Como siempre, Jenna era mandona y le encantaba regañarme hasta que hacía las cosas como ella quería. Hubo momentos en que la encontré molesta, pero siempre he apreciado todo lo que había hecho por mi madre y por mí.
—¿Dónde está? —pregunté sin emoción.
—Puedes venir aquí y verlo por ti mismo —respondió.
Antes de que pudiera responder, Jenna comenzó a tirar de la manga de mi traje. No había manera de que una mujer vieja y frágil con un marco tan pequeño pudiera arrastrarme con ella, pero me encontré siguiéndola voluntariamente mientras ella lideraba el camino hacia la mansión. Dahlia realmente me ahorró el problema de buscarla. Un paso a través de la entrada y ya podía verla.
—Se quedó dormida aquí esperándote... —informó Jenna con una mirada preocupada en su rostro.
