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Chapter 8 - Academia Olímpica

El automóvil se detuvo suavemente frente a las puertas de la que pronto llamaría "academia olímpica". Aunque el vehículo que conducía mi padre era un automovil muy costoso, su diseño era lo suficientemente discreto como para no llamar la atención innecesariamente. Desde el exterior, la academia se alzaba con una arquitectura moderna, una armoniosa fusión de diseño funcional y elegancia minimalista. Su imponente fachada transmitía una sensación de grandeza y profesionalismo. Al estacionarnos, observamos cómo varias familias se bajaban de sus autos, algunas con niños que exhibían expresiones de entusiasmo, mientras que otros, con los rostros más serios, mostraban una mezcla de nervios y curiosidad.

Al cruzar las puertas principales, fuimos recibidos por un hombre de mediana edad, vestido con un impecable uniforme de la academia. Su porte, serio pero afable, reflejaba la experiencia de alguien que está acostumbrado a tratar tanto con niños como con adultos importantes. Era evidente que este lugar no solo estaba destinado a formar atletas, sino a formar personas con disciplina y carácter.

—Bienvenidos a la Academia Olímpica. Es un gusto tenerlos aquí. Si me acompañan, les mostraré nuestras instalaciones y les explicaré cómo trabajamos con nuestros jóvenes atletas.

Asentimos en silencio, dejando que nos guiara por un pasillo amplio y luminoso. Las paredes estaban adornadas con una impresionante colección de trofeos, medallas y fotografías de atletas en momentos de victoria. Entre las imágenes se podían ver instantáneas de competiciones nacionales e internacionales, lo que dejaba claro que la academia no solo se enfocaba en la formación de niños, sino que era también una cantera de campeones olímpicos. Mi padre observaba cada detalle con la misma meticulosidad de siempre, evaluando en silencio si este lugar cumplía con los altos estándares que él siempre exigía.

—Esta es una de las instalaciones deportivas más avanzadas del país, por no decir que es la más avanzada —empezó a explicar nuestro guía mientras caminábamos—. Aquí no solo entrenan niños con un gran potencial, sino también atletas que ya están compitiendo a nivel olímpico. Sin embargo, hoy nos enfocaremos en la sección infantil, ya que este es el área que les interesa.

Cruzamos un corredor que nos condujo hasta una pista de atletismo al aire libre. A lo lejos, un grupo de niños, aproximadamente de mi edad, corría bajo la atenta supervisión de un entrenador que los animaba con palabras de aliento, no con gritos ni exigencias. A pesar del esfuerzo visible en sus rostros, la atmósfera era la de un juego competitivo más que la de una rigurosa disciplina militar. La energía en el aire era contagiante.

—En esta sección, nuestro enfoque es que los niños desarrollen sus habilidades a su propio ritmo —continuó el guía—. Nuestro objetivo no es presionarlos en exceso, sino fomentar una competencia sana que los motive. Queremos que disfruten el proceso de aprendizaje, sin perder de vista su desarrollo físico y mental. La presión excesiva puede ser perjudicial, tanto para su salud física como para su bienestar emocional.

Mi padre, siempre analítico y observador, no tardó en preguntar: —¿Y cómo se asegura que el progreso no se estanque?

El guía asintió, como si estuviera preparado para esa pregunta. —Realizamos evaluaciones constantes. Los niños participan en competencias internas, las cuales no solo les permiten medir su progreso, sino también identificar sus fortalezas y áreas de mejora. Dependiendo de su nivel, pueden enfrentarse a compañeros que se encuentren en una etapa similar, lo que les permite tener competencias más parejas, pero también los exponemos a enfrentamientos con niños más avanzados, para evaluar qué tan lejos pueden llegar.

Continuamos el recorrido, y desde la pista de atletismo se veía, a través de amplios ventanales, una piscina olímpica donde varios niños practicaban distintos estilos de natación. Cada carril estaba dirigido por un entrenador que guiaba a pequeños grupos con calma y precisión. Más allá, una sala de gimnasia resonaba con los sonidos de atletas jóvenes realizando sus rutinas. Algunos se balanceaban en las barras, otros realizaban saltos acrobáticos, mientras los entrenadores supervisaban y corregían con esmero cada movimiento.

—Entre nuestras disciplinas destacadas se encuentran el atletismo, la natación, la gimnasia, la esgrima y el ciclismo. A partir de los 4 años, comenzamos a introducir a los niños de forma gradual en otras disciplinas, como levantamiento de pesas, tiro con arco y diversos deportes de contacto. Además, estamos en proceso de expansión para incluir actividades recreativas como el tenis, la escalada, el voleibol, la danza contemporánea, el baloncesto y el fútbol.

Mi interés crecía con cada palabra, y me sentía cada vez más atraído por las posibilidades que este lugar ofrecía. ¿Sería posible especializarme en más de una disciplina? ¿Podría destacar aquí como lo había hecho en otros lugares? La idea de formar parte de este ambiente tan competitivo me motivaba más de lo que podía expresar.

Nos detuvimos frente a un gimnasio completamente equipado con tecnología de última generación. Algunos de los equipos estaban diseñados específicamente para niños, con adaptaciones en tamaño y resistencia para garantizar que los entrenamientos fueran apropiados para cada edad y nivel de desarrollo. Varias pantallas mostraban gráficos que analizaban el rendimiento de los atletas en tiempo real, permitiendo un seguimiento detallado y personalizado.

—En este espacio —continuó el guía— utilizamos tecnología avanzada para monitorear el progreso físico de cada niño. También organizamos simulaciones de competencia para evaluar cómo responden a la presión en un entorno controlado.

Mientras hablaba, un grupo de niños mayores entrenaba en una sala contigua, realizando esgrima con espadas. Sus movimientos eran rápidos y fluidos, casi como una coreografía perfectamente sincronizada. La precisión y destreza con que manejaban las espadas reflejaban el alto nivel de entrenamiento que se ofrecía en la academia.

Mi padre permaneció en silencio, evaluando cada aspecto de lo que veía, hasta que, finalmente, rompió el silencio con una pregunta directa. —¿Qué sucede con los niños que tienen un desempeño excepcional? —preguntó, con ese tono medido que usaba cuando quería asegurarse de que su inversión fuera una decisión bien tomada.

El guía sonrió, como si ya estuviera acostumbrado a esta pregunta. —Aquí entendemos que cada niño tiene un potencial único. Si un estudiante demuestra habilidades sobresalientes, ajustamos su entrenamiento para asegurarnos de que siempre se le esté desafiando. En esos casos, los niños con mayor nivel entrenan con compañeros más avanzados o, incluso, en clases con niños mayores. Lo que buscamos es un equilibrio entre la exigencia y el disfrute del deporte, para que nunca pierdan la motivación.

Mi padre asintió con satisfacción. Parecía que esta academia estaba cumpliendo con todas sus expectativas.

Finalmente, llegamos a una sala donde se realizaban reuniones entre los entrenadores y los padres. Las paredes estaban cubiertas de gráficos, calendarios de competencias y planes de entrenamiento detallados. El guía explicó cómo, una o dos veces al año, se organizaban encuentros entre distintas academias, lo que ofrecía a los niños la oportunidad de medirse con talentos de otras instituciones.

—Estas competencias no solo se organizan para ganar —dijo el guía—, sino para proporcionarles una experiencia que les permita aprender y crecer aún más, mientras comprueban cómo se comparan con los mejores a nivel nacional e internacional.

Mientras mi padre y el guía discutían los detalles administrativos, me perdí momentáneamente en mis pensamientos. La academia parecía ser todo lo que había imaginado y mucho más. No solo era un lugar para entrenar; era un espacio donde podría explorar mis límites, competir con los mejores y, quizás, destacarme como nunca antes.

Al final del recorrido, regresamos al auto. Mi padre me miró con una ligera sonrisa en el rostro. —¿Qué opinas? —me preguntó, con una mezcla de interés y evaluación.

—Creo que este lugar tiene todo lo que necesito —respondí con firmeza, mientras en mi mente ya me visualizaba participando en mi primera competencia aquí.

—Papá, me encantaría asistir a esta academia. Lo que nos mostraron es excelente, y estoy convencido de que sería una gran oportunidad para empezar a practicar deportes aquí.

—A mí también me pareció una excelente opción, Kokuryu. Entonces mañana comenzarás a asistir.