—¡Incómodo! —exclamó.
—¡Eso! ¡Tú! ¿Qué... qué estás haciendo aquí? —La chica inmediatamente soltó sus pies y se puso de pie, casi tropezando con su camisón que tuvo que sostenerse de la mesa al lado del sofá para apoyarse. ¡Por qué en nombre del señor hasta el camisón tiene que ser tan elegante y barrer el suelo! —completamente olvidándose de sus movimientos torpes, echó toda la culpa al vestido que era más largo que ella y a la criatura nocturna que estaba parado frente a ella con una ceja levantada.
Rafael dio pasos lentos hacia ella sin darle ninguna respuesta mientras la miraba y luego miraba sus pies con una ceja levantada. Sus ojos rojos eran intimidantes como siempre. Sus nervios empezaron a sentirse alterados.
—¡Eh! ¿Adónde vienes? —Y pregunté—. ¿Qué haces tú aquí? —Ya que se había levantado abruptamente del sofá, ni siquiera podía dar un paso atrás o huir ya que la puerta estaba detrás de él.