—Umm, ¿no escuché cada palabra que dijiste sin hablar en medio? —dijo ella con desdén.
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—¡Nunca en su vida se había sentido tan sin palabras! —exclamó, atónita.
—Cuando pensó que él estaría furioso y el consejo vería y sabría que había estado actuando todo el tiempo, él se rió a carcajadas. Se rió fuerte como si hubiera escuchado el chiste más grande del mundo y ella tenía dificultades para presionar las manos que estaban alrededor de su cuello.
—¿Por qué en nombre del señor se estaba riendo? ¿No debería desmoronarse su fachada y debería gritarle? —se preguntaba confundida.
—Eres inteligente, Hazel —dijo él—. Pero sería mejor que usaras esa inteligencia con los demás y escucharas y SIGUIERAS cada palabra que digo. ¡Debes hacer todo lo que te pida! ¡Y prometo tu SUPERVIVENCIA! ¡No tienes otra OPCIÓN! —amenazó con una voz helada que hacía temblar.