En lo profundo de la prisión celestial donde Jehová había confinado a Karla'k, el dios del caos permanecía atrapado, fusionado con el cuerpo de James Talloran. La celda brillaba con una luz divina que se oponía a la naturaleza caótica de Karla'k, cada rayo de luz siendo una cadena que mantenía a la entidad maligna bajo control.
Karla'k, furioso y resentido, se agitaba dentro del cuerpo de James. Podía sentir la presencia de Jehová, ese ser que se había atrevido a desafiarlo y encerrarlo en esta prisión de orden y pureza.
"¡Esto es intolerable!" rugió Karla'k dentro de la mente de James, su voz resonando con un eco oscuro. "No permaneceré encerrado aquí por siempre. Soy el caos, la fuerza que desata la destrucción y renueva el universo. ¡Ningún poder, ni siquiera el de Jehová, puede contenerme eternamente!"
Pero por más que lo intentaba, cada intento de romper las cadenas de luz divina resultaba inútil. Jehová había creado esta prisión específicamente para él, diseñándola para contrarrestar cada fragmento de su poder. Karla'k, lleno de rabia, comenzó a tramar su escape, sabiendo que su tiempo eventualmente llegaría.
James Talloran, con la mirada perdida y depresiva, se encontraba en el corazón de aquella prisión divina, sintiendo el peso del poder de Karla'k que habitaba dentro de él. Por más que intentaba resistir, la influencia del dios del caos era abrumadora. Karla'k se alimentaba de su desesperación, utilizando cada fragmento de la tristeza y la furia de James para fortalecerse.
Mientras la luz divina intentaba mantenerlos confinados, Karla'k susurraba en la mente de James, incitándolo a liberarse.
"¿Vas a permitir que te mantengan aquí, encerrado, como un simple prisionero? No somos débiles, James. Somos el caos. Tienes el poder de romper estas cadenas y destruir esta prisión. Úsalo."
La voz de Karla'k resonaba con una mezcla de tentación y promesa, y aunque James estaba agotado, algo en esas palabras encendió una chispa en su interior. Con un último respiro, James levantó la mirada, sus ojos brillando con un oscuro resplandor, la influencia de Karla'k manifestándose con mayor fuerza.
Una energía oscura y caótica comenzó a emanar de su cuerpo, envolviéndolo en una aura destructiva. Las paredes de la prisión, construidas con la luz pura de Jehová, comenzaron a temblar ante el inmenso poder que se liberaba.
Con un grito de dolor y furia, James permitió que el poder de Karla'k se desatara por completo. La prisión celestial se resquebrajó bajo la presión de esa energía, las cadenas de luz divina se rompieron como cristal, y la estructura entera comenzó a colapsar.
En un instante, la prisión fue destruida, reducida a fragmentos que se disolvían en la nada. James Talloran, ahora envuelto completamente en la oscuridad de Karla'k, estaba libre. Aunque su mirada seguía siendo depresiva, el poder que irradiaba era incuestionable. Karla'k había ganado una batalla, pero la lucha interna de James estaba lejos de haber terminado.
James Talloran, ahora liberado de la prisión, comenzó a canalizar el poder de Karla'k hacia una nueva y ambiciosa creación. Con su mente llena de visiones de caos y destrucción, se concentró en construir una nave que no solo trascendiera las dimensiones, sino que pudiera adaptarse a cualquier entorno. Esta nave sería un reflejo de su poder, capaz de cambiar de tamaño y forma según las necesidades del momento.
Comenzó a reunir materia oscura, energía cósmica, y fragmentos del caos primordial. Cada parte de la nave fue diseñada con una precisión casi divina, infundida con la capacidad de alterar su tamaño y estructura. En su forma más pequeña, la nave podía ser lo suficientemente compacta para caber en la palma de una mano, pero al mismo tiempo, podía expandirse hasta un tamaño colosal, rivalizando con la magnitud de galaxias enteras.
Mientras trabajaba, la nave comenzó a tomar forma. Su exterior era una mezcla de metal y energía pura, con un brillo oscuro que absorbía la luz circundante. Los bordes parecían desdibujarse en la realidad misma, como si la nave existiera en múltiples dimensiones a la vez. En su núcleo, un motor de caos alimentado directamente por la esencia de Karla'k, aseguraba que la nave pudiera moverse a través del omniverso, ignorando las barreras entre realidades.
Finalmente, la nave estaba lista. Con un pensamiento, James la hizo disminuir de tamaño, hasta que flotó en su mano como un pequeño y oscuro orbe. Al abrir la palma, la nave creció instantáneamente, expandiéndose hasta rodearlo por completo. Esta creación sería su herramienta definitiva, una manifestación física de su nuevo poder y una amenaza para cualquier que se interpusiera en su camino.
Con la nave a su disposición, James Talloran estaba preparado para llevar el caos a cualquier rincón del omniverso.
James Talloran estaba en la cabina de su nave, volando a través del vasto e infinito espacio, rodeado por la oscuridad salpicada de estrellas y galaxias lejanas. Los controles brillaban con una luz tenue mientras observaba el paisaje cósmico frente a él, su mente en el objetivo que lo impulsaba hacia adelante.
Mientras viajaba, sentía el poder de Karla'k resonar dentro de él, un recordatorio constante de la fuerza que lo había liberado de la prisión de Jehová. La energía del caos fluía por sus venas, dándole la determinación y la furia necesarias para seguir adelante. Su mirada se endureció mientras pensaba en sus hijos, sabiendo que cada momento que pasaba en ese viaje lo acercaba más a su objetivo final.
El silencio del espacio exterior solo intensificaba su resolución. James sabía que no habría tregua, no habría descanso hasta que sus hijos estuvieran a salvo y el caos de Karla'k se extendiera por todas las realidades. La nave avanzaba, y con ella, la voluntad inquebrantable de un hombre dispuesto a desafiar al propio universo para proteger lo que era suyo.
Mientras James Talloran volaba por el espacio infinito, sintió la presencia de un universo único entre los muchos outversos que existían. Este universo, numerado como 90,000,000, tenía un planeta en particular que llamó su atención: el planeta 53-B.9. Intrigado por lo que podría encontrar allí, James decidió detenerse.
La nave omniversal se desmaterializó frente a la atmósfera del planeta y reapareció en su superficie. 53-B.9 era un mundo diverso, habitado por razas y especies que habían evolucionado en caminos completamente diferentes a cualquier otro lugar que James había visto antes. Seres de formas y tamaños variados, con culturas, lenguajes y habilidades únicas, vivían en una mezcla de paz y conflicto, cada uno con su propia lucha por la supervivencia y el dominio.
James aterrizó en una vasta llanura donde se alzaban ciudades monumentales, llenas de tecnología avanzada y antiguas tradiciones. Las diferentes razas del planeta lo miraron con desconfianza al principio, pero la energía oscura de Karla'k que irradiaba de su ser rápidamente hizo que muchos lo reconocieran como un poder superior, alguien a quien seguir.
A través de discursos persuasivos y demostraciones de poder, James comenzó a reclutar a los más fuertes y capaces de estas razas. Seres con habilidades mentales, físicos imponentes, y poderes místicos desconocidos en otros lugares fueron sumándose a su causa. No se trataba solo de fuerza bruta; James buscaba la lealtad y la convicción, sabiendo que necesitaría aliados con voluntad de hierro para lo que estaba por venir.
A medida que pasaban los días, James reunió un ejército formidable, compuesto por una amalgama de especies que, bajo su mando, se unieron con un propósito común: desafiar las leyes de su propio universo y trascender más allá, siguiendo a James Talloran en su cruzada por liberar a sus hijos y esparcir el caos de Karla'k por los confines de la existencia. Con su nuevo ejército a su lado, James estaba listo para continuar su misión, más decidido que nunca.
Fin.