*THYRA*
Cargando el cuerpo inerte del Cazador de Sombras en mi hombro, me dirigí hacia el pueblo. El peso no era un problema, pero la inquietud de sentir un leve flujo de mana emanando del cadáver no desaparecía. Mi mente trabajaba sin descanso, recordando las palabras de Enarian. La esencia del dragón… ¿sería posible que también pudiera absorber el mana de otras criaturas?
Al llegar al pueblo, dejé caer el cuerpo frente al anciano y al grupo de aldeanos que se acercaron rápidamente al escucharme llegar. Sus expresiones fueron de asombro primero, luego de alivio.
"No tienen nada que temer ahora," dije mientras me quitaba algo de polvo del hombro. "El problema ya está resuelto."
El anciano me miró con gratitud, aunque también con cierta precaución. "Gracias, viajera. No sabemos cómo pagarte por esto. Esa criatura nos tenía aterrorizados."
Algunos hombres se acercaron al cuerpo del Cazador, inspeccionándolo con cuidado. Yo me limité a observarlos en silencio, sintiendo que algo se removía en mi interior.
"Con que agradezcan es suficiente," respondí finalmente. Después de intercambiar algunas palabras más con los aldeanos y rechazar su insistencia en darme comida o alojamiento, me despedí. Necesitaba regresar a la ciudad cuanto antes para reclamar mi recompensa y tramitar mi identificación.
Cuando me alejé lo suficiente del pueblo, volví a infundir mana en mi cuerpo. Sentí la energía recorrer mis piernas, mis músculos fortalecerse y mi velocidad aumentar. A medida que avanzaba, el flujo de mana del cadáver en mi hombro se hacía más evidente, casi como un susurro persistente. No podía ignorarlo más.
Me detuve en un claro del bosque, dejando caer el cuerpo del Cazador al suelo. Mis ojos se fijaron en él mientras mi mente procesaba la idea que había estado rondando desde que sentí ese flujo.
"¿Funcionará?" murmuré para mí misma. Sabía que lo que estaba considerando era arriesgado, quizás peligroso, pero la curiosidad me consumía. Si había logrado absorber la esencia de un dragón, ¿por qué no intentarlo con este ser? Aunque no obtuviera habilidades ni recuerdos, al menos podría recuperar parte de su mana.
Me arrodillé junto al cuerpo y extendí mi mano. Cerré los ojos, recordando el proceso caótico e instintivo que había sucedido con el dragón. Pero esta vez sería diferente; tenía control, conocimiento y una intención clara.
Comencé a enfocar mi mana, conectándolo lentamente con el flujo residual que emanaba del cadáver. Al principio, fue como tocar una corriente fría y débil, pero pronto sentí cómo ese mana empezaba a responder. No era como el dragón, lleno de una esencia viva y poderosa; este era un mana oscuro, retorcido, como si todavía llevara consigo la malicia del Cazador.
El flujo comenzó a entrar en mí, lento pero constante. Sentí una punzada en mi pecho, una sensación de vacío que se llenaba poco a poco. Mi cuerpo comenzó a absorberlo, aunque no sin cierta resistencia. La energía era pesada, como si intentara contaminarme, pero mi propio mana reaccionó, purificando y asimilando lo que podía.
Cuando terminé, me senté en el suelo, respirando profundamente. Mi cuerpo estaba cálido, fortalecido de una forma que no esperaba. No era un cambio tan evidente como el del dragón, pero podía sentirlo: mi mana era un poco más abundante, un poco más denso.
"Interesante…" murmuré, levantándome. Volví a colocar el cuerpo sobre mi hombro, sintiéndome más ligera, más fuerte. No sabía si lo que acababa de hacer era correcto o prudente, pero no podía negar que era útil.
Con esa experiencia en mente, me puse nuevamente en marcha hacia la ciudad, ansiosa por terminar con este encargo y ver qué más podía descubrir.
Poco tiempo después llegué nuevamente a la ciudad. Los guardias en la entrada, los mismos que me habían permitido pasar anteriormente, me detuvieron de nuevo, pero esta vez no ocultaron su sorpresa al verme con el cadáver del Cazador de Sombras colgando de mi hombro.
"Vaya, parece que tuviste un buen inicio como aventurera," dijo uno de ellos, observando el cuerpo con una mezcla de asombro y cautela. "No esperaba que regresaras tan rápido... y con eso encima."
Me limité a encogerme de hombros, sin detener mi paso. "Supongo que tuve suerte," respondí, intentando parecer despreocupada.
"Más bien habilidad," comentó el otro guardia, abriéndome paso con una sonrisa nerviosa. "Adelante, pasa. Parece que tienes mucho que reportar."
Entré en la ciudad sin decir más, centrada en llegar al gremio y reclamar mi recompensa. Después de un rato caminando por las calles concurridas, finalmente me encontré frente al edificio del gremio. Empujé la puerta con mi mano libre, sintiendo varias miradas sobre mí mientras avanzaba hacia el mostrador.
"¡Tú otra vez!" exclamó la recepcionista al verme. Su expresión pasó rápidamente de la sorpresa al desconcierto al notar el cadáver que llevaba. "¿Eso es…? ¿Trajiste el cuerpo del Cazador de Sombras?"
Dejé caer el cadáver con un ruido sordo frente a ella, limpiándome las manos como si aquello fuera lo más normal del mundo. "Mi tarea está concluida," declaré con calma, esperando que procediera con los trámites.
La recepcionista frunció el ceño, llevándose una mano a la frente mientras suspiraba profundamente. "No tenías que traer el cuerpo," explicó, mirándome con algo de exasperación. "Solo necesitabas traer algo que demostrara que cumpliste con la misión. Una prueba, como un trofeo del cazador o cualquier señal que lo confirmara... pero no el cadáver completo."
Me llevé una mano a la nuca, fingiendo una expresión de vergüenza mientras desviaba la mirada. "Oh… lo siento, no tenía idea de eso," respondí, rascándome la cabeza con una pequeña sonrisa torpe. "Pensé que necesitaban el cuerpo como prueba."
Ella me miró fijamente, como si evaluara si hablaba en serio o no, y luego negó con la cabeza. "Bueno, al menos no habrá dudas de que cumpliste con la misión."
"Supongo que no," murmuré, encogiéndome de hombros.
La recepcionista llamó a algunos aventureros que estaban cerca para que retiraran el cadáver, indicándoles que lo llevaran al área designada para manejo de cuerpos de criaturas derrotadas. Luego me dirigió una mirada más amable.
"Tu recompensa estará lista en un momento," dijo, escribiendo algo en un pergamino y sacando una pequeña bolsa de monedas de una caja. "Aquí tienes. Has hecho un excelente trabajo para ser alguien nueva en esto."
Tomé la bolsa y asentí, agradecida por el reconocimiento. "¿Hay alguna otra misión de nivel alto disponible?" pregunté mientras guardaba la recompensa.
La recepcionista me miró con cierta incredulidad, como si no pudiera creer que quisiera más trabajo tan pronto. "¿Otra misión? Apenas acabas de completar una. ¿No quieres descansar?"
Negué con la cabeza. "No tengo tiempo para eso. Necesito completar varias misiones para tramitar mi identificación lo antes posible."
Ella suspiró, pero finalmente revisó el tablón detrás de ella. "Hay una misión de nivel alto que acaba de ser publicada," dijo después de unos segundos. "Aunque debo advertirte que esta podría ser más peligrosa que la anterior."
"Perfecto," respondí con determinación. "Dámela."
Me entregó los detalles de la misión junto con un mapa que marcaba la ubicación aproximada. "Buena suerte," me dijo, aunque su tono parecía más preocupado que esperanzado.
"Gracias. No la necesitaré," respondí antes de girarme y salir del gremio. Una vez fuera, abrí el pergamino para leer los detalles de mi próxima tarea, mi mente ya enfocada en el siguiente desafío.
*****
*ALGUIEN*
El calor del fuego era insoportable, pero ya no sentía miedo, solo la adrenalina de la batalla. Las llamas iluminaban la noche con un resplandor danzante, proyectando sombras de las enormes bestias que enfrentábamos. Los rugidos de los minotauros resonaban por todo el claro, mezclándose con los gritos de los aventureros y el sonido metálico de las armas chocando. Mi lanza atravesó el costado de uno de los minotauros con fuerza, sintiendo cómo la carne y el hueso cedían ante la hoja afilada.
"¡Uno menos!" grité, sacudiendo la lanza para liberarla mientras el cuerpo masivo del monstruo caía al suelo, levantando polvo y cenizas a su alrededor.
El sudor corría por mi frente, mezclándose con la sangre y la suciedad. Mi magia de fuego crepitaba en la punta de la lanza, pero no era suficiente. Aunque cada golpe incendiaba a las bestias, no podía detenerlas con la velocidad que necesitábamos. Parecían infinitas.
"¡Cuidado, Aedric!" escuché a alguien gritar detrás de mí. Giré justo a tiempo para ver cómo otro minotauro cargaba hacia mí con su enorme hacha en alto. Apenas logré alzar mi lanza para bloquear el golpe, pero la fuerza del impacto me lanzó hacia atrás. Caí al suelo con fuerza, sintiendo el aire escaparse de mis pulmones.
*AEDRIC*
Antes de que pudiera levantarme, el minotauro ya estaba sobre mí, gruñendo con furia, su aliento caliente golpeando mi rostro. Alcé la mano instintivamente, liberando una explosión de llamas que impactó directamente en su rostro. La bestia retrocedió, rugiendo de dolor mientras su piel se quemaba, pero aún no caía.
"¡Maldición! ¡Estos malditos monstruos son demasiado resistentes!" mascullé mientras me ponía de pie de un salto, retrocediendo para ganar algo de espacio.
Alrededor del claro, el caos continuaba. Los demás aventureros estaban igual de abrumados, luchando por mantenerse de pie mientras enfrentaban a las hordas de criaturas. Vi cómo uno de ellos, un espadachín, caía al suelo después de ser golpeado por un minotauro, su arma volando lejos de su alcance.
"¡Resistan! ¡No podemos dejarlos ganar terreno!" rugí, alzando la lanza hacia el cielo y canalizando mi magia con todas mis fuerzas. Las llamas a mi alrededor se intensificaron, envolviendo la punta de mi arma en un resplandor ardiente.
Cargué hacia el minotauro que me había atacado, lanzando un golpe directo a su torso. La lanza atravesó su piel como un hierro candente, y el fuego se extendió por todo su cuerpo, consumiéndolo desde adentro. La bestia cayó de rodillas, soltando un último rugido antes de desplomarse.
Pero no había tiempo para celebrar. Dos más aparecieron detrás de él, y no parecía que el flujo de criaturas fuera a detenerse pronto.
"Esto no tiene fin…" murmuré, apretando los dientes mientras me preparaba para enfrentar a los siguientes enemigos. Las llamas en mi lanza comenzaron a debilitarse; estaba gastando demasiado mana demasiado rápido.
"¡Aedric, detrás de ti!"
Me giré justo a tiempo para bloquear un golpe más, aunque esta vez mis piernas temblaron bajo la presión. Ya no podía mantener este ritmo por mucho más tiempo.
"Necesitamos refuerzos o un milagro," pensé mientras miraba alrededor, buscando cualquier oportunidad o ventaja que pudiera ayudarnos a sobrevivir esta noche. Pero en el fondo sabía que estábamos al límite, y el amanecer aún estaba muy lejos.
Inesperadamente un minotauro apareció detrás de mi, dándome un golpe certero en el costado, el impacto fue brutal. Sentí cómo mi cuerpo era arrojado contra la montaña de cadáveres, el aire escapando de mis pulmones y el dolor intenso recorriendo mi espalda. El suelo estaba cubierto por restos de las criaturas que habíamos derrotado, pero no había tiempo para descansar. Apenas me reincorporé, escuché el rugido de uno de los minotauros, una de las bestias se había alzado sobre la montaña de cadáveres, sus ojos brillando con furia.
Mi respiración era agitada, la sangre se mezclaba con el barro y el sudor que cubría mi cuerpo. Apenas logré rodar a tiempo para esquivar el ataque descendente, pero el filo del hacha del minotauro rozó mi costado. El dolor fue insoportable, como si algo en mi interior se hubiera desgarrado. La herida era profunda, y la sangre comenzaba a brotar rápidamente, empapando mi ropa.
"¡Mierda!" gruñí, forzándome a ponerme de pie.
Antes de que pudiera reaccionar, otro minotauro se lanzó hacia mí desde mi izquierda, su hacha cortando el aire con una velocidad impresionante. Apenas pude bloquear el golpe con mi lanza, pero el impacto casi me hizo caer de nuevo. El costado herido me ardía como si las llamas mismas lo estuvieran consumiendo.
Cada golpe que recibía me dejaba más débil. Mis piernas vacilaban bajo el peso de la fatiga, y mi lanza ya no era tan precisa ni tan poderosa. Sentí cómo mi magia de fuego comenzaba a agotarse, las llamas que normalmente brotaban con furia ahora apenas chisporroteaban.
"¡Esto no va a terminar bien!" pensé mientras me retiraba rápidamente, buscando alguna forma de reagruparme.
El terreno a mi alrededor se movía rápidamente, y la oscuridad de la noche parecía apoderarse de todo. Los gritos de los demás aventureros se oían a lo lejos, pero no podía concentrarme en ellos. Mi mente solo estaba fija en los dos minotauros que me atacaban sin piedad. No había más espacio para retroceder.
Mi visión se nublaba un poco debido a la sangre que comenzaba a acumularse, y el dolor en mi costado se volvía más insoportable. Pero sabía que no podía caer. No podía permitirme ser una carga. Tenía que seguir luchando.
"¡Resiste!" me grité a mí mismo, tomando aire y obligándome a centrarme.
Con un movimiento rápido, liberé una explosión de fuego hacia el minotauro que se acercaba por mi derecha, pero fue solo una pequeña llama. No estaba seguro de si podría soportar otro golpe.
De repente, algo en mi interior se encendió, una chispa de determinación. Sabía que si no hacía algo pronto, la batalla estaba perdida. Estaba al borde de mi límite, pero no podía darme por vencido. Tenía que acabar con estos malditos minotauros.
Con un grito gutural, lancé mi lanza hacia el minotauro más cercano, usando el poco mana que me quedaba para infundirla con todo el poder que pude. La lanza voló con precisión, y por un momento, sentí que el tiempo se detenía. El minotauro intentó esquivar, pero no fue lo suficientemente rápido.
La lanza atravesó su pecho, y la bestia cayó al suelo con un rugido final, su hacha derrapando por el suelo.
"Uno menos," murmuró, respirando con dificultad.
Pero el otro minotauro ya estaba sobre mí, su hacha levantándose en el aire, listo para darme el golpe final.
"Maldita sea," pensé, mientras trataba de mantenerme de pie, sabiendo que esta vez no tendría suerte.
Luego la sensación de miedo recorrió al sentir la presencia asesina que se acercaba. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y mi cuerpo tembló involuntariamente. Estaba demasiado agotado, mis heridas sangrando, mis fuerzas al límite. Sin embargo, esa sensación... era tan intensa que incluso los minotauros parecieron vacilar antes de atacar.
De repente, algo verde y plateado cruzó el campo de batalla, como un hilo de energía que se deslizaba entre las criaturas con una precisión mortal. Las bestias caían al instante, sus cuerpos desmoronándose sin emitir siquiera un sonido. Yo no podía ver de dónde venía el hilo ni qué lo estaba causando, pero no había duda de que era algo... o alguien... increíblemente poderoso.
El hilo de energía se movió como si tuviera voluntad propia, ascendiendo hacia el cielo nocturno. Mi vista siguió el rastro, y lo que vi me dejó sin aliento. En lo alto, justo en el umbral entre la luna y las llamas que seguían ardiendo a lo lejos, apareció una figura. Una figura delgada, esculpida con una perfección aterradora, sus ojos rojos brillando con un poder palpable.
El cabello oscuro de la figura ondeaba con el viento, y en su mano, el hilo verde y plateado se transformó en una línea brillante. Era como si la propia naturaleza del mana se hubiera doblado a su voluntad. Cuando la figura levantó la mano y dejó caer el hilo al suelo, lo que sucedió a continuación fue una explosión en cadena, un resplandor cegador que se extendió rápidamente y desintegró a todas las bestias restantes. El sonido de las criaturas siendo eliminadas fue como una serie de truenos, y la energía, el mana que alguna vez perteneció a esas bestias, comenzó a moverse hacia la figura en el centro del campo.
Yo solo podía observar, atónito, mientras todo sucedía ante mis ojos. No tenía fuerzas para moverme, ni para gritar. Estaba demasiado herido, demasiado agotado para comprender completamente lo que ocurría, pero sabía una cosa con certeza: esa figura tenía un poder mucho más allá de lo que cualquier ser humano, o incluso criatura, podría tener.
Con la última fuerza que me quedaba, me dejé caer al suelo. El impacto fue brutal. Mis ojos estaban a punto de cerrarse. A lo lejos, vi cómo la figura se mantenía erguida, de rodillas, la línea verde aún brillando en su mano. Mi vista se oscurecía, y los sonidos del campo de batalla desaparecían poco a poco.
Solo pude ver una última cosa antes de perder la conciencia por completo: una sensación de poder inmenso, que ni siquiera el dolor podía opacar, que me rodeaba y parecía emanar de la figura con una fuerza que retumbaba en mi pecho.
Y luego... todo se apagó.