En breves momentos se llevará a cabo la subasta, y las palabras del animador resonaron con una mezcla de emoción y advertencia: "Todos, tomen sus monederos en mano; esto, sin duda, les quitará un poco de su economía." Apenas hace unas horas que fui guiado hasta aquí, con un recibimiento digno de alguien especial. Me esperaban en la puerta con automóviles de lujo listos para transportarme al lugar del evento. El auto en el que viajé, una máquina de altísimo valor económico, ofrecía toda clase de comodidades: bebidas, comida y detalles sofisticados que, aunque sorprendentes para muchos, no son nada que no haya visto antes en mi larga existencia.
El trato que recibí fue de máximo respeto y cuidado. Al llegar al lugar, me guiaron por un camino discreto, casi secreto, lejos del bullicio y las cámaras que capturaban cada entrada por la puerta principal. Sin duda, un servicio diseñado para garantizar privacidad. "Por aquí, por favor", dijo uno de los empleados mientras abría la puerta. Descendí del vehículo y me condujeron por un pasillo elegante hacia el interior del museo, donde me esperaba una mesa completamente privada. Detrás de mí, un asistente permanecía atento, mientras mis alrededores me rodeaban con una estructura arquitectónica impresionante que irradiaba lujo y grandeza, acorde con la magnitud del evento.
—Entonces, ¿se va a demorar o comenzará a la hora exacta? —pregunté, más por matar el tiempo que por verdadera curiosidad.
—Comenzará a las 10 AM en punto. A las 12 habrá un refrigerio, durante el cual se servirán almuerzos y se presentarán Pokémon. Finalmente, a la 1 PM iniciará la última parte de la subasta, que se estima terminará a las 4 PM.
—Ya veo —respondí, viendo cómo regresaba a su posición mientras yo observaba el reloj. Apenas faltaban unos minutos, y la sala comenzó a llenarse rápidamente.
Pronto, figuras importantes empezaron a aparecer. Reconocí, entre los presentes, el líder y jefe de la industria Devon, acompañada de su hijo, Steven Stone, una figura clave de la región de Hoenn. Pero no eran los únicos. Mi atención se dirigió a la campeona de Sinnoh, Cynthia, así como a varios miembros de los Altos Mandos de distintas regiones. Sin embargo, la presencia más llamativa fue, sin duda, la de la familia del Maestro Pokémon de Kanto, Leo Aurelio. Fascinante. Con solo verlo, supe que no era alguien común; su aura era diferente, una encarnación de algo superior.
Decidí mantenerme en anonimato. No quería llamar la atención del "León". Dudo que conozca a todos los presentes, y considerando que vino con su familia, seguramente desea disfrutar del evento en calma. Pero su sombra estaba más despierta de lo que aparentaba, a pesar de su atención puesta en su entorno cercano.
-Fascinante- no pude evitar ensarlo.
Dejé a un lado estas reflexiones. En unos instantes comenzaría la subasta. Los murmullos se intensificaban, y la anticipación llenaba el aire. La máscara que cubría mi rostro añadía una capa de misterio, mientras me preparaba para lo que prometía ser un espectáculo inolvidable. Que empiece el juego.
—¡Damas y caballeros! Bienvenidos a la primera Subasta de la región de Galar, donde sueños se convierten en realidad y los más raros tesoros buscan un nuevo hogar. ¡Que comience el espectáculo! —proclamó el subastador, un hombre de porte impecable, cuya voz resonaba con energía por todo el recinto. Sus palabras estaban llenas de emoción, como si cada sílaba fuera un golpe de tambor que aumentaba la expectativa. Caminaba con paso seguro por el escenario, asegurándose de captar la atención de cada persona en la sala antes de continuar.
—Para abrir este evento único, les traemos una verdadera joya, un Pokémon que ha capturado corazones desde generaciones: ¡un Ralts de potencial celeste! —El subastador hizo una pausa dramática mientras el foco de luz caía sobre la Pokébola que contenía al Pokémon. La gran pantalla detrás de él proyectó con detalle las estadísticas del Ralts: potencial celeste, rango común, habilidades de Sincronía y Telepatía como habilidad oculta.
La audiencia murmuró con interés mientras el subastador aprovechaba la tensión del momento.
—Este Pokémon, ¡es una oportunidad! Perfecto para aquellos entrenadores que desean fortalecer sus equipos o para quienes simplemente quieren un compañero excepcional. ¿Quién será el afortunado que se lo lleve a casa? —preguntó, alzando la voz al final para enfatizar la importancia del momento. Luego, alzó una mano con teatralidad y añadió—: La puja inicial es de 5 millónes de monedas Pokémon. Las ofertas aumentarán en incrementos de 100 mil monedas. ¡Que comience la batalla!
Un asistente en la sala levantó rápidamente una paleta numerada.
—¡5 millónes 100 mil monedas! —cantó el subastador, apuntando con energía hacia el oferente—. ¿Quién da más? ¿Alguien dispuesto a llevarse esta maravilla a su equipo?
Otra mano se alzó en un rincón más apartado.
—¡5 millónes200 mil monedas! —anunció, girando para asegurarse de que todos los presentes sintieran el peso del momento—. Esto apenas comienza, señores. ¿Nadie quiere dejarse llevar por la emoción? ¡Un Pokémon como este no se encuentra todos los días!
La sala comenzó a agitarse con ofertas rápidas. La tensión aumentaba con cada incremento. El subastador no perdía oportunidad para avivar el fuego.
—¡Seis millones! ¡Seis millones 500 mil! ¡Siete millones! Señores, estamos ante un ejemplar que puede marcar la diferencia en cualquier equipo. ¿Nadie más se atreve? —preguntó, con los ojos recorriendo la sala, desafiando a quienes aún no habían participado.
Las ofertas subieron rápidamente hasta llegar a 10 millones de monedas Pokémon. El subastador, con un gesto triunfal, miró alrededor, dejando que la expectativa llenara el aire.
—¡10 millones de monedas Pokémon a la una! ¡10 millones a las dos! ¡Y vendido al Maestro Pokémon Leo! —anunció, golpeando el martillo con fuerza para sellar la transacción.
Las cámaras enfocaron a Leo, que se encontraba sonriente al lado de su hija, mientras los presentes aplaudían con admiración. El subastador no perdió la oportunidad de añadir un toque final.
—¡Una excelente compra! El maestro Leo sabe reconocer el verdadero potencial cuando lo ve. Señoras y señores, esto es solo el principio. Quédense con nosotros, ¡porque lo mejor está por venir! —dijo con entusiasmo, mientras el público se preparaba para el siguiente lote.
La energía del subastador era contagiosa, transformando cada minuto en un espectáculo. Era evidente que dominaba el arte de mantener a la audiencia al borde de sus asientos. Un verdadero maestro en su oficio.