Las palabras que compartimos en esa sala eran mucho más que simples negociaciones; cada frase era un movimiento estratégico, como en una partida de ajedrez. Yo sabía lo que tenía en mis manos, y ellos sabían lo que eso significaba para la subasta. Era un juego de control, y el primero que flaqueara perdería la ventaja.
—Y dígame, ¿cuál es su decisión final? ¿Qué acuerdo me propone? —pregunté, inclinándome ligeramente hacia el jefe, quien seguía observando la gema sobre la mesa como si fuera un tesoro caído del cielo. Mi tono era calmado, pero detrás de esa calma había una tensión calculada. Yo marcaba el ritmo de la conversación.
El jefe levantó la mirada y, con una sonrisa profesional, comenzó a hablar:
—Hemos evaluado su gema y consideramos que tiene un potencial incalculable en esta subasta. Le proponemos un acuerdo del 95% para usted y un 5% para nosotros, lo cual asegura que su ganancia sea máxima. Además, incluiremos una tarjeta unica, al momento de usted usarla se le dara un descuento del 30% en todas nuestras tiendas VIP, que estará disponible exclusivamente para usted. ¿Qué le parece?
Por un instante, mantuve el silencio, dejando que las palabras flotaran en el aire mientras calculaba mis próximas palabras. No quería mostrar demasiado entusiasmo; eso podría hacer que el acuerdo pareciera menos valioso.
—Es un trato justo. Acepto. —Mi respuesta fue breve, pero mi tono reflejaba la seguridad de quien sabía que acababa de asegurarse una gran victoria. Sin embargo, no iba a detenerme ahí.
—Dicho esto, debo aclarar que la gema no será lo único que subastaré. Tengo otras piezas que, sin duda, añadirán aún más valor al evento. —De mi mochila saqué tres piedras evolutivas, cada una envuelta en pequeños paños de terciopelo. Las coloqué cuidadosamente sobre la mesa, una a una, mientras el jefe y su secretaria observaban con creciente interés.
El jefe parpadeó, al parecer dudando si realmente estaba viendo lo que creía.
—¿Piedras evolutivas? —preguntó con cautela, mientras su tono intentaba esconder su creciente emoción.
—Exacto. Pero no son piedras comunes. Estas tienen una pureza del 100%, algo que, estoy seguro, no es fácil de conseguir.
La secretaria, quien había mantenido un aire profesional hasta ese momento, dejó escapar un leve suspiro de asombro. El jefe rápidamente indicó que las piedras fueran llevadas al analizador. La pantalla del dispositivo brilló intensamente con cada piedra que se colocaba en él, confirmando mis palabras.
El jefe se giró hacia mí con una expresión mezcla de asombro y respeto.
—Señor... estas piedras son excepcionales. Nunca había visto algo de este calibre en ninguna subasta. Sin duda serán las joyas de la corona en este evento.
Mi sonrisa permaneció firme, tranquila. Sabía que estas piezas no solo llamarían la atención de los asistentes, sino también de personas muy poderosas.
—Entonces, ¿estamos de acuerdo en incluirlas?
—¡Por supuesto que sí! Aunque debo preguntar... ¿ya tiene un lugar donde quedarse?
Esa pregunta me tomó ligeramente por sorpresa, pero mantuve mi compostura.
—No, todavía no.
El jefe sonrió, una mezcla de amabilidad y estrategia.
—Permítame encargarme de eso. Es lo menos que podemos hacer por un cliente tan importante como usted.
—Está bien, muchas gracias. —Respondí con un leve asentimiento. Internamente, sabía que este gesto no era solo amabilidad. Era un intento de consolidar una relación conmigo, alguien que acababa de traerles las piezas más valiosas de toda la subasta.
Cuando nos despedimos, sentí cómo había asegurado algo más que un trato justo. Había marcado mi entrada en un mundo donde las conexiones y el prestigio valían tanto como el dinero. Y esto era solo el comienzo.
-
Mas tarde.
Cuando llegué a mi habitación, fui recibido con una elegancia inesperada. El mismísimo jefe me había guiado hasta aquí, algo que probablemente no hacían por cualquier cliente. La habitación era amplia, con una decoración sobria pero refinada, y un balcón que ofrecía una vista espectacular de la ciudad iluminada por la festividad. Era un lujo que apenas comenzaba a digerir.
Antes de despedirse, el jefe me dio las últimas instrucciones:
—Pronto le entregaremos su tarjeta VIP. Solo necesitamos unos datos básicos para vincularla con su nombre. Aunque no es estrictamente necesario, ya que su perfil está registrado en nuestro sistema. Pero esto agilizará las transacciones en todas nuestras agencias.
Asentí, agradecido pero manteniendo mi habitual cautela.
—Entendido. Gracias por la atención.
Cuando cerró la puerta, finalmente me permití un momento para exhalar. Todo había salido según el plan, pero sabía que este era solo el primer paso de un camino más largo y complicado.
Mientras miraba la habitación, no podía evitar reflexionar. El lujo era atractivo, pero no me distraía de mi realidad. No tenía un solo Pokémon a mi disposición. Había visto a tantos entrenadores pasar por las calles de Puntera, luciendo con orgullo a sus compañeros Pokémon. Algunos llevaban huevos Pokémon con cuidado, como si cargaran un futuro lleno de posibilidades.
—Tal vez debería haber comprado uno... —murmuré para mí mismo, sintiendo una leve punzada de envidia.
Sin embargo, me recordé que no era el momento. Aún no tenía dinero suficiente, y aunque podría haber aprovechado mi nueva posición para adquirir un Pokémon sin complicaciones, prefería esperar. Las cosas importantes, las que realmente valen la pena, se hacen con calma y en el momento justo.
El mundo, ahora en aparente paz, seguía girando a su ritmo. Las luces de la ciudad reflejaban una tranquilidad engañosa, y no podía evitar preguntarme cuánto tiempo duraría. Por ahora, decidiría disfrutar del momento. Mañana sería otro día, lleno de oportunidades para seguir moviendo mis piezas en este tablero lleno de caos y ambición.
Por esta noche, todo lo que necesitaba era descansar.