Al final, ninguno de los otros vampiros o consejeros se atrevió a acercarse a Hazel y hasta Rafael estaba ocupado entreteniendo a los invitados, así que Hazel consumió su tiempo comiendo al máximo.
Disfrutando de la suave sinfonía de la música, no se dio cuenta de cómo pasó el tiempo y ¡todos comenzaron a irse!
—¿Va a terminar la fiesta? —preguntó a la criada que la seguía y esta asintió.
Hazel escaneó la habitación y respiró aliviada. Finalmente podía bajar la guardia. Había estado en vilo todo este tiempo.
—¡Entonces yo también quiero irme a mi habitación! —anunció mientras se levantaba de su asiento pero la criada se puso nerviosa.
Ella miró alrededor con miedo y sacudió la cabeza como un tambor de mano,
—Oh, no puedes irte mi señora, como anfitriona debes ser la última en dejar la fiesta —susurró lentamente, temiendo que Rafael la matara por reprender a su nueva amante.