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—Ya que ahora eres una de nosotros, quiero felicitarte con un baile, mi señora. ¿Bailamos? —Los ojos de Damien brillaron como los de un depredador.
—... ¿Pero qué estaba intentando hacer? No había manera de que el vampiro quisiera felicitarla, ¿y para qué? —Ella elevó una ceja mientras lo miraba intensamente. No parpadeó ni una sola vez mientras seguía observándolo por un tiempo.
—¿Por qué piensas tanto? Somos una familia ahora. ¡No quise hacer ningún daño! —Él sonrió y la aseguró con una mirada dulce, aunque sus ojos eran agudos como los de una bestia.
Él había pensado que ella se sentiría avergonzada por sus palabras y tomaría sus manos para mantener su imagen ya que estaba fingiendo ser una emperatriz fuerte y valiente.
El desafío era simplemente perfecto, no exagerado pero capaz de dejar un fuerte impacto en su imagen.
Pero él quedó atónito cuando ella se rió en vez de avergonzarse de aceptar sus manos.