*THYRA*
Los días comenzaron a desdibujarse entre entrenamientos y meditación, el ritmo constante de esfuerzo físico y mental. Mi cuerpo, aunque ya más ligero y resistente, aún se resintió por las exigencias del entrenamiento. Enarian me empujaba más allá de mis límites, sin piedad, sin descanso. Cada día era una batalla, y aunque el dolor me consumía, también me enseñaba. Cada golpe que recibía, cada caída que experimentaba, me estaba forjando. No era fácil, pero ya no había marcha atrás.
Durante los entrenamientos, Enarian no me ofrecía ni un atisbo de compasión. Mi cuerpo comenzó a acostumbrarse al dolor de los fuertes impactos, y aunque al principio me costaba mucho mantenerme de pie después de los entrenamientos, empecé a ver cambios. El poder que había absorbido del dragón, y lo que había aprendido de él, comenzaba a integrarse en mí de una forma que ni siquiera imaginaba. Ya no necesitaba pensar para moverme, era casi instintivo. Cada movimiento, cada ataque, fluía de una manera fluida y rápida, pero aún me faltaba mucho por aprender.
Enarian me golpeaba con su fuerza brutal, desafiándome a resistir y contraatacar. Cada vez que pensaba que podía esquivar o bloquear su ataque, él encontraba una manera de hacerlo aún más difícil. Mis piernas temblaban, mi respiración se entrecortaba, pero me mantenía firme. Sabía que la única manera de avanzar era seguir, incluso si el dolor era insoportable.
"Eso es todo lo que tienes, Lady Auren?" Enarian dijo, una sonrisa burlona en su rostro mientras me observaba caer al suelo una vez más. Pero esta vez, me levanté más rápido. "No puedes dejar que el miedo o el dolor te dominen. Tienes que usarlo como combustible."
Era cierto. Algo dentro de mí comenzaba a cambiar. La agilidad que sentía al entrenar no era solo porque mis músculos se volvían más fuertes. Sentía como si todo mi ser estuviera trabajando en perfecta sincronía, como si mi cuerpo ya no estuviera limitado por lo que antes pensaba que era posible. No sólo mis reflejos mejoraron, sino también mi visión dinámica. Podía ver el movimiento de mi enemigo, sus ataques, sus cambios de posición, antes de que sucedieran. Era como si todo se moviera a cámara lenta, permitiéndome anticipar sus movimientos y actuar con una rapidez que antes era impensable.
Pude esquivar uno de sus ataques, y en lugar de caer al suelo como era costumbre, me giré sobre mis pies con una velocidad que me sorprendió a mí misma. El cambio en mi agilidad fue notable, y al mismo tiempo, mi capacidad para moverme con precisión y control aumentó. No era solo fuerza bruta lo que me estaba ayudando a ganar, sino una velocidad que parecía ser innata. Mi cuerpo ahora se sentía más ligero, más rápido, como si la fuerza de un dragón se hubiera fusionado con mi propia naturaleza.
"Interesante," murmuró Enarian, observando mi movimiento con una mirada evaluadora. "No solo tu fuerza ha aumentado. Tu control sobre tu cuerpo y tu mente ha mejorado enormemente. Eso es lo que necesitas para ganar."
Me concentré, buscando el siguiente movimiento, mi visión aún más clara, mis músculos más preparados para la acción. Sabía que el entrenamiento aún no había terminado, pero ahora sentía que estaba comenzando a entender algo más profundo de lo que había absorbido. Mi conexión con el mana, mi capacidad para aprovecharlo de manera natural, ya no era solo un beneficio adicional. Era la base sobre la cual podía edificar mi poder.
"Lo ves," Enarian dijo con un tono más serio. "Esa es la clave. No se trata solo de la magia o la fuerza física. Se trata de cómo integras todo eso en tu ser. Lo que has hecho, al absorber la esencia del dragón, no solo ha cambiado tu cuerpo. Ha alterado tu forma de pensar, de sentir y de actuar. Y, aunque aún no entiendas todo lo que eso significa, lo vas a descubrir. Lo importante es que, ahora, todo lo que necesitas está dentro de ti."
Me detuve por un momento, respirando con dificultad, pero con una nueva resolución en mis ojos. Ya no sentía que luchaba solo para sobrevivir. Sentía que estaba en control, que podía enfrentar lo que viniera. Con un leve asentimiento, me preparé para lo siguiente.
"No puedo quedarme aquí para siempre," dije, mis palabras firmes. "Debo regresar y regresar con mi familia. No puedo seguir perdiendo el tiempo."
Enarian me miró, y aunque su expresión era seria, había una leve sonrisa en sus labios. "Eso es lo que quiero ver. Pero recuerda, las decisiones que tomes de ahora en adelante tendrán consecuencias. Así que asegúrate de que cada paso que des, sea uno que valga la pena."
Con esa advertencia resonando en mi mente, me preparé para enfrentar lo que vendría. Mi cuerpo ya no estaba el mismo. Ni mi mente. Y, con todo el poder que había ganado, sabía que mi destino ya no sería el de una simple guerrera. El futuro que me esperaba estaba lleno de incertidumbre, pero también de nuevas posibilidades. Y, por primera vez, no temía enfrentarlas.
****
El día llegó, y Enarian, como siempre tan enigmático y sereno, me entregó ropa nueva, ligera pero resistente, adaptada para los caminos largos que tendría que recorrer. También me entregó una espada magnífica, con una hoja que brillaba con un resplandor casi etéreo, como si tuviera vida propia. El filo parecía más afilado que cualquier acero que hubiera tocado, y sus símbolos arcanos pulían su superficie.
"Esta espada lleva parte de mi mana," me explicó con calma. "Es un regalo para tu viaje. Para ti, en caso de que necesites defensa o fuerza. Invoca tu mana en ella, hazla tuya. El lazo que crees con ella será importante para tu camino."
Con un asentimiento, puse mis manos sobre el pomo de la espada. Cerré los ojos y sentí cómo el mana que fluía dentro de mí se extendía hasta la espada. Al principio, no pasó nada, pero de repente, la hoja comenzó a vibrar suavemente, como si respondiera a mi llamada. Luego, vi cómo la espada se llenaba de una luz dorada, como si absorbiera mi energía y la convirtiera en parte de su propio ser. Fue un vínculo sorprendente, poderoso, que me llenó de una sensación que no había experimentado antes. La espada ya no era solo una herramienta, sino una extensión de mí misma.
Enarian observó, su rostro impasible, pero su mirada indicaba que estaba satisfecho con el resultado. "Ahora, estás lista para el viaje," dijo en voz baja. "Sin embargo, hay algo que debes saber. El lugar donde aparecerás será un punto muy distante de donde estás ahora. Desde allí, si deseas regresar a tu hogar, dependerá de ti cómo avanzas, de cómo utilizas tu fuerza y energía para moverte a través de ese mundo. Podrías tardar semanas, tal vez meses, o incluso más, si no tomas las decisiones correctas. Puede que demore un año entero antes de que llegues a tu destino... pero eso dependerá de ti, de tu urgencia y de tu voluntad de regresar."
Una punzada de preocupación recorrió mi pecho. "¿Tardar tanto?" Pregunté, mi voz un susurro lleno de incertidumbre. Sin embargo, también sabía que no tenía otra opción, debía regresar.
Enarian continuó: "No te preocupes, no todo está perdido. Te deseo lo mejor. Ojalá algún día, en algún momento, volvamos a encontrarnos. Y si no, recuerda lo que has aprendido aquí, lo que has descubierto sobre ti misma. No olvides tus lecciones, y no olvides a quien te ayudó a encontrar el camino. Tienes la fuerza dentro de ti."
Me miró por un momento, sus ojos profundamente serenos, como si pudiera ver más allá de lo que yo era capaz de comprender. Me dio un último adiós, y sus palabras flotaron en el aire como una promesa: "Recuerda lo que eres capaz de hacer, Thyra. No olvides el poder que has despertado dentro de ti."
De repente, una brillante luz dorada envolvió mi cuerpo, y sentí cómo me elevaba del suelo. El resplandor se intensificó, envolviéndome hasta que todo lo que vi fue una cascada de luz cegadora. En un abrir y cerrar de ojos, el paisaje cambió, y la sensación de estar siendo transportada a un lugar completamente distinto me hizo sentir la vertiginosa mezcla de incertidumbre y esperanza.
Cuando la luz finalmente desapareció, me encontré de pie sobre una montaña, con el aire fresco acariciando mi rostro. Miré hacia el horizonte y vi cómo el sol comenzaba a ascender lentamente, iluminando el mundo que se extendía ante mí. Ya no había nieve en el suelo, el invierno había quedado atrás. Las estaciones habían cambiado sin que yo lo supiera. La primavera ya había comenzado a despertar el mundo, mientras yo, ahora completamente ajena al tiempo que había pasado, me encontraba de nuevo en un terreno desconocido.
Mi mente procesó las palabras de Enarian. Habían pasado cuatro meses desde mi desaparición. Cuatro largos meses. Pero no tenía tiempo para lamentarme ni pensar en el pasado. Mi misión seguía, y ahora, mi único objetivo era regresar a casa.
Comencé a descender lentamente por la montaña, mis pies sintiendo la solidez del terreno mientras me adaptaba al nuevo entorno. Cada paso era más fluido, como si mi cuerpo ya conociera el camino. Había algo en mi interior, algo que había cambiado durante todo ese tiempo en que estuve entrenando con Enarian, que ahora se reflejaba en mi agilidad.
Usé mis habilidades mejoradas para deslizarme con facilidad entre las rocas y los árboles, saltando de una plataforma a otra con una gracia y velocidad que nunca había experimentado. La energía dentro de mí parecía amplificar cada uno de mis movimientos. No necesitaba pensar mucho, simplemente seguía el flujo natural del mundo a mi alrededor. Mis ojos se movían rápido, notando los detalles del terreno, las rocas y las ramitas que podrían ser obstáculos para alguien menos entrenado, pero para mí eran apenas una extensión de la naturaleza misma.
Los árboles, las rocas y los desniveles de la montaña parecían invitarme a seguir avanzando. El viento acariciaba mi rostro, mientras sentía cómo mi cuerpo se adaptaba a los cambios del terreno. Me deslicé por una pendiente rocosa, mis manos tocando las rocas para balancearme y asegurarme de no caer. Cada salto, cada movimiento, se sentía natural, sin esfuerzo, como si mi cuerpo estuviera sincronizado con el ritmo de la montaña.
A medida que descendía más, la vegetación se volvía más densa, pero mis sentidos mejorados me permitían detectar cada rama, cada espina que se interponía en mi camino. Podía escuchar el crujir de las hojas bajo mis pies, el susurro del viento entre los árboles, y el cantar lejano de los animales. Cada paso me acercaba más a lo desconocido, pero también me llenaba de una extraña sensación de libertad.
El sol ya estaba más alto en el cielo, y el aire fresco de la montaña había dado paso a una brisa cálida a medida que descendía. Había estado caminando y saltando durante horas, sin detenerme mucho, permitiendo que la adrenalina y la energía de mis entrenamientos me llevaran más rápido de lo que había imaginado. Finalmente, llegué a una pequeña llanura rodeada de árboles, con una corriente de agua cristalina corriendo por el centro. El paisaje era sereno, como si todo en el mundo hubiera tomado un respiro.
Me detuve un momento para evaluar mi situación. Mis músculos, aunque tensos de tanto movimiento, no se sentían fatigados. No como antes. Era una sensación nueva, como si mi cuerpo se hubiera adaptado al cambio de forma que ya no conocía.
Agachándome junto al río, tomé un poco de agua. El sabor era fresco y puro, una sensación que me hizo recordar los días tranquilos en la capital. Sin embargo, esa calma pronto se desvaneció cuando pensé en todo lo que había dejado atrás y lo que aún me esperaba.
Miré el horizonte. Aunque la montaña me había dado algo de perspectiva, aún no sabía dónde estaba exactamente, y mi objetivo seguía siendo regresar a la capital. Pero sabía que el camino no sería fácil. A pesar de los avances que había logrado, el mundo seguía siendo vasto y extraño.
Justo en ese momento, una ligera vibración recorrió la tierra, un susurro casi imperceptible, pero suficiente para captar mi atención. Me levanté de inmediato, mis sentidos más alerta que nunca. Miré a mi alrededor, tratando de detectar cualquier movimiento. No estaba sola.
A lo lejos, escuché un sonido suave pero firme, como el retumbar de cascos golpeando el suelo. Mi corazón latió con más fuerza. ¿Era algún tipo de patrullaje? ¿Algo o alguien relacionado con la capital? ¿O tal vez una amenaza inesperada? La incertidumbre me inundó, pero no había tiempo para dudas.
Me adentré en la maleza para ocultarme, evaluando la situación. Si alguien se acercaba, necesitaba estar lista. A lo lejos, la figura de varios jinetes comenzó a hacerse más clara, avanzando a paso firme. Había algo en ellos que me parecía conocido, pero no podía recordar de inmediato.
Mis ojos se entrecerraron, buscando detalles. Los cascos brillaban con el reflejo del sol. No podían ser simples viajeros; su equipo y forma de moverse indicaban algo más, probablemente soldados. Si eran del reino, podría significar que estaba cerca de algún asentamiento humano. Tal vez, finalmente, había encontrado el camino de regreso a la civilización.
Decidí salir de mi escondite, tomando un paso cauteloso hacia los soldados. No quería causar una impresión equivocada, pero necesitaba respuestas. Al acercarme, noté cómo sus ojos se fijaban en mí con desconfianza, y sin previo aviso, todos apuntaron sus armas hacia mi dirección. La tensión en el aire era palpable.
Al ver sus reacciones, me detuve, levantando las manos en señal de paz. "¿Qué sucede?", les pregunté, buscando mantener la calma, aunque la incomodidad me invadía. "¿Qué hice? ¿Por qué me apuntan con armas?"
Uno de los soldados, visiblemente nervioso, trató de mantener su voz firme, pero había un temblor en sus palabras. "Tu... tu presencia", dijo, casi titubeando. "Tu intensidad asesina... Está claro que no estás aquí con buenas intenciones."
Fruncí el ceño, sorprendida por su acusación. No tenía idea de qué hablaba. No había activado ningún aura ni intención agresiva. Sentí que mi poder residía en mí, pero no lo había liberado. Con un ligero esfuerzo, suprimí mi aura, oprimiéndola hasta que mi presencia se calmó, volviendo a un nivel más bajo y menos imponente.
"Lo siento", dije, mi tono suave, pero firme. "No quiero causarles problemas. Solo estoy buscando respuestas. No sé dónde estoy y necesito ayuda."
Los soldados intercambiaron miradas, sus armas aún apuntando hacia mí, pero con menos seguridad que antes. Después de un par de segundos, uno de ellos, que parecía un poco más calmado que los demás, respondió: "Este es el reino de Karyndor."
Mi mente se agitó al escuchar esas palabras. Karyndor. Nunca había oído hablar de este reino, al menos no de forma directa. Este no era mi hogar, y la revelación me hizo sentir más perdida de lo que ya estaba. A pesar de eso, traté de mantener mi compostura.
"Soy una viajera", dije rápidamente, inventando una excusa. "Perdí mi mapa y me he perdido. Estoy buscando un pueblo o ciudad donde pueda ganar algo de dinero. Algo para seguir mi camino."
Los soldados se miraron unos a otros, claramente inseguros de si creerme o no, pero finalmente uno de ellos, el más joven del grupo, bajó ligeramente su arma, aunque aún en alerta. "¿Qué clase de viajera eres?" preguntó, sin mucho convencimiento. "¿De dónde vienes?"
"No soy de esta región", respondí rápidamente, "y no sé cuánto tiempo he estado perdida. Solo sé que necesito un lugar donde pueda descansar y conseguir algo de dinero. He tenido un largo viaje y no estoy buscando problemas, solo respuestas y dirección."
Aunque los soldados aún estaban desconcertados, finalmente asintieron, permitiéndome acercarme un poco más. "Hay una ciudad más al sur", dijo el soldado que había hablado antes. "Gloresc, es la más cercana. No está muy lejos de aquí, pero no te confíes. Es una ciudad algo... estricta."
Gloresc. Ese nombre me sonaba familiar, aunque no estaba segura de por qué. "Gracias", respondí, aliviada de al menos tener una dirección clara. "¿Puedo seguir hacia allí?"
"Sí, pero mantén la calma", advirtió otro soldado. "Si no tienes malas intenciones, será mejor que no lo parezca. La ciudad no es amigable con extraños."
Asentí sin decir más, agradeciendo su consejo. Aunque la situación no estaba completamente resuelta, al menos ahora tenía una dirección, y una oportunidad para recuperar el control de mi destino.
Los soldados me dejaron seguir mi camino hacia Gloresc, pero sus ojos seguían vigilándome, como si esperaran que hiciera un movimiento en falso. Mientras caminaba en la dirección que me habían señalado, sentí una mezcla de esperanza y desconfianza. Estaba un paso más cerca de regresar a casa, pero la incertidumbre de mi situación y este nuevo reino seguía pesando sobre mí.
Sabía que el camino sería largo y complicado, pero no tenía otra opción que avanzar. Y tal vez, solo tal vez, encontraría las respuestas que necesitaba al llegar a Gloresc.
Mientras caminaba hacia el sur, mis pensamientos comenzaron a acelerar. El nombre ,Karyndor seguía resonando en mi mente, y de repente, un escalofrío recorrió mi cuerpo. No fue hasta que el recuerdo emergió de la niebla de mi mente que comprendí el alcance de la situación en la que me encontraba.
Karyndor. Un nombre que había escuchado una vez, no de forma directa, sino como un susurro en los pasillos del consejo, en conversaciones secretas entre los líderes de mi tierra. Había oído hablar de este reino en los relatos de viajeros y comerciantes, pero nunca pensé que estaría aquí, en sus tierras. Karyndor no era parte de mi continente, ni siquiera se encontraba cerca de mi hogar. Estaba en un continente completamente diferente, y eso explicaba por qué no reconocía nada aquí.
Mi estómago se encogió al darme cuenta de la magnitud de mi error. El simple hecho de estar en otro continente lo cambiaba todo. Mi hogar estaba tan lejos que ni siquiera podía adivinar por dónde comenzar a regresar. ¿Estaba al norte, al sur, al este o al oeste del océano que separaba este continente del mío? Las posibilidades eran infinitas, y cada dirección podría llevarme a un camino diferente y desconocido.
Sentí una presión en el pecho, la ansiedad de no saber en qué dirección ir. Las montañas, los océanos... ¿cómo podría cruzarlos sin saber por dónde empezar? No tenía mapas, no tenía la más mínima idea de cómo estaba conformado el mundo aquí, y mucho menos cómo podía encontrar un barco o un paso hacia mi tierra.
El mar... ¿cómo podría cruzarlo? Me pregunté, mirando hacia el horizonte donde el sol se ocultaba. Si mi reino estaba al otro lado del océano, ¿habría algún puerto cercano que pudiera llevarme de regreso? Pero aún si lograba encontrar un barco, ¿tendría suficiente dinero o recursos para pagar el viaje? Si no lograba encontrar un barco, ¿podría atravesar las montañas? ¿Había alguna ruta segura?
Mi mente giraba en torno a posibles soluciones, pero cada una parecía tan lejana y difícil de alcanzar. Entonces, una idea se me ocurrió, aunque no me gustaba la dirección en la que podía llevarme. La gente de esta región parecía algo cerrada y desconfiada, y la ciudad de Gloresc podría ser un buen lugar para empezar a buscar información. Tal vez allí encontraría alguien que conociera las rutas más cercanas, o tal vez un comerciante o viajero que pudiera darme indicaciones sobre cómo atravesar el continente o cómo encontrar un barco. Era una posibilidad, pero también una apuesta arriesgada.
En un momento de claridad, decidí que no tenía otra opción que avanzar hacia Gloresc, con la esperanza de que al menos allí pudiera obtener algo de información útil. No podía seguir vagando sin rumbo. Tal vez podría encontrar alguna pista que me indicara el camino hacia el puerto o hacia la frontera. Y si tenía suerte, podría conseguir algo de dinero en el proceso.
Con una mezcla de esperanza y miedo, decidí seguir mi camino. Las respuestas no estaban en el bosque ni en los soldados que me había encontrado, sino en la ciudad, en el bullicio y en la información que las personas podían ofrecerme. Todo lo que necesitaba era llegar allí sin ser detenida o vista con desconfianza.
Aunque las posibilidades parecían mínimas, una parte de mí seguía creyendo que encontraría una forma de regresar a casa.
Al llegar a la puerta de la ciudad, la vista era deslumbrante, y no pude evitar sentir un leve alivio al ver que finalmente llegaba a un lugar donde podría encontrar respuestas. Las grandes murallas de la ciudad de Gloresc se alzaban ante mí, rodeadas por una pequeña multitud que se movía de un lado a otro. El bullicio de la ciudad me envolvía, pero pronto me di cuenta de que no todo era tan sencillo como parecía.
Antes de que pudiera dar un paso más, dos guardias de la puerta me bloquearon el camino, observándome con una mirada fija. Eran altos, de aspecto robusto, con armaduras de cuero reforzado y espadas en sus costados. Sus ojos recorrieron mi figura de pies a cabeza, y aunque traté de mantenerme firme, no pude evitar notar sus miradas rápidas e indiscretas.
"¿Identificación?" preguntó uno de ellos con tono áspero, mientras el otro se mantenía alerta, como si esperara que intentara hacer algo sospechoso.
"Lo siento, la perdí..." respondí rápidamente, tratando de parecer lo más natural posible. "He tenido problemas en el camino. Me perdí y necesito encontrar trabajo para poder tramitarla nuevamente. No soy una amenaza, sólo estoy buscando una oportunidad para ganar algo de dinero."
El guardia que me había hablado me evaluó cuidadosamente, pero sus ojos parecían desviarse de vez en cuando hacia mi rostro y mi figura. Noté las miradas lascivas, pero decidí no mostrar incomodidad. Había aprendido a ignorar ese tipo de cosas en mi continente, sabiendo que no podía permitirme perder el control por detalles como esos.
El guardia que no había hablado se acercó un poco más, su mirada fija en mi rostro, mientras su compañero parecía no dejar de mirar mis piernas. Con una sonrisa burlona y una actitud confiada, dijo:
"¿Un trabajo, eh? Bueno... no tienes identificación, pero... supongo que podemos permitirte entrar. Sólo asegúrate de no causar problemas, ¿eh?" Se hizo a un lado, indicándome que pasara.
"Gracias..." respondí con cautela, pero sin mostrarme demasiado agradecida, y continué hacia la ciudad. No me fiaba de ellos ni de sus intenciones, pero ya no había vuelta atrás.
Al atravesar la puerta, la ciudad de Gloresc se desplegó ante mí, con sus calles llenas de comerciantes, viajeros y aldeanos. La actividad en las plazas y mercados era incansable, el ruido de las voces, el clink de las monedas y el bullicio de la vida cotidiana me hacían sentir algo más esperanzada. Sin embargo, mi mente seguía en alerta, sin olvidar las palabras de los guardias.
"¿Vas al gremio de aventureros?" preguntó uno de los guardias antes de que me alejara completamente. "Está en el centro de la ciudad, cerca del mercado. Si quieres encontrar trabajo, es el lugar donde te asignarán tareas."
Mis ojos se entrecerraron ligeramente. ¿Gremio de aventureros? La palabra gremio no era nada nuevo para mí, pero la referencia a aventureros era desconcertante. En mi continente, esa clase de gremios no existía. Los trabajos eran más mundanos, relacionados con la artesanía, la agricultura o la nobleza, pero... aventureros, en ese contexto, no tenía sentido.
Aun así, no podía darme el lujo de rechazar una posible fuente de ingresos. Necesitaba saber más sobre este gremio y, con suerte, encontrar alguna pista que me guiara hacia la forma de regresar a mi hogar. Me despedí de los guardias con una ligera inclinación de cabeza y seguí el camino que me indicaron, buscando ese misterioso lugar.
Al llegar, me encontré con un edificio de paredes robustas, decorado con símbolos de espadas cruzadas y escudos, todo dándole un aire de fortaleza. Al ingresar, me vi rodeada de personas de diferentes edades, razas y nacionalidades, todas conversando entre sí y registrándose en una mesa que parecía ser el centro de atención. Algunos portaban armaduras, otros vestían ropas ligeras, pero todos tenían un aire de determinación en sus rostros. Parecía un lugar donde los problemas y las soluciones se encontraban en un solo punto.
Me acerqué a una de las mesas y una mujer de cabello corto y ojos serios me miró de arriba abajo, evaluando mi presencia.
"¿Qué necesitas?" preguntó con voz firme.
"Estoy buscando trabajo..." respondí, tratando de sonar lo más confiada posible. "He estado viajando y necesito algo para ganar dinero y obtener una nueva identificación."
La mujer me estudió por un momento, como si decidiera si me era útil o no. Finalmente, suspiró y asintió.
"Aquí se asignan misiones. Si quieres algo de dinero, deberías comenzar con las tareas más sencillas. Los novatos se encargan de misiones de bajo nivel. Si demuestras tu habilidad, podrás ascender."
Mis manos se apretaron ligeramente. Mis habilidades... Sin duda, había adquirido una fuerza mayor, pero ¿sería suficiente para ser tomada en serio en este lugar?
Sin poder evitarlo, mi mente volvió a vagar. ¿Aventura? ¿Era eso lo que tenía por delante? Un nuevo mundo, con nuevas reglas y oportunidades... y quizás, también, una forma de regresar a mi hogar.