En medio de la oscuridad infinita, me encontraba atrapado. No sabía qué había ocurrido; lo último que recordaba era haber caído muerto. Ahora, flotaba en lo que parecía ser un espacio distópico, sin forma ni dirección, sintiéndome desconectado de cualquier otra presencia. Era sorprendente descubrir que así se veía una dimensión de bolsillo cuando absorbía toda tu esencia.
Nunca pensé que recuperaría la conciencia, y no era solo yo quien lo había logrado. Él también estaba aquí.
—¡Mira lo que me hiciste! Me condenaste a la peor muerte de todas... —gritaba el Lugia oscuro, "Track Rees", como prefería llamarse.
—¿Por qué no simplemente te callas y mueres? Si voy a pasar mis últimos momentos aquí, prefiero no hacerlo escuchando tus gritos —respondí, intentando inútilmente cubrirme los oídos, aunque sabía que no haría ninguna diferencia.
Éramos solo energía, sin cuerpos físicos. Cualquier gesto, como tapar mis oídos, era inútil. Sus lamentos y quejidos seguían llegando a mí, resonando con una claridad desesperante.
—¿Por qué a mí...? ¿Por qué a mí...? —repetía una y otra vez—. Se suponía que gobernaría el mundo... toda la existencia... Yo debía ser el nuevo dios... Entonces, ¿por qué? ¿Por qué?
Repetía esas palabras como si el poder y la ambición que lo habían consumido fueran lo único que le quedaba. Pobre alma, corrompida por la codicia. Siempre hay quienes desean arrebatarle el lugar a Arceus. Pero él fue distinto: más poderoso, más astuto. Esperó el momento preciso para atacar. Conocía mi existencia, aunque yo me había mantenido oculto durante siglos.
No sé cuánto tiempo pasó. Cada segundo a su lado se volvía más insoportable. En este lugar, el tiempo parecía no tener sentido, o al menos, no como lo conocemos. Podrían haber sido solo segundos, mientras afuera transcurrían siglos, o tal vez ambas realidades corrían a la par.
Finalmente, Track Rees se quedó en silencio, como si meditara. Después de un largo rato, levantó la mirada y me observó con una expresión diferente.
—Y dime, humano, ¿cuál es tu nombre? —preguntó de pronto.
No sabía si responderle, pero tampoco había nada mejor que hacer en este vacío.
—Es René —dije tranquilamente.
—Así que René... Todos conocen tu existencia, el último de los primeros. Es sorprendente que sigas con vida. Estabas aquí antes de que yo naciera —dijo, recordando—. Dime, ¿cómo lo logras? Incluso si tu vida se alarga por el vínculo con los Pokémon, ese vínculo tiene un límite. Los Maestros Pokémon más antiguos solo vivieron unos cinco millones de años, pero tú sigues aquí.
No respondí. No tenía sentido hacerlo. Ambos estábamos muertos, y compartirle ese detalle no cambiaría nada. Hablábamos simplemente porque la soledad aquí era insoportable, incluso para él.
Nos odiábamos profundamente, y si tuviéramos la oportunidad de herirnos, lo haríamos sin dudar. Pero aquí, éramos solo energía, atravesandonos sin sentir nada. Aunque me decidí a hablar.
—Reencarnación —dije, observando cómo sus expresiones cambiaban.
De repente, empezó a reír. Una risa que resonó en el vacío, hasta que su voz se apagó en un susurro.
—Estás maldito, justo como decían los mayores —comentó, sumido en sus pensamientos—. Oye, ¿sabes que te traicionaron, verdad? —añadió de repente—. No fui solo yo quien cerró la brecha dimensional para que nadie pudiera entrar ni salir, también la sellaron desde afuera.
—Lo sé —respondí con calma, sin alterarme. Su intento de provocar una reacción en mí no funcionó.
—Qué aburrido —murmuró, cerrando los ojos mientras su esencia se desvanecía lentamente. Lo mismo me estaba ocurriendo a mí.
Pero tenía razón. Hubo interferencia. Muchos seres intervinieron para evitar que la Terranova se fragmentara. La colisión de nuestra batalla podría haber destruido esta dimensión por completo. Y aun en medio de este vacío, él continuó hablando.
—Así fue como me hice más fuerte, encontrando las Lágrimas del Mar —dijo, casi con orgullo.
Las Lágrimas del Mar son un tesoro natural, nacido en las profundidades del océano. Track Rees las encontró en una isla. Nadie había tenido la oportunidad de aprovecharlas antes, ya que su energía es difícil de liberar. Pero, una vez que interactúas con ellas, sientes su poder. Son perfectas para ayudar a los Pokémon más poderosos a alcanzar un nuevo nivel.
—¿Y tú, René? ¿Qué tipo de tesoros poseías? —preguntó, intentando mantener la conversación, ya que no había nada más que hacer aquí.
—Yo tengo a mi disposición las Lágrimas de Luna —respondí.
Este tesoro es similar, pero superior, potenciando especialmente a Pokémon de tipos Psíquico, Siniestro, Hada y Fantasma. Track Rees conocía su poder.
Así, seguimos hablando sobre nuestras experiencias y los tesoros que habíamos encontrado, hasta que su esencia finalmente comenzó a desvanecerse del todo.
—Al final, ¿te quedarás solo, verdad? —dijo, antes de desaparecer por completo.
—Sí —respondí.
No éramos amigos, pero habíamos llegado a congeniar de alguna forma. Incluso en sus últimos momentos, se resistía a desaparecer por completo. Finalmente, quedó solo el silencio, mientras yo permanecía atrapado en aquel vacío.
La oscuridad también empezó a consumir mi esencia. Sentí cómo poco a poco me desvanecía. Pero, de repente, una brecha dimensional se abrió ante mí. Mi alma fue arrancada de aquel encierro, escapando de la nada para regresar al ciclo de la vida, lista para renacer una vez más.