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Chapter 14 - Capitulo 14

*THYRA*

El altar comenzó a reaccionar con más intensidad a medida que mi mana fluía hacia él. Las runas que lo cubrían brillaban con el mismo verde intenso que emanaba de mi cuerpo al usar magia, como si estuvieran hechas para sincronizarse conmigo. Sentí una oleada de energía recorriendo cada fibra de mi ser, una conexión que nunca había experimentado antes. Era como si el altar no estuviera dándome poder, sino devolviéndome algo que ya era mío.

"¿Qué está pasando?" murmuré, sintiendo cómo mi cuerpo se fortalecía, cómo el cansancio desaparecía, reemplazado por una vitalidad abrumadora.

De repente, noté que mi espada, clavada en el suelo junto a mí, empezaba a vibrar. El sonido del metal resonó con fuerza en la caverna, como si respondiera al llamado del altar. Mi mano se extendió casi por instinto, y cuando la empuñé, sentí una corriente de poder recorrerla.

La espada comenzó a cambiar frente a mis ojos. Su hoja se alargó ligeramente, pero mantuvo su forma práctica y mortal. Las runas verdes del altar se trasladaron a la superficie de la hoja, grabándose en el metal como cicatrices brillantes que pulsaban con energía. El guardamanos adquirió un diseño intrincado y elegante, no exagerado ni sobrecargado, pero que exudaba un aura de respeto y peligro. La empuñadura parecía hecha a medida para mi mano, como si siempre hubiera pertenecido a mí, esperando este momento para revelarse.

No era una espada sagrada ni un arma divina. No sentí ninguna conexión con deidades o fuerzas místicas desconocidas. Esto no era un regalo, ni un poder que alguien me estuviera otorgando. Era mío, una extensión de mí misma, algo que siempre había estado ahí, dormido, esperando despertar.

"Interesante…" susurré mientras alzaba la espada, admirando su nuevo diseño. Era impresionante y majestuosa, pero también terriblemente mortal. Esta no era un arma para ceremonias ni para inspirar esperanza; era una herramienta diseñada para la destrucción.

El dragón rugió de nuevo, interrumpiendo mi momento de reflexión. Sus ojos brillaban con furia, y pude sentir cómo acumulaba una cantidad absurda de energía mágica, preparándose para lanzar un ataque devastador. Pero esta vez no sentí miedo.

Me puse de pie, sintiendo el mana fluir por mi cuerpo con una fuerza renovada. La espada en mi mano parecía latir al ritmo de mi energía, como si estuviera viva. Miré al dragón con determinación, mi respiración firme y mis pensamientos claros.

"Si quieres pelear," dije en voz baja, aunque mi tono estaba cargado de desafío, "entonces peleemos."

El dragón abrió sus fauces, liberando un torrente de llamas negras que arrasaron con todo a su paso. Pero esta vez no retrocedí. Levanté la espada y canalicé todo mi mana hacia ella, creando un escudo de energía verde que se expandió frente a mí. Las llamas chocaron contra el escudo, pero no lograron atravesarlo.

Con un grito, rompí el escudo y avancé hacia el dragón, esquivando los restos de su ataque. La espada en mi mano parecía cortar el aire con facilidad, y con cada movimiento sentía cómo mi energía y la suya se sincronizaban aún más. No era solo una batalla entre el dragón y yo; era un enfrentamiento de voluntades, de poderes que se desafiaban mutuamente.

El dragón lanzó su garra hacia mí, pero logré esquivarla por poco, girando con rapidez y contraatacando. La hoja cortó profundamente su escama, arrancando un rugido de dolor que resonó en toda la caverna.

El altar detrás de mí seguía brillando, su luz iluminando el espacio como si fuera un faro en la oscuridad. Sentí cómo esa energía me impulsaba, cómo mantenía mi fuerza constante mientras luchaba. Cada golpe, cada hechizo que lanzaba, parecía estar reforzado por esa conexión con el altar.

El dragón no se rendía, y yo tampoco. Este no era un enemigo que pudiera derrotar con un solo golpe ni con un hechizo poderoso. Era una prueba de resistencia, de ingenio, de pura voluntad. Cada movimiento requería precisión, cada decisión debía tomarse en milésimas de segundo.

Finalmente, logré algo inesperado: la espada, resonando con mi mana, pareció concentrar toda la energía acumulada en un solo punto. Sentí una vibración en el aire, un zumbido que se intensificaba a medida que preparaba mi ataque final. El dragón pareció percibirlo, pero no tuvo tiempo de reaccionar.

Con todas mis fuerzas, lancé un corte diagonal, y un haz de energía verde salió disparado de la hoja, impactando directamente en el pecho de la criatura. El dragón rugió en agonía mientras la explosión resultante lo lanzó hacia atrás, chocando contra la pared de la caverna y haciendo que esta se tambaleara peligrosamente.

El rugido del dragón resonó en la caverna cuando su cuerpo, que creí derrotado, se levantó de entre los escombros. Sus ojos ardían con una ira indescriptible, y antes de que pudiera reaccionar, abrió sus fauces y lanzó su aliento destructivo hacia mí. No tuve tiempo de esquivar, así que instintivamente concentré todo mi mana frente a mí, canalizándolo hacia un escudo que creé al clavar mi espada en el suelo.

El impacto fue devastador. El aliento del dragón era una mezcla de llamas negras y energía pura, como si estuviera destruyendo todo lo que tocaba a nivel fundamental. Sentí cómo el escudo temblaba bajo la presión, las runas verdes que lo cubrían brillaban con intensidad mientras resistían el ataque. Apreté los dientes, clavando mis pies en el suelo para mantenerme firme mientras el poder del dragón chocaba contra mí como una tormenta incontrolable.

Cuando finalmente detuvo su ataque, aproveché el breve momento para recuperar el aliento. El dragón, sin embargo, no se quedó quieto. Con una agilidad sorprendente para su tamaño, comenzó a escalar por el enorme agujero que la bestia anterior había creado, usando sus garras para impulsarse hacia la superficie.

"¡No!" grité, sabiendo exactamente hacia dónde se dirigía. La base.

No podía permitir que esa criatura llegara hasta los hombres que estaban defendiendo la base. Si el dragón lograba alcanzarles, sería una masacre. Sin dudarlo, liberé la espada del suelo y canalicé el mana que el altar había despertado en mi cuerpo, reforzando mi velocidad y agilidad al máximo.

Corrí detrás del dragón, saltando en zigzag entre las rocas y paredes del socavón para seguirlo. El aire era pesado, lleno de polvo y magia residual, pero mis pasos eran firmes, cada movimiento calculado. Veía cómo el dragón se impulsaba hacia arriba con una rapidez que no esperaba de una criatura de su tamaño. No podía dejar que escapara.

Cuando llegué a la superficie, el dragón ya estaba extendiendo sus enormes alas, preparándose para volar. No podía permitirlo. Concentré mi mana en un hechizo y, con un gesto rápido, liberé una onda de energía que impactó directamente contra una de sus alas, haciendo que el dragón tambaleara y cayera momentáneamente al suelo.

El rugido de furia que lanzó fue ensordecedor. Su mirada se clavó en mí, y pude sentir cómo su odio crecía con cada segundo. Antes de que pudiera reaccionar, se lanzó hacia mí con todo su cuerpo, usando sus garras y cola en un ataque descomunal. Apenas logré esquivar el primer golpe, rodando hacia un lado mientras la tierra temblaba por el impacto.

Sin darme tiempo a recuperarme, el dragón inhaló profundamente y lanzó otro torrente de su aliento destructivo. Creé un nuevo escudo con mi espada, pero esta vez apenas logré mantenerme en pie. El suelo bajo mis pies se agrietó por la fuerza del ataque, y el calor abrasador casi me hizo perder el control de mi mana.

No podía seguir así. Cada movimiento del dragón era una prueba de que este no era un oponente común. Era una criatura de pura destrucción, mucho peor que cualquier cosa que había enfrentado antes. Y no me estaba dando el tiempo que necesitaba para crear un plan sólido.

"Maldita sea…" murmuré entre jadeos, observando cómo el dragón se preparaba para otro ataque. Necesitaba encontrar una forma de igualar el terreno o incluso inclinar la pelea a mi favor. Pero sus movimientos eran rápidos y brutales, interrumpiendo cualquier intento de concentración.

El dragón me atacó nuevamente, esta vez lanzándose directamente hacia mí. Logré desviar su garra con mi espada, pero la fuerza del impacto me hizo retroceder varios metros. Apenas logré mantener el equilibrio antes de que su cola se dirigiera hacia mí como un látigo. Salté a un lado, pero el movimiento me dejó abierta, y una de sus alas me golpeó con fuerza, lanzándome al suelo.

Dolor recorrió mi cuerpo, pero no podía darme el lujo de quedarme inmóvil. Me levanté de inmediato, ignorando las protestas de mis músculos, y canalicé mi mana en un hechizo que lancé contra su rostro. La explosión lo hizo retroceder unos metros, pero apenas parecía afectarle.

"Esto no es suficiente…" pensé, apretando con fuerza la empuñadura de mi espada mientras buscaba desesperadamente un punto débil. Pero el dragón no me daba tregua, y sus ataques constantes me obligaban a seguir moviéndome, esquivando, bloqueando, y contraatacando cuando podía.

Mi mente trabajaba a toda velocidad. Tenía que haber una forma de superar esto, de aprovechar algo a mi favor. Observé el terreno, buscando cualquier cosa que pudiera usar. Pero todo lo que veía eran escombros, árboles derribados y el campo devastado por nuestra batalla.

El rugido del dragón me sacó de mis pensamientos. Apenas tuve tiempo de reaccionar antes de que su garra me golpeara con una fuerza descomunal, lanzándome por los aires. Sentí el impacto en mi cuerpo al chocar contra la nieve y las rocas, el dolor estallando en mis costillas. El aire escapó de mis pulmones, y un sabor metálico llenó mi boca mientras vomitaba sangre. Sabía que varias costillas estaban rotas, pero, por suerte, mi brazo no había sufrido una fractura, aunque una herida sangrante recordaba el impacto.

Me levanté con dificultad, el dolor punzante en mi pecho amenazando con hacerme desfallecer. No podía rendirme ahora. Observé al dragón, que se preparaba para otro ataque. Sabía que necesitaba una estrategia diferente, algo que pudiera darle una ventaja decisiva.

Concentré todo mi mana restante en mi espada, sintiendo cómo el poder fluía a través de mí y la hoja comenzaba a brillar con una intensidad verde cegadora. El dragón avanzó, sus ojos llenos de odio y determinación. Apreté los dientes, ignorando el dolor, y levanté la espada, lista para enfrentar lo que viniera.

El dragón lanzó su aliento destructivo nuevamente, y esta vez no tuve tiempo para crear un escudo. En lugar de eso, utilicé la velocidad aumentada por el mana para esquivar el ataque, moviéndome con agilidad entre las rocas y la nieve. Cada movimiento era una lucha contra el dolor, pero no podía permitirme titubear.

El dragón rugió, furioso por mi evasión, y se lanzó hacia mí con una velocidad sorprendente. Bloqueé su garra con mi espada, pero la fuerza del impacto me hizo retroceder varios metros. Apenas logré mantenerme en pie, pero utilicé el impulso para lanzar un contraataque, canalizando toda mi energía en un poderoso corte que impactó en su costado. El dragón gruñó de dolor, pero no se detuvo.

Sabía que necesitaba más tiempo, más poder. Cada segundo era crucial. Observé el terreno, buscando cualquier cosa que pudiera utilizar a mi favor. Y entonces lo vi: una formación rocosa a unos metros de distancia, con una estructura que podría servir como una trampa.

"Vamos, bestia", murmuré, atrayendo al dragón hacia la formación. Salté sobre las rocas, usando mi agilidad para moverme rápidamente, mientras el dragón me seguía de cerca. Cuando llegué a la formación, utilicé mi espada para desestabilizar las rocas, creando una avalancha que cayó sobre el dragón.

El dragón quedó momentáneamente atrapado, rugiendo y luchando por liberarse. Aproveché ese breve momento para canalizar mi mana en un último y devastador hechizo. Levanté mi espada, concentrando todo mi poder en la hoja que brillaba con un resplandor verde. Con un grito de guerra, lancé el hechizo, una explosión de energía que impactó directamente en el dragón.

El rugido de la bestia se convirtió en un aullido de dolor y furia mientras el hechizo la envolvía, desintegrando todo a su paso. La tierra tembló bajo mis pies, y una luz cegadora iluminó el campo de batalla. Cuando la explosión finalmente se disipó, el dragón yacía en el suelo, derrotado.

Me desplomé sobre la nieve, jadeando, el dolor en mi cuerpo volviendo con fuerza. Todo mi cuerpo protestaba, mis costillas rotas me hacían sentir que cada respiración era una agonía, y mis piernas apenas sostenían mi peso. Observé al dragón tendido, inmóvil, su cuerpo parcialmente enterrado en la nieve tras mi último ataque. Por un momento, pensé que finalmente había terminado.

Relajé los hombros, sintiendo cómo el agotamiento me embargaba. La espada en mi mano dejó de brillar por completo, su energía agotada al igual que la mía. "Por fin...", murmuré entre dientes, dispuesta a usar lo que quedaba de mi fuerza para regresar a la base. Pero justo cuando di el primer paso hacia atrás, el dragón abrió los ojos.

Su mirada, llena de furia y astucia, me hizo congelarme. No era más que un truco. Fingió su derrota para aprovechar el momento en que bajara la guardia. Antes de que pudiera reaccionar, la enorme criatura se puso de pie con dificultad, emitiendo un rugido grave y entrecortado, como si incluso el dragón estuviera al límite de sus fuerzas. Sacudió las alas, que aún no podía extender del todo, y comenzó a moverse torpemente, alejándose hacia la montaña.

"¿En serio...?", mascullé, el enojo creciendo en mi interior. No podía dejar que escapara. No después de todo lo que había costado enfrentarlo. Si lo dejaba ir, podría recuperarse y convertirse en un peligro aún mayor. Mi cuerpo protestó cuando intenté levantarme, pero no me importó. Usé la espada para apoyarme, la nieve se derritió levemente donde mi mano tocó debido al calor residual de mi mana.

"¡No vas a ninguna parte!" grité, aunque mi voz se quebró un poco por el cansancio.

El dragón giró la cabeza hacia mí, como si me desafiara a intentar detenerlo. Ese gesto fue suficiente para que la rabia me diera el impulso necesario. Me obligué a correr detrás de él, mis piernas tambaleantes y mi respiración entrecortada, pero no podía detenerme. Mi mana ya no respondía como antes; apenas podía canalizar lo suficiente para mantener un hechizo básico. Y mi espada... esa luz imponente que antes me había dado ventaja ahora estaba apagada, volviendo al frío y afilado acero común.

El dragón avanzaba con dificultad, pero incluso en su estado actual seguía siendo más rápido que yo. Sus enormes patas rompían la nieve mientras se dirigía hacia un saliente en la montaña. ¿Intentaba volar? No, sus alas estaban demasiado dañadas. Parecía buscar refugio o al menos ganar algo de altura para tener ventaja. Mis instintos me gritaban que no lo dejara escapar, pero cada paso que daba sentía cómo mi cuerpo se desgarraba desde dentro.

"¡Detente!" grité con una furia desesperada, pero el dragón no lo hizo.

Reuniendo lo poco que me quedaba, lancé un hechizo dirigido a su pata trasera, uno mucho más débil que los anteriores, pero lo suficiente como para hacerlo tambalear. El impacto resonó y el dragón emitió un gruñido bajo, girando brevemente hacia mí. Aproveché ese momento para acercarme, saltando sobre una roca y usando mi espada para impulsarme hacia él.

Mi golpe fue directo a su costado, hundiendo la hoja en su carne. El dragón rugió, sacudiéndose violentamente y lanzándome hacia un montón de nieve. Me levanté de inmediato, a pesar del dolor que me quemaba por dentro, y corrí de nuevo hacia él. Sabía que mi espada sola no sería suficiente para matarlo ahora, pero tampoco podía dejar que recuperara fuerzas.

El dragón, furioso, giró completamente hacia mí, su aliento comenzando a formarse en su garganta. Lo reconocí al instante y supe que no tendría tiempo para crear un escudo. Con un movimiento desesperado, me lancé hacia el costado del dragón, buscando evitar el ataque directo. La explosión de su aliento impactó contra la roca y la nieve, cubriéndome parcialmente con escombros helados, pero logré salir de allí antes de que quedara atrapada.

Mi respiración era un eco entrecortado en mi cabeza. Cada músculo en mi cuerpo suplicaba que me detuviera, pero no podía. No mientras el dragón siguiera con vida. Mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando una manera de terminar con esto de una vez por todas.

Entonces lo vi. El dragón estaba posicionado cerca del borde de un precipicio, probablemente sin darse cuenta debido a su estado debilitado. Era mi oportunidad. Si lograba empujarlo o desestabilizarlo lo suficiente, podría hacerlo caer. No sería una victoria limpia, pero ya no me importaba. Cualquier cosa para acabar con él.

Tomé un último aliento, concentrando lo poco de mana que me quedaba en mis piernas. Sentí una chispa débil, apenas suficiente para impulsarme hacia adelante con toda la fuerza que me quedaba. Corrí directamente hacia el dragón, esquivando un zarpazo que apenas rozó mi costado. Salté hacia su cuello, clavando la espada profundamente mientras usaba el impulso para girar y patear su costado con toda la fuerza posible.

El dragón rugió, tambaleándose. La nieve bajo sus patas comenzó a ceder, y por un momento pensé que funcionaría. Pero entonces su cola se movió rápidamente, golpeándome con fuerza y lanzándome hacia atrás una vez más hasta acabar al borde del prisipicio. Chocando contra el suelo, miré con desesperación cómo el dragón lograba recuperar el equilibrio, sus ojos fijos en mí.

"No puede ser..." susurré, sintiendo la desesperanza en mi voz.

El dragón rugió nuevamente, listo para atacar. Y yo, sin apenas fuerzas, me preparé para lo que probablemente sería mi último enfrentamiento.

Logré levantarme una vez más, mis piernas temblando bajo mi propio peso. Al borde del precipicio, mi mirada se fijó en las rocas afiladas que esperaban en el fondo. Grandes y peligrosas, sus puntas parecían listas para ensartar a cualquiera que cayera sobre ellas. Una idea se formó en mi mente, tan peligrosa como desesperada.

Sabía lo que debía hacer. Usar mi propia vitalidad para crear mana y reforzar mi cuerpo, una técnica que odiaba pero que no tenía otra opción más que emplear. Sentí cómo la energía vital se drenaba de mí, inundando mi cuerpo con mana desbordante. Mis fuerzas parecían apagarse en lugar de recuperarse, pero no podía detenerme ahora. Con cada latido de mi corazón, sentía la vida escaparse de mí, convirtiéndose en el poder que necesitaba.

El dragón, al ver mi determinación, soltó un último aliento destructivo, una explosión de energía que arrasó el aire entre nosotros. Inyecté mi espada y mi cuerpo con la vitalidad restante, lanzándome hacia él con un grito de guerra. La hoja se clavó profundamente en su carne, y con la fuerza de mi empuje, ambos caímos por el acantilado.

El dragón intentó agitar sus alas, desesperado por detener la caída, pero sus fuerzas ya no respondían. La gravedad nos arrastraba hacia las rocas afiladas abajo. Sentí el viento azotando mi rostro, y el rugido del dragón se mezcló con el mío en una cacofonía final.

Cerré los ojos, pensando en mi familia, en mis amigos, en todas las personas que había jurado proteger. Esta sería una buena oportunidad para escapar de las garras del consejo, que tanto me explotaba cuando me veían necesaria. La imagen de sus rostros me dio paz en esos últimos momentos. Con un último rugido del dragón, la oscuridad me envolvió mientras caíamos.

La sensación de impacto fue rápida y brutal. Mi cuerpo golpeó algo sólido, y la espada se hundió más profundamente en el dragón. Sentí la vida desvanecerse de la criatura debajo de mí, y luego todo se tornó negro. El rugido del dragón se apagó, y el silencio cayó sobre el mundo.

Así terminó la batalla. No hubo triunfo, no hubo celebración. Solo el frío abrazo de la oscuridad, y la certeza de que, al menos por ahora, la amenaza había sido detenida.