Me desperté con una energía desbordante, una sonrisa no podía dejar de dibujarse en mi rostro. Hoy era el día. El día en que finalmente comenzaría a asistir a la academia olímpica, era otro paso hacia la meta que me había trazado desde que era consciente de mi nueva vida. El sol apenas comenzaba a asomar por la ventana, pero yo ya estaba completamente despierto, mis ojos brillaban con emoción. Salté de la cama y, como cada mañana, hice la rutina de siempre: tendí las sábanas con cuidado, ordené mi cuarto y me aseguré de que todo estuviera en su lugar. Nada debía estorbar mis pensamientos hoy.
Al bajar a la cocina, mis padres ya estaban sentados a la mesa. Papá, como siempre, estaba concentrado en leer las noticias, mientras que mamá organizaba los platos para el desayuno. No pude evitar expresar mis sentimientos de inmediato.
— ¡Papá, mamá! ¡Estoy tan emocionado! Hoy es el primer día de la academia olímpica, no puedo esperar más. — Mi voz traicionaba la mezcla de entusiasmo y nerviosismo que sentía.
Mi papá levantó la vista de su periódico y sonrió, un brillo de orgullo en sus ojos, aunque también un toque de preocupación, como si supiera lo grande que sería este nuevo paso en mi vida.
— Sé que lo estás, hijo. Pero recuerda, la emoción es solo el primer paso. Ahora, a comer rápido para que después puedas cambiarte de ropa para irnos. Necesitas estar al cien para tu primer día de clases.
Mi mamá asintió con una sonrisa cálida y me sirvió rápidamente el desayuno. Mientras comía, sentí una creciente necesidad de entrenar, como si el día de hoy fuera solo una excusa para darme más razones para mejorar.
— ¡Voy a hacerlo, papá! — Respondí con firmeza, masticando con rapidez y al terminar corrí hacia mi armario para quitarme mi pijama y ponerme ropa deportiva. Estaba ansioso por mi primer día y demostrar de lo que soy capaz.
Tomé mis cosas y me preparé para lo que sería el primer día de una nueva etapa. Al salir de casa, miré a mis padres con una determinación renovada.
— ¡Vamos, papá! No quiero llegar tarde. Hoy comienza todo.
Al llegar a la academia, me sorprendió lo tranquila que estaba la entrada. Había algunas personas dispersas por el lugar, pero la mayoría no parecía notar nuestra presencia. Sin embargo, tan pronto como cruzamos el umbral, un par de figuras se acercaron rápidamente a mi padre. Eran personas con una postura firme y un aire de autoridad que transmitían que sabían exactamente quién era. Aunque la mayoría de las personas aquí no parecían reconocerlo, estas dos figuras lo hacían, y su respeto hacia él era inmediato.
— ¡Vaya, no esperaba encontrar a una figura como usted aquí! — dijo uno de ellos, su voz cargada de admiración y un toque de sorpresa. La otra persona asintió, mirando a mi padre con una mezcla de respeto y reverencia.
Mi padre, siempre calmado y serio, respondió con una leve sonrisa.
— Vine a traer a mi hijo a su academia. Ayer me dieron un recorrido estándar junto a otras personas, y me pareció un lugar excelente.
Las dos figuras intercambiaron miradas y luego se inclinaron ligeramente, como si comprendieran la magnitud de lo que mi padre acababa de decir.
— Nos hubiera avisado con antelación, hubiéramos preparado un recorrido exclusivo para usted — dijo uno de ellos, en tono amable pero formal. La oferta estaba cargada de respeto, como si mi padre fuera alguien cuya presencia merecía una atención especial.
Mi padre negó con la cabeza, sin perder su calma.
— No era necesario — respondió, con un tono tranquilo, casi desinteresado. — Creo que es más importante que mi hijo tenga la experiencia completa, como cualquiera de los demás.
Tras estas palabras, mi padre dio un paso atrás, mirando hacia mí.
— Bueno, me voy. Les encargo a mi hijo. Cuídenlo bien, tiene un talento verdaderamente excepcional — dijo mi padre, su tono serio. Luego, con firmeza, añadió: — Pero por favor, no le den un trato especial por ser su padre.
Se acercó a mí, me dio un breve toque en el hombro y, con una mirada que reflejaba confianza, dijo: — Adiós, hijo. Vuelvo más tarde. Pórtate bien.
Yo asentí y, con una sonrisa leve, respondí: — Adiós, papá.
Los dos hombres asintieron, y mi padre, sin más palabras, se alejó, confiando en que me cuidarían y me tratarían con el respeto que merecía, pero sin privilegios.
Mientras mi padre se alejaba, me sentí aún más consciente de la figura que él representaba, pero también de lo lejos que yo debía llegar para estar a su altura. Al parecer estos dos hombres son algo así como los dueños o jefes de esta academia.
Los hombres me miraron con una mezcla de sorpresa y curiosidad, como si esperaran escuchar algo más típico o convencional. Después de unos segundos de silencio, uno de ellos dio un paso hacia mí, mirando directamente a mis ojos con una expresión seria pero amigable.
— Entonces, ¿con qué deporte te gustaría comenzar este día? — me preguntó, su tono profesional pero interesado.
Tomé aire, sintiendo cómo mi corazón latía con más fuerza por la emoción de estar en este nuevo lugar, pero también con la presión de dar una respuesta que demostrara mi seriedad. Después de un momento de reflexión, respondí con firmeza:
— Me gustaría empezar con la gimnasia. Siento que es un buen punto de partida para desarrollar fuerza y agilidad. Y no sé si es posible, pero al final me gustaría practicar natación. Creo que ambas disciplinas me ayudarán a mejorar mi rendimiento físico de forma integral.
Los dos hombres intercambiaron miradas, evaluando mi respuesta. Uno de ellos asintió, impresionado por la claridad de mi decisión.
— Es un enfoque interesante — comentó el otro, y luego me miró con una sonrisa. — La gimnasia te dará una base excelente en términos de fuerza y control corporal, y la natación es ideal para mejorar la resistencia y la flexibilidad.
Me sentí aliviado al ver que no solo no me habían rechazado, sino que parecía que estaban considerando la idea con seriedad.
— No hay problema, podemos organizarlo para ti. Vamos a asegurarnos de que tengas tiempo para ambos deportes. — Dijo uno de ellos, y aunque sonaba como una promesa, su tono mostraba que sabían lo que implicaba combinar disciplinas tan exigentes.
Al llegar a la sala de gimnasia, una sensación de anticipación recorrió mi cuerpo. La puerta se abrió lentamente y me encontré frente a un espacio amplio y bien iluminado, con barras, aros y colchonetas repartidos por todo el lugar. A lo lejos, vi a varios niños de mi edad, algunos con ropa deportiva y otros con miradas decididas, como si estuvieran acostumbrados al ambiente. Me di cuenta de que todos parecían tener una energía propia, una mezcla de concentración y emoción por lo que estaba a punto de comenzar.
Los dos hombres que me habían acompañado hasta allí me guiaron hacia el centro de la sala, donde un grupo de niños se reunía para empezar la clase. Uno de ellos se acercó a una de las figuras al frente, que debía ser el entrenador, y comenzaron a hablar en voz baja. El entrenador, un hombre de complexión fuerte y rostro serio, asintió mientras escuchaba. Luego, los dos se giraron hacia mí.
— Este es el joven del que les hablamos — dijo uno de los hombres, señalándome. — Es un niño de nuevo ingreso, y tiene algunas habilidades excepcionales a su edad. Queríamos asegurar que comprendieran su situación.
El entrenador me observó detenidamente durante un momento, como si estuviera evaluando cada aspecto de mi presencia. Después, se acercó a mí, extendiendo una mano firme para darme la bienvenida.
— Encantado de conocerte — dijo, con una sonrisa que parecía más profesional que cálida. — Entiendo que eres un niño con grandes aspiraciones. Vamos a asegurarnos de que estés en el camino correcto.
Los otros niños, que hasta ese momento no parecían haberse percatado de mi presencia, comenzaron a mirarme con curiosidad. Algunos, sin ocultar su asombro, murmuraban entre ellos, mientras otros se concentraban en las instrucciones que estaba dando el entrenador.