*LORD AUREN*
El aire frío mordía mi rostro mientras me colocaba los guantes de cuero. Afuera, los caballos estaban preparados, resoplando con pequeñas nubes de vapor que se disipaban en el viento helado. Mis hombres se movían con eficacia, ajustando correas y asegurando provisiones. Desde la puerta principal de la mansión, sentí la mirada de mi esposa, Lady Auren, fija en mí.
Cuando giré para mirarla, vi que tenía a Eryk y Askel a cada lado, ambos con expresiones sombrías pero determinadas. Sabía lo que querían decirme, pero no les di la oportunidad de hablar primero.
"Quédense aquí. Protejan a su madre y la casa," les ordené, mi tono más firme del que había sido en mucho tiempo. "Este viaje no es para ustedes."
"Pero, padre..." comenzó Askel, pero levanté una mano para interrumpirlo.
"No hay discusión," insistí, mirándolos con severidad. "La familia Auren ya ha perdido demasiado. No puedo arriesgar perderlos a ustedes también."
Evelyne avanzó un paso, y en sus ojos vi la preocupación que llevaba cargando desde el día en que Thyra no regresó. "Tráela de vuelta," susurró, apenas conteniendo las lágrimas.
Asentí lentamente, sin prometer nada con palabras, pero con la resolución grabada en cada línea de mi rostro. Me acerqué y coloqué una mano sobre su hombro. "Haré todo lo que esté en mi poder."
Sin más palabras, subí al caballo, ajustando las riendas. Con una última mirada hacia ellos, espoleé al animal y avancé, dejando atrás la seguridad del hogar y enfrentándome al incierto frío del norte.
***
El camino hacia la capital era difícil, las carreteras cubiertas de hielo y nieve ralentizaban nuestro avance. Las noches eran especialmente duras, con el viento cortante y el silencio abrumador de los bosques. Pero no nos detuvimos.
Después de varios días, mientras cruzábamos un paso estrecho entre colinas, divisamos un grupo de jinetes en la distancia. Al acercarnos, reconocí el estandarte de los Almaric, y mi corazón se alivió momentáneamente.
"¡Lord Auren!" saludó Lord Almaric al verme, levantando una mano enguantada.
"Almaric," respondí, deteniendo mi caballo junto al suyo. Mis ojos se movieron hacia los jóvenes que estaban detrás de él. Caden y Darien, sus hijos, montaban con la misma destreza y determinación que su padre.
"No esperaba encontrarme contigo tan pronto," continuó Almaric, con una ligera sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
"El destino parece haber decidido lo contrario," respondí con una leve inclinación de cabeza. "Supongo que ya has recibido mi carta."
"Por supuesto," dijo, su rostro endureciéndose. "La desaparición de Thyra no es algo que podamos ignorar. Mi familia debe su vida a ella, y mis hijos no aceptaron quedarse atrás."
Caden, que estaba más cerca, intervino antes de que pudiera responder. "Thyra no solo es una aliada, Lord Auren. Es nuestra amiga. No importa lo que enfrentemos, vamos a traerla de vuelta."
Su fervor me recordó a mis propios hijos, y aunque quería advertirle que no subestimara lo que se avecinaba, simplemente asentí.
***
Viajamos juntos durante los siguientes días, y al acercarnos a un paso más amplio, vimos otra columna de jinetes. Esta vez, reconocí el estandarte de los Varenn. Al igual que antes, nuestras dos compañías se encontraron, y las formalidades fueron breves.
Lord Varenn desmontó con elegancia y se acercó a saludarme. "Auren. Es bueno verte, aunque preferiría que fuera bajo otras circunstancias."
"Y yo a ti," respondí, estrechándole la mano con firmeza. Mis ojos se movieron hacia su hija, Myla, que permanecía junto a los soldados con el mismo porte decidido que había visto en sus padres.
"Trajiste a Myla contigo," comenté, más como una observación que como un reproche.
Varenn dejó escapar un suspiro. "No pude detenerla, igual que tú no detuviste a Thyra cuando tomó su decisión de partir al norte. A veces, las mujeres de nuestra familia son más testarudas que nosotros."
Un murmullo de aprobación pasó entre los jóvenes soldados, incluyendo a los hijos de Almaric. Myla alzó la barbilla, orgullosa.
"Entonces supongo que todos estamos listos para esto," respondí, señalando la nieve interminable frente a nosotros.
***
El viaje hacia la capital desde ese punto fue más llevadero con las tres compañías unidas, pero no menos sombrío. Los días eran largos y las noches heladas parecían interminables. Durante las paradas, los jóvenes discutían estrategias, mientras los señores permanecíamos más callados, enfocados en lo que nos esperaba.
Cuando finalmente las torres de la capital se hicieron visibles a través de la ventisca, sentí una mezcla de alivio y tensión. Sabía que la ciudad podría darnos recursos y apoyo, pero también sabía que el consejo estaría esperando con sus propias agendas y juicios.
No importaba. Nuestra misión era clara: llegar a la frontera del norte y traer a Thyra de vuelta. Y si el consejo no lo entendía, se los haríamos entender nosotros mismos.
La fría brisa de la capital nos recibió al cruzar las puertas principales. Las calles, llenas de nieve acumulada y actividad cotidiana, se paralizaron por completo al paso de nuestras compañías. Las miradas de los civiles se fijaron en nosotros, llenas de curiosidad y desconcierto. Tres cabezas de las familias más influyentes del reino, acompañados por sus hijos y escoltas, no era algo que se viera todos los días, y mucho menos en tiempos como estos.
Podía sentir el peso de sus miradas, pero no me importaba. Estaba enfocado en una sola cosa: enfrentar al consejo y arrancarles los recursos y las respuestas necesarias. Mi mente no dejaba de repasar lo que debía decir, aunque sabía que, con Almaric y Varenn a mi lado, la discusión sería intensa.
"Sigamos adelante," ordené con firmeza. Nadie dijo una palabra mientras atravesábamos la avenida principal, los cascos de los caballos resonando en el empedrado, marcando un ritmo solemne.
A mi izquierda, Almaric observaba con su habitual desdén, como si estuviera evaluando cada edificio y cada persona con ojo crítico. A mi derecha, Varenn mantenía un rostro neutral, pero noté cómo su mirada se detenía en los pequeños detalles: los gestos de los guardias, el movimiento de las ventanas, incluso el murmullo apagado de las conversaciones entre los ciudadanos.
Detrás de nosotros, nuestros hijos seguían el paso con igual determinación, aunque Caden y Myla no ocultaban la tensión en sus rostros. Sabían que lo que nos esperaba dentro del castillo no sería fácil.
Al llegar a la entrada del castillo, los guardias reales ya estaban esperándonos. Uno de ellos, un hombre robusto con una capa adornada con el emblema del reino, se inclinó con respeto.
"Lores Auren, Almaric, Varenn," dijo con voz grave. "El consejo ha sido informado de su llegada y los espera en el salón principal."
"Por supuesto que lo hacen," murmuró Almaric con una sonrisa sardónica, desmontando con un movimiento fluido.
Hice un gesto a mis hombres para que se quedaran atrás mientras yo desmontaba. "Esperen aquí. Esto es asunto de nosotros, no de ustedes."
Caden protestó de inmediato. "Si el consejo piensa decir algo fuera de lugar sobre Thyra, necesitarán escuchar nuestra voz también."
"Caden," intervino Almaric, lanzándole una mirada severa, "esto no es una discusión. Mantente al margen y espera. Habrá tiempo para demostrar tu valentía, pero este no es el momento."
Myla intercambió una mirada con su padre, pero no dijo nada.
"Vamos," dije finalmente, mientras ajustaba mi capa. "No hagamos esperar a esos malditos."
***
El salón principal estaba iluminado por candelabros de oro y plata, y la mesa del consejo se extendía en el centro, imponente y cargada de documentos y pergaminos. Los doce miembros del consejo estaban sentados, sus túnicas bordadas con símbolos del reino y expresiones cuidadosamente controladas.
Los tres avanzamos juntos, nuestros pasos resonando en el mármol. Era imposible ignorar el aire de tensión que llenaba el salón. Los consejeros nos observaban con miradas mezcladas de curiosidad, preocupación y, en algunos casos, abierta desconfianza.
Lord Varenn fue el primero en romper el silencio, inclinándose levemente. "Miembros del consejo. Espero que nuestra presencia aquí sea entendida como algo de extrema urgencia."
El consejero principal, un hombre delgado con cabello gris perfectamente peinado, se levantó. "Lores Varenn, Almaric, Auren. Su llegada, aunque inesperada, siempre es bienvenida. Pero me temo que no entendemos la razón de esta… reunión conjunta."
"¿No entienden?" replicó Almaric, dando un paso adelante con una sonrisa afilada. "Qué conveniente. Parece que en este castillo las noticias viajan más lento que en el resto del reino."
"Expónganse con claridad," exigió otro consejero, frunciendo el ceño.
Mi paciencia estaba al límite. Me adelanté, colocando ambas manos sobre la mesa del consejo, inclinándome hacia ellos. "Thyra Auren, mi hija y heredera, desapareció en la frontera norte después de ser enviada por este mismo consejo para lidiar con una amenaza que ustedes insistieron que no era tan grave. Y ahora, después de semanas de silencio, nos encontramos con que nadie aquí parece tener información o, peor aún, interés en su paradero."
Hubo un murmullo inquieto entre los consejeros, y uno de ellos, un hombre corpulento con un tono condescendiente, respondió. "Lady Thyra fue enviada a cumplir con su deber como representante de su familia. Si desapareció, es lamentable, pero las responsabilidades que aceptó.."
"¡Basta!" rugió Almaric, golpeando la mesa con fuerza. "No se atrevan a insinuar que esto es culpa suya. Mi hijo luchó junto a Thyra hace tres años y sabe mejor que cualquiera de ustedes lo que ella sacrificó por este reino. No vamos a tolerar que minimicen su desaparición."
"Controlen sus emociones," interrumpió el consejero principal, aunque su voz temblaba ligeramente. "El consejo no busca culpar a Lady Thyra, pero los recursos del reino no son ilimitados. Una investigación ya estaba en marcha para determinar lo ocurrido en la frontera. Sus preocupaciones serán tomadas en cuenta, pero deben entender que hay otras prioridades que atender."
Varenn, que había permanecido en silencio hasta ese momento, habló con frialdad. "¿Otras prioridades? Mi hija tiene razón: este reino se sostiene gracias a las familias que luchan y sangran por él. Si esta situación no es su prioridad, entonces claramente hemos sobrestimado la capacidad del consejo para gobernar."
El silencio cayó sobre el salón, pesado y opresivo. Finalmente, el consejero principal alzó una mano, como si intentara calmar la tensión.
"¿Qué es exactamente lo que solicitan, lores?"
Respondí con firmeza. "Un permiso oficial para movilizar tropas y recursos hacia el norte. Si el consejo no tiene respuestas, entonces las buscaremos nosotros mismos. No necesito su ayuda, pero tampoco aceptaré su interferencia."
Los consejeros intercambiaron miradas, claramente desconcertados por nuestra unión. Finalmente, el principal asintió lentamente. "Tendrán su permiso. Pero les advierto, este reino no puede permitirse otra crisis. Procedan con cautela."
Almaric soltó un bufido, pero Varenn colocó una mano en su hombro, indicando que ya habíamos logrado lo que queríamos.
Sin otra palabra, los tres giramos y salimos del salón, dejando a los consejeros con sus preocupaciones.
Al salir del castillo, la tensión aún pesaba en el aire, pero una pequeña victoria ya había sido obtenida. El permiso oficial era lo que necesitábamos para movernos sin obstáculos, aunque no me hacía ilusiones de que el consejo no intentara interferir más adelante.
Varenn se colocó a mi lado mientras descendíamos los escalones hacia el patio principal, donde los soldados esperaban. "No me gusta esto, Auren," dijo en voz baja, su tono grave y directo. "El consejo aceptó demasiado rápido. Algo están ocultando."
"No necesitamos que nos digan todo," respondió Almaric desde el otro lado, su expresión endurecida. "Con ese permiso, tenemos vía libre. Si intentan detenernos, ya será demasiado tarde."
No podía negar que tenía razón. Lo que el consejo tramara ya no importaba; nosotros teníamos un objetivo claro. Alcé la vista hacia los jóvenes que esperaban junto a los caballos. Myla discutía algo con Caden y Darién, mientras ellos asentían con determinación.
"Partimos al amanecer," dije finalmente, con voz firme. "Nos dirigiremos directamente al norte. Si Thyra está ahí fuera, viva o... lo que sea que encontremos, no dejaré que nada quede sin respuesta."
Varenn asintió, aunque su mirada se endureció al mencionar la posibilidad de no encontrar a Thyra con vida. Almaric simplemente se cruzó de brazos, un destello de furia en su rostro.
Cuando llegamos al grupo, Caden fue el primero en hablar. "¿Qué dijeron esos cobardes?"
"Nos dieron permiso," respondió Almaric, cortante. "Aunque no por compasión, sino porque probablemente prefieren que nos ocupemos nosotros y no ellos."
"Entonces no hay tiempo que perder," dijo Myla, con una determinación que me recordó a Thyra. "Cada día que pasa, cualquier pista podría desaparecer."
"No nos apresuremos," intervino Varenn, con la misma calma calculadora que siempre lo caracterizaba. "Partiremos al amanecer, pero debemos planear bien la ruta. No sabemos qué encontraremos allá. Las noticias de la frontera son limitadas y, francamente, preocupantes."
Almaric bufó, pero no discutió. Sabía tan bien como todos nosotros que la situación en el norte era incierta. La nieve, el terreno traicionero y las constantes amenazas de bestias hacían del viaje una apuesta peligrosa.
"Descansen," dije, mirando a los jóvenes directamente. "Será un viaje largo y duro. No quiero errores por falta de preparación."
Caden y Darién asintieron, aunque vi en sus ojos la misma impaciencia juvenil de querer lanzarse de inmediato. Sabía que esta misión significaba mucho para ellos, no solo porque Thyra era su amiga, sino porque era un símbolo de lo que significaba ser un verdadero defensor del reino.
***
Esa noche no dormí mucho. En mi oficina, frente a una vela parpadeante, revisaba mapas y planes de rutas hacia el norte. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de Thyra, la última vez que la vi antes de que partiera hacia la capital. Su mirada decidida, su fuerza implacable.
"No puedes haber caído, hija," murmuré en voz baja, apretando el pergamino en mis manos. "No tú."
La puerta se abrió suavemente, y levanté la vista para encontrarme con Almaric. Sin decir palabra, tomó una silla y se sentó frente a mí, sirviéndose una copa de vino de una jarra que había en la mesa.
"La encontraremos, Auren," dijo finalmente, su tono más suave de lo que esperaba.
"¿Cómo puedes estar tan seguro?" pregunté, sin apartar la mirada del mapa.
Almaric sonrió, pero no era una sonrisa alegre. Era una sonrisa de alguien que había visto demasiadas batallas. "Porque es Thyra. Y si algo sabemos de ella, es que nunca se rinde. Si está viva, la encontraremos. Y si no..." Su voz se apagó un momento antes de continuar. "Nos aseguraremos de que reciba el honor que merece."
Asentí lentamente, dejando que sus palabras se hundieran en mi mente. Sabía que tenía razón, pero eso no hacía que la espera fuera más fácil.
***
Al amanecer, todo estaba listo. Los caballos estaban cargados, las tropas formadas, y los tres contingentes unidos en un solo frente. Las banderas de las casas Auren, Almaric y Varenn ondeaban al viento helado mientras salíamos de la capital, dejando atrás la intriga y las mentiras del consejo.
El viaje sería largo, pero no estábamos solos. Por primera vez en mucho tiempo, las tres familias más poderosas del reino estaban unidas por una causa común.
Miré a los jóvenes mientras cabalgábamos, sus rostros serios y determinados. Podía ver la sombra de Thyra en ellos, la misma fuerza que la definía.
El panorama que se extendía ante nosotros era desolador, una muestra clara de la magnitud de la batalla que había tenido lugar. El aire estaba impregnado de un olor metálico, mezcla de sangre, cenizas y mana residual. Las bestias yacían muertas en cantidades alarmantes, sus cuerpos desmembrados y calcinados esparcidos por el terreno como testigos de la furia que había desatado mi hija.
"Es un campo de guerra," murmuró Myla, su tono era solemne mientras su mirada recorría el terreno. Sus ojos se detuvieron en un área carbonizada, donde la nieve no había logrado cubrir la tierra chamuscada. "Este rastro de mana… es de ella. Uno de sus hechizos de área."
Asentí, sin quitar la vista del caos. Cada paso que dábamos revelaba más evidencia de lo que Thyra había enfrentado sola. Socavones profundos marcaban el suelo, indicando dónde la tierra había cedido bajo el peso de algo colosal. Según los informes que habíamos recibido antes, una bestia gigantesca había emergido del suelo, iniciando gran parte de la devastación.
Caden y Darién llegaron poco después, ambos cubiertos de polvo y nieve tras su inspección de una zona cercana. Caden parecía especialmente agitado, sus movimientos eran tensos mientras hablaba.
"El paso más al norte está completamente destrozado," informó. "Parece que Thyra llevó la pelea hacia esa dirección. No hay duda de que intentó distraer a la criatura lo más lejos posible de la base."
"Es peor de lo que imaginaba," agregó Darién, su expresión seria. "Lo que sea que enfrentó, dejó huellas profundas… más profundas de lo que esperaba."
Seguimos avanzando, siguiendo el rastro de destrucción que Thyra había dejado en su enfrentamiento. El terreno se volvió cada vez más abrupto y desnivelado, hasta que llegamos a una zona rocosa con un enorme socavón. Las marcas de garras en la superficie eran inconfundibles; algo gigantesco había salido desde las profundidades de la tierra.
"El dragón," murmuró Varenn, señalando los arañazos. "Salió de aquí."
El peso de esa declaración cayó sobre nosotros mientras nos preparábamos para descender. La tensión se sentía en el aire, como si las rocas y la tierra misma contuvieran los ecos de la batalla. La caverna era enorme, su oscuridad parecía devorar la luz de las antorchas que llevábamos.
Al llegar al fondo, el panorama era incluso peor de lo que habíamos imaginado. Allí estaba la bestia, desmembrada y muerta, su sangre oscura congelada en gruesas placas sobre el suelo. La bestia, su cuerpo destrozado hablaba de una batalla épica, pero también de la fuerza que Thyra había tenido que desatar para derrotarlo.
"Dioses…" susurró Myla, su voz llena de asombro y temor.
El suelo alrededor de la caverna estaba devastado, mostrando claros signos del aliento del dragón. Grandes franjas de roca estaban fundidas y ennegrecidas, como si la criatura hubiera intentado arrasar con todo. Pero lo que captó nuestra atención fue el altar al fondo de la caverna.
Era extraño, fuera de lugar en un sitio así. La piedra parecía antigua, cubierta de inscripciones que no reconocíamos, y aunque estaba parcialmente dañada, emanaba un aura inquietante. Nos detuvimos frente a él, una sensación de incomodidad creciendo en todos nosotros.
"Esto no debería estar aquí," dijo Almaric, rompiendo el silencio. "Sea lo que sea, no me gusta."
"Si el consejo llega a enterarse de esto…" comenzó Varenn, dejando la frase inconclusa. No hacía falta que terminara; todos sabíamos lo que significaba. Cualquier cosa que el consejo pudiera considerar útil sería inmediatamente confiscada y usada para sus propios fines, sin importar las consecuencias.
"¿Qué hacemos con él?" preguntó Caden, mirando hacia mí.
Tomé aire, considerando nuestras opciones. Era cierto que no entendíamos qué función tenía el altar ni por qué estaba allí, pero también sabía que no podíamos permitir que cayera en manos del consejo. Cualquier poder que pudiera albergar sería usado para fortalecer su control sobre el reino.
"Lo destruimos," respondí finalmente, mi tono firme.
Hubo un momento de silencio antes de que todos asintieran. No era una decisión fácil, pero era la correcta. Nos tomamos el tiempo necesario para preparar las cargas explosivas que habíamos traído para situaciones como esta. No podíamos correr el riesgo de que algo quedara intacto.
Mientras trabajábamos, no podía evitar sentir una punzada de pesar. Había demasiadas preguntas sin respuesta. ¿Qué papel había jugado ese altar en la batalla de Thyra? ¿Había tenido algo que ver con su desaparición? Pero no podíamos detenernos en ello.
Cuando finalmente todo estuvo listo, retrocedimos a una distancia segura. Las explosiones resonaron en la caverna, haciendo temblar el suelo bajo nuestros pies. El altar se desmoronó en una nube de polvo y escombros, enterrando cualquier secreto que pudiera haber guardado.
"Es lo mejor," dijo Varenn, aunque su expresión parecía reflejar la misma incertidumbre que sentía yo.
Asentí, mirando hacia el dragón muerto una vez más. "Ahora debemos seguir adelante. Si Thyra sigue viva, no estará aquí."
Con eso, comenzamos a ascender nuevamente hacia la superficie, dejando atrás la caverna y su oscuro ambiente.