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Chapter 9 - IX: Ellos

Ella: 5 meses antes de ese día

 

 Tras un vergonzoso viaje, la policía le había dejado ya en aquel extraño lugar. Las únicas palabras que le dijeron fueron para calmarle. Cosas como que no iba a tener problemas, y que en ese lugar le ayudarían. Todo eso se sentía como una verdad a medias. «Lo siento» susurraba, mientras esperaba lo que sea que fuese a ocurrirle. Debió cansar a los uniformados de decirles eso posiblemente.

 

Le metieron en una especie de aula, y le dijeron que esperara que vendría alguien. Debido a sus nervios, no sabía a ciencia cierta cuanto tiempo llevaba ahí. Podían ser cinco minutos, o dos horas. Era tortuoso.

 

Naturalmente, se sentía mal. Culpable. No debería haber hecho eso. Comenzó a sollozar. Se abrazó las piernas. Tenía miedo. Ese acto podía arruinar todo por lo que había luchado

 No quería perderlos. Si le acusaban de algo, se los llevarían a algunas de esas casas de acogida horribles. ¿Qué ocurriría con ellos? Debía cuidarlos. Nadie lo haría si no. No confiaba en los orfanatos. Además, no sabrían de los gustos y cuidados especiales que ellos necesitaban. «Por favor, necesito que estén bien. Si soy única familia ahora. Por favor Dios, no dejes que los alejen de mí»

 

 Estando aterrada, fue que entró un chico de su edad. Se sentó frente a ella. Sonrió mientras ojeaba unos papeles. Ella le sonrió. «Por favor. Ten piedad» susurró, más para ella o Dios, que para él.

 

¾Ey… Hola. Te trajo la policía… Bueno, eso ya lo sabes… Robaste una tiendita. Oye… No tienes cargos en contra ¿Sí? Solo quieren que asistas aquí de vez en cuando, así podemos ayudarte a que no tengas que volver a eso. Soy Jayden. Seré tu tutor mientras estés aquí ¿Sí?... Tu nombre es Melisa ¿No?

 

Él: 5 meses antes de ese día

 

Solo podía escuchar gritos. Gritos de compañeros pidiendo ayuda. Todo era borroso. La arena cubría sus ojos y no lo dejaban ver. No se suponía que eso pasara. No se suponía que descubrieran su escondite. Se salvó de milagro. Tantos hombres que podrían haberse salvado si tan solo se hubiera escondido como era debido. Como un profesional. Como se supone que él era ¿No? «Necesitamos apoyo de franco tirador. ¿Dónde está? ¡Necesitamos refuerzos por favor!» escuchaba en su mente. Todavía estaba algo sordo por el ruido de las balas rozando sus oídos. Jamás sintió tal miedo, pero esta vez era tan distinta al resto.

 

Despertó. El avión. Un contenedor de metal gigantesco, totalmente acalorado. Lo primero que vio, fue a otros compañeros. Nadie parecía estar demasiado feliz. Estaban volviendo por una derrota, no por cumplir sus rondas o deber. Y todo el mundo se los recordaba, como si fuesen payasos o bufones «No es tu culpa. Fue una buena emboscada» se decía para calmar esa pesadez. Suponía que en fondo debía alegrarse de que estaban volviendo, y podrían ver a sus familias. Aún sabiendo que no faltaba nada, le daba miedo que los atacasen. Siempre atacaban todo. «Nunca te puedes confiar en nada». Pero por fin, que volvía a casa al final del día. Notó que comenzaba el aterrizaje. Tomó su mochila. Se preparó para que la compuerta se abra.

 

 Bajaron del avión. Él al último. Sentía algo de vergüenza. Todos vinieron a abrazar a sus hermanos, parejas, y familiares de los uniformados. Calmados de que haya terminado tal calvario. Ese de no saber si estaban vivos o no. «La guerra se sufre desde todos los frentes ¿Eh?» Pensaba mientras miraba a la escena. Obviamente ella también, aunque llegó tarde. Corrió a él gritando:

 

 ¾¡Amor! ¾Le abrazó. Soltó algunas lágrimas.

¾Te extrañé dulzura. ¾Le dijo al oído, tratando de no quebrar su voz.

Se bajó y le besó.

¾Que bueno que estés bien… ¾Le susurró posando su frente con la suya.

¾¿Cómo est…? ¾Miró al suelo. Buscó con la mirada…

¾¿Y Lucas? ¾Preguntó.

Ella bajó la mirada.

¾No se siente bien Daniel… No quiso venir.

 

Ella: 4 meses antes de ese día

 

Se despertó con los gritos de los niños. Esos de los chicos jugando después de dormir ocho horas. «¿Cómo hacen para despertarse primero que yo?... ¿O la alarma?» se preguntó mientras se refregaba los ojos. Se levantó tras apagar la alarma. Fue al baño, se lavó los dientes, y se puso desodorante. Luego, frente al espejo, se vistió con su gorro de lana favorito, y su campera negra. Sonrió al verse en el espejo «Bien, me veo linda» pensó. Luego, puso sus dedos en sus mejillas y marcó una sonrisa. «No dejes de sonreír. Tu sonrisa es hermosa»

 

Bajó las escaleras. Miró las alacenas «Nos alcanzará para un par de días. Igual hay que racionar» catalogó. Tomó cereal de ahí, para luego ir a la heladera y tomar leche. Lo sirvió a los chicos. Ellos comieron. Ella se reservó. Comió una fruta. Estaban felices. Miró la hora. Era momento para llevarlos al colegio.

 

Los vistió. Caminó con ellos hasta la calle. Esperaron el bus. Subieron. Los gemelos iban primero a la primaria. La pequeña a la guardería. Los dejó tras dejarle muchos besos en las mejillas. «Disfrútalos ahora antes que se hagan adolescentes»

 

Luego llegó a su trabajo de medio tiempo. Atendió la tienda con una sonrisa en el rostro. Era efectiva en si oficio, por eso, su jefe la apreciaba. Ojalá su aprecio fuera el suficiente para darle un trabajo de tiempo completo, o aumento de sueldo. Lo que sea que le diese más dinero para vivir. Pero bueno, mejor eso que nada. Contaba sueldo a sueldo para poder alimentar y mantener a sus hermanos. «¿Valió la pena dejar la escuela por este trabajo?» se preguntaba, mientras tomaba el dinero de las propinas, que no pasaban de los veinte dólares. «Al menos gano dinero con esto. Es lo que importa» Concluía para no pensar demasiado en eso, porque sabía que terminaría por amargarse.

 

Llegada la hora de salir, saludó a todos antes de irse del local. Ahora debía emprender camino hasta el dichoso mvjj, porque ese día tenía sesión.

Pese a lo irónico, que era que estaba técnicamente forzada a estar ahí, admitía que le hacía bien a la cabeza poder hablar con alguien de su edad. Jayden era amistoso, y empático. Se veía que disfrutaba estar ahí. Quizá debía aprender de él. «Será mejor que no le haga esperar»

 

Y entonces, una vez fuera del local, vio que estaba ella, quien la saludó con la mano. Melisa, quien no estaba segura de reconocerla del todo, trató de ser amable, y saludó también.

 

¾¡Hola! Tu debes ser Melisa ¿No? ¾Preguntó acercándose.

Melisa sonrió y asintió.

¾Si. Soy yo. ¾Pensó un poco¾ Disculpa, no se me tu nombre…

¾¡Cierto! Soy Jane. Creo que nos habíamos visto antes, pero no nos presentaron correctamente.

¾Es verdad ¡Mucho gusto Jane! Me alegra saber tu nombre ¾Dijo con una sonrisa algo más genuina.

¾Estoy yendo al grupo. ¿Quieres venir conmigo? ¾Propuso la pelimorado

Melisa lo pensó. Luego asintió.

¾Claro. No hay problema.

 

Él: 4 meses antes de ese día

 

Daniel estaba mirando televisión. Cerveza en mano, mientras miraba el canal de las noticias. Con la cabeza apoyada en su mano izquierda, estaba claramente molesto. «¿Qué le pasó a esta ciudad? ¿A este país?» Se preguntaba tratando de no pensar demasiado, porque solo sentía odio por la situación amarga que veía. Robos, homicidios, entre cosas aún más despreciables. Una cultura patética que justificaba pendejadas. «Yo quería proteger un país perfecto ¿Por esto quedé rengo?» se decía, tras apagar la tv, y tomarse lo que le quedaba de bebida. Su esposa volvió detrás de él.

 

¾¿Daniel? ¾Le preguntó¾ ¿Qué ocurre?

¾¿Qué ocurre? Este puto país ocurre. Es un desastre patético… ¿Tanto luché? Pobreza, protestantes, crimen. Inmigrantes ilegales ¿Qué es eso que la depresión es una epidemia? En mi época eso no existía.

¾¿Escuchas lo que dices? ¾Le preguntó asqueada.

¾Demasiado bien… Demasiado bien lo escucho.

¾Escucha. No me importan tus delirios. Por favor ve a hablar o pasar tiempo con Lucas. Es lo mínimo, teniendo en cuenta que ni siquiera has podido encontrar un misero trabajo.

Daniel bajó la mirada. Suspiró.

¾No… No te contratan tan fácil hoy en día… ¾Se justificó avergonzado¾ Y en cuanto a Lucas… No nos llevamos bien.

¾Si claro. No se llevan bien, solo porque tú no lo intentas.

¾Se la pasa todo el día en la computadora…

¾Y tu en la TV.

¾Cierto…

¾Escucha: No quiero excusas, ¿Sí? Es tu hijo, Daniel. Intenta amarlo, por favor.

¾Obvio que lo amo. Pero…

¾¡Entonces ve!

¾No me des ordenes de esas… Por favor… ¾Rogó.

 

La mujer se alejó. Daniel trató de ir tras ella. Luego bajó la mirada. «Acéptalo Daniel. Eres un fracaso. Al menos intenta ser un padre que se lleva bien con su hijo» Tomó su bastón y caminó hasta el cuarto de su Lucas.

 

Este, que había cumplido diez y seis años hacía poco, era un chico retraído que rara vez salía de su casa. No parecía tener amigos, menos pareja. Por momentos, incluso parecía querer tener tendencias algo raras. Daniel estaba preocupado. Pero ¿Cómo podía proceder? Se preguntaba. No te enseñan eso en el ejército. Menos se lo enseñaron en su propia casa cuando él era un niño. «Antes era todo mejor» Se decía. Pero, desde el día que nació, amó a ese muchacho. Por sus venas corría su sangre. Debía cuidarlo y hacer de él un hombre de verdad. Quería que su hijo fuera valiente, y fuerte para carrear a una familia en el futuro. Tomó la manija de la puerta, y la bajó. Lucas estaba acostado en la cama mirando la pared.

 

¾Ey… Lucas. ¾Pronunció, para luego caer en el silencio, porque no sabía que más decir.

Este le miró a los ojos.

¾Hola Papá.

¾Ey… Eh… ¿Está todo bien? ¾Preguntó tratando de continuar la plática.

¾No lo sé…

Daniel entró al cuarto lleno de posters de cosas que no conocía ni entendía. Se sentó en la cama.

¾Em…

¾¿Qué pasa? ¾Preguntó algo molesto de su presencia.

¾Nada. Nada… Solo… ¾«¿Que puedo decirle?»¾ ¿Qué hacías?

Lucas pensó y lo miró de reojo.

¾Solo… Estoy acostado.

¾Oh… ¿Seguro que estás bien?

¾¡Si! Déjame en paz.

Daniel suspiró con rabia.

¾¡No me hables así! ¾Se levantó enojado. «Maldito irrespetuoso»¾ Dios…

¾Perdón señor…

¾No me llames señor… ¾Se refregó los ojos¾ Escucha. No me vuelvas a alzar la voz ¿Está bien?

¾Si…

Daniel miró a su hijo. Notó que tenía un ojo morado. Levantó la mano. Pero luego la detuvo «No me dirá nada» pensó.

¾Oye… Mañana iremos de pesca. ¿Está bien?

Lucas alzó la mirada.

¾¿Eh?

¾Si. Te hará bien estar un poco al aire libre.

¾La verdad que…

¾¡Está decidido! ¾Exclamó sin dejar a su hijo terminar de expresar su opinión¾ Duérmete temprano. Así mañana podemos ir a pasar un buen día.

 

Daniel salió del cuarto. Suspiró «Espero que funcione» pensó, mientras su mujer ser acercaba.

 

¾¿Qué? ¾Preguntó al ver su cara de molestia.

¾No te dijo porqué tiene el ojo morado ¿Verdad?

Daniel negó con la cabeza.

¾Dios…

¾¿Le están molestando en clase?

¾Pareciera, pero se niega a hablar conmigo. Eso ya me preocupa.

¾Dios…

¾Quizá sea hora de mandarlo a un psicólogo.

¾¿Qué psicólogo ni que nada? Esas cosas no sirven, solo… Necesita pasar tiempo afuera. ¿Está bien? ¾Se alejó de la puerta y caminó hasta el sillón nuevamente¾ No me cuestiones. Se solucionar esto…

¾¿Seguro?

¾Yo nunca me equivoco. Jamás…

 

Ella: 3 meses antes de ese día

 

La sesión acabó. Jayden y los chicos se estaban yendo, mientras Abigail, Jane y Melisa, permanecieron en el MVJJ. Jayden ya había introducido a la joven al grupo, por lo que no era raro, que el día que ella no tenía sesión, pasaba el día con ellas dos. Era muy divertido. No había tenido muchas amigas para aquél entonces, por lo que estar con ese carismático dúo, le era extremadamente divertido. Aunque mentiría si dijera que Jane era su amiga.

 

Jane, comenzó a verla a la salida de su trabajo de medio tiempo, lo que le hacía feliz. Era una chica tan graciosa y atractiva. Podían pasar horas hablando, y las charlas eran tan lindas, que daban una o dos vueltas manzana para seguir dialogando, lo que le obligaba a mentir diciendo que llegó por culpa de los buses. Realmente pasaba buenos momentos con ella, que le daban descanso de ser "hermana mayor", y le hacían sentirse una adolescente más.

 

¾Bien chicas. Debo irme. ¾Dijo Abigail levantándose de la silla.

¾¿Ya? ¾Preguntó Jane¾ ¿No es temprano?

¾Jayden me dijo que no vino su chico hoy, así que tenemos la tarde para nosotros. Vamos a provecharla.

¾Dios, dile que te quite la correa un rato. ¾Se burló Jane.

¾Púdrete. ¾Dijo con cariño¾ En fin. Nos vemos.

Besó ambas en la mejilla y se fue. Melisa y Jane estaban solas ahora.

¾Ahora tenemos nosotras la tarde libre ¿No crees? ¾Dijo la pelivioleta.

¾Si. Faltan un par de horas antes de que tenga que retirar a los niños de sus clases. ¾Continuó Mel.

¾Excelente. De hecho, conozco un lugar donde podríamos pasar el rato.

¾Me interesa. Vamos.

 

Ambas subieron al tejado. Un lugar bastante solitario. Por razones obvias, ya que, si tratas a personas con problemas de salud mental, lo último que quieres es que tengan acceso fácil a un lugar alto. Pero para ellas, era perfecto. Se sentaron en el techo mirando al cielo. Las nubes se sumaban al hermoso color dorado del atardecer. No charlaron mucho pese a lo que pudiera pensarse. Se la pasaron mirando el hermoso paisaje. Se recostaron espalda con espalda. Ambas sonreían. Melisa tomó la mano de Jane mientras pasaba el rato, lo que claramente le puso nerviosa, y eso le causó ternura.

 

¾Mel… ¾Preguntó Jane.

¾Dime.

¾¿Crees que podremos ayudar a más personas?

¾Claro. Estamos para eso… O bueno, te sumaste.

¾¿No serás tutora cuando termines tus sesiones?

¾Aún no lo sé. Ya tengo mucho con mis hermanos si soy sincera…

¾Oh… Entiendo… ¾Jane pareció amargarse un poco.

¾¡Ey! No dije que yo no fuera a dejar de venir nunca. Son mis amigos así que seguiré rondando por aquí. Y si es necesario, le inventaré algún trauma a Jayden para estar en terapía más tiempo.

Jane rio. Mel también.

¾¿A qué vino la pregunta? ¾Interrogó sutilmente.

¾Eh…

¾Tiene que ver con la razón por la que te sumaste ¿Verdad? ¾Preguntó Melisa.

¾En realidad. ¾Tragó saliva¾ Yo me sumé, porque quería ayudar a otros a no sufrir el calvario que yo viví. Jayden me ayudó e inspiró a querer ser como él. Pero… ¾Hizo una pausa, y bajó la cabeza¾ pero siento no sé cómo hacerlo. Él trata de guiarme, pero no sé si podré, porque no sé cómo encarar las cosas. No puedo ser como él, por más que lo intente.

Melisa se fue al costado de la chica. Pensó un segundo.

¾Primero que nada. Tú no eres Jayden ¿Si? Él tiene sus métodos, y tu debes tener los tuyos. ¿Okey?

¾Si si, lo entiendo.

¾Además… Se que claramente no estás aprendiendo lo más importante.

¾¿Y qué es?

Melisa suspiró. Apoyó sus manos en el suelodetrás de su espalda.

¾¿Sabes cómo decidí que quería criar a mis hermanos lejos de mis padres? ¾Le preguntó.

¾¿Cómo lo decidiste?

¾Porque se lo que viví con ellos de niña. Supe de lo que eran capaces. De prostituirse por dosis, o vender todo, incluidos los juguetes de su hija. O como eran capaces de tratarla si estaban en abstinencia. Y por eso pensé en lo que vivirían si no hacía algo por los tres.

¾Mh… Muy valiente… ¾Susurró Jane.

¾Tu… ¿Qué viviste Jane?

¾Ya lo sabes Mel…

¾No. No hablo de lo externo. ¿Qué sentiste aquí? ¾Puso su mano en su pecho.

Jane pensó. El excavar en sus sentimientos le conmocionó, y le hizo tener un escalofrío. Se quitó una lagrima del ojo y continuó.

¾Me sentí reprimida. Ellos me hacían sentir que mis sentimientos, o deseos no eran nada… Y que yo… No era nadie. Solo un objeto intercambiable. Un pedazo de carne. Así me hicieron sentir mis maestros, mis compañeras y… Mi madre…

Jane se limpió sus ojos.

¾Ey, entonces… ¿Qué te hicieron sentir Jayden y los chicos?

Jane alzó la cabeza.

¾Me hizo sentir libre. Validada. Especial…

Melisa sonrió.

¾Sabes lo que fue estar encerrada en esa pesadilla, y supiste lo lindo que fue que te hayan ayudado a ser libre. Usa eso Jane. ¡Y otra cosa! ¾Se acercó. Tomó sus mejillas, y con los pulgares, le dibujó una sonrisa¾ No dejes de sonreír. Tu sonrisa es hermosa… e inspiradora…

Ambas, intercambiaron miradas. Las manos de Melisa se sentían cálidas. Sus ojos miel era hermosos.

¾Gracias Mel… Me alegra ser libre de todas esas cadenas, que no me dejaban ser quien soy…

¾No hay de que. ¾Una alarma en su teléfono le alertó¾ ¡Mierda! Tengo que ir a buscar a los chicos.

Melisa se levantó y manoteó el teléfono.

¾¡Mel! Una cosa…

¾¿Mhm?

 

Jane tomó de las mejillas de Melisa, y tiró hacía ella. Tras mucho, mucho aguantarse las ganas, besó a la otra joven en los labios. Sin soltar ni por un segundo sus manos que seguían en sus mejillas. Melisa sonreía, mientras se arrodillaba, para estar más cómoda en ese descargo de tensión. «Es tan linda» pensaba, mientras disfrutaba segundo a segundo. Se separaron y se miraron a los ojos. Ambas rieron.

 

¾Te estabas tardando. ¾Dijo Melisa entre risas.

¾Lo siento… ¾Se disculpó con una sonrisa¾ Me gustas Mel. ¾Terminó por confesarlo.

¾Eso se nota… ¾Besó la frente de Jane¾ También me gustas Jane.

 

Él: 3 meses antes de ese día

 

Daniel y Lucas estaban sentados en la orilla del rio, esperando que algún pescado picase el anzuelo. Llevaban mínimo dos horas ahí, sin un solo indicio de cualquier ser vivo que parezca un pez. Decir que se estaban aburriendo a la par que, incomodando porque no habían logrado entablar la más mínima conversación, fuera de "¿Cuánto levamos aquí?". El padre trataba de mirar al agua, mientras su hijo, tenía puesta una de esas gorras ridículas que usas normalmente en ese pasatiempo. «Es el uniforme de pesca, no es mi culpa que se vea así» pensaba. Quizá era la época, o el clima. Que carajo sabía. Él jamás había ido a pescar con nadie. Solo lo hacía con su propio padre, y jamás entendió o pescó nada. «Esto está siendo una pérdida de tiempo». Pensó mientras recogía el hilo, buscando algo. No sabía si un pez, o un zapato viejo, pero algo.

 

¾Papá… ¾Susurró el joven.

¾Dime hijo. ¾Preguntó tras suspirar algo molesto.

¾Cómo… ¿Cómo te defendías en la guerra?

¾Con armas… Supongo… ¾Luego miró a Lucas¾ ¿Por qué lo preguntas?

Lucas apoyó la caña de pescar contra la baranda del muelle. Miró a su padre. Suspiró.

¾Curiosidad…

¾Aja… Es difícil de creer que tras varios meses que llevo aquí, te interese saber de la guerra… ¾Daniel se sentó más cerca de su hijo.

¾Bueno, pasa que… ¾Lucas se detuvo. Pensó unos segundos, para luego negar con la cabeza¾ No, no pasa nada…

¾¿Qué ocurre Lucas? Puedes decirme hijo. Lo que sea.

¾¿No te burlarás?

¾Para nada.

El chico bajó la cabeza, suspiró, antes de hablar titubeante.

¾M-Me molestan en la escuela.

«Bingo. Se abrió conmigo. Voy a aprovecharlo. Descubriré como ayudarlo»

¾¿Por qué? ¾Comenzó a interrogar.

¾No lo sé ¾Respondió refregándose las manos.

«Está mintiendo»

¾Me estás mintiendo. ¾Le dijo acercándose más¾ ¿Por qué te molestan?

¾¿Acaso importa? ¾Preguntó Lucas.

¾¡A mí me importa! ¡Dime! ¾Exigió Daniel levantándose del asiento¾ ¿Cómo se supone que te ayude si no eres sincero conmigo?

Lucas gruñó.

¾¿Cómo quieres que te diga las cosas si te pones así de agresivo? ¿Por qué me interrogas? Solo quería hablar contigo… ¾Lucas volvió a mirar el rio¾ ¿Para qué lo intento? ¾Se preguntó.

Daniel bajó la cabeza. Escupió en el suelo. «Soy un inútil».

¾Si te molestan. ¡Defiéndete! ¾Exclamó¾ No dejes que te hagan sentir menos.

Lucas le miró de reojo.

¾¿Cómo haces para defenderte? ¾Preguntó¾ Son más altos y fuertes que yo…

Daniel pensó un poco. Luego se levantó y puso la mano en su hombro.

¾Ven. Levántate.

Lucas miró atrás, luego obedeció tras encogerse de hombros.

¾Tírame tu mejor golpe.

 

Lucas miró a su padre de pies a cabeza. Cerró los puños. Miró a su padre. Tiró un puñetazo. Daniel, ni lento ni perezoso, desvió el golpe, y le hizo una llave, tomando el chico del cuello con el brazo. Procedió a explicarle cómo hacer para que el sujeto no se libere. Luego lo soltó. Pidió que le lanzase otro. Obedeció nuevamente, a lo que respondió torciendo su brazo suavemente. Así durante toda la tarde.

 

Le estaba enseñando algo de verdad tras todos estos años. Se aseguraría, con esta pequeña clase improvisada, a jamás ser un derrotado por nadie. Y le enorgullecía, golpe a golpe lo mucho que este aprendía. «Ese es mi hijo». Pronto estaría listo para defenderse y para convertirse en un verdadero hombre.

 

Ella: 2 meses antes de ese día

 

¾Chicos, debemos confesarles algo ¾Dijo Jane.

Las dos, así nada más, se habían parado al costado del grupo que miraba el vóley en la televisión. Los cuatro las miraron curiosos.

¾Melisa y yo, estamos saliendo. Y somos novias.

Se hizo un silencio. Las dos chicas se miraron. Luego ellos entre sí. «¿La cagamos?» se preguntó Melisa. Finalmente, Abigail se levantó. Las miró y suspiró. Así dijo:

¾Todos aquí... ¡Ya lo sabíamos!

Ellas se asustaron.

¾No nos malentiendan. Estamos alegres y todas esas cursilerías, pero ¡Quiero ver el partido!

¾¡Abigail! Debes apoyarlas, no asustarlas así. ¾Reclamó Jayden¾ Chicas los siento. Estamos muy contentos, obviamente…

Jane le interrumpió con la risa más sincera que pudo soltar.

¾¿Eso significa que nos aceptan?

¾Siempre lo hicimos. Ojalá lo hubieran hecho antes o después del juego.

Ambas rieron. Luego el resto del grupo. Las chicas fueron a abrazar a sus amigos. Quienes le desearon lo mejor. Incluso Abigail, con su tono acido de siempre. Luego se sentaron juntas y acurrucadas. Al fin podía ser cariñosa con su novia frente a todos ellos, sin ocultarlo por miedo a que las juzgasen. Era la tarde perfecta.

 

El resto de la tarde siguió lo más bien. El partido terminó con un resultado desfavorable para Connor y Abigail, así que despotricaron un buen rato. Melisa no dejó de reír en ningún momento. «Ver a Abigail putear si es divertido». Pero fue, que notó algo extraño. Estaban todos disfrutando el momento, experto por Jayden se había alejado del grupo. Ya no lo divisaba en los sofás o en la cocina. Ni siquiera estaba con Abigail. «Esto no es normal, esos dos suelen estar más pegados que dos perros» pensó.

 

Excusándose, se alejó del grupo y lo buscó alrededor de la casa. No tardó mucho en encontrarlo, ya sería demasiado. Estaba en el patio, hablando por teléfono. Melisa no solía ser chismosa, pero al notar que su cara no era la de alguien en buen estado de ánimo, decidió que debía salir a ver que le pasaba a su amigo. «Nunca está con el teléfono. Algo está pasando».

 

¾Si… Si, lo sé… ¾Decía el miope caminando de izquierda a derecha¾ Lo tendré en cuenta. Gracias. Muchas gracias, buen día. ¾Concluyó cortando la llamada. Luego volteó y vio a su amiga.

¾¿Ocurre algo malo? ¾Preguntó cerrando la puerta detrás suya.

¾Em… Nada ¿Por? ¾Dijo pasándose la mano por labio.

¾No sabes mentir Jayd. ¾Negó ella con la cabeza¾ Si necesitas hablar. Puedes decirme.

Jayden miró a los costados, luego tras de ella.

¾Está bien… ¾Aceptó Jayden pasandose la mano por el pelo¾ Era un abogado.

¾¿Un abogado? ¾Preguntó confundida.

¾De casos familiares.

¾Wow… ¾Exclamó. Luego miró al grupo esperando que nadie llegase, porque notaba lo privado que era el asunto¾ ¿Y se puede saber por qué…?

¾Quiero emanciparme.

 

Jayden procedió a explicarle a detalle todo su plan. Como quería castigar a sus padres. Como quería ser libre de ellos y de su apellido. Y, sobre todo, de la mayor complicación: Lo jodidamente cara que era la transacción judicial. Ya que ningún abogado tomaba su caso, a pesar de las suplicas. Menos, aquellos "Públicos". Le contó lo frustrado que se sentía con todo. Y, sobre todo, como ansiaba poder resolver esto rápido, para seguir concentrándose en el grupo, sus amigos y Abigail.

 

¾Okey… ¾Dijo Melisa tratando de procesar toda esa historia¾ Es… bastante por procesar, e de decir. ¾Aceptó la joven, quien se revolvió el pelo disimuladamente.

¾Lo siento. ¾Susurró.

¾No te disculpes Jayden, por Dios. ¾Le dijo soltando una sonrisa¾ Es mucho, si… Lo entiendo. Ya sabes… pase por lo mismo. ¾Apoyó su espalda contra la pared¾ Eres muy valiente.

¾Na, no soy valiente. Tu lo eres. ¾Desvió¾ Te enfrentaste a padre adictos. Los míos son solo… fríos conmigo.

¾Ambos son negligentes. ¾Lo corrigió¾ Tu quédate tranquilo, tienes el mismo derecho de tomar las riendas de tu propia vida. Si eso siquiera existe.

¾Supongo… ¾Suspiró. Se pasó la mano por el pelo, mientras miraba el cielo.

Melisa notó que Jayden comenzaba a lagrimear.

¾Jayd… ¾Trató de acercarse a su amigo.

¾¿Cómo haces? ¾Preguntó súbitamente.

¾¿Para? ¾Continuó ella.

¾¿Para sobre llevar todo? Ya sabes. Lo de ser la tutora de tus hermanos, y trabajar y… Todo. Yo no puedo ni con esto…

Melisa sonrió. Levantó sus dedos índices, los puso en sus mejillas, y las levantó mostrando una sonrisa.

¾"Sonríe que tu sonrisa inspira a otros a seguir luchando" ¾Como tú lo haces ya.

¾Pero… Solo sonrío porque… Me hace feliz estar con ustedes.

¾Sabes que no me refiero a eso.

¾No veo la relación, lo siento. Muchas cervezas quizá.

¾Se que sabes a lo que me refiero. ¾Le regañó¾ Se optimista amigo mío. Todo va a mejorar si pones de tu voluntad. ¾Puso su mano en su hombro¾ Estate tranquilo. Y nunca te rindas. Ser pesimista, te hará sentir débil. Debes sentir que puedes comerte al mundo, no que te matará una cucaracha.

Él se puso a pensar.

¾¿Optimismo? ¿Nada más?

¾Obvio. Se que es difícil, pero no estoy dispuesta a bajar los brazos. Hay días donde realmente quiero que todo acabe. Que quiero simplemente desaparecer. Pero sé que, si no me muestro fuerte frente a mis hermanos, perderán la fe. Por momentos soy débil, y lloro abrazado a ellos o Jane. Sin embargo, si no muestro optimismo, ellos perderán la fe. Sonrío. Sonrío para ellos, y para mí. Recuerdo quien soy, y sé que siempre podré pelear contra viento y marea.

Jayden sonrió.

¾Está bien… ¾Se limpió las lagrimas de los ojos¾ Gracias.

¾¿De qué?

¾No les digas ¿Sí? A los chicos, digo.

¾Deberás hacerlo tarde o temprano. Pero hazlo tu. ¿Sí?, prometo estar callada.

¾Eso incluye a Jane.

¾Oye, no voy a mentirle a mi señora… Pero no le diré nada.

Jayden soltó una carcajada.

¾Y se supone que yo soy tutor.

Melisa rio.

 

Él: 2 antes de ese día

 

Daniel estaba en el campo nuevamente con Lucas. A diferencia de la otra vez, donde había podido entablar conversación, aunque fuese poca, ahora no podían ni verse a la cara. Lucas llegaba cada vez más golpeado a casa lo que lo tenía demasiado preocupado. No quería hablarle si quiera, solo se aislaba dentro de su cuarto. De alguna manera, estaban tratando de tomarse con calma los viajes de pesca, por lo que no tenían casi forma de dialogar. Ni si quiera podía verlo a los ojos. «Me siento avergonzado de no poder ayudarle. Soy un pésimo padre».

 

Comenzando a buscar el hilo de pesca para poder retirarse, viendo que Lucas se levantaba y trataba de caminar al auto, algo le frenó. Daniel notó que él estaba congelado. Volteó. Miró hacía atrás. Un hombre de su edad más o menos, junto a otro chico con la de su hijo. Se enderezó. Vio la mirada de los jóvenes, como, mientras su pequeño parecía temblar, el otro plasmaba asco en sus ojos. Gruñó. Se acercó. Lucas intentó detenerlo.

 

¾Disculpe… ¾Dijo tratando de llamar su atención.

El otro hombre, quien guardaba sus cosas en la cajuela de su propio vehículo, volteó.

¾Diga…

¾¿Su hijo va a la preparatoria de Lumier? ¾Preguntar.

El otro miró a los costados.

¾Eh… Si. ¿Por qué?

¾Ese chico a estado molestado a mi hijo. Exijo que se disculpe.

El hombre miró a su hijo.

¾¿Él le dijo?

¾No lo necesito. Se que lo molestan. Y ¿Crees que la mirada de mi hijo hacía él es la de un compañero a otro, o a un amigo? Es la de una presa. ¾Se acercó agresivamente¾ Haz que se disculpe. Ahora.

El hombre frunció el ceño. Le dio la orden a su hijo para que se ponga detrás de él.

¾Escucha… Necesito que tu hijo me diga si es verdad…

Daniel miró a Lucas. Le hizo un gesto para que hable. El chico, sin embargo, permaneció congelado. Con los ojos tembloroso, comenzó a lagrimear.

¾Solo míralo… Está totalmente aterrado.

¾¿No estará aterrado de tí? Vienes, amenazas a unas personas cualquiera, y el chico ni si quiera habla.

Daniel empujó al hombre. Este le susurró a su hijo.

¾Ve al auto…

El niño corrió.

¾Dile que venga y se disculpe.

¾Escucha…

¾No voy a escucharte. Dile a tu hijo…

 

El hombre empujó a Daniel. En respuesta, Lucas le golpeó al rostro. Este cayó en el suelo. Lucas gritó aterrado.

¾¡Papá! ¡Basta! ¾Gritó Lucas.

Daniel miró al suelo. El hombre se arrastró e intentó levantase para devolverle el golpe, pero fue más rápido, logrando apoyarlo contra la pared del auto, sosteniéndolo del cuello.

¾Dile a tu hijo que…

¾¡Puto de mierda! ¾Gritó el chico.

Este llegó cerca de ellos. Daniel, se alejó. Tenía un arma.

¾Dejá a mi papá loco de mierda o te vuelo los sesos.

Daniel miró con rabia al chico. El arma estaba con el seguro puesto. Sin miedo la manoteó y desarmó.

¾Escúchame…

¾¡Papá, no nos molesta!

Daniel lo miró.

¾¿Nos…?

¾Basta… por favor… Me avergüenzas… ¾Dijo Lucas, quien bajaba la voz con cada palabra que soltaba.

 

Daniel se detuvo. Soltó de la remera al hombre. Le dijo que no lo quería volver a ver. Este se fue con su hijo. «¿Qué mierda hice?» se preguntaba. Volteó. Miró a su hijo. Se quiso acercar, pero este corrió hasta el auto.

 

Se sentó en la banca. Mientras veía como Lucas se ponía a llorar dentro del auto. Este se miró las manos. Estaban rojas por los hematomas. Esa imagen le trajo recuerdos que no quería recordar. Esas cosas de la guerra que ningún hombre podría sobre ver en paz. Luego recostó la espalda contra la barandilla del lago. «Soy un monstruo»

 

Ella: 2 días antes

 

Melisa se acercó a Jane. Esta estaba sentada contra la pared. Tenía en rostro acostado en sus brazos. Estando totalmente paralizada. Se la escuchaba respirar pesadamente.

 

¾Ahí estás… ¾Susurró¾ Los chicos te están buscando… Estaban preocupados…

Jane movió un poco la mirada hacía ella. Mel se agachó.

¾¿Qué pasó, linda? ¾Preguntó pasando su mano por su pelo

Jane volvió a enterrar su mirada en sus brazos.

¾Recordaste algo… ¿No? ¾Asumió.

Jane asintió.

¾Mhm… Lo supuse. ¾Melisa puso su mano en la espalda de Jane¾ ¿Quieres hablar?

Jane negó con la cabeza.

¾Okey… ¾Dejó la mochila en el piso¾ Pero no me pienso ir de aquí. ¾Abrió la mochila, y sacó de una bolsa de papas fritas y un chocolate¾ Pensé que tendrías hambre… Te traje tus favoritas.

Jane dejó salir una pequeña sonrisa. Tomó con la mano la bolsa de papas. Luego la alzó y agitó. Mel la vio y rió.

¾Okey. ¾Tomó la bolsa y la abrió¾ Ya te estás pasando amor. ¾Dijo entre risas.

Jane rio un poco. Mel dejó la bolsa en el suelo. La pelirosa tomó unas cuantas papas y comió. Mel se sentó junto a ella. La chica tomó la bolsa y le ofreció a su novia, ella tomó una.

¾Sigo sin entender porque te gustan tanto… Son mejores las que tienen sabor a cebolla.

Jane volvió a reír. Acto seguido, se cimentó un pequeño silencio, que no tardó en romperse con el tímido llanto de Jane. Estrechó su mano en búsqueda de la de Melisa. Ella la sostuvo.

¾Está bien, amor… No estás sola. Dejalo salir.

El llano de Jane quebró a Melisa, quien intentaba no sucumbir a la tristeza también. «Ella es tan buena y única, ¿Por qué tuvo que pasar por todo eso?»

¾Siempre estaré contigo ¿Sí?

Jane salió de su posición, se levantó y abrazó a Mel, apoyando su cabeza en su hombro.

¾Perdón. ¾Dijo entre sollozos.

¾¿Por qué?

¾Porque diariamente tienes que lidiar con mucho. Tu trabajo, tus hermanos, tus padres… Y ahora conmigo.

Melisa se quebró. Dejó escapar algunas lágrimas.

¾Jane yo… Desde que te conocí, por primera vez en años, me sentí acompañada y querida. ¾Explicó mientras acariciaba el pelo de Jane¾ Yo… No lidio contigo, lidiamos las dos con la otra. No somos perfectas, y el pasado nos persigue, pero no quiero que creas que eres una carga. Eres mi novia. Estamos para eso ¿No?

Jane se tomó un segundo. Apretó con fuerza la espalda de su novia. Mel hizo lo mismo.

¾Gracias… ¾Susurró.

¾¿De qué? Si para eso estoy.

¾Te amo.

¾Y yo a ti.

Fue la primera vez que Melisa, escuchaba que alguien la amaba.

 

Él: 1 día antes

 

Daniel estaba mirando la tv. Su esposa miraba desde la cocina. Casi ni se hablaban desde hacía tiempo. Pero no había ni mucho que pudiera, o quisiera hacer. «Si ella no me valora, problema suyo ¿No?» pensaba, mientras trataba de fingir que le gustaba dormir en el sillón. Solo quería estar en paz, pero todo a su alrededor parecía recordarle que le sería imposible. Su trabajo de cuarta solo le generaba ingreso mínimo «No sirvo ni como proveedor», su relación familiar, o lo que quedaba de ella, y el estado general de todo lo que lo rodaba. Esa frustración era demasiado grande.

 

Fue entonces, mientras pensaba en todo eso, que escuchó la puerta. Rezongando, se levantó y abrió. Un chico estaba esperando del otro lado.

 

¾E… ¿Está Lucas? ¾Musitó suavemente, con algo de miedo.

¾¿Lucas? Si, en su cuarto… ¿Quieres que lo llame? ¾Respondió confundido. «Son casi las ocho de la noche ¿Por qué vino a esta hora?»

¾Si… si se puede, claro. ¾Continuó con miedo.

¾Claro… ¾Volteó la mirada¾ ¡Lucas! ¡Ven! Te buscan…

Lucas llegó bastante rápido. Al verlo, se lo vio sonreír, mientras que el otro chico pareció molesto. Y mucho.

¾Mike… ¿Qué haces aquí? ¾Cuestionó Lucas.

¾Debemos hablar. ¾Dijo con firmeza.

¾Los dejaré solos… Ya que estoy voy al super mercado. Charlen tranquilos.

Daniel fingió preguntarle a su esposa si quería algo del local, para acto seguido tomar su billetera.

Salió y comenzó a caminar hasta la esquina, pero se escondió en la misma, porque quería escuchar. «Esa mirada…» pensaba mientras ajustaba el oido.

 

Los chicos se alejaron de todo. Lucas se acercó a Mike «¿Quiere abrazarlo?» Este, sin embargo, lo empujó con fuerza. Lucas se veía confundido. El otro se levantó la camisa. Estaba extremadamente golpeado.

 

¾¿Qué mierda hiciste? ¾Le preguntó.

¾Mike… ¿Qué te pasó? ¾Exclamó aterrado su hijo.

¾Tu pasaste… Los idiotas de Francis y sus amigos me agarraron en la salida. Casi me mataron.

¾Mike…

¾¡Dicen que te diga seas un hombre y no mandes a tu padre para defenderte! ¾Gritó con lágrimas en sus ojos¾ ¿¡Qué mierda hiciste!?

¾¡No! ¡No! ¡Nos cruzamos a Francis en el parque y él…! No sé qué le pasó que se puso a golpear a su padre. ¡Pero yo no hice nada Mike!

Mike comenzó a llorar.

¾Tu familia está enferma…

¾Lo siento… Lo siento…

Lucas intentó abrazarlo nuevamente, él lo empujó con aún más rabia.

¾¡Aléjate de mí!

¾Mike…

¾¡No quiero volver a verte! Por tu culpa mi vida es más difícil ahora…

¾Por favor no…

¾Idiota…

 

Lucas cayó de rodillas para llorar totalmente desconsolado. Daniel, desde la esquina, estaba igual. «¿Qué mierda hice?» se preguntaba, mientras se daba golpes en los hombros. «Cada día arruino más su vida» Se agarró de la cabeza «Soy un desastre».

 

Ella: dos horas antes

 

En diez y siete años, era la primera vez que se sentía nerviosa. Su ropa debía estar impecable. «Debes dar una buena impresión Mel» se decía mientras se aseguraba de tener todo en su mochila, la cual le compraron los chicos pese a sus suplicas que no lo hicieran. Melisa, comenzaba, después de tanto, la preparatoria, y acabar ese año que le faltaba. Alzó la cabeza frente al espejo y se dibujó la sonrisa en los labios. Se dio animos. Luego salió decidida.

 

Pero antes de ir, debía pasar por el mvjj para saludar a los chicos. Todos estaban ahí, menos Jane, quien estaba enferma y se había quedado en casa. «Ya la veré luego» se dijo. Pasó con Connor y Wyatt, luego con Abigail, quien la felicitó más que ninguno otro «Se nota que le gusta la escuela» Por último, fue en búsqueda de Jayden, sabiendo que, a esa hora, tenía un pequeño receso de sus terapias.

 

Cuando se acercó a la sala donde daba sus sesiones, notó a un chico salir corriendo de allí. Ella no tardó en darse cuenta de que algo no estaba bien, al ver que este lloraba. Aceleró el paso para llegar lo antes posible al cuarto en cuestion.

 

Dentro, él estaba con la cara enterrada en sus manos. Era la primera vez que veía a Jayden llorar.

 

¾Jayd…

Él se levantó con velocidad. Trató de ocultar su rostro.

¾Lo- lo siento… ¾Se disculpaba efusivamente, mientras se limpiaba las lágrimas.

¾Jayden ¿Qué pasó? ¾Preguntó preocupada.

¾Eh... Nada, nada, solo la secion fue… bastante dura y…

¾¡Jayden, por Dios! ¾Le interrumpió¾ ¿Qué ocurrió?

Él tomó aire. Se notaba como buscaba una excusa, o mentira. Se le estaba haciendo costumbre. Pero simplemente, se sentó nuevamente, y con la voz más lúgubre que podía trasmitir, dijo:

¾Ese chico… Le dije que no podía tratarlo, porque estoy con muchas… Y, bueno, eso no le gustó.

Melisa suspiró. Se acercó y se sentó frente a él.

¾Es por…

¾La emancipación.

¾Lo supuse…

Ambos permanecieron en silencio. Luego, Jayden se golpeó en la cabeza con las manos.

¾Soy un egoísta… ¾Susurró¾ Debí callarme, seguir con su terapia. Soy un tonto. Soy un pésimo terapeuta.

Melisa puso sus manos en sus hombros.

¾No digas eso amigo… No estás en un buen momento, hiciste bien. Quizá lo perjudicabas peor…

¾¡No no hice bien…! ¾Jayden se levantó y caminó hasta la ventana¾ No importa que haga, siempre la cago, arruino todo lo que toco y… ¿Cuándo estuve realmente en un buen momento?

Melisa se levantó y abrazó a su amigo sin previo aviso.

¾Está bien… ¾Comenzó a decir¾ Somos humanos. Debemos pasarla mal de vez en cuando para ser nuestra mejor versión y ayudar a otros.

¾Le fallé, Mel…

¾No eres perfecto Jayd. Nadie lo és. Seguro encuentra a alguien que le dé una mano.

¾Eso espero… Trataré de conseguirle al mejor.

¾Muy bien… ¾Tomó sus mejillas¾ Jayden…

¾No tengas miedo a ser vulnerable ¿Sí? ¾Apoyó su frente con la de él¾ Nadie importa más que tú. ¡Ni siquiera nosotros! ¿Okey?

¾¿Y qué pasó con todo eso de la sonrisa? Del optimismo.

¾No estás siéndolo… Y, además, no podrás ayudar a otros si tú estás mal… Eres como desecho nuclear. Infectarás a otros.

¾Está bien…

Alejó su rostro

¾Por primera vez, ponte a ti por delante… Hazlo por mi ¿Sí?

Jayden rio.

¾Eso es contradictorio. Te das cuenta ¿No?

¾Que tu lo digas es hipócrita.

Ambos rieron.

¾Gracias… Y perdón.

¾¿Por qué?

¾Este día se supone que sería sobre ti. ¿Tu comienzo escolar?

Melisa sonrió.

¾Ya tendré más días… Además, como a ti, nada me hace más feliz que ayudar a un amigo.

¾Bien…

¾Quiero que sepas algo.

¾¿Qué cosa?

¾Eres una buena persona Jayden. No lo olvides.

¾Si tu lo dices…

¾Nunca me equivoco.

¾Supongo… ¾Jayden miró la hora¾ Debes irte.

¾Lo sé…

¾Suerte Mel.

¾No dejes de sonreír. ¿Sí?

¾Jamás.

¾Promételo.

¾Lo prometo

 

Él: Quince minutos antes

 

¾Soy… Un mal padre, un mal esposo, y… No sé qué más… ¾Daniel se limpió una lagrima, mientras estaba sentado en aquel sillón¾ Mi hijo Lucas sufre de bulling y no importa que haga, él no me quiere cerca… E irónicamente, hace bien… La vez que intenté intervenir, arruiné su relación con su novio, y… hasta le enseñé a pelear… Como si fuera un simio.

¾¿Es homosexual? ¾Le preguntó él¾ Tu hijo Lucas ¿Es homosexual?

¾Eso parece…

¾¿Y cómo le afecta eso? ¿Cómo le hace sentir? ¾Interrogó.

¾Me es raro, no voy a mentir… ¾Explicó frotándose los dedos¾ Pero lo amo igual. No me importan sus preferencias. Es mi hijo. Eso nada lo cambiará.

¾Eso, bastante Daniel. Muchos padres de tu misma generación no lo ven así. Hace algunas cosas bien, aunque usted no lo crea.

¾Lo sé… ¾Se tomó un segundo¾ Hasta se detalles insignificantes sobre él, que investigué de su cuarto: Asu comida favorita, es la sopa. No le gustan las comidas fritas, salvo las papas. Es amante de invierno. Hasta se su nombre en línea…

¾¿Cuál es?

¾Dake. Ni si quiera se lo que significa, pero… No lo sé, se me hace interesante…

¾Daniel… ¿Por qué decidiste comenzar terapia exactamente? ¾Preguntó sin rodeos el psicólogo¾ Pareciera que viniste a descargarte contra ti mismo.

¾Porque quiero ser un buen padre para Lucas, y buen esposo para ella… Y haré lo que sea por ellos. Incluso dejar mi prejuicio contra los psicólogos.

¾Muy bien… Sepa que es un gran paso, y que, si pone voluntad, podremos cambiar para bien. ¿Okey?

¾Okey… Muchas gracias

 

Ella

 

Entró por la puerta del recreo. Fue una primera clase hermosa. Llena de aprendizaje. El agradó saber que no había perdido mucho conocimiento durante ese tiempo que no estuvo en la prepa por estar con sus hermanos. Estaba tan feliz. Podía retomar su vida. Feliz, de saber que podía seguir adelante. «Nunca dejé de sonreír» se dijo para sí, alegrándose de que su mantra se mantenía. Tomó asiento en la mesa más cercana a la puerta, tras quitarse el gorro por la orden de una profesora. Luego lo miró. «Este me lo regaló Jane» pensó. «Me acompaña en mi primer día. No puedo esperar a contárselo»

 

Entonces entró él de un portazo al recreo. Melisa volteó, y él le apuntó con el arma.

 

Hace 9 años

 

Jayden se limpió las lágrimas. Tuvo que descargarse de la rabia acumulada. Fue en privado, pero fue necesario y efectivo.

 

 Caminó por el lugar, admirando lo que habían logrado. Un lugar donde los jóvenes estaban seguros de hablar y ser libres de su sufrimiento. «Si me lo decías hace unos meses, que íbamos a crecer tanto, no te hubiera creído» pensaba. Admiró la sala donde se reunía con los chicos. «Los chicos crecieron mucho. Serán mejores que yo en todo, seguramente» Habiendo llegado a su destino, la oficina de Charly, tomó la manija con una sonrisa nostálgica «Es un buen momento, para tomarme un descanso» pensó él. «Si voy a hacer esto por mí, será mejor que me aleje un tiempo. Se que los chicos podrán encargarse» se decía sonriendo, confiado en que podía irse en paz un tiempo, y que todo seguiría perfectamente.

 

Pero Abigail corrió hacía él. No puedo entenderle lo que decía, pero la vio alterada, tanto que corrían lagrimas por sus ojos. Pero lo que entendió, le hizo correr con ella hasta el taxi más cercano junto a los chicos que estaban esperando en la calle, con la misma cara de terror.

 

¾… Tiroteo … escuela de Melisa ¾Escuchó nada más, lo que fue justo y necesario para alterarse igual que los otros.

 

El taxi tardó en llegar. Decenas de padres querían llegar, por lo que estaban haciendo tránsito. Ellos no eran los únicos. «Dios, por favor no» Una vez llegaron, se movieron entre la conmoción. Padres llorando de alegría porque sus hijos estaban a salvo, mientras que otros como ellos, se arrastraban para poder estar al frente. «Estamos tardando demasiado».

 

Una vez al frente, la zona estaba más despejada. Solo se escuchaban los llantos de otros padres, pero no de alegría, lamentablemente. La única que desentonaba, era Jane, quien estaba de rodillas en el cemento, mirando abajo totalmente paralizada.

 

Los cinco miraron adelante. Once cuerpos de chicos jóvenes, estaban en el patio delantero, al cual no se podía acceder debido a la cinta policiaca. Estaban tapados con sabanas que, que de mala manera cubrían sus cuerpos. Se podía ver la sangre traspasar la tela. Velozmente miraron todos los chicos, en búsqueda de una señal. O más bien la falta de ella. Debían comprobarlo. Confirmar que no…

 

¾El gorro… ¾Susurró Wyatt¾ Ese tiene el gorro en la mano… ¾Señaló.

 

En efecto. Uno de los cuerpos, tenían ese gorro violeta de rayas negras en su mano. Aferrado totalmente.

 

Abigail, Connor y Wyatt bajaron la cabeza. Jayden quedó paralizado viendo eso. «No…» No podía asimilarlo. Y no solo se refería a esa prenda tan particular. También las marcas de la mano de Lucas, quien lo tenían aún más resguardado que al resto, prácticamente, separado, hecho a un lado. Castigado. Señalado como, bueno, el victimario.

«¿Qué hice?» se preguntaba mientras un mar de lágrimas comenzaban a recorrer su rostro. «Estos chicos… Esto fue…» Volvió a mirar ese gorro de lana «Mel… ¿Qué te hice?» se dijo.

 

Pese a los llantos, los gritos, y los alaridos de los padres, el sonido de los golpes de sus puños contra el cemento, se hacían más fuertes entre más y más el sufrimiento la llenaba. Había fallado, y esas eran las consecuencias. Se acercó a Jane. Estiró su mano, pero no se atrevió a tocarla «Es tu culpa hijo de puta».

 

Jane, solo pudo hacer una cosa. Quizá como ruego, quizá como forma de descargarse. Fue lo único que los cinco pudieron escuchar. Al igual que todas las demás personas a su alrededor.

 

Jane, gritó el nombre de su amada.