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—Hmm, ¿qué comeré a continuación? —Hazel paseó sus ojos por los demás postres que la criada había traído cuando sintió que alguien la miraba fijamente desde hacía tiempo.
—¿Podría ser que ya hubieran vuelto? ¿Cómo puede ese demonio tener tanto tiempo para pasar con ella? ¿No es él un señor? ¿No trabaja todo el día un señor? —maldecía unas cuantas veces a Rafael en su corazón, solo entonces la sonrisa volvió a su rostro y ella giró.
—¿Por qué siento que no me esperabas, mi señora? —El hombre sonrió y extendió sus manos como si pidiera un baile, pero Hazel lo miró con el rostro inexpresivo.
—¿Quién eres tú? —Cruzó sus brazos frente a su pecho y preguntó con voz fría cuando el hombre permaneció en silencio.
—... —Su rostro se tornó rojo, solo él sabía si estaba avergonzado o furioso mientras observaba a la chica con los ojos entrecerrados, pero sabía que muchos la estaban mirando, así que no podía ser más grosero.