Al terminar la clase, los dos hombres me guiaron hacia la salida, caminando a mi lado con una mezcla de entusiasmo y respeto. Pude notar que todavía estaban impresionados por lo que habían presenciado. Aunque intentaban mantener la compostura, intercambiaban miradas y susurraban entre ellos, como si discutieran lo extraordinario de mi desempeño.
Al salir del área de la piscina, un aire fresco me golpeó suavemente, trayendo consigo el sonido de las voces de otros niños que jugaban cerca. Mis pies descalzos hacían un ligero eco en el suelo mojado mientras caminábamos por el pasillo que conducía al vestíbulo principal. Finalmente, al cruzar la última puerta, lo vi: mi padre estaba allí, esperándome.
De pie junto a la entrada, su figura destacaba entre las demás personas. Alto y con una postura imponente, irradiaba una mezcla de calma y fuerza que era difícil de ignorar. Sus brazos cruzados y su mirada fija hacia mí mostraban un interés sereno, pero también una pizca de orgullo que trataba de ocultar. En cuanto nuestras miradas se cruzaron, me sentí envuelto por una sensación de seguridad, como si en ese instante supiera que, sin importar lo que ocurriera, él estaría allí para apoyarme.
Uno de los instructores se dirigió a mi padre con una sonrisa, dejando escapar un leve tono de admiración en su voz. "Su hijo tiene un talento increíble, señor. Definitivamente es algo fuera de lo común. Estamos considerando moverlo a una clase más avanzada. Creemos que tiene un gran potencial".
Mi padre escuchó atentamente, asintiendo con una leve sonrisa en su rostro. Aunque no dijo mucho, pude notar que sus ojos brillaban con un interés renovado. Era como si, en ese momento, estuviera evaluándome de una manera diferente, no solo como su hijo, sino como alguien que podría llegar mucho más lejos de lo que esperaba.
Al despedirnos de los instructores y salir del edificio, mi padre finalmente rompió el silencio. "Parece que has impresionado a tus maestros," dijo con un tono calmado pero cargado de significado. "Pero no dejes que eso te distraiga. Talento sin esfuerzo no lleva a ninguna parte."
Asentí en silencio, sabiendo que tenía razón. Sin embargo, no podía evitar sentirme emocionado. Era la primera vez que experimentaba algo así en esta nueva vida. Cuando llegamos a casa, mi madre nos estaba esperando en la puerta.
"¡Bienvenidos!" exclamó con una sonrisa cálida. "¿Y? ¿Cómo te fue en tu primera clase?"
Corrí hacia ella, incapaz de contener mi entusiasmo. "¡Me fue muy bien, mamá! Me gustó mucho. Los ejercicios eran fáciles, pero me sentí genial. ¡Nadar es increíble! Me sentí como si… como si el agua fuera mi hogar."
Mi madre se agachó para mirarme a los ojos, acariciando mi cabello con ternura. "Eso suena maravilloso, cariño. Me alegra que lo disfrutaras tanto. Pero dime, ¿por qué crees que el agua te hace sentir así?"
Reflexioné un momento antes de responder, tratando de encontrar las palabras correctas. "No lo sé, mamá. Es como si mi cuerpo supiera exactamente qué hacer, como si estuviera volando. No tengo que pensar en cada movimiento, solo… sucede. Los instructores incluso dijeron que podría estar en una clase para niños prodigios."
"¿En serio?" preguntó mi madre, mirando a mi padre con una mezcla de sorpresa y orgullo.
"Sí," intervino él, cruzándose de brazos. "Pero eso no significa que pueda relajarse. Le dije que talento sin esfuerzo no lleva a ningún lado."
"Tu padre tiene razón," dijo ella, asintiendo. "Pero también es importante que recuerdes disfrutar lo que haces. Si el agua es tu hogar, entonces haz que cada brazada cuente. No solo nades porque puedes, sino porque amas hacerlo."
Sonreí, sintiendo que sus palabras resonaban conmigo. "Quiero mejorar," dije con determinación. "Quiero ser más rápido, más fuerte. Sé que puedo hacerlo mejor, y no importa qué tan fácil parezca ahora, sé que siempre habrá algo nuevo que aprender."
Mi madre me abrazó con cariño. "Esa es la actitud, mi amor. Y no olvides que estamos aquí para apoyarte, siempre."
Mi padre asintió. "Si realmente te apasiona, te ayudaremos en lo que necesites. Pero prepárate, porque el camino no será fácil. Siempre habrá alguien allá afuera que te obligará a dar lo mejor de ti."
"Lo haré," respondí, sintiendo que este momento era especial, un nuevo comienzo lleno de oportunidades.
Por la noche, mientras me preparaba para ir a dormir, una mezcla de emoción y curiosidad llenaba mi mente. Había sido un día muy ocupado. Decidí aprovechar la tranquilidad del momento para revisar las notificaciones del sistema, algo que aparecía frente a mis ojos o siendo mejor en mi mente ya que parecia otro espacio.
Cerré los ojos y me concentré. Inmediatamente, ahora todo parecía como si estuviera dentro de un videojuego. Una serie de mensajes organizados apareció frente a mí, cada uno detallando el estado de las habilidades que había copiado durante el día.
El sistema mostraba cada movimiento y técnica que había replicado, acompañado por una breve descripción de su nivel. Mi habilidad no solo copiaba lo que veía, sino que analizaba los movimientos a un nivel profundo, adaptándolos a mi cuerpo de una manera casi mágica.
Entonces, apareció un nuevo mensaje que me llamó la atención:
"Proceso de adaptación en curso. Debido al alto número de copias realizadas hoy, tu cuerpo requiere un ajuste completo. Durante la noche se llevará a cabo el proceso de adaptación. Por la mañana, todas las habilidades estarán completamente integradas."
Me quedé mirando la notificación, maravillado por la eficiencia del sistema. Entendí que no solo era cuestión de copiar; mi cuerpo y mente necesitaban tiempo para asimilar los movimientos y convertirlos en algo natural. El término "proceso de adaptación" me resultaba intrigante. ¿Qué tan profundo sería este ajuste?
Una ligera inquietud pasó por mi mente. ¿Esto tendría algún efecto secundario? Pero me tranquilicé rápidamente al recordar que ya había experimentado este proceso antes de una menor manera, y siempre terminaba sintiéndome con nuevas capacidades físicas y mentales.
Me recosté en la cama, con la luz de la luna entrando por la ventana, mientras pensaba en lo que significaba todo esto. Mi habilidad era extraordinaria, pero con ella venía una responsabilidad. Si realmente podía aprender tan rápido y adaptarme tan bien, tenía que asegurarme de usar ese don para algo grande.
"Por la mañana, estaré listo," me dije a mí mismo, cerrando los ojos con determinación. Mientras el sueño comenzaba a invadirme, sentí un ligero hormigueo en mis músculos, como si el proceso ya hubiera comenzado. Era extraño, pero también reconfortante. Sabía que cuando despertara, sería mejor.
Con esa idea en mente, me dejé llevar por el sueño, preparado para lo que el próximo día me depararía.