El frío infernal envuelve mi cuerpo, la noche se acerca rápidamente y aún escucho los gritos de la multitud fuera. Durante estos últimos días, mi memoria se vio afectada, mis recuerdos más felices han vuelto a mí mezclados con las peores pesadillas.
Solo por un breve momento, sentí que podría con el mundo entero. Pero ¿para qué continuar?, si mi único impulso de seguir respirando ya no está aquí.
Supongo que la vida no siempre termina con un final feliz, y a menudo puede acabar en cuestión de segundos, sin saber exactamente qué nos deparará el futuro. Ahora sé que mi vida está llegando a su fin, aquí y ahora.
La marcha fúnebre suena solamente para mí, acompañada por los gritos e insultos de un pueblo enfurecido.
—¡El prisionero Galliard Arkuna! — La voz del juez se hace oír a través de los gritos de la multitud embravecida. — ¡Proveniente de lo que una vez fue nuestra nación enemiga! Y uno de los dos sobrevivientes a la gran masacre del clan de los vampiros, ¡a manos de su hermano mayor! — dijo el juez, con voz firme. — ¡Impulsado por su insaciable lujuria, llevó a la princesa Adhora a cometer viles actos sexuales que la llevaron a su prematura y tortuosa muerte!
—¡QUE SE MUERA! — El grito de una mujer enfurecida se escucha en lo más alto de la ola del silencio, incitando a que más digan groserías en diferentes lenguas.
— ¡Nunca perteneciste a este mundo! — Nunca fue mi intención pertenecer a este mundo, yo solamente seguía ciegamente a alguien.
—¡MONSTRUO! — Un insulto que hace años que no escucho. En mis tierras es usual ver a personas de diferentes formas y tamaños, diferentes Monstruos. Ese tipo de insultos no se usan, es una regla que no fue escrita, pero todo el mundo la respeta. En este mundo de seres de Luz, no es normal ver a alguien del mundo oscuro, nos tratan como fenómenos. Los vampiros podemos pasar más desapercibidos en este mundo, por nuestro parecido a los humanos, pero nos delata un sinfín de características que no son usuales en este mundo. Todos ellos parecen humanos, y como los humanos, separan y catalogan a todo.
— ¡ANIMAL! — El juez hizo una larga pausa, observando con orgullo que todo el pueblo esté de acuerdo con una sentencia a muerte.
— ¡Lo sentencio a la decapitación por violación, tortura, asesinato y necrofilia, sumando los cargos por la muerte de los doce guardias y las seis sirvientas que asesinó con sangre fría, esa misma noche! — El pueblo entero calla los insultos para darle lugar a los gritos de victoria. Por fin se hizo justicia. — ¡La sentencia será llevada a cabo dentro de seis noches!
Al llegar a la prisión, una multitud iracunda nos estaba esperando, sumándose a la que nos siguió. Los soldados permitieron que me insultaran, me golpearan y escupieran mientras avanzábamos hasta las instalaciones de la cárcel. No pasó mucho tiempo hasta que los soldados decidieran tomar la justicia en sus propias manos, golpeándome y torturándome durante horas.
No sé con qué me golpearon en la cabeza, pero desde ese momento, las alucinaciones comenzaron y se volvieron más sólidas.
Empecé a tener alucinaciones espantosas, donde creía que los demonios que había asesinado recientemente y los de mi juventud, venían a acosarme como espectros en busca de venganza, se siente tan real. Fue necesaria otra golpiza por parte de los guardias para que pudiera darle nombre y rostro al espectro principal que me atormentaba.
Aquella alucinación apareció ante mí una vez más, como mi salvadora, como la luz en medio de la oscuridad. Sin mover un músculo de su rostro, me pidió que le recordara cómo nos habíamos conocido, que le contara todo lo que hice mientras no estuvimos juntos, que le dejara en claro cuánto la amé. Como un enamorado insensato, le concedí su deseo.
— Supongo que tengo que empezar por el principio. Era la noche de los cuentos de terror, mi noche favorita... — dije mientras miraba las manchas de humedad del techo de mi celda.