más mana en mi espada, sintiendo cómo la hoja temblaba bajo la presión. Si quería derrotarlo, tendría que usar algo más grande, algo que incluso para mí era peligroso.
El rugido de la criatura resonó nuevamente, pero esta vez no fue solo un sonido. Pude sentir la vibración de mana concentrándose a su alrededor, creando un aura densa y oscura que hacía que el aire pareciera más pesado.
"¡Cuidado! ¡Va a atacar!" grité, alzando mi voz por encima del caos.
La criatura levantó sus garras al cielo, y el suelo bajo nosotros comenzó a fracturarse. Fragmentos de tierra y roca comenzaron a elevarse en el aire, girando a su alrededor como si fueran atraídos por una fuerza invisible. El mana en el ambiente se intensificó de tal forma que casi parecía palpable.
"¡Maldita sea!", mascullé, dándome cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Estas bestias no solo eran brutales físicamente, también tenían un control de magia que no debía ser subestimado. Lo había visto antes, tres años atrás, y recordaba perfectamente el resultado: devastación total.
Un destello cegador estalló desde su pecho, y en un abrir y cerrar de ojos, una explosión masiva arrasó con todo a su alrededor. La onda expansiva fue tan poderosa que el campo de batalla entero pareció desintegrarse. Los árboles cercanos fueron arrancados de raíz, y la nieve que cubría el suelo se evaporó en segundos, dejando un vacío calcinado.
No tuve tiempo para pensar. Canalicé todo el mana que pude, extendiendo una barrera a mi alrededor y alrededor de los soldados más cercanos.
"¡Mantegan la posición detrás de mí!" ordené, con la voz tensa mientras sentía cómo la barrera absorbía el impacto.
El calor y la fuerza del ataque golpearon con una intensidad abrumadora, haciendo que mis músculos se tensaran y mi cuerpo comenzara a arder por dentro. El mana que había reunido se disipaba rápidamente, como si el hechizo de la criatura estuviera desgarrándolo capa por capa.
"¡No voy a permitirlo!" grité, empujando más poder dentro de la barrera. Las runas comenzaron a formarse a mi alrededor, flotando en un patrón inestable mientras redirigía toda mi energía para mantener la protección.
Los soldados detrás de mí se acurrucaron, algunos gritando por el temor de ser arrasados, pero ninguno se movió. Sabían que cualquier movimiento fuera del alcance de la barrera sería su fin.
Cuando finalmente la explosión comenzó a disiparse, mi respiración era pesada, y mis manos temblaban alrededor de la empuñadura de mi espada. La barrera había aguantado, pero al costo de una cantidad enorme de mi mana.
Miré alrededor del campo. La devastación era absoluta. Los cadáveres de las bestias menores estaban dispersos por todas partes, carbonizados o desmembrados por la explosión. Pero mis hombres seguían en pie.
"¿Están todos bien?" pregunté, girándome hacia ellos mientras intentaba mantener mi voz firme.
"¡Sí, Lady Thyra! ¡Gracias a usted!" respondió uno de los soldados, con el rostro manchado de sangre y sudor.
No había tiempo para celebrar. La criatura seguía ahí, más furiosa que nunca. Había quedado parcialmente expuesta después de su propio ataque, con su coraza rota en varias partes, revelando un tejido oscuro y palpitante bajo las placas de roca.
"Así que aún tienes algo más guardado", murmuré, levantando mi espada mientras caminaba hacia la bestia.
La criatura me observó con uno de sus ojos restantes, su mirada llena de odio y rabia. Rugió nuevamente, pero esta vez no hubo temblor ni explosión. En su lugar, comenzó a invocar algo más, un remolino de sombras que se arremolinaba alrededor de su cuerpo, alimentándose del mana residual en el aire.
"Eres como un pozo sin fondo", pensé, mientras sentía que el ambiente volvía a cargarse.
"Eran, encárgate de proteger a los hombres. Esto es entre esa cosa y yo", grité, sabiendo que lo que venía requeriría toda mi atención.
"¡Thyra, estás agotada! ¡No puedes hacerlo tú sola!" replicó, acercándose con su espada en mano.
"¡No hay tiempo para discutir! ¡Retiren a los heridos y refuercen las defensas! ¡Si no la detengo ahora, no habrá base que defender!"
Sin esperar su respuesta, lancé un hechizo que hizo que una explosión de viento empujara a los soldados hacia una distancia segura.
No podía arriesgarme a que esa cosa siguiera atacando la base o a mis hombres. La devastación que causaría sería imposible de contener, y los soldados no durarían mucho enfrentándose a algo tan monstruoso. Tomé una decisión en ese instante.
"¡Vamos, maldita cosa, mira hacia aquí!" grité con toda la fuerza de mis pulmones, mientras canalizaba el mana restante en un ataque directo.
Con un giro de mi muñeca, lancé una esfera de energía pura, un hechizo de alta potencia que impactó directamente en uno de los costados expuestos de la bestia. La explosión fue brutal, y un rugido de dolor escapó de su garganta. Se giró hacia mí, con furia en sus ojos brillantes y oscuros. Había logrado mi propósito.
Sin esperar a que atacara, comencé a moverme. Canalicé mana en mis piernas, acelerando mi velocidad hasta el punto en que dejaba un rastro verde luminoso tras de mí. Cada paso hundía la nieve y la tierra bajo mis pies, y cada salto me alejaba más de la base.
"¡Vamos, sígueme!" murmuré, lanzando otro hechizo a su rostro mientras me movía. Una ráfaga de viento comprimido cortó parte de la coraza de su mandíbula, arrancándole un gruñido aún más feroz. La criatura empezó a moverse, arrastrando su enorme cuerpo fuera del cráter que había creado y avanzando tras de mí.
Podía sentir sus movimientos a través del suelo, cada paso un terremoto que hacía vibrar mis huesos. Su velocidad no era comparable a la mía, pero su tamaño y alcance lo compensaban. De vez en cuando, lanzaba hechizos desde sus garras, rayos oscuros que cruzaban el aire y explotaban alrededor de mí.
Los esquivaba lo mejor que podía, saltando de un lado a otro, pero el desgaste comenzaba a notarse. Mi respiración era pesada, y el flujo de mana en mi cuerpo estaba al límite. Pero no podía detenerme.
"Solo un poco más lejos", me dije, mientras atravesaba un claro en el bosque y llegaba a una zona más elevada. Desde ahí, podía ver la base a lo lejos, pequeña y protegida por sus muros improvisados.
La bestia finalmente salió del bosque detrás de mí, su cuerpo gigantesco rompiendo árboles y aplastando la tierra con cada movimiento. Ahora tenía su atención completamente. Era mi oportunidad de alejarla aún más de los demás.
Concentré el mana en mi espada, haciendo que brillara intensamente. Un hechizo poderoso comenzó a formarse alrededor de mi hoja, runas verdes y brillantes que danzaban como llamas alrededor de la hoja. Con un grito, lancé un tajo en el aire, liberando una onda cortante que impactó directamente en el pecho de la criatura, abriéndole una herida profunda.
El rugido de la bestia sacudió el cielo. Ahora estaba completamente enfocada en mí.
"Eso es... sígueme", murmuré, girándome y corriendo hacia las montañas cercanas. Necesitaba llevarla a un lugar donde pudiera usar el terreno a mi favor, lejos de la base, lejos de cualquier cosa que pudiera destruir.
Mientras corría, la criatura seguía lanzando hechizos, y algunos impactaban cerca de mí, levantando columnas de tierra y nieve. Cada explosión hacía que mi corazón latiera con más fuerza, pero no podía permitirme flaquear.
Finalmente, llegué a un terreno rocoso y elevado. Una formación natural que podía usar para ganar algo de ventaja. Me detuve un momento para recuperar el aliento, girándome hacia la criatura que aún se acercaba.
"Está bien... si quieres acabar conmigo, aquí será", dije, levantando mi espada una vez más y concentrando el poco mana que me quedaba.
La criatura rugió de nuevo, levantando una de sus garras y lanzándola hacia mí con una fuerza devastadora. Con un movimiento rápido, esquivé el golpe y contrataqué, cortando una de sus extremidades.
La criatura rugió de nuevo, un sonido tan ensordecedor que hizo que los pájaros restantes en las copas de los árboles escaparan en desbandada. Su cuerpo masivo comenzó a moverse con más ferocidad, como si mi ataque previo solo hubiera alimentado su rabia. Pero no me detuve. Si me mostraba débil ahora, era mi fin.
Concentré el mana en mi cuerpo una vez más, dejando que fluyera hacia mis extremidades y mi espada. Cada movimiento que hacía cargaba el aire con tensión. El terreno rocoso a mi alrededor era irregular, pero lo usé como ventaja, saltando de roca en roca, atacando cada vez que encontraba un ángulo abierto. Mis cortes eran precisos, rápidos y letales, pero la criatura parecía resistir todo con una resistencia abrumadora.
"¡No vas a derribarme!" grité, lanzando un hechizo concentrado en mi espada. La hoja vibró, iluminándose con un resplandor verdoso que llenó el aire con energía pura. Con un giro, lancé el hechizo en un tajo horizontal, que voló hacia la bestia y golpeó su torso, abriendo otra herida profunda que derramó sangre negra.
Pero justo cuando creía que podía tomar la delantera, el suelo bajo mis pies tembló violentamente. La bestia, herida y enfurecida, comenzó a golpear el suelo con sus extremidades masivas, creando una serie de impactos que hicieron crujir las rocas y el terreno que nos rodeaba.
"¡Maldición!" murmuré, sintiendo cómo el terreno empezaba a ceder.
Con cada golpe de la criatura, las grietas se expandían más rápido de lo que podía reaccionar. El terreno rocoso comenzó a desmoronarse, y el suelo bajo mis pies se hundió. Intenté saltar hacia un lugar seguro, pero era demasiado tarde.
De repente, todo se vino abajo. Una sección enorme del terreno colapsó, llevándome a mí y a la criatura con él. La sensación de caída libre hizo que mi estómago se revolviera, mientras intentaba girar mi cuerpo en el aire para prepararme para el impacto.
El sonido de rocas y tierra desmoronándose llenó mis oídos mientras caía por lo que parecía un túnel interminable. Un grito gutural de la criatura resonó junto al mío. Mi cuerpo chocó contra una serie de superficies rocosas, cada impacto arrancándome el aire de los pulmones, hasta que finalmente caí con fuerza sobre un suelo duro y frío.
El golpe me dejó aturdida. Mi visión se nubló por un momento, y un dolor agudo recorrió cada músculo de mi cuerpo. Intenté levantarme, pero mi brazo temblaba por el esfuerzo.
Respiré hondo, sintiendo el aire gélido y húmedo del lugar donde había caído. Mi mano, temblorosa, alcanzó mi espada, que todavía brillaba débilmente con mana. La criatura, aunque dañada, no tardó en emerger de entre los escombros. Su cuerpo enorme se alzó en la penumbra, los ojos brillando con una ira implacable.
"¿Dónde diablos estoy…?" susurré, observando el lugar.
El socavón no era solo un pozo; era una enorme caverna subterránea. Las paredes brillaban con un resplandor extraño, como si estuvieran cubiertas de cristales que reflejaban una luz verdosa. Más adelante, pude distinguir una especie de estructura en ruinas, como un altar antiguo enterrado en las profundidades.
La criatura, sin embargo, no me dio tiempo para observar más. Lanzó un rugido que sacudió la caverna, su enorme cuerpo avanzando hacia mí como un alud viviente.
"No... no voy a caer aquí," murmuré para mí misma, forzándome a ponerme de pie a pesar del dolor.
Con un movimiento rápido, levanté mi espada y reuní el mana que me quedaba. Esta vez, no podía darme el lujo de reservar energía. Tenía que acabar con esta cosa antes de que me arrastrara con ella a mi perdición.
La criatura lanzó un hechizo oscuro, una esfera de energía que disparó directamente hacia mí. Giré mi cuerpo, esquivando por poco el ataque, aunque sentí el calor abrasador del mana pasando junto a mi rostro. Aproveché el momento y corrí hacia ella, canalizando todo mi poder en un ataque frontal.
"¡No vas a ganar!" grité, saltando hacia su cuello y hundiendo mi espada con todas mis fuerzas.
El impacto fue devastador. La espada atravesó su carne, y un rugido de dolor resonó en toda la caverna. Pero en lugar de caer, la criatura agitó su cuerpo violentamente, intentando sacudirme.
Con cada movimiento, el suelo bajo nosotros temblaba más. Los cristales de las paredes empezaron a caer, y una vibración extraña comenzó a recorrer el aire. Algo en esta caverna no estaba bien; algo despertaba.
Finalmente, logré liberar mi espada del cuerpo de la bestia y retrocedí unos pasos, observando cómo tambaleaba. Parecía estar al borde de la muerte, pero no caía. Su cuerpo brilló con un extraño resplandor oscuro, y sus ojos se volvieron aún más fieros.
"Maldición… ¿Qué más puedes hacer?" pregunté en voz baja, preparándome para el próximo ataque.
Pero antes de que pudiera moverme, un sonido profundo y ominoso resonó desde el altar al fondo de la caverna. La tierra vibró una vez más, y una grieta apareció en el suelo. Algo más despertaba. Algo peor.
La bestia frente a mí rugía de dolor y furia, sus movimientos erráticos hacían que la caverna se tambaleara aún más. Pero entonces, el sonido desde el altar se hizo más fuerte, un estruendo que hizo que el aire pareciera vibrar a mi alrededor. El brillo oscuro que emanaba de la grieta en el suelo comenzó a intensificarse, y por un instante, incluso la criatura que tenía delante pareció detenerse, como si percibiera lo mismo que yo: algo mucho más peligroso estaba a punto de emerger.
La grieta se ensanchó con un crujido desgarrador, y una garra gigantesca, cubierta de escamas negras como la noche y brillando con un fulgor carmesí, salió disparada del abismo, aplastando a la criatura con la que estaba luchando. El impacto hizo temblar toda la caverna y me lanzó hacia atrás, chocando contra una pared rocosa. Me levanté aturdida, apenas logrando mantener el equilibrio mientras miraba con incredulidad lo que estaba sucediendo.
Una forma descomunal comenzó a emerger de la grieta. Era un dragón. No un dragón cualquiera, no como las historias que los bardos cantan en las tabernas. Este ser era algo más antiguo, más puro, más aterrador. Sus escamas parecían absorber la luz, y su mera presencia hacía que el aire a su alrededor chisporroteara con energía mágica. Sus ojos, dos orbes incandescentes de un rojo brillante, me observaron con una inteligencia y maldad que me dejaron paralizada.
La criatura a la que había estado enfrentando intentó atacar al dragón, pero apenas logró dar un paso antes de que este lo destrozara con una sola mordida, partiendo su cuerpo en dos como si fuera papel. El rugido del dragón llenó la caverna, mucho más profundo y aterrador que cualquier cosa que hubiera escuchado antes. Las paredes se sacudieron violentamente, y los cristales que adornaban las paredes explotaron en una lluvia de fragmentos afilados.
Mis instintos gritaban una sola cosa: "Corre."
Todo mi cuerpo estaba tenso, cada fibra de mi ser rogándome que huyera. Por un momento, me quedé petrificada, incapaz de apartar la mirada del monstruo que ahora dominaba la caverna. Pero el dragón giró su cabeza lentamente hacia mí, y sentí cómo su mirada me atravesaba, como si pudiera ver no solo mi cuerpo, sino también mi alma.
"¡Maldición!" grité, dándome la vuelta y corriendo con todas mis fuerzas.
Sabía que no podía enfrentarme a eso. Por mucho que mi mana estuviera fluyendo con fuerza, por mucho que mi cuerpo estuviera preparado para soportar la carga de mis hechizos más poderosos, algo en mi interior me decía que no sería suficiente. Esto no era como las bestias que había enfrentado antes, ni siquiera como el ataque de hace tres años. Este dragón era algo completamente diferente, algo que no debería existir.
Mientras corría, sentí una explosión detrás de mí. Un torrente de llamas negras llenó el aire, consumiendo todo a su paso. El calor era tan intenso que podía sentirlo incluso a metros de distancia, y sabía que si me alcanzaba, no quedaría nada de mí.
Vi el altar al que había prestado atención antes. Era mi única opción. Las estructuras que lo rodeaban parecían ofrecer un poco de cobertura, y aunque no sabía qué esperaba encontrar allí, tenía que intentarlo.
"Vamos, corre más rápido," me dije a mí misma, concentrando mana en mis piernas para impulsarme con mayor velocidad. El terreno bajo mis pies era irregular, y la vibración constante hacía que tropezar fuera un riesgo constante, pero no podía detenerme.
Llegué al altar y me refugié detrás de una de las columnas derruidas que lo rodeaban. Respiré profundamente, intentando calmar los latidos descontrolados de mi corazón. Desde mi posición, pude ver al dragón moviéndose lentamente, como si estuviera disfrutando de su dominio sobre la caverna. No estaba buscando cazar, no era un animal en busca de comida; estaba afirmando su supremacía, mostrando su poder.
"¿Qué diablos es esto…?" murmuré para mí misma, intentando entender qué estaba pasando.
Mi mano, temblorosa, tocó el altar. Estaba cubierto de runas antiguas que no reconocía, pero el material parecía brillar tenuemente al contacto con mi mana. Algo en el altar respondía a mi presencia, como si estuviera despertando también.
El dragón pareció percibirlo. Giró su cabeza hacia mi dirección y rugió con furia, lanzándose hacia mí. No tenía tiempo para pensar. Instintivamente canalicé todo mi mana en un escudo protector, pero sabía que no sería suficiente para detenerlo.
Cuando el dragón estuvo a punto de alcanzar el altar, las runas brillaron con una luz cegadora, y una barrera de energía se alzó entre el dragón y yo. La criatura golpeó la barrera con toda su fuerza, pero fue repelida con un estallido de energía que la lanzó hacia atrás, rugiendo de frustración.
El altar estaba haciendo algo, pero no sabía qué. Las runas comenzaron a moverse, cambiando de forma como si estuvieran vivas. Sentí cómo mi mana se sincronizaba con la estructura, como si esta estuviera absorbiendo mi energía para activarse por completo.
"¿Qué es esto…? ¿Qué se supone que debo hacer?" pregunté en voz alta, pero no había nadie que respondiera.
El dragón, aunque momentáneamente repelido, no parecía dispuesto a rendirse. Sus ojos brillaban con odio puro, y su cuerpo comenzó a cargar un hechizo devastador. Podía sentir la energía acumulándose a su alrededor, una presión tan intensa que apenas podía respirar.
No tenía elección. Si este altar era mi única oportunidad, entonces tenía que aprovecharla. Cerré los ojos, dejando que mi mana fluyera completamente hacia las runas, esperando que lo que fuera que estuviera despertando fuera suficiente para enfrentarse a esa cosa.