—Estás exagerando —dijo fríamente.
—No, no lo estoy... —murmuré a la defensiva.
A pesar de su actitud un tanto fría, Bradon me ofreció su mano mientras se paraba al lado de la cama. Tras mirar su mano extendida y dudar por un momento, finalmente deslicé mi mano en la suya para permitirle ayudarme a levantar de la cama.
Fue así como terminé sentándome frente a Bradon en la larga y gran mesa de mármol del comedor. Era tan tarde en la noche que me sentía mal por interrumpir el descanso de Jenna y algunos del personal porque tuvieron que preparar la mesa para nosotros y servirnos comida. Para mi sorpresa, Jenna estaba toda sonrisas e incluso tarareaba una melodía propia mientras colocaba muchos platos en la mesa. Hizo que pareciera que estábamos desayunando en una mañana soleada y brillante con buen tiempo en vez de en plena madrugada.
—¡Buen provecho! —dijo antes de sonreírnos brillantemente.
—Gracias... —la agradecí educadamente.