*THYRA*
Mi cuerpo no respondía como solía hacerlo. Cada paso que daba, cada intento de avanzar, parecía más pesado que el anterior. Había pasado horas caminando sin rumbo, el aire fresco de la caverna ya no me ofrecía el consuelo que antes me había dado. Solo me quedaba la inquietante soledad que me rodeaba, una quietud extraña que se apoderaba de cada rincón del lugar.
De repente, el suelo bajo mis pies cedió. Perdí el equilibrio, y antes de poder reaccionar, mi cuerpo se desplomó contra el suelo, haciéndome chocar contra las rocas. El dolor que sentí al caer fue agudo, como si cada hueso de mi cuerpo gritara por la energía que ya no tenía. Me quedé unos segundos en el suelo, jadeando, incapaz de levantarme.
Y entonces, escuché algo. Fue una risa, dulce y ligera, como una melodía en la quietud de la caverna. Me quedé inmóvil, mirando alrededor, tratando de localizar el origen de ese sonido. Miré hacia atrás, pero no vi nada. El espacio estaba vacío, tranquilo, como si la caverna misma respirara con calma. Mi respiración se aceleró, y una sensación extraña de incomodidad se apoderó de mí.
"Debe ser el agotamiento", murmuré para mí misma. "Solo estoy alucinando."
Pero no. No había sido mi mente. La risa sonó de nuevo, esta vez más fuerte, más clara. Como si estuviera justo detrás de mí. Me giré de golpe, mirando con atención en todas direcciones, pero la caverna permanecía en silencio. No había nadie allí. No había rastro de vida, más allá de las rocas y el musgo.
"¿Quién está ahí?" pregunté con voz firme, intentando que mi tono no delatara la creciente inquietud que sentía. "Muéstrame quién eres."
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo al no recibir respuesta. La caverna se sumió de nuevo en un silencio inquietante, como si la misma tierra estuviera conteniendo el aliento. Sentí una presión en el aire, algo que no podía entender, y mi corazón latió con más fuerza, golpeando mi pecho como si quisiera escapar. El miedo, aunque apenas perceptible al principio, comenzó a arrastrarse en lo más profundo de mis entrañas.
"Si tienes algo que decir, entonces hazlo", insistí, mi voz resonando en el vacío. "No me hagas perder el tiempo."
La risa no volvió a escucharse, pero la sensación de estar siendo observada nunca desapareció. Algo se movía entre las sombras, algo que no podía ver, pero que de alguna manera sabía que estaba allí, cerca. Mi instinto de supervivencia se encendió, y decidí que ya no iba a seguir caminando sin saber qué o quién estaba jugando conmigo en este lugar.
Debía encontrar respuestas.
La risa volvió a resonar en la caverna, esta vez acompañada de palabras que me hicieron detenerme en seco.
"No puedo creer que Lady Auren tenga miedo después de matar a un dragón ella sola... bueno, no sola, ya que recibió ayuda."
Un escalofrío recorrió mi espalda. Algo en esas palabras me perturbó profundamente. Mi cuerpo se tensó, y mi mente comenzó a correr a mil por hora. ¿De qué estaba hablando? ¿Quién sabía lo que había sucedido en la frontera? Solo había estado yo allí, enfrentando al dragón y, al final, cayendo con él. No había nadie más. Nadie más... ¿o sí?
"¿Quién está ahí?" pregunté con firmeza, mi voz temblando solo ligeramente a pesar del miedo que comenzaba a acumularse en mi pecho. "Muéstrame quién eres."
Pero nuevamente, no hubo respuesta. Solo un silencio inquietante, como si la caverna misma estuviera esperándome, observándome en espera de mi siguiente movimiento.
Me levanté lentamente, mi cuerpo aún resentido por las heridas y el agotamiento. Cada paso me costaba más, pero no podía quedarme allí. Necesitaba salir de ese lugar, encontrar alguna salida. Tenía que regresar a la capital. Tenía que advertirles que no estaba muerta, que aún podía cumplir con mi propósito.
Comencé a caminar de nuevo, mi mente llena de preguntas sin respuesta. Sin embargo, a medida que avanzaba, algo extraño comenzó a suceder. El suelo debajo de mis pies se volvió inestable, como si el terreno mismo estuviera cediendo. Sentí que el terreno comenzaba a desmoronarse, y antes de que pudiera reaccionar, el suelo desapareció completamente bajo mis pies.
Caí en la oscuridad, sin poder ver nada a mi alrededor, sin saber si caía en una grieta profunda o si simplemente el abismo me tragaba. El vacío parecía interminable. El aire se desvaneció, el silencio se volvió absoluto, y solo pude sentir cómo mi cuerpo descendía en esa caída sin fin.
Mis intentos de gritar o de invocar algún hechizo fueron en vano. No podía concentrarme. El miedo se apoderaba de mí, y mi mente comenzó a nublarse. ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba pasando? No había forma de saberlo. Solo caía, cada segundo sintiendo que nunca volvería a tocar el suelo.
De repente, la oscuridad que me envolvía desapareció como si nunca hubiera existido. Una luz brillante me rodeó, cegándome por un momento, y antes de que pudiera comprender qué estaba sucediendo, sentí la presión del agua a mi alrededor. El impacto fue contundente, pero el agua me envolvió, amortiguando la caída de manera que no sentí el golpe contra el suelo o rocas como hubiera esperado. Solo el sonido del agua me rodeaba, profundo y constante, mientras comenzaba a luchar por tomar aire.
Mi respiración era agitada, ahogada, pero al final logré salir a la superficie, tosiendo con fuerza, tratando de expulsar el agua de mis pulmones. Mis manos se aferraron a la orilla, y me arrastré hacia un terreno firme, luchando por recobrar el aliento. El frío del agua calaba hasta los huesos, pero era el menor de mis problemas.
Al levantar la vista, una voz, profunda y serena, me alcanzó con una clara reprimenda.
"Esas bromas no son divertidas, ya basta," dijo la voz, grave y autoritaria, como si hablara a alguien más cercano.
Confusa, traté de orientarme. La caverna había desaparecido, y en su lugar había un paisaje completamente distinto. El aire estaba más fresco, y una luz cálida brillaba sobre mí, iluminando un entorno de exuberante vegetación. A mi alrededor, el agua del lago reflejaba un cielo despejado, tan claro y brillante como si todo hubiera cambiado repentinamente. El lugar era extraño, pero acogedor.
Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, escuché una disculpa, esta vez de una voz más suave y algo avergonzada, aunque también con un tono juguetón.
"Lo siento, lo siento... solo estaba divirtiéndome un poco," dijo, y pude notar una ligera risa detrás de sus palabras, como si la situación fuera más ligera de lo que mi mente percibía.
Me senté, temblando por el frío, mis ojos buscando desesperadamente cualquier pista de lo que estaba sucediendo. ¿Dónde estaba? ¿Quién estaba hablando? ¿Por qué me había traído aquí? Pero antes de que pudiera preguntar, una figura emergió frente a mí. No la vi claramente al principio, solo una sombra que se acercaba desde la orilla del lago, su presencia era inquietante pero no hostil.
"¿Te encuentras bien?" la voz preguntó, y esta vez no había tono de burla. Era curiosa, pero suave, casi amable.
Miré hacia arriba, tratando de ajustar mi vista mientras los últimos rastros de agua se deslizaban de mi rostro. Sin decir nada, me quedé allí, expectante, mientras la figura se acercaba lentamente. El misterio de todo lo que había sucedido se iba desvaneciendo solo para ser reemplazado por una nueva confusión. Sin embargo, lo que me aterraba aún más era el hecho de que, en algún rincón de mi mente, comenzaba a aceptar que no estaba sola en este lugar.
¿Quién era esta persona o ser que me había traído aquí, y qué quería de mí?
La figura se acercó un poco más, su presencia llenando el aire con una mezcla de misterio y calma inquietante. Finalmente, me miró con sus ojos, profundos y algo etéreos, como si no fueran completamente humanos, pero no podía apartar la vista de ellos.
"Este es un lugar escondido del mundo, un refugio donde el tiempo parece no tener el mismo impacto," dijo la figura con una voz suave, pero que retumbaba en mi pecho. "Pocas personas logran llegar aquí, pero no era tan difícil para ti, ¿verdad?"
Fruncí el ceño, sin comprender por completo. "¿Dónde... dónde estoy?" pregunté, aún sintiendo la confusión correr por mis venas. El agua que me rodeaba, el paisaje extraño, el lugar entero, todo parecía sacado de un sueño.
La figura inclinó ligeramente la cabeza, como si saboreara mis palabras antes de responder. "Estás en un lugar apartado, un rincón perdido, fuera del alcance de cualquier humano. No es tan escondido, sin embargo, ya que lograste llegar aquí. No es el primer ser en caer aquí por accidente."
Mi mente procesaba lentamente sus palabras, pero la última pregunta no dejó de martillar en mi cabeza. "¿Quién me trajo aquí? ¿Quién me salvó? ¿Fuiste tú?"
La figura sonrió, aunque su expresión era algo divertida. "No, no fui yo," dijo con tono suave pero divertido. "Fue la misma persona que te hizo esa broma, de la que te reías mientras caías. Encontré tu cuerpo medio muerto en la caverna, tus heridas graves... Podrías haber muerto ahí, pero decidí ayudarte. Te sané, dejándote descansar mientras tu cuerpo se recuperaba."
No pude evitar sorprenderme. "¿Cuánto tiempo estuve... fuera?" pregunté, mi voz un poco quebrada. Aún no podía entender del todo lo que había sucedido.
"Más de lo que imaginas," respondió la figura. "Tomó un par de semanas, y, para ser sincero, ni yo mismo esperaba que duraras tanto en este estado. Pensé que habrías muerto. Pero te levantaste." La figura hizo una pausa antes de continuar, como si evaluara cuidadosamente mis reacciones. "Usaste una cantidad increíble de tu propia vitalidad para generar mana. Deberías haberte rendido mucho antes. Fue algo estúpido, pero lo lograste. Matar un dragón, sola, no es algo que se vea todos los días, debo admitirlo."
La mención del dragón hizo que un escalofrío recorriera mi columna. Mi mente se aceleró, recordando el intenso combate, la furia del dragón, el sacrificio, y todo lo que había hecho para acabar con esa bestia. Mi cuerpo dolía solo de pensar en ello, y la sensación de agotamiento me invadió nuevamente. "No... no tenía otra opción. No podía dejar que destruyera más."
"Y lo hiciste," dijo la figura, su tono reconociendo mi esfuerzo sin duda alguna. "Te convertiste en una leyenda, aunque aún nadie lo sabe. Incluso yo no estoy seguro si tu valentía será recompensada o si terminará siendo solo un recuerdo de un logro solitario."
Miré hacia abajo, mis manos temblorosas tocando la orilla del agua. Todo lo que había pasado, la caída, el sacrificio, la batalla... parecía tan lejano, tan irreal. "Pero... ¿y ahora? ¿Qué debo hacer ahora?"
"Eso es algo que solo tú puedes responder," respondió la figura, su voz ahora más profunda, pero en ella había algo que me instaba a seguir adelante, a encontrar mi propio camino. "Este lugar, donde el tiempo es relativo, no es tu final. Es solo un descanso en tu travesía. Y aunque ahora estés aquí, las respuestas que buscas, las de tu familia, tu gente... esas aún están allá afuera."
Me levanté lentamente, aunque mi cuerpo aún me dolía. "Tengo que regresar... debo regresar a ellos. Ellos deben saber que sigo viva."
La figura asintió, pero no hizo ningún movimiento. "Entonces, si esa es tu decisión, adelante. Pero no olvides que el camino hacia el futuro no es tan sencillo. Hay más por venir, y tal vez, más sacrificios por hacer."
Antes de dar un paso firme, una oleada de dolor me atravesó como si mis propios huesos se estuvieran rompiendo de nuevo. Un grito ahogado se escapó de mis labios, y mi cuerpo, débil y agotado, no pudo resistir más. Mi visión se nubló y mis piernas flaquearon. Iba a caer al suelo, incapaz de sostenerme.
Pero, en el último segundo, sentí una mano firme y cálida que me sujetó. Me levantaron suavemente, y me recostaron contra el suelo, donde el agua brillaba suavemente en la oscuridad. Era la figura, que me miraba con una mezcla de paciencia y compasión.
"Es mejor que descanses antes de hacer algo tan apresurado," dijo, su voz tranquila, pero con un tono de autoridad que no dejaba espacio para discutir. "Tu cuerpo ha sido sometido a mucho, y aunque tu voluntad es fuerte, no puedes ignorar los límites de tu ser."
Luché por controlar mi respiración, cerrando los ojos por un momento mientras el dolor se apoderaba de mí. "Pero... debo irme. Tengo que regresar... no puedo quedarme aquí."
La figura se agachó a mi lado, su rostro ahora más claro en la luz tenue que emanaba del entorno. "Lo sé," dijo, su tono suave pero firme. "Pero no puedes ir a ningún lado en este estado. El tiempo que pasaste inconsciente y el esfuerzo que hiciste para acabar con esa criatura no son cosas que se puedan ignorar. Necesitas descansar."
Su voz era reconfortante, como un susurro de sabiduría antigua que me hablaba, no solo a través de sus palabras, sino con la comprensión de lo que mi cuerpo necesitaba. "No te preocupes. Cuando te sientas mejor, lo sabrás. Y en ese momento, podrás partir con todo lo que te queda."
Mis ojos se cerraron nuevamente, y aunque me sentía como si estuviera atrapada entre la necesidad de regresar y el peso de mi agotamiento, algo en sus palabras me hizo sentir una calma momentánea. No era el final, sino una pausa, un respiro.
"Descansa, Thyra," murmuró la figura, su voz cálida y reconfortante. "Porque, aunque el mundo espere por ti, el mundo no se mueve por la voluntad de uno solo. Todos tienen su propio tiempo."
Y en ese momento, por primera vez en semanas, pude permitir que el cansancio se apoderara de mí sin resistirme. Cerré los ojos, dejándome llevar por la calma del lugar, aunque las preguntas y el miedo seguían siendo parte de mi mente, el cansancio fue más fuerte. Dejé que la oscuridad me envolviera, sabiendo que, aunque mi viaje aún no terminaba, necesitaba estar lista para lo que estaba por venir.
***
*LORD AUREN*
Dos semanas. Dos semanas enteras buscando, cruzando las tierras heladas del norte, explorando cada rincón posible, hablando con los pocos sobrevivientes que se habían atrevido a acercarse a la frontera. Pero nada. Ni una sola pista. A medida que pasaba el tiempo, la incertidumbre se transformaba en una presión aplastante. Lo que antes parecía una misión de rescate, ahora se sentía más como una búsqueda sin esperanza. Nadie, ni siquiera los mejores rastreadores y soldados, podían encontrar una señal de Thyra.
Me encontraba de pie, mirando hacia el horizonte nevado, el viento cortante mordiendo mi piel. El frío era un recordatorio constante de lo lejos que habíamos llegado, de lo inalcanzable que parecía nuestra meta. A mi alrededor, los hombres de Auren seguían trabajando, buscando sin descanso, pero sus ojos reflejaban lo mismo que los míos: desesperación.
Mi mente no dejaba de regresar a aquel momento, cuando vi el dragón caído, la espada de Thyra empapada en su sangre oscura, pero ella no estaba. Sabía que ella no podía haber muerto tan fácilmente, sabía que una mujer como ella no iba a ser derrotada tan rápido. Pero ahora, mientras la nieve caía sobre nosotros, me sentía más cerca de la desesperación que de la esperanza.
El silencio entre mis hombres era palpable, sus voces se habían apagado, como si cada uno estuviera luchando contra el mismo temor que yo. Ya no importaba cuántas veces regresábamos a la misma zona, el resultado era siempre el mismo: nada.
"Lord Auren," me dijo Darien, su voz seria pero marcada por la fatiga, "hemos cubierto todo el terreno, cada rincón posible. Si ella está viva, no sé dónde más buscar."
Suspiré, dándome cuenta de que tenía razón. El frío calaba hasta los huesos, y la constante búsqueda sin resultados solo aumentaba la frustración. La ansiedad crecía en mi pecho. Pero no podía rendirme. No podía permitir que mi hija, fuera dada por muerta sin tener una explicación clara.
"Seguiremos buscando," respondí con firmeza, mi voz sonando más dura de lo que pretendía. "Aún no hemos cubierto todo. No descansaremos hasta que haya una respuesta."
La tensión en el aire era palpable, y no solo entre mis hombres, sino también dentro de mí. Cada día que pasaba, la ansiedad se transformaba en miedo, y el miedo en enojo. Mi hija estaba allí afuera, y no podía quedarme de brazos cruzados esperando un milagro.
Mi mirada se desvió hacia el campamento, donde los demás descansaban, pero aún veían el horizonte con la misma esperanza rota que yo. Me costaba mantener la calma, pero algo dentro de mí no quería rendirse. No podía.
"Nosotros iremos," dije, dirigiéndome a Darien y los otros soldados de confianza. "Revisaremos una vez más, cada paso, cada piedra. Estaré con ustedes."
Ellos asintieron, sabían que no podía quedarme atrás, sabían que, aunque las probabilidades se volvían más pequeñas con cada día que pasaba, yo no dejaría de buscar hasta encontrarla. No podía permitirme fallar. No para ella.
Y así, mientras la nieve cubría nuestro camino y el viento aullaba con fuerza, nos adentramos una vez más en el territorio helado, sin saber si esta búsqueda sería la última. Pero no me importaba. No descansaría hasta que Thyra Auren estuviera a salvo.
Cuando Lord Almaric y Lord Varenn llegaron, sus rostros reflejaban la misma desesperanza que sentía yo. Los tres habíamos recorrido cada rincón, cada rincón del norte que podíamos, y cada vez, el resultado era el mismo: nada. Nadie había visto ni oído nada sobre Thyra. Todo seguía vacío, helado y desolado.
"Lo hemos revisado todo, Auren," dijo Almaric con un suspiro profundo, su voz grave pero cansada. "Y no encontramos ni el más mínimo rastro. Ni una huella, ni una señal. Ha pasado demasiado tiempo."
Varenn asintió, el cansancio también marcando su rostro. "Sabemos que ella está viva, lo sentimos, lo sabemos. Pero esto..." Su voz se apagó por un momento. "No hay más que podamos hacer aquí. Hemos revisado las mismas rutas una y otra vez, y no hemos encontrado ni el más mínimo indicio de su paradero."
El viento soplaba fuerte, y el silencio que siguió a sus palabras fue más pesado que cualquier otro momento que hubiésemos vivido hasta ahora. Sabíamos que Thyra no podría haber desaparecido sin dejar rastro. Sabíamos que ella era más fuerte que eso, más astuta, más capaz. Pero el tiempo seguía avanzando, y nuestra búsqueda parecía más una esperanza vana que una misión posible.
"Quizás...," comencé, mi voz firme aunque llena de incertidumbre, "quizás deberíamos considerar que no está en este reino, o que algún tipo de magia o fuerza la ha llevado a otro lugar. Tal vez alguien la encontró, alguien que la ayudó. Tal vez está en algún lugar seguro, esperando el momento adecuado para regresar. Sabemos cómo funciona el mundo en estos tiempos, cualquier cosa pudo haber ocurrido."
El pensamiento de que algo mágico o incluso milagroso había ocurrido me parecía más un consuelo que una posibilidad real, pero no tenía otra opción más que aferrarme a esa esperanza.
"Lo último que quiero pensar es que alguien la haya tomado prisionera, o que se encuentre en algún tipo de peligro aún mayor," agregó Lord Varenn, con su tono de preocupación. "Eso sería un golpe que no sabríamos cómo manejar."
Miré a los dos, sintiendo el peso de sus palabras. Había algo más grande en juego, algo que iba más allá de lo que podíamos ver o comprender. Estaba claro que sin importar lo que pasara, los tres sabíamos que no podíamos darnos por vencidos. Pero también sabíamos que debíamos regresar a la capital, reunir nuestras fuerzas, y planear el siguiente paso con más cabeza y menos desesperación.
"Quizás tengamos que darle un tiempo," dijo Almaric finalmente, después de un largo silencio. "No puedo seguir perdiendo hombres, ni recursos, buscando algo que no sabemos si siquiera existió. Pero tampoco dejaré de buscarla. La encontraremos, ya sea aquí o en algún otro rincón del mundo."
"Nos damos un descanso," dije, la voz temblando por la tensión acumulada. "Volveremos, evaluaremos, y decidiremos qué hacer a continuación. Si algo más aparece, lo encontraremos. Pero por ahora, debemos regresar."
Y así, comenzamos a recoger lo poco que quedaba de nuestras fuerzas, nuestras esperanzas aún intactas, aunque rotas por el tiempo y la incertidumbre.