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Chapter 7 - Episodio 5: Un crecimiento muy rápido.

Víctor, con el espíritu renovado después de dos meses de paz, decidió retomar su entrenamiento para mantenerse en forma y preparado para cualquier desafío que pudiera surgir. Sacó la habitación temporal del bolsillo y la lanzó al suelo. La habitación se transformó en una estructura algo grande, equipada con todos los elementos necesarios para un entrenamiento intenso.

Mientras Víctor ajustaba algunos equipos en el exterior, la pequeña Gaby, curiosa y entusiasta como siempre, se acercó a la habitación. Sin que Víctor lo notara, Gaby, con su pequeño paso tambaleante, entró en la habitación temporal.

El interior del lugar era amplio, con un suelo acolchado y paredes revestidas con materiales absorbentes para soportar el impacto de los entrenamientos. A medida que Gaby exploraba el espacio, sus ojos brillaban con fascinación ante el entorno nuevo y extraño.

Víctor, absorto en su preparación, no se dio cuenta de que Gaby había entrado. Ella caminó con cuidado, tocando los diferentes equipos y observando los espejos que reflejaban el vasto espacio de entrenamiento. La habitación estaba llena de aparatos para ejercicios, pesas, y áreas dedicadas a diversas técnicas de combate.

Al darse cuenta de que Gaby no estaba a la vista, Víctor comenzó a buscarla con creciente preocupación. Su ansiedad creció cuando no pudo encontrarla en el área habitual de la casa. Finalmente, con una mezcla de miedo y urgencia, se dirigió hacia la habitación temporal, temiendo lo peor.

Al abrir la puerta, Víctor vio a Gaby en medio de la habitación, explorando con curiosidad. Un alivio inmediato se apoderó de él al ver que estaba segura. Se acercó rápidamente y, con un tono suave pero firme, le dijo:

-Gaby, cariño, ¿qué haces aquí?

Gaby lo miró con una sonrisa inocente, señalando un par de pesas con interés. Víctor se arrodilló a su lado, explicándole que la habitación no era un lugar para jugar y que debía tener cuidado. Aunque al principio estaba preocupado, no pudo evitar sonreír ante la determinación y curiosidad de su hija adoptiva.

Cuando Víctor intentó abrir la puerta de la habitación temporal, se encontró con que esta ya estaba cerrada, indicando que el entrenamiento había comenzado. La realidad de que estarían al menos 18 años encerrados en ese espacio lo golpeó con fuerza. Afortunadamente, tenía una pastilla de tiempo que le permitiría mantener su edad y condición física mientras entrenaba, evitando el envejecimiento prematuro. Sin embargo, al buscar en su bolsa, se dio cuenta de que ya no le quedaban más pastillas.

Estas pastillas, elaboradas por Rigor, eran esenciales para mantener su cuerpo en su estado óptimo durante el tiempo extendido en la habitación. Pero ahora, con Rigor de vacaciones y sin la posibilidad de obtener más pastillas, Víctor se enfrentaba a un desafío inesperado.

Víctor, sabiendo que no podía escapar de la situación y que debía adaptarse, comenzó a reorganizar sus prioridades. Con Gaby en brazos y una determinación renovada, aceptó que tendría que entrenar mientras cuidaba de su hija. Decidió que el entrenamiento y la crianza de Gaby debían coexistir, al menos hasta que encontrara una solución.

Con la habitación configurada para el entrenamiento y las necesidades básicas, Víctor se puso manos a la obra. La rutina diaria se volvió un balance entre ejercicios intensos y el cuidado de Gaby. Preparaba comidas con los recursos disponibles, creaba un espacio seguro y adaptado para la pequeña, y mantenía un horario regular para entrenar y enseñarle a Gaby las habilidades básicas de supervivencia.

Cada día, mientras levantaba pesas y realizaba ejercicios de combate, Víctor también se dedicaba a educar a Gaby en habilidades fundamentales y a darle amor y atención. A pesar de los desafíos, se adaptó a su nueva realidad con una mezcla de paciencia y resolución. Sabía que esta experiencia, aunque dura, fortalecería no solo su cuerpo y mente, sino también su vínculo con Gaby.

El tiempo en la habitación temporal se convirtió en una prueba de resistencia y adaptación. Víctor, aunque agotado, encontró una nueva perspectiva en su papel de padre y mentor. La experiencia, aunque dura, le enseñó a equilibrar la fuerza y el cuidado, y a apreciar cada momento con su hija mientras se preparaba para los desafíos futuros.

Después de diez años en la habitación temporal, Víctor seguía luciendo igual que cuando comenzó el entrenamiento, gracias a la pastilla de tiempo que había utilizado al principio. Sin embargo, su hija, Gaby, ahora tenía diez años.

A lo largo de esos años, Víctor había logrado establecer una rutina que equilibraba el riguroso entrenamiento con el cuidado y la educación de Gaby. La habitación temporal se había convertido en un entorno familiar y funcional, adaptado a sus necesidades.

Gaby había crecido rodeada de las enseñanzas de su padre, aprendiendo no solo habilidades básicas de supervivencia y combate, sino también valores de perseverancia y disciplina. Víctor la había educado con el mismo rigor que aplicaba en su entrenamiento, pero también con amor y paciencia. Ella se había convertido en una joven fuerte, inteligente y con una mentalidad decidida.

Mientras Víctor entrenaba, Gaby lo observaba con admiración, absorbiendo todo lo que podía. Juntos, habían desarrollado un vínculo profundo, basado en la confianza y el respeto mutuo. Víctor también le había enseñado a Gaby a ser independiente y a adaptarse a las circunstancias, habilidades que serían cruciales cuando eventualmente salieran de la habitación temporal.

Un día, mientras Víctor realizaba una serie de ejercicios intensos, Gaby se acercó a él, con una expresión de entusiasmo en su rostro.

-Papá, ¿crees que pronto saldremos de aquí? -preguntó, con una mezcla de curiosidad y esperanza.

Víctor, con una pausa en su entrenamiento, miró a su hija con una sonrisa suave.

-No estoy seguro de cuánto tiempo más necesitaremos aquí, Gaby. Pero hemos logrado mucho juntos. -dijo, con una mirada de orgullo-. La paciencia y el esfuerzo que has demostrado aquí te han convertido en una persona increíble.

Gaby asintió, entendiendo las palabras de su padre. Sabía que su tiempo en la habitación temporal había sido una etapa crucial en su desarrollo, tanto física como mentalmente.

Ambos continuaron con su rutina diaria, conscientes de que cada día que pasaban en ese lugar les acercaba más a su eventual salida y al mundo exterior. El tiempo en la habitación temporal había fortalecido a Víctor y a Gaby, preparándolos para cualquier desafío que pudiera surgir una vez que finalmente regresaran a su realidad.

A medida que los años pasaban en la habitación temporal, el entrenamiento de Víctor y Gaby se volvía cada vez más intensivo y exigente. La escala de sus ejercicios y entrenamientos se había elevado a niveles casi inimaginables. Los equipos y el entorno que habían creado reflejaban el poder y la determinación con los que abordaban su preparación.

Cada sesión de entrenamiento era un espectáculo de fuerza y habilidad. Las pesas que utilizaban eran colosales, pesando lo equivalente a 50 universos en los casos más extremos, mientras que en los entrenamientos menos intensos, las pesas eran equivalentes a un planeta. Estos ejercicios no solo desafiaban los límites físicos, sino que también fomentaban una resistencia mental y una capacidad de adaptación inigualables.

Víctor, con su experiencia y habilidad, guiaba a Gaby a través de cada fase del entrenamiento con una precisión impecable. Sus movimientos eran calculados y su enfoque, inquebrantable. Cada golpe que Gaby daba, cada esfuerzo que realizaba, estaba acompañado por un constante perfeccionamiento de técnica y fuerza.

Gaby, aunque aún joven, había desarrollado una destreza impresionante. Su cuerpo estaba esculpido y su mente entrenada para manejar el inmenso peso y la fuerza que requerían sus entrenamientos. Los golpes que daba resonaban con una potencia que hacía temblar el suelo de la habitación. Sus habilidades estaban a la par con las de su padre, y su capacidad para manejar el inmenso peso y la energía era asombrosa.

Una típica sesión de entrenamiento consistía en una serie de ejercicios que incluían levantar pesas de varios planetas, realizar movimientos de combate contra objetivos de tamaño cósmico, y mantener una velocidad y agilidad que desafiaban las leyes de la física. Las explosiones de energía y los impactos de sus entrenamientos creaban ondas de choque que reverberaban a través del espacio de la habitación temporal, evidenciando la magnitud de su esfuerzo.

Víctor observaba con orgullo el progreso de su hija. Aunque la tarea de entrenarla había sido ardua, estaba satisfecho con los resultados. Gaby se había convertido en una fuerza formidable, lista para enfrentar cualquier desafío que el mundo exterior pudiera presentar.

A lo largo de los años, el entrenamiento de Víctor y Gaby en la habitación temporal no solo había consolidado su fuerza y habilidades, sino que también había fortalecido su vínculo. La combinación de desafío físico, desarrollo mental y apoyo mutuo había creado una relación de confianza y respeto inquebrantable entre padre e hija.

Finalmente, el día llegó en que ambos se sentían listos para salir de la habitación temporal. Sus cuerpos y mentes estaban en la mejor forma posible, y la experiencia compartida durante estos años les había preparado para enfrentar el mundo exterior con una determinación renovada.

El tiempo en la habitación temporal había transformado a Víctor y Gaby en seres de poder inconmensurable. Víctor, con su habilidad y experiencia, había alcanzado un nivel de fuerza que le permitía levantar un megaverso sin esfuerzo. Su velocidad estaba en los límites infinitos, lo que lo colocaba en una categoría casi divina en términos de agilidad y rapidez.

Gaby, por su parte, había demostrado un crecimiento asombroso. A sus 18 años, podía levantar un universo con facilidad, y su velocidad, aunque aún no alcanzaba el infinito como la de su padre, se acercaba a la velocidad de la luz. Su capacidad para manejar y canalizar su energía era impresionante, y su maestría en combate reflejaba la influencia de años de intenso entrenamiento junto a Víctor.

El día para el combate final de entrenamiento había llegado. Ambos sabían que esta prueba no solo sería una culminación de sus esfuerzos, sino también una demostración de lo que habían logrado juntos durante casi dos décadas en la habitación temporal.

Víctor y Gaby se enfrentaron en el centro de la sala de entrenamiento, una arena diseñada para soportar la magnitud de su combate. El espacio estaba preparado para contener las explosiones y ondas de choque que seguramente acompañarían su enfrentamiento.

El combate comenzó con una explosión de velocidad. Víctor, con su agilidad infinita, se movió como un destello, apareciendo frente a Gaby en un abrir y cerrar de ojos. Gaby, sin embargo, no se quedó atrás. Su reflejo, aunque no tan veloz como el de su padre, era extraordinariamente rápido. Con un salto acrobático, esquivó el primer ataque de Víctor, sus movimientos eran una danza de precisión y fuerza.

Las técnicas que empleaban eran devastadoras. Víctor lanzó un torrente de golpes que resonaban como truenos, cada impacto enviaba ondas de choque que atravesaban el espacio. Gaby respondió con una combinación de ataques rápidos y controlados, sus puños y patadas brillando con una energía que hacía temblar el suelo de la arena de combate.

Cada golpe que se daba era un espectáculo de poder y habilidad. La habilidad de Víctor para combinar su fuerza infinita con una técnica impecable se enfrentaba a la destreza de Gaby, que, aunque menor en fuerza pura, era increíblemente ágil y precisa. Su combate era una exhibición de sincronía perfecta y una lucha de titanes.

A medida que el combate avanzaba, ambos luchadores demostraban un respeto mutuo. La intensidad del enfrentamiento reflejaba no solo la fuerza física, sino también la profunda conexión y comprensión que habían desarrollado durante años de entrenamiento conjunto.

Finalmente, después de un enfrentamiento que parecía eterno, ambos se detuvieron, agotados pero satisfechos. Víctor, con una sonrisa de orgullo, abrazó a su hija. Gaby, aunque jadeante, también sonreía, sabiendo que había alcanzado un nivel de habilidad que la preparaba para cualquier desafío que viniera.

El combate final no solo había demostrado el nivel de poder que habían alcanzado, sino también la profunda relación que habían forjado. Con el entrenamiento completo, estaban listos para enfrentar el mundo exterior, sabiendo que lo que habían logrado juntos los había convertido en una fuerza formidable, lista para enfrentar cualquier desafío que les esperara.

Cuando Víctor y Gaby salieron de la habitación temporal, el mundo exterior les pareció completamente diferente. Para Víctor, el retorno fue casi imperceptible; su habilidad para adaptarse al tiempo y espacio ya estaba más que afinada. Sin embargo, para Gaby, el regreso a la gravedad normal de la Tierra fue un desafío inesperado.

Apenas cruzaron el umbral de la habitación, Gaby experimentó la diferencia en su entorno de manera dramática. Su cuerpo, acostumbrado a la falta de gravedad y a un entrenamiento que le permitía movimientos casi infinitos, ahora se enfrentaba a las limitaciones físicas del planeta. La gravedad de la Tierra, que solía ser una constante inmutable, se sentía ahora como una fuerza opresiva.

Al principio, Gaby se movía con una velocidad y fuerza tan descontroladas que su presencia se volvía casi un borrón en el aire. Cada paso que daba hacía que el suelo temblara, y sus intentos por frenar su velocidad resultaban en estrepitosos choques con los objetos a su alrededor. Las paredes se rasgaban, los árboles se inclinaban, y el viento se alzaba con furia a su paso.

Víctor observaba con una mezcla de preocupación y admiración. Sabía que el proceso de readaptación a la gravedad de la Tierra no sería fácil para su hija, especialmente después de tantos años entrenando en un entorno donde la gravedad era prácticamente inexistente. Se acercó a Gaby con calma, utilizando su experiencia para guiarla en su proceso de adaptación.

-Gaby, respira profundo y trata de reducir gradualmente tu velocidad -dijo Víctor, su voz llena de paciencia.

Gaby, jadeante y visiblemente agotada, asintió y comenzó a concentrarse en controlar sus movimientos. Cada paso se volvía más consciente, y poco a poco, empezó a ajustar su fuerza para evitar causar más estragos a su alrededor. Sus movimientos, aunque aún rápidos, se volvieron más precisos y calculados.

Con el tiempo, Gaby comenzó a encontrar el equilibrio. Su velocidad y fuerza se ajustaron de manera que pudiera moverse con mayor control y eficacia. Aunque su adaptación aún estaba en progreso, ya podía desplazarse sin causar daños catastróficos, y su capacidad para regular su fuerza le permitía interactuar con su entorno de manera más controlada.

Finalmente, después de un período de ajustes y práctica, Gaby se sintió cómoda en su nuevo entorno. El regreso a la normalidad fue una transición desafiante, pero también una oportunidad para demostrar su habilidad y fortaleza en un mundo que ahora requería un control más meticuloso de sus capacidades.

Víctor, al ver a su hija adaptarse y dominar su entorno nuevamente, se sintió orgulloso. La transformación de Gaby, tanto en fuerza como en control, era un testimonio del increíble progreso que había hecho durante su entrenamiento. Juntos, estaban listos para enfrentar cualquier nuevo desafío que el mundo pudiera presentarles.

Gaby, con una mirada distante y un dejo de preocupación en su voz, miró a su padre. La intensidad de su entrenamiento y el tiempo que habían pasado en la habitación temporal la habían desconectado del mundo exterior durante 18 años. A pesar de todo su progreso y la fuerza que había ganado, una preocupación persistente le pesaba en el corazón.

-¿Cómo estará mamá? -preguntó Gaby, su voz cargada de una mezcla de ansiedad y esperanza.

Víctor, al escuchar la pregunta, sintió un nudo en el estómago. Había estado tan enfocado en el entrenamiento y en asegurar que Gaby estuviera lista para cualquier desafío que pudieran enfrentar que no había pensado en el estado de Luci y María durante todo este tiempo. Recordó los días en que había estado con ellas, la vida que habían compartido, y se dio cuenta de cuánto había cambiado el mundo en su ausencia.

-No lo sé con certeza -respondió Víctor, su tono grave-. Pero tenemos que ir a casa y averiguarlo. Estoy seguro de que están bien, pero es hora de ver con nuestros propios ojos.

Sin decir más, Víctor tomó la mano de Gaby y comenzó a caminar hacia su hogar. Cada paso que daban hacia el pasado representaba una mezcla de expectativas y temores. El tiempo había pasado de manera diferente para ellos, y el mundo exterior les esperaba con su propia realidad.

El regreso a su hogar, después de tantos años de ausencia, sería un momento crucial para reunirse con sus seres queridos y enfrentar cualquier cambio que hubiera ocurrido en su vida. La familia, la que había sido su anhelo y su motivación durante todo el tiempo, estaba a punto de recibirlos de nuevo.

Cuando Víctor y Gaby llegaron a la entrada de su hogar, la familiaridad del lugar parecía un eco lejano en sus mentes. Víctor abrió la puerta con cuidado, consciente de que el tiempo que habían pasado en la habitación temporal había alterado su percepción del mundo exterior. A medida que entraron, el ambiente acogedor de su hogar les recibió con un halo de calidez y tranquilidad.

Luci y María estaban en la sala, compartiendo un momento de tranquilidad. De repente, la puerta se abrió, y las dos mujeres se quedaron paralizadas, sus ojos fijos en la figura de Gaby, que entraba junto a Víctor. El impacto de ver a Gaby, ya crecida y convertida en una joven fuerte y segura, fue tan abrumador que el silencio llenó la habitación.

Luci, con lágrimas acumulándose en sus ojos, se acercó a Gaby con una mezcla de incredulidad y alegría. El tiempo que había pasado desde la última vez que vieron a Víctor había sido largo y lleno de incertidumbre, y el regreso de su hija adoptiva era un regalo inesperado.

-¿Gaby? -preguntó Luci con voz temblorosa-. ¿Eres realmente tú?

María, al igual que Luci, estaba en estado de shock, con la mano en la boca para contener la emoción. Su mirada se desplazó entre Víctor y Gaby, buscando respuestas.

Víctor, sintiendo el peso de la emoción en el aire, respondió con una voz firme pero llena de afecto. -Sí, somos nosotros. Pasamos mucho tiempo en una habitación temporal entrenando, pero finalmente hemos regresado.

Gaby, con una sonrisa tímida pero genuina, se acercó a Luci y María. -Hola, mamá -dijo, su voz suave pero llena de significado.

Luci y María la abrazaron con fervor, sintiendo el calor de su regreso y el alivio de tener a su familia completa de nuevo. Las lágrimas fluyeron libremente, y las emociones se desbordaron mientras todos se reconectaban y se adaptaban a la nueva realidad.

El hogar, ahora con una nueva energía y una renovada sensación de unidad, se llenó de alegría y esperanza. Víctor observó con satisfacción mientras su familia se reunía, dándose cuenta de que, a pesar de los sacrificios y desafíos que había enfrentado, el verdadero valor de su lucha estaba en el amor y la conexión con sus seres queridos.

Después de la emotiva reunión, la familia, ahora completa y con energías renovadas, decidió celebrar su reencuentro de la mejor manera posible: preparando juntos una comida. Víctor, Luci, María, y Gaby se dirigieron a la cocina, dejando que la calidez del hogar llenara sus corazones.

Luci se encargó de seleccionar los ingredientes, moviéndose con destreza por la cocina. Sacó algunas verduras frescas, carnes y especias que había guardado para una ocasión especial. María, siempre atenta a los detalles, comenzó a organizar los utensilios y a encender los fuegos, preparando todo para la gran comida.

Víctor, con una sonrisa relajada en el rostro, tomó un cuchillo y comenzó a cortar las verduras, trabajando en equipo con Gaby, quien, a pesar de su reciente crecimiento y entrenamiento, seguía siendo la misma niña curiosa y dispuesta a aprender. Gaby, con su fuerza ahora bajo control, pelaba las papas con cuidado, mientras escuchaba a sus padres compartir recuerdos y planes para el futuro.

-¿Qué te parece hacer una ensalada fresca? -sugirió María, mirando a Gaby-. Puedes mezclarla con los ingredientes que cortaste.

-¡Me parece genial! -respondió Gaby, emocionada por ser parte de la preparación.

Mientras tanto, Luci preparaba un guiso, una receta especial que había aprendido de su madre. El aroma de la comida comenzó a llenar la casa, creando un ambiente acogedor y lleno de amor.

Víctor, al ver a su familia unida y trabajando en armonía, sintió una profunda paz. Después de todo lo que habían pasado, momentos como estos eran los que realmente importaban. Mientras cocinaban, hablaban de sus planes futuros, de cómo Gaby podría continuar entrenando, pero también de cómo disfrutarían juntos de la vida cotidiana.

Cuando la comida estuvo lista, la familia se sentó a la mesa, rodeados por el delicioso aroma de los platos que habían preparado juntos. Compartieron risas, historias y sueños, saboreando cada bocado con gratitud por estar juntos nuevamente. Fue una comida que no solo satisfizo sus cuerpos, sino que también nutrió sus almas, recordándoles que, a pesar de los desafíos, siempre podían encontrar consuelo y alegría en la compañía del otro.

Fin.