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Jayden Miller

🇦🇷JosuedelRio
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Synopsis
Justicia, la palabra que siempre buscó Jayden Miller, un joven que recientemente perdió a su mujer y sus mejores amigos. Han pasado 3 meses desde que Abigail muriese, y Blair volviese a Inglaterra. Durante estos meses, un derrotado Jayden, comenzó a trabajar como recompensas, a la par que comienza a a buscar justicia contra Dake. Pero eso no es todo. 10 años antes, un recién traumado Jayden de 17 años, buscará ayudar a otros con sus mismos traumas.
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Chapter 1 - I Traición

 Su garganta, pecho, y cabeza le dolía. Pero no del mismo modo que sus muñecas, rostro y cuello. Se mezclaban los golpes, con los dolores del forcejeo, con los raspones, pero también, de que sentía muchas nauseas. De hecho, estaba empinado en el inodoro en ese mismo momento. Le costaba no temblar, o ver claramente. Quizá porque le rompieron los lentes. Su mente no le dejaría olvidar lo que acababa de pasar, trayéndole imágenes fugaces de eso, cada vez peores, o escabrosas. Más fuertes e intensas, con tal más y más soltaba bilis. Intentó componerse varias veces, pero las náuseas le volvían, que, sumando al temblor de sus piernas, le hacían volver a caer al suelo, para poder seguir vomitando. Se habrán pasados horas así. Sin que nadie le diese importancia de lo que estaba pasando tras la puerta, que estaba entrecerrada. Ni sellada estaba, pero a pesar de que la casa estaba llena, parecían ignorar ese suceso. 

 

 A duras cuestas logró levantarse, para tambaleante, llegar al lavabo. Se miró al espejo. Se vio aquél moretón espantoso en la mejilla, que le cubría medio rostro. Se quitó la playera, notando que estaba rasgada en ciertos lugares. Eso le llenó de rabia, haciendo que la destruya por completo, con un aumento de fuerza, sorprendentemente grande. Quizá la rabia le dio fuerzas. Se miró en el cristal, y comenzó a lagrimear, al ver sus horribles rasgúñanos en todo su torso, que aún estaban rojas escarlata, porque seguían abiertas. Luego, pasó a mirar los hematomas de sus muñecas, causadas por el forcejeo tan intenso. Aun le dolían. Pero lo más feo de todo, fue sentirse sucio y asqueroso. Como si hubiese sido tan débil que se dejó atacar. Quizá también era por el olor a sudor, que era similar a uno podrido. Por eso se metió a la ducha. El agua le daba ardor, uno horrible. Quemaba muy feo. Al salir, la toalla le causo la misma sensación, pero en seco. «Dios, ¿Qué hice para merecer esto?» Tras eso, escuchó a su madre llamarle.

 -¡Jayden! -Le llamó desde la cocina- ¡Ven a comer!

Actualidad

 

 "El bar de Lucas", el punto de encuentro, en común de todos los sujetos como él. El invierno estaba asentado desde hace meses, y él lo detestaba. Era friolento, no soportaba la nieve, ni estar vestido con grandes abrigos. Usando su gabardina oscura, y su bufanda azul, trataba de mantener el perfil lo más bajo posible. Suspiró vapor, tiró el cigarrillo, y entró al local. Música de rock, gente borracha, mesas de billar hecha de madera podrida, para finalizar en una barra, donde había tres sujetos sentados. Se sentó en ella, pidió un vaso de wiski medio barato. Se quedó unos segundos pensando, mientras esperaba que le estaban sirviendo su trago. Le daba asco la situación.

 

 Otro más capturado, más no por ello su moral se sentía acorde, o su conciencia estaba en paz. Era otra recompensa, más no por ello disfrutaba lo que pasaba, o tenía que hacer para obtenerla. Mentir constantemente no era de su agrado, pero ahora debía soportarlo, porque vivía de eso ahora. Le daba para pagar la renta, la comida, y todo. En especial los wiskis que le alivianaban la carga de su nueva vida. El ruido le comenzó a agobiar, pero lentamente se dejó ir, con tal más se hundía en sus propios pensamientos y recuerdos, potenciados por la bebida acida.

 

 Antes no era de beber. Al menos, no tan seguido. No se negaba a una cerveza de vez en cuando, sin embargo, solo era cuando estaba con sus amigos. Ellos si eran de beber bastante, al menos más que Jayden. No fue hasta que hace algunos meses que comenzó a beber wiski. Desde que ella cayó en el hospital. El trago, era acido, amargo, y bastante más fuerte y puro, pero le servía para disolver su propia vergüenza. La que sentía por sí mismo. Esa causada por permitirse perder todo.

 

 Fue en ese momento que notó que ya habían pasado más de tres meses desde la muerte de Abigail, y casi dos desde que él y Jane se habían peleado. Eso le hundió por unos segundos. Luego soltó una carcajada al respecto. «¿Es posible?» se burló de sí mismo. Esos meses para él fueron lo más largos de su vida, pero pareció acordarse recién del verdadero paso del tiempo. Quizá, tras todo lo ocurrido, realmente quería que todo fuese más fácil. Pero ¿Cuándo fue fácil para él?

 

 «¿Por qué no podía ser tan fácil olvidar?» Se preguntó, tras tomarse el vaso completo de un solo trago, para luego pedir otro, mientras comenzaba a sentir un cosquilleo en su mano derecha, el cual calmó, rascándose velozmente. Su nostalgia solía manifestarse de esa manera. Con cosquilleos en su cuerpo. Quizá, aun intentaba no olvidarlos. Algo buscaba aferrarse a eso que perdió, aunque sabía que era estúpido seguir, pero cada vez más contradictorio era para sí. Cómo podía hacer ahora que se sentía así... ¿Cómo es la palabra?

Hace 10 años

 

 Se volvió a dormir en el colectivo. Fue como la tercera vez esa semana. Se levantó a dura cuestas, y tuvo que correr hacía el colegio como se le estaba haciendo costumbre. Era la época en dónde la lluvia caía de forma más seguida, que en cualquier otra fecha. Odiaba el invierno. La lluvia, la nieve, todo. Realmente no soportaba el frio. Toda esa fecha se le hacía molesta, en especial durante esas mañanas pesadas. Solo entró al aula, con mucha hambre, causa de que no llegó a la cafetería para comer, ni logró desayunar en casa. Al menos era martes, y le tocaba su clase favorita. A cambio de tener que soportar la que más odiaba. Unas horas más temprano.

 

 A Jayden, le encantaba la historia. La maestra Christine, era la definición de la dulzura. En los temas más difíciles, ella realmente le ponía un gigantesco énfasis en apoyar a cada uno de ellos, pero sentía que lo hacía de más con él. Debido a su dislexia, le costaba expresarse generalmente. Solía trabarse, confundir palabras, y, en casos extremos, cambiar de lugar las silabas. además, concentrarse no le era sencillo tampoco. No le era raro que los profesores se exasperaran con él. Al igual que sus padres, o hermanos. Nadie parecía soportar su pequeño defecto. ¿O era grande? No sabía. Quizá era por ese factor, que él quería que lo respetasen más. Pero ella si lo hacía. Era la persona que más respetaba en esa institución. 

 

 Por otro lado, una vez llegó, se encontró con el maestro que más odiaba. Darrel, el maestro de gramática, por razones obvias. Se le acercó tras sentarse en su cubículo.

 

 -¡Miller! -Le llamó al que él llamaba "El ogro".

 -Aquí viene... -Susurró-. ¿S-Si señor? -Tartamudeó.

 -Hizo la tarea de ayer ¿Verdad? -Jayden volteó los ojos hacia la derecha, en señal de molestia.

 -Po-por supu-pu-puesto... ¿Quie-q-queire verla?

 -Obviamente.

 Jayden sacó de su carpeta un par de hojas. El sujeto se puso a leerlas. No pudo evitar soltar algunas carcajadas, que camufló como una tos.

 -Eje... Hay varias palabras mal escritas.

 -Me lo imaginaba. -susurró.

 -¡Pero!

 -¿Pero?

 -Creo que podemos sacar algo bueno de esto... Ven. Vamos a leerlo juntos... Frente a todos en el aula. 

 

 Jayden se estremeció. «¿Qué?» pensó aterrado, mientras comenzaba a temblar.

 -Se-se-se -Hizo una pausa para pensar-. Sa-sabe que me-me-me cuesta leer en público.

 -Vamos Miller. Usted debe aprender. Por las buenas… O las malas

Actualidad

 

 Cuando se sintió lo suficientemente ebrio, como para caminar, más no para perder la conciencia, se levantó para ir lentamente a su casa. Obviamente, tras pagar la cuenta por todo lo que se bebió.

 Las calles de la ciudad. Estaban llenas tanto de nieve, como mugre, vómito y orina. La calle de la zona más pobre de la ciudad, era el único sitio, en el que consiguió asilo, sin ser juzgado cómo una persona que antecedentes como violador. Probablemente, cada dos casas había personas acusadas de cosas peores, si es que hay algo peor que eso. Llegó a su departamento, le costó embocar la llave en la cerradura, porque no veía muy claramente, no tanto cuando estaba sobrio. Entró a ese monoambiente, en el cual, las cucarachas eran tan grandes, que parecían seres lovecraftianos. Tras dejar su bolso, y de ir la heladera, para terminarse un sándwich a medio comer, se fue al cuarto, donde se tiró encima del colchón mugroso que pudo comprar.

 

 Fue entonces, que él se tiró hacía el costado izquierdo, estirando los brazos, cerrando los ojos, listo para poder descansar, pero eso que buscaba no podía encontrarlo. Por eso tras unos segundos, fue que se dio cuenta de la evidente situación. Abrió los ojos lentamente, y mientras la luz entraba, también lo hacía esa sensación de vacío. Aún le era costumbre, a pesar del tiempo. Se sentó en el colchón, mirando hacía el sitio. «Aún...» se preguntó a sí mismo. «Aún sigues con eso ¿Verdad?» Se dijo. La primera lagrima se le escapó de un ojo. Solo se levantó callado, queriendo evitar el sentimiento. «Vamos Jayden, aguanta un poco. Ya podrás». Se trató de dar ánimos, mientras se volvía a vestir. No logró nada. De algún modo, quería acostarse y que eso fuese un sueño, pero, no. Lamentablemente, era la realidad. Ya no estaba a su lado. Quizá, por ese momento de debilidad, que, de alguna manera, se repetía a cada rato, fue a mirar esa pizarra oculta tras el amargo armario. Donde tenía toda su investigación. «A falta de sueño, aumentemos la determinación Jayden»

Hace 10 años

 

 El ataque de pánico que comenzó a sufrir, mientras hacía su esfuerzo sobrehumano, para leer sin trabarse, era insostenible. Sus latidos, se le estaban yendo de control, y mientras trataba de no llorar, leía el pequeño cuento que había copiado de internet. No podía, simplemente no podía enlazar las palabras como debía. A causa de su miopía, que, sumado a los nervios, le costaba horrores ver cada letra con claridad. Nadie se reía, solo el maestro al corregirle cada letra. Le recordaba a cuando su padre le enseñó a cintazos. Pero eso era peor. Sentía que se ahogaba en su propio terror. Que todas las miradas de sus compañeros, le daban aún más pavor. Casi sintió que se desmayaba. Sencillamente, comenzó a llorar con todas las letras. Tenía diez y siete, pero se sentía como un niño.

 -Eh... ¿Me puede decir que ocurre aquí?

 El chico miró al costado. Su salvadora, su maestra favorita, llegó a darle una mano.

 

 -Señorita Christine... -Dijo el ogro- ¿Qué qué ocurre? ¡Solamente estoy leyendo con mis alumnos! -Se excusó, con cierto tono irónico.

 -¿A sí? -Preguntó, tras mirar al inestable Jayden- Pero ¿Es que no ve que este chico está sufriendo un ataque de pánico?

 -Oh... No lo había notado. Es bueno ocultándolo.

 Ella se agachó, tocó su mejilla, mientras, con una mano en su cintura, le guiaba más cerca, alejándole de él.

 

 -Llevaré a este chico a la enfermería. Usted, prosiga con la clase. – Le dijo mientras miraba a sus ojos, que le agradecían encarecidamente.

 

 Ella le llevó a la sala de maestros. Se sentaron en unas sillas de allí, y mientras, de a poco comenzó a sentirse más calmado, ayudado de un té, junto a unas pequeñas caricias en sus hombros. Una vez más, ella le salvaba de un ataque. Siempre le estaba atrás, para ayudarle, para protegerle. Él, siempre se sentía solo, incluso en su propia casa. A pesar de cuanto le pedía ayuda, sus padres estaban demasiados ocupados, o no estaban interesados. El ogro no era el único que lo detestaba de entre sus maestros. Una vez más, fue ella quien le ayudaba. «¿Por qué todos me odian?» se preguntaba él. Luego de que su pierna dejase de temblar, a la par que terminó de traspirar, ella se sentó a su lado.

 

 -¿Cómo te sientes? -Le tuteó, debido a la confianza que sentía.

 -Algo mejor. -Miró directo a sus ojos- Gracias profesora.

 -No es nada. –Ella miró hacía la puerta, y luego hacía ella- Pero, como te trata... –Susurró, como si estuviese hablando de una injusticia. Y, valga la redundancia, era lo justo-. ¡Eso no es normal! Solo eres un niño. ¿Cuántos años dijiste que tenías?

 -Diez y siete.

 -Pero te trata como al jorobado de norteadme. Eres una burla horrible para él.

 -Sí, pero... –Se detuvo. Bajó la cabeza-. No importa. -Jayden corrió su mirada hacía el suelo.

 -¿Jayden? -Ella se preocupó. Se le acercó lentamente, mientras le tomaba del mentón- Jayden ¿Él te hizo algo más? -Lentamente comenzó a soltar lágrimas-. Jayden... Él... O por Dios...

Actualidad

 A eso de las tres, un sonido proveniente de su celular, le despertó. No era un WhatsApp, o una notificación de Instagram, o YouTube. Era un ruido cambiado, diseñado para avisarle del trabajo. ¿Trabajo? si, ahora trabajaba de cazarrecompensas.

 

 Desde el caso, la policía comenzó una iniciativa de recompensas. Una persona va hasta la comisaría, avisaba que necesitaba a alguien tras las rejas, o muerto, daba el precio que podía pagar por su cabeza, y la policía le sumaba un treinta por ciento, si lo entregaba vivo, junto a una confesión. Para evitar la anarquía estaban llenos de reglas: La base para todo eran las confesiones. Si no la tenías, trajeras vivo, o muerto, podías terminar mal. Del mismo modo, vale más la pena tenerlos respirando. Por último, ellos se manejaban por medio de una aplicación de chat exclusiva. Velozmente, este nuevo oficio se llenó de personas. En especial de personas con antecedentes penales, como él. Era difícil, e inestable, pero en ningún otro lugar lo contrataban, o se sentía cómodo allí.

 

 Pues Jayden trabajaba de esto hacía poco tiempo. Este tan solo era su quinto caso, y los anteriores eran de ladrones, o cosas por el estilo. Sin embargo, tras notar del alto nivel del pago, no tardó en darse cuenta de que quizá sea algo pesado. Por eso, le escribió a la persona que estaba exigiendo el pago del sujeto.

 

 -"Soy el interesado ¿De qué se trata?" -Escribió, mientras se ponía una camisa.

 -"Hola! Gracias por la respuesta rápida. Estoy buscando a un estafador. El sujeto atacó a mi hermana. Ella se salvó, pero quiero que nadie se vea atacado"

 -"Comprendo"

 -"¿Comprendo? ¿Cuándo piensas iniciar?"

 -"Si me das información ya, cuanto antes"

 -"Ahí te envío los datos. Gracias"

Hace 10 años

 -Maestra, yo...

 -Hay que hacer algo. ¡No podemos permitir que él te haga eso!

 -P-pero... -Escondió su rostro en sus manos- Nadie hará nada...

 -Yo haré algo Jayden... –Le dijo queriendo darle ánimos- Él me aterra… Odio como me mira en la sala de maestros. Siento que me morbosea en su mente, y no me sorprendería si me hace algo. Pero... –Volvió a mirarle fijamente- No quiero que sufras. -Puso una mano en su mejilla, la otra en su rodilla, y mientras le alzaba el rostro para verle a los ojos- No dejaré que ni él, ni nadie te lastime. Yo misma me aseguraré de ello ¿Si?

 

 Un extraño sentimiento le cayó encima, una mezcla de miedo, con confianza. Pareciese que su instinto le estuviese avisado de algo. Pero solo sonrió. Por primera vez en meses se alegró genuinamente de que alguien se preocupase por él. Instintivamente, abrazó a su maestra. Agradeciéndole con todas sus fuerzas.

 

 Ya volviéndose a su grande casa, cansado por toda esa situación naturalmente traumatizante. Tras pasar por la puerta, e ir directo a su cuarto, su hermano Cristian, automáticamente le dirigió la palabra.

 

 -Hola enano. -Le dijo el mayor, mientras él se tiró para recostarse en la cama- ¿Qué tal tu día?

 

 Él iba a guardarse lo ocurrido, simplemente no quería mencionar el tema. Se quitó los lentes mientras, imitando a su hermano mayor, se tiraba en la cama.

 

 Cristian era el hermano mayor de los tres Miller. Él era bastante más alto. Se llevaban más cuatro años de distancia. Por si no queda claro, él ya tenía veinte y uno. Al igual que sus padres, quienes habían estudiado ámbitos sobre la mente humana, él estaba estudiando psicología. Si bien no sabía puntualmente como le iba, a cada rato, solía presumir de lo bien, y fácil que era la metería. Igual, a grandes rasgos, sabía que era inteligente, por lo que se le hacían creíbles las grandes hazañas que decía hacer. A diferencia de su dislexia, él hablaba con mucha más fluidesa, cosa que envidiaba.

 Pasado el rato de su llegada, llegó la otra. Hether, la hermana menor, de quince años. Atractiva, e inteligente, al igual que el mayor. Sus hermanos y él eran relativamente unidos pese a todo. Con distintos gustos, pero siempre se apoyaban mutuamente.

 Los tres compartían cuarto, a pesar de los ingresos altos, sus padres consideraban que era lo justo, y necesario. «Son unos malditos tacaños» pensaba el chico.

 

 -¿Por qué esa cara? -Preguntó la menor, acostándose en su propia cama.

 -Nada. -Respondió Jayden, quien tan solo estuvo acostado.

 -¿Otra vez estaba ese maestro? -Continuó el mayor - ¿De qué era ese maestro?

 -Es de gramática.

 -¡Los sabía! -Alardeó de su acertada deducción.

 -Mier... -Los otros 2 soltaron sus propias carcajadas.

 -Si...

 -Por Dios Milhouse. -Le dijo su hermana, usando ese apodo que le tenía- Ya es hora de que hagas algo de una vez.

 -De hecho...

 -Sabes que mamá y papá son los que deberían preocuparse activamente por esto. -Interrumpió la hermana menor- Sigue siendo pequeño.

 -¡De hecho!

 -Pero ellos están ocupados. Eso lo sabes bien Hather.

 -¡Ey! -Exclamó otra vez Jayden.

 -Perdón. -Se disculparon al unísono.

 -Mi maestra de historia me va a ayudar con eso. -Los otros dos se miraron-. ¿Qué ocurre?

 -Jayden... Siempre que pones a una mujer, a enfrentar a un tipo como él... Eh...

 -¿No confías en ella?

 -No es eso, es que quizá...

 -¿Salga mal?

 -Lamentablemente... -El mayor se sentó a su lado-. Se te ve... desesperado. Él... ¿Qué es lo peor que te ha hecho? -Comenzó el interrogatorio.

 -Él... Siempre busca humillarme frente a la clase.

 -¿Pero ha hecho algo más?

 -¿Acaso eso es poco? -Preguntó indignado-. Él se burla de mi problema para hablar. Me expone frente a toda mi clase.

 -Pero ahora no tartamudeas ahora.

 -Porque son mi familia. Solo con ustedes puedo hablar tranquilo.

El grito de su madre les avisó que debían comer. Los tres fueron callados lentamente hacía el comedor. Mientras se les servían los alimentos, el señor Miller, se sentó frente a sus tres hijos. La cena era sagrada. Ellos no podían hacer ruido, o molestar en un momento como ese. Sencillamente debían respetar que ambos llegaran cansados de sus respectivos trabajos. Los entendían. Aunque tampoco podían molestar, deseaban decirle a ellos la situación con su maestro, pero sentía humillante tener que pedirle ayuda a su maestra para que le salve de un maestro abusivo.

Actualidad

 

 Ya se terminó de alistar para el trabajo. Estaba tratando de recuperarse del cansancio que le representaba mirar por horas el mirar esa pizarra, donde trataba de analizar el caso de Dake. Durante todos esos meses, él estaba buscando las suficientes pistas para no solo descubrir quién era, sino como destruirlo y hacerle quedar tras las rejas. Pero si llevaba meses frenado, era por algo. ¿Dónde él podía indagar? Era un simple maestro retirado. Era la razón en parte para decidir ser cazarrecompensas. Si se hundía en lo profundo de la ciudad, sacaría algo. Quizá tardó demasiado, pero valdría la pena. O eso quería. Simplemente, se decidió a trabajar. "No necesito, ellos lo necesitan". Miró la foto del centro. "Ella lo necesita".

 

 En esos momentos, eran cuando más los extrañaba. Ese mes, era el aniversario del M.V.J.J. Costaba creer que ya habían pasado diez años desde que entró, y casi ocho desde que disolvió. Luego recostó su espalda contra la pared. Recordó cada chiste, cada birra, o momento junto a sus amigos, Connor, Wyatt, y Jane. Recordó cada momento tarde escuchando música, o dibujando con Jane y Melisa. Y, sobre todo, cada momento cariñoso con Abigail, su fallecida esposa. Le costaba creer que estaba solo, de nuevo. Le dio un bajonazo emocional. Cayó al suelo, apoyó su cabeza encima de los brazos. Comenzó a llorar suavemente. No duró mucho. Los tenía encerrado en su cuarto, porque le servían para descargar un poco de la carga encima suyo. Luego levantó la cabeza, y tras tomarse un trago de café, de un solo trago, prendió el televisor para matar el silencio, y comenzó a esconder nuevamente eso. Mientras la nostalgia, comenzaba a enfrentarse a su rabia, y necesidad de continuar con el caso más reciente.

 

 Pero su rabia comenzó a aumentar, una vez, sintió que, en el televisor, se hablaba de algo importante para él. Volteó hacía la pantalla, y se podía ver, que comenzaba una entrevista.

 

 -¿De qué se trata el caso? -Preguntaba la reportera, mientras la lluvia se agitaba en la calle. 

 -Eh... -La oficial voltea

 Esta portaba un abrigo de lluvia, con la marca de la policía de la ciudad.

 -Es un homicidio. –Comenzó a explicar, mientras la luz pega directamente contra la capucha, haciéndole sombra-. Disparo en la cabeza, muerte rápida.

 -¿Se ha identificado a la víctima?

 -Algo así. –La oficial se quitó la capucha, aparentemente para secarse el rostro-. La victima ha sido...

 -¡Es usted! –Gritó la reportera-. ¡Esto es genial! ¡Tengo muchas preguntas!

 -¿Qué le importa quién soy? –Interrumpió aparentemente molesta-. ¿No es quiere saber del caso que estamos investigando?

 -Me parece más interesante saber qué opina sobre el estado del departamento policial. -Comenzó interrogando-. Ya sabe, desde que fue arrestado el capitán por corrupción, se sabe que se está buscando un remplazo y usted es... es de las más consideradas para el puesto ¿No?

 La oficial pareció molesta, y volteó en dirección a la escena del crimen. Pero la reportera le persiguió 

 -¡Está bien! ¡No se moleste! –Trató de disculparse- Pero responda esto ¿Son ciertos los rumores de que quieren abolir a los cazarrecompensas?

 La pelirroja volteó

 -Una vez más, ¿Le interesa el caso? Porque si no es así, puede dejarme en paz, que se está metiendo en mi trabajo.

 -¡Señorita River!

 -¡Oficial River! -Le interrumpió mucho más arisca-. Soy la oficial River para ti. Y ya me cansé de esta entrevista de porquería. Haga el favor de retirarse, o llamaré a algunos oficiales para la lleven a una celda por un rato.

 -P-pero, Señorita.

 -¡¿Cómo?!

 Comenzó a gritar la entrevistadora, mientras unos policías la sacaban de allí. Mientras, Jayden estaba mirando la pantalla sin emociones. Era exactamente ella. Con el pelo mas rizado, y corto (Antes le llegaba hasta poco antes de la cintura, ahora a poco más de los hombros) portando un abrigo escuro, y denso, pero no tardó en darse cuenta de que era ella. Él solo soltó una carcajada, y tras prenderse un cigarrillo, simplemente dijo.

 -Mira... Has regresado pelirroja... -Le dio una pitada al cigarro-. Lo único que te quiero pedir, es que no te metas en mi camino. ¿Cómo es que el dicho? ¡A sí! Si no estás conmigo. Estás contra mí.

Hace 10 años

 -¿E-e-enserio? -Preguntó Jayden emocionado.

 -Así es. Logré que lo suspendieran como castigo por el trato que a tenido contigo.

 

 Jayden comenzó a alegrarse. Alguien, una vez, se preocupaba por él, al menos lo suficiente para ayudarle a sobre pasar algo tan horrible, como era ser humillado públicamente, frente a tus compañeros. Su corazón iba a diez mil por hora. Pero eso era más que bueno, porque Christine estaba a salvo también. Si ella lo enfrentaba, pero se enteraba que ella le había salido herida de alguna manera, nunca se lo perdonaría. En ese momento estaban después de clases, ya que le había llamado para hablar en ese horario para poder tener privacidad. No dejaba de reír con felicidad, «Estoy libre. Se hizo justicia» pensó, y fue entonces que notó, que la traba de la puerta, estaba en horizontal «Eso no significa que...» eso, comenzó a hacer sonar una pequeña alarma. Luego, notó que la mano de su profesora estaba sobre la suya. Se dio cuenta de que eso, no le gustaba, así que velozmente la apartó. «Esto no es...»

-¿Jayden? -Preguntó ella-. ¿Ocurre algo?

 Su tono de voz, pese a tener su toque dulce y maternal, había algo más. Como cierta amenaza detrás de todo.

 

 -Ma-ma-maestra. -Llegó a tartamudear.

 -¿Si? -Se levantó de su silla, y se sentó ahora en la mesa, cruzando las piernas apoyando las palmas detrás suyo, prácticamente, posando-. ¿Pasó algo? –Su voz se hizo sospechosamente suave.

 -Eh... Yo... Y-yo no…–Comenzó a tartamudear con ella.

 -Vamos... ¿No hemos pasado ya por mucho? -Pareció reclamarle-. Esto no nos... ¿Acercaría más? -Su mano se acercó, acariciando su mejilla. 

 

 Le dio un escalofrío que le recorrió la espalda, y se alejó, tirando la silla detrás suya, que cayó al costado. La mujer se levantó de la mesa, acercándosele lentamente. Dándole tiempo suficiente tiempo para ver que todas las ventanas estaban tapadas. No de forma realmente sospechosa, sino que era de esos salones de primaria, donde se ponían afiches para decorar. Sin embargo, nunca se habían visto en ese salón ¿Por qué cambió ahora? Tras analizar eso, se vio acorralado, porque ella estaba frente a él, y un cubículo le impidió seguir.

 

 -Ma-maestra... ¿Qu-qué quiere? -Jayden volvió a tartamudear.

 -Oh... Vamos. -En un segundo se le acercó y la tenía a un par de centímetros de su cara. La mano derecha de ella, le tocó su cintura, dándole piel de gallina-. Esto es... Digámosle, una forma de "festejar" nuestra pequeña victoria.

 -N-no. -Se negó, ton tal más y más temblaba. -N-no, no me malentienda, se-señorita, pero yo n... Nunca... -Comenzó a temer genuinamente por lo qué ocurriría ahora.

 -Jayden... -Le tomó del hombro. Vio que ella era bastante más alta, y eso que él no era especialmente pequeño, pero ella si lo superaba, al menos, por una cabeza. Tampoco notó esos ojos, que le miraban de una forma que para nada lo hacían sentir cómodo-. ¿No crees que es una experiencia genial para presumirle a sus amigos? ¿O es que te parezco fea?

 -¡P-Por Dios! ¡No!

 -¿Entonces? ¿Por qué no disfrutar de esto?

 

 Lentamente, se le acercó a los labios de él, claramente quería besarlo. Jayden, tanto como reflejo, como en defensa, la empujó. No la movió un solo centímetro, pero al menos, pareció no querer intentar besarle.

 

 -No... ¡No! -Se negó, un poco más decidido. No iba a dejar que le falte al respeto. 

 

 Cambió su rostro seductor, por una expresión de asco. Sin previo aviso, la mano de ella que estaba en su hombro, pasó a su cuello, enterrándole las uñas en el mismo. Soltó un chillido, pero le dio un pequeño golpe en los dientes para callarlo.

 -¡Cállate! -Exclamó, con un tono furioso, mientras susurraba-. ¡Te salvo de un maestro abusivo ¿Y así me pagas?! -Le zarandeó de la camisa, tomándole del cuello de esta-. ¡Mejor no hagas ruido ahora, o sí que lo pasarás mal!

 -P-pero... ¡No!

 Velozmente comenzó a intentar derribarle, a la par que intentaba arrancarle la camisa, rompiéndola de por culpa de la fuerza infligida. Él trataba de quitársela de encima, mientras únicamente hacía un esfuerzo brutal para no lastimarla. «Por favor maestra. Recapacita, esto no está bien». Ella pasó sus fuerzas de torso de su víctima, para tomarle de las muñecas, las presionó con fuerza dándole mucho dolor en las mismas, para así, entre alaridos, lograr tirarle al piso, tras hacerle tropezar con una mesa. Se retorcía con fuerza tratando de zafarse. Entre medio y medio, ella aprovechaba para golpearle, así reducir sus movimientos, o lograr silenciarle. «Basta por favor», le susurraba, «Esto le arruinará, no lo haga. Su vida vale más que esto» continuó. Comenzó a quedarse sin aire, o fuerzas, pero no quería rendirse, para nada. No iba a permitirle arruinar la vida de ambos. Entonces, ella logró desabrocharle el pantalón, lo que le devolvió sus ganas de resistirse. Como si su instinto de supervivencia volviese en el momento más crítico, llegando a apartarla, para darle una patada en el rostro, para apartarla. «Lo siento, pero no me dejó otra opción. Por favor, dese cuenta» Hubo un segundo de silencio, en el cual llegó a creer que logró su cometido, pero ella le devolvió el golpe, en forma de un puñetazo con aún más potencia, quizá, incrementada por el odio, que le terminó por quitar las fuerzas que le quedaban. Así, ella le tomó del cuello, apretando con determinación, que sumado a que puso todo su peso encima de su pecho, terminó por inmovilizarle por completo.

 -¡Escucha mocoso! -Le gritó-. ¡Me cansaste!

 

 Estando en ese estado, ella ser veía aterradora. Despeinada, con el maquillaje corrido. Alguna vez, tuvo una cara dulce, tierna. Llegó a verla como una madre. Incluso más que la suya, debido a su ausencia. Pero ahora, parecía un ser horrible. Un maldito monstruo que solo quería verle sufrir, o satisfacerse. Destruirle el poco de dignidad que le quedaba. «Por favor, usted no» pensaba. Quizá como rezo, o ruego.

 

 -¡Vas a callarte, y a dejar de hacerte el duro! -Le chilló-. ¿Acaso crees que alguien te ayudaría? Sin mí, estarías jodido. ¡Te toca devolver el favor! –Amenazó.

 -Cree-Creí que... Que usted…

 -¿Qué? ¿Qué alguien ayudaría a un patético tartamudo como tú?

 Él sintió una puñalada al corazón.

 

 -¡Cállate! ¡Si haces ruido, haciendo que alguien nos descubra, o le dices a alguien de lo que pasó, me aseguraré de que pases el resto de tu vida humillado, como el mocoso que eres!

 

 En ese momento, simplemente, dejó de luchar. Relajó los brazos. Ella pareció agradecer ese movimiento. Se encaramó sobre él, como un zorro, a punto de comerse a un conejo que acababa de capturar. Le susurró al oído, algo que ya no recuerda con exactitud, pero debía algo tipo: "Buen chico" Mientras sus ojos se llenaban de lagrimas, su cuerpo de dolor, y su cuello de sangre, a causa del razguñon, simplemente se limitó a rogar:

-Por favor maestra... No lo haga... -Le hizo algo que le hizo doler en todos los sentidos posibles-. Confié en usted... No me haga esto, por favor...