El profesor de gimnasia comenzó el día mostrándome las bases de la disciplina, explicando con paciencia los movimientos más fundamentales. Mientras hablaba, observaba atentamente mis reacciones, como si evaluara la manera en que abordaba cada ejercicio. Sin embargo, a medida que avanzaba la clase, sus ojos mostraron sorpresa. Cada vez que me pedía realizar un movimiento básico, lo ejecutaba con una precisión y fluidez que él no esperaba de un principiante.
Finalmente, después de que completé una serie de ejercicios sin dificultad, el profesor dejó de hablar y me miró fijamente, con una expresión de asombro.
— ¿Cómo has aprendido a hacer todo esto? — preguntó, claramente impresionado.
Lo miré con una leve sonrisa, consciente de que su sorpresa era genuina, y le respondí con tranquilidad:
— Pues he estado entrenando en el gimnasio que tenemos en casa, junto a mi papá. Él me ha enseñado muchas cosas, pero también he intentado imitar lo que he visto en la televisión y en algunos libros de nuestra biblioteca.
El profesor quedó en silencio por un momento, como procesando mi respuesta, y luego asintió lentamente, como si comenzara a entender de dónde venía mi habilidad. Su mirada cambió, dejando de ser la de un instructor que esperaba enseñar desde cero a un principiante, y adoptó una de respeto, como si reconociera que había algo más detrás de mis movimientos.
— En verdad es excepcional, como me dijeron los jefes — murmuró, sin poder ocultar su admiración.
A continuación, pasamos el resto de la clase haciendo un análisis más detallado de mis bases. El profesor me observaba desde todos los ángulos, pidiendo que repitiera ciertos movimientos para evaluar la forma en que los ejecutaba. Corrigió algunos detalles, como la alineación de mis pies y la posición de mis brazos, pero en general parecía muy satisfecho con mi progreso. Mientras corregía, me daba pequeños consejos sobre cómo mejorar aún más mi técnica, y me animaba a perfeccionar lo que ya hacía bien. La clase pasó rápidamente, ya que estuve completamente concentrado en absorber cada ajuste y consejo que me ofrecía, sabiendo que cada corrección me hacía cada vez un poco mejor.
Finalmente, terminamos la clase con una serie de ejercicios para mejorar nuestra flexibilidad. El profesor nos guió a través de estiramientos, enfocándose en los músculos que más utilizamos en la gimnasia. Aunque estaba algo cansado, sentí que cada estiramiento me ayudaba a ganar un poco más de control y fluidez en mis movimientos. Con cada respiración profunda, mi cuerpo se fue relajando, cerrando la sesión de manera tranquila pero efectiva.
Al terminar la clase de gimnasia, los dos hombres que me habían acompañado desde el principio aparecieron nuevamente. Se acercaron con la misma expresión seria pero cordial, pidiéndome que los siguiera. Sin decir una palabra más, comencé a caminar detrás de ellos, mientras mis músculos aún sentían el esfuerzo de la clase de gimnasia. Nos dirigimos por un pasillo amplio hasta llegar a una sala que, por su decoración sencilla y acogedora, parecía estar diseñada específicamente para descansar y entretenerte con algún libro, revista o juego de mesa.
La luz suave que entraba por las ventanas, junto con algunos sillones y mesas, creaban un ambiente relajante. Los dos hombres se detuvieron en la puerta, mirándome brevemente antes de hablar.
— Antes de tu primera clase de natación, será mejor que descanses un rato aquí — dijeron, con un tono que indicaba que entendían la importancia de recuperar energías entre actividades intensas.
Curioso, levanté la mano y les pregunté:
— ¿Y si me aburro aquí? ¿Puedo dar un paseo por las instalaciones?
Uno de los hombres sonrió ligeramente, como si ya esperara esa pregunta.
— Por supuesto, puedes observar las demás clases si lo deseas — respondió amablemente, — pero por favor, no interrumpas las actividades. Solo asegúrate de no molestar a los demás.
Asentí con comprension mientras veía mi alrededor, sentí una pequeña chispa de emoción al pensar en las clases que podría ver. Estaba ansioso por explorar más de la academia y llevar a cabo algo que se me ocurrió
— En un rato te buscaremos para guiarte a tu clase de natación — añadió uno de los hombres antes de marcharse.
Les agradecí con un asentimiento de cabeza y me acomodé para descansar, pero mi mente seguía activa, llena de pensamientos sobre lo que pensaba hacer a continuación. Aunque estaba agotado por la clase de gimnasia, la emoción de estar en un lugar tan lleno de oportunidades me mantenía alerta. Miré alrededor, observando las instalaciones con curiosidad, mientras la quietud de la sala me ayudaba a recuperar algo de energía.
Cuando los hombres se fueron, dejándome solo, la tranquilidad se apoderó del lugar. Aproveché la ocasión para preguntarle a mi sistema, una curiosidad que me había estado rondando desde que llegué aquí.
— ¿Puedo copiar las habilidades de las personas que están entrenando en estas instalaciones? — le pregunté en voz baja, esperando una respuesta rápida.
El sistema respondió casi al instante, su voz electrónica resonando en mi mente.
— Sí, puedes hacerlo. Sin embargo, ten en cuenta que las habilidades copiadas se ajustarán a tu cuerpo. Si intentaras copiar algo que esté más allá de tus capacidades actuales, tu cuerpo tendría que adaptarse y el proceso de adaptación podría requerir un tiempo en el que no podrías entrenar y en algunos casos te dolerá debido a las modificaciones que se necesitan hacer en tu cuerpo.
Pensé en su respuesta por un momento. La idea de copiar habilidades me emocionaba, pero también sabía que no debía arriesgarme a sobrecargar mi cuerpo. Aun así, la posibilidad de mejorar tan rápidamente era tentadora.
— Además — continuó el sistema —, puedo proporcionarte una guía después de que copies algo muy complicado, para que puedas lograr dominarlo con tiempo y esfuerzo. Esto te permitirá perfeccionar la habilidad de manera gradual, evitando que tu cuerpo tenga ese efecto secundario que mencioné anteriormente.
Sonreí con satisfacción, sabiendo que había encontrado una manera de utilizar mi habilidad de copia de forma efectiva. Después de alrededor de 5 minutos pensativos, decidí a dónde iría a ponerla en práctica. Sabía que debía ser estratégico para no llamar la atención, pero también aprovechar al máximo las oportunidades que se presentaban.
Finalmente, tomé una decisión. Me dirigí a la sección donde entrenaban los niños más avanzados, en su mayoría considerados prodigios en sus respectivas disciplinas. Al llegar, observé cómo realizaban ejercicios de gimnasia, demostrando una destreza impresionante para su edad. Sin perder tiempo, comencé a activar mi habilidad de copia, enfocándome en sus movimientos. Cada salto, giro y acrobacia era analizado y copiado en mi mente, ajustándose rápidamente a mi propio cuerpo. Incluso me concentré cuando su instructor realizó una demostración, observando cada detalle de su técnica.
Mientras hacía esto, noté que varias notificaciones comenzaron a aparecer en el sistema, alertándome de los avances y ajustes realizados, pero sin darle demasiada importancia, decidí desactivarlas. No quería distraerme con detalles en ese momento. Sabía que podría revisarlas más tarde.
Seguí caminando por las instalaciones, con la mente llena de nuevas habilidades recién copiadas. Pronto me encontré con la pista de atletismo, donde varios niños algo mayores estaban practicando. Estaban realizando sprints, y al final, decidieron desafiar a su instructor a una carrera. Al ver la oportunidad, supe que ese era el momento perfecto para activar mi habilidad de copia una vez más. Observé atentamente cada uno de los movimientos que realizaban: la postura al comenzar, la técnica de zancada, la aceleración en la recta final. Todo lo que podría mejorar mi rendimiento en esa área.
Era el momento de absorber lo máximo posible.
Todo esto sucedió en aproximadamente media hora, y al darme cuenta de que el tiempo había pasado rápidamente, decidí que era momento de dirigirme hacia la sala de descanso para relajarme antes de la siguiente clase. Sin embargo, mientras caminaba de regreso, volví a encontrarme con los dos hombres que me habían guiado al principio. Uno de ellos me miró con una ligera sonrisa.
— Por fin te encontramos — dijo, — ya falta poco para tu clase.
Asentí, agradecido por la atención que me prestaban y continué caminando junto a ellos. Mientras nos dirigíamos hacia la sala de natación, me sentía satisfecho con todo lo que había podido observar y copiar en tan poco tiempo. Sabía que ese conocimiento sería útil en el futuro cercano.
Al llegar a la puerta de la clase de natación, los hombres se detuvieron y se volvieron hacia mí.
— Al terminar, te recogeremos para guiarte a la salida — me dijeron con tono firme pero amable.