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Chapter 7 - Cuando te vi por primera vez

Pasó un largo tiempo antes de que me utilizaran como un arma más. Intentaron emplearme como un arma, incluso sin pies ni manos, pero no fui tan eficiente como esperaban. 

Con el paso del tiempo, justo el momento en que se debatían en desecharme o no, apareció Jonas quien murió pacíficamente degollado, amablemente su cadáver no se negó a darme sus pies y manos para completar mi cuerpo y ser de utilidad al fin. Él era parte de la organización, cumplía con su deber, no era bueno Jonas era la mismísima encarnada con todo aquel que se le cruzara. Él era un demonio de humo que murió decapitado al fallar una misión.

A pesar de eso, su don era muy útil y encontraron la manera de utilizarlo y no desperdiciarlo por completo tras la muerte de su portador original. Trasplantaron sus manos y pies a mi cuerpo con la esperanza de que pudiera controlar sus habilidades y darle aún más valor a mi ser. Ya que gracias a mi especie, resultaba casi imposible acabar conmigo, y facilitaba los experimentos.

Sin embargo, las amenazas fuera de contexto fluían constantemente como si el resultado de este experimento despiadado dependiera únicamente de mi voluntad y deseo. 

Cuando finalmente me recuperé por completo de aquel experimento médico, en el que fue claramente guiado por profesionales de medicina, me convertí en el favorito de la organización.

Aunque existía un constante recelo hacia mí, encontraron que era mucho más útil utilizar mis dones en lugar de resentirme por haber sobrevivido, cuando se supone que debía haber sobrevivido.

Gracias a los dones, donados amablemente por el cadáver Jonas, mi gran resistencia y velocidad, y los dones con los que nací, pude escalar hasta el puesto más alto en la jerarquía dentro de la organización. Me convertí en el número uno del grupo, lo que me otorgaba un puesto privilegiado que me permitía salir de las instalaciones cuando quisiera, pero claramente no podía escapar.

En un principio, creí que podría aprovechar esa oportunidad para escapar del lugar y regresar a casa, o al menos ser libre de los problemas que me esperaban con la de mi abuela. Sin embargo, fue gracias a un descubrimiento inesperado que hizo uno de mis compañeros, en un intento desesperado para escapar de ese lugar de, que me di cuenta de que los lobos no solo existían para destrozar a los niños desertores o a los inútiles. En realidad, eran quienes, con sus habilidades, obligaban a las personas a permanecer en la organización y les exigían una lealtad que no se merecían, aunque el deseo de escapar en cada uno de ellos seguía existiendo.La idea de convertirme en un desertor comenzó a tomar forma en mi mente, pero existía más el miedo que el deseo de escapar. Al principio, me resultó difícil aceptar la crueldad de papel, pero con el tiempo me fui acostumbrando al sufrimiento ajeno y comencé a deleitarme con los diferentes olores de la sangre de las especies a las que mataba, también la cálida sensación de tener a las víctimas entre mis manos. A diferencia de mis compañeros, yo encontraba cierto placer en el acto de arrebatar vidas.Está retorcida y tenebrosa fascinación empezó a controlar cada fibra de mi ser, y cada día deseaba más el momento de saciar mi sed de sangre, llegue a disfrutar verdaderamente de las misiones. A medida que la muerte se volvía algo cotidiano para mí, mi mente se sumergía en un abismo oscuro y sin fondo, donde la moralidad y la empatía se desvanecían por completo.Aunque sucumbí a la vorágine de mi naturaleza sádica, no pude evitar experimentar una extraña dualidad interna. Por un lado, disfrutaba de las atrocidades que cometía, saboreando el poder que tenía sobre la vida y la muerte. Pero por otro lado, una pequeña parte de mí se resistía, luchando contra este abismo de maldad en el que me sumergía cada vez más.

Pero aun así, poco a poco, me fui volviendo adicto a esa sensación de poder.

Me di cuenta de que el don con el que nací, iba más allá de las habilidades físicas. Tenía la capacidad de manipular la mente de las personas, aprovechando su vulnerabilidad y debilidades. Podía entrar en la mente de los demás, conversar con ellos sin que nadie más se diera cuenta, y viajar por el mundo con los recuerdos de todas aquellas personas a las que les invadí la mente, sin que lo notaran. Podía saber lo que pensaban, viajar por sus mentes e incluso llegar hasta el día de su nacimiento, si me era necesario.Esto, claramente, hubiera sido útil saberlo de antemano, pero al no tener a mi familia de sangre cerca, tuve que aprenderlo completamente solo. Incluso hasta el día de hoy, sigo descubriendo cosas de mi don. Por ejemplo, soy el único en mi familia que lo posee por completo, ellos solo tienen partes de mi don. Es como si yo lo tuviera en su totalidad. Este descubrimiento me permitió obtener información valiosa y asegurar el éxito de todas nuestras misiones. Además, se sumaba el nuevo don que se encontraba dentro de mi cuerpo, gracias a Jonas. Ese humo es realmente letal, puede convertirse en un arma peligrosa. Puedo transformarlo en extensiones de mi cuerpo, ya sea para darme unas piernas más largas o más brazos. También puedo convertirlo en cuchillas, fuego e incluso en una bomba, capaz de causar más devastación que una bomba real. Todo lo que yo quería o necesitaba. Desde que el humo está en mi cuerpo, se fusiona con el don de mi nacimiento, permitiéndome llevar y traer lo que deseo dentro y fuera de mi mundo. Puedo envolver mi cuerpo en humo para desaparecer y aparecer en otro lado.En los cuatro reinos rigen los cuatro elementos principales. Cada uno de nosotros y nuestros dones son una extensión de estos elementos, con algunas fusiones y excepciones como lo es el don de mi nacimiento. Pero el don de Jonas. Este don es una extensión directa de los cuatro elementos. El fuego negro que sale del humo cuando estoy en peligro, en realidad funciona como fuego verdadero, pero no se puede apagar con nada. Destruye todo lo que toca y causa un dolor mucho peor que el fuego real. Puedo darme el lujo de volar alto en el cielo, incluso sin alas, si envuelvo mi cuerpo en el humo. También puedo robar el agua y la energía de las plantas, con tal de expandirlo. Incluso puedo mover grandes cantidades de agua sin problemas. Si lo expando sobre el terreno, puedo mover montañas enteras, construir cuevas para esconderme o refugios para proteger a mis seres amados de la lluvia tóxica, como en aquel verano.Incluso construí un castillo impenetrable, lleno de pequeños detalles para la princesa caprichosa que soñaba con gobernar a su clan desde su castillo de ensueño. También pude construir, para mi sorpresa, una mega prisión llena de mazmorras. Nunca imaginé que terminaría dentro de mi propia creación. Hubiera sido bueno construir celdas más cómodas.En fin, me convertí en el arma más temida y letal de la organización, capaz de eliminar a cualquier enemigo sin dejar rastro alguno.Sin embargo, a medida que mi reputación crecía, también aumentaba mi sed de poder. Comencé a sentir un vacío en mi interior, como si nada pudiera satisfacer mi ansia de violencia y dominación. 

Al principio, no podía evitar llorar y suplicar para evitar causar daño. Pero pronto me di cuenta de que negarme a seguir las órdenes tenía un precio aún más alto que llevar a cabo esas acciones. Así que, gradualmente, me transformé en un auténtico asesino.

En esos momentos, encontraba cierta paz. Sentía que tenía el control sobre el destino de los demás, como si fuera el conductor de un sombrío espectáculo de marionetas. Sin embargo, a medida que mi colección de cabezas crecía, también me acercaba cada vez más a la tan anhelada libertad dentro de la secta.

Debo admitir que, en mi caso, el trabajo que se me encomendaba no era tan excepcionalmente espantoso. En su mayoría, nuestras víctimas eran individuos corruptos y violentos: ladrones, violadores, asesinos. Al menos, eso era lo que intentaba imaginar una y otra vez para justificar mis actos. Pero había momentos en los que ignoraba completamente la edad de las víctimas, una realidad perturbadora que me negaba a aceptar.

A medida que avanzaban mis tenebrosas labores, un sentimiento insidioso comenzó a surgir dentro de mí. La satisfacción inicial de cumplir con las órdenes se oscureció por una creciente inquietud. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar por esta supuesta libertad? ¿Realmente me la iban a dar, o era una vil mentira para que siguiera con mi labor?¿Cuál era realmente el propósito de esta secta sanguinaria en la que me habían metido? ¿Realmente debería cumplir misiones, o debería estar muerto?

Sin embargo, a medida que la organización crecía, perdía cada vez más mi juicio y mi alma. Me convertí en un simple instrumento en manos de aquellos que nos ordenaban salir a "trabajar" solamente robabamos para engordar los bolsillos de los superiores, cuando no teníamos que matar. El protocolo estaba claro: uno de nosotros actuaba como el justiciero, mientras los otros cuatro éramos como pirañas, atacando a cualquiera que se interpusiera en nuestro camino. Cada vez era más difícil mantener mi bondad y cordura intactas. Más de una vez me vi sonriendo y plenamente feliz al asesinar a personas de baja calaña.

Cuando salíamos a cazar en el mundo de los humanos, porque si, en la organización no existen leyes, así que podíamos cruzar la frontera del gran muro de hielo y el océano humano para cazar y alimentarnos, ni uno de los humanos lograba vernos a tiempo. Y dentro de nuestros respectivos reinos, nadie lograba reconocernos como los niños desaparecidos que fuimos alguna vez. Con tantos golpes y cicatrices, nuestros rostros se deterioraban con el tiempo, sumando al don del hombre de los ojos, quien nos mantenía invisibles a ojos de nuestros seres amados, y el cruel entrenamiento también transformaba nuestros cuerpos, haciéndonos casi irreconocibles ante los ojos de cualquiera. Aunque debo admitir que yo no cambié mucho, al menos mi rostro se mantenía igual, si cambiaron mis manos y pies.

Si intentábamos escapar, éramos capturados en menos de media hora por los implacables rastreadores, el lider de ellos era Clarence, el hermano del hombre de los ojos. A aquellos que lograban huir, los prívan de los cinco sentidos o, en su defecto, los enterraban vivos hasta el cuello. Fui testigo de cómo varios de mis compañeros fueron víctimas de esa brutalidad, enterrados en una tumba de tierra y desesperación.

Ignorando por completo mi instinto de supervivencia, y aun sabiendo el castigo de lo que puede llegar a pasarme, si es que intentaba escapar. Aproveche la distracción de los superiores de la misión, que nos mantenian prisioneros, y mientras estábamos en plena "misión", hice algo impensado por todos y sin haberlo pensado bien. Me negué a seguir las órdenes de aquellos que nos controlaban y aproveché el descuido para escapar. Corrí tan rápido como pude, sintiendo la adrenalina inundar mi cuerpo. Sabía que no podía detenerme, ni siquiera para mirar atrás.

La noche se volvió mi aliada mientras me adentraba en un laberinto de callejones oscuros y abandonados. Cada paso que daba, sentía que me alejaba más de aquellos horrores y me acercaba a la libertad que tanto anhelaba. Mis piernas temblaban por el agotamiento, pero mi determinación era más fuerte.

Finalmente, encontré refugio en una pequeña cabaña en medio del bosque. Sus paredes de madera crujían con el viento, pero para mí era como un santuario de esperanza. Me senté en el suelo, exhausto pero aliviado. Sabía que mi lucha no había terminado, pero al menos allí estaría a salvo por un tiempo.

Definitivamente no logré escapar muy lejos en medio de la noche, mientras descansaba para recuperar fuerzas. Clarence me encontró y prendió fuego a todo el bosque en el que me encontraba, incluyendo la cabaña donde me refugiaba. Salí de la cabaña en llamas por mi propio pie, exhausto pero no sorprendido. Con las manos en los bolsillos, me acerqué a ellos mirándolos sin ningún sentimiento, como si realmente esperara que hicieran eso, como si fuera parte de mi plan inicial.

—¿Por qué escapaste? —preguntó Clarence, visiblemente molesto.—Tenía que intentarlo —dije mientras subía al carruaje en el que me venían a buscar. Aunque por fuera aparentaba estar tranquilo, como si todo hubiera salido de acuerdo con mi plan, por dentro me sentía destrozado. No sabía qué me esperaba cuando llegáramos a la mansión de la organización.Al llegar al lugar, me obligaron a cavar un hoyo para hacer una tumba. Pensé que me estaban pidiendo que excavara mi propia tumba, pero en realidad querían que enterrara al que arruinó y canceló la misión por mi culpa. Siendo el favorito de los líderes, todo estaba a mi favor. El que arruinó la misión, en lugar de continuar sin mí, fue enterrado como cualquier otro, bajo el ardiente sol, esperando su muerte. El resto del equipo fue privado de los cinco sentidos de su cuerpo como castigo. En cuanto a mí, me castigaron sin comida, ya que al día siguiente tenía que cumplir una misión y recuperarme de la pérdida de los sentidos dificultaría el desempeño de mi papel.Lamento que los demás tuvieran que pagar por mis actos, pero era una cuestión de vida o muerte. Sobrevivir era la única opción.

Con pasar de los días en ese infierno, mi resentimiento hacia mi familia crecía cada vez más. Me preguntaba una y otra vez cómo podían haberme abandonado de esa manera, sin siquiera buscar respuestas, sin ni siquiera esforzarse por encontrarme.

La verdad era que nunca había tenido una relación cercana con mi familia. Siempre existió una especie de distancia fría entre nosotros. Mi madre siempre estaba ocupada con sus asuntos de poder y mi padre apenas tenía tiempo para mí. Mis hermanos, criados bajo el dogma de Lilith, eran aún más ajenos a mí, aunque solíamos tener buenos momentos cuando estábamos solos los tres. Fëanáro era benevolente y amable, siempre dispuesto a aceptar a quien sea en su grupo de amigos. Porco seguía sus pasos, y antes de mi secuestro, yo también seguía los pasos de Fëanáro. Era imposible no admirar a Fëanáro por su generosidad y su habilidad para estrechar lazos con cualquier individuo que cruzara su camino. Siempre tenía una sonrisa en su rostro y un oído atento para escuchar a aquellos que necesitaban desahogarse.

Falco, su leal sombra, llegó a compartir esos mismos valores y virtudes. Juntos eran una fuerza imparable de amor y amistad, brindando apoyo incondicional a quienes los rodeaban. Su vínculo era tan profundo que parecían entenderse sin necesidad de palabras, incluso cuando nuestra abuela mantenía alejado a Fëanáro de todos nosotros. 

Quizás, en cierta medida, mi secuestro fue una forma de liberarme de esa vida, de esa falta de conexión y de amor. Sin embargo, el resentimiento que crecía dentro de mí no podía ser ignorado. Me torturaba recordar cómo me sentía en esos momentos de soledad extrema, pensando en por qué mi hermano menor logró escapar y ser consolado por Fëanáro y yo no.

Detestaba tanto a Porco, durante todo un año de secuestro me desviví por él. Lo pensaba todos los días, convencido de que estaba atrapado en ese lugar, sufriendo en silencio. Pero la cruda realidad era que Porco dormía plácidamente en una cama suave y caliente, siendo mimado como el bebe que era. Él tenía todo lo que quería a su disposición, sin enfrentar ninguna consecuencia negativa o golpe. Es irónico cómo él disfrutaba de su libertad sin preocupaciones, mientras yo arriesgaba mi vida a diario solo por ir al baño.

La vida se había vuelto una rutina llena de peligros para mí. El simple acto de salir de mi escondite era una misión arriesgada. Cada paso que daba, sentía el peso de la angustia sobre mis hombros. Los sonidos eran una señal de alerta constante; cualquier movimiento inesperado me sumía en el pánico. Mi cuerpo temblaba como una hoja al viento, siempre en estado de alerta ante el más mínimo indicio de peligro.

Cada vez que me aventuraba fuera de mi escondite, recordaba a Porco y su vida despreocupada. ¿Cómo era posible que él no tuviera que vivir con este constante miedo? ¿Por qué yo debía arriesgar mi vida por las necesidades más básicas? Sentía una mezcla de envidia y resentimiento hacia aquel cerdo afortunado.

La ira crecía dentro de mí cada día que pasaba. Mi existencia se reducía a la supervivencia constante, mientras que Porco se deleitaba en los placeres y comodidades de la vida. Me preguntaba si alguna vez conocería la verdadera libertad, si sería capaz de vivir sin mirar constantemente sobre mi hombro.

Cuando te vi por primera vez, tenía diecisiete años y ya estaba completamente corrompido. No podía sentir nada, ni siquiera pena por mis víctimas, como al principio. Me gané tanta mala fama en el mundo negro que causaba miedo entre las personas con solo escuchar mi nombre. Incluso decidían suicidarse al escuchar que venía tras ellos. Había llegado al punto de matar por placer, fuera del trabajo o de cualquier misión. 

Llegué a matar a mis compañeros de trabajo y a algunos de mis superiores solo por un berrinche o por un error que ellos cometian, sin importarme el castigo. Les demostraba que estaba verdaderamente loco y que no les temía en absoluto. Pasé todo mi décimo sexto año encerrado en una celda. Con el tiempo, los pocos conocidos que hice en ese lugar me dieron la espalda y me quedé completamente solo, otra vez. Mientras me hundía más y más, nadie quería acercarse a mí. Todos me temían.

Me asignaban trabajos individuales, ya que con los grupos no me iba nada bien, y me utilizaban como último recurso. Si la misión se complicaba, me enviaban a mí o como relevo de algún otro miembro de la organización. Incluso me utilizaban para poner orden o castigar a los miembros que no cumplían bien con la misión. Mi reputación era temida por todos, pero eso no me importaba. Seguía adelante, sin preocuparme por las consecuencias de mis actos. Justo y exactamente igual que Jonas, pero mas letal.

El lado positivo de todo esto es que logré ganarme el respeto dentro de la organización y obtuve un puesto privilegiado entre los líderes y superiores. Comenzaron a incluirme en reuniones importantes y me permitieron planear misiones en las que no tenía que estar físicamente presente. A mis once años me preferían antes que a Grisha, conocido como "El Hombre de los Ojos". Incluso llegué a desempeñar el papel de mediador entre los niños secuestrados y los líderes durante un tiempo, aunque debo admitir que no me fue muy bien. Con el paso de los años en la secta, mi paciencia se agotó y junto a ella, también desapareció mi cordura.

Los niños solían hacer peticiones simples, como más agua o ropa abrigada, pero al darse cuenta de que no hacía nada por ellos, dejaron de molestarme. 

Mis condiciones de vida mejoraron considerablemente. Ahora tenía mi propia habitación, donde podía descansar y resguardarme del frío. Además, recibía una alimentación más decente y me asignaban trabajos más... interesantes, por así decirlo. Aunque esta nueva realidad me brindaba cierto entretenimiento, no podía evitar preguntarme si todo este poder y privilegio realmente valían el precio que había pagado. Mi conciencia y arrepentimiento despertaban a ratos, solía matar o castigar a aquellos que molestaban a los más débiles de la organización. Los más débiles no me temían, ya que estaban acostumbrados a que lo protegiera de los otros porque no me gustaba la desigualdad, pero tampoco se acercaban a mi, ni se molestaban en mirarme. Los niños fuertes o los débiles, se orinaban o reverenciaban cuando se cruzaban conmigo en los pasillos.Tú nunca lo notaste, pero la primera vez que nos vimos fue en las celdas subterráneas. Había fallado en mi misión, había matado a más personas de lo necesario. Incluso torturé a la persona que debía proteger y salvar, no logre matarla. Como castigo, me encerraron durante dos meses. Durante las últimas semanas de mi estancia en la celda, te capturaron. Como siempre, la organización actuaba por las noches, al atardecer o en la madrugada, momentos en los que se realizaba el cambio de guardia según ellos.Todavía llevabas puesto tu pijama, sucio y ensangrentado, lo cual evidenciaba la lucha que habías sostenido para que te dejaran ir. Tu cabello despeinado y endurecido por la sangre de tu cabeza daba la impresión de que te habías revolcado en un charco de lodo. Fui testigo de cómo te encerraron en la misma celda en la que yo me encontraba, quizás para observar cómo reaccionabas. El miedo se reflejaba en tus ojos, y eso me recordó a mí mismo en aquellos momentos.

Tan solo tenías catorce años, asustada y con el rostro inundado de lágrimas. Tus ojos, empañados por el llanto, no lograron divisarme, oculto en las sombras de la celda mientras intentaba refrescarme. Pasó mucho tiempo antes de que te dieras cuenta de que estaba contigo. Una vez que secaste tus lágrimas y el miedo permitió que te pusieras de pie, te aferraste a los barrotes de la celda.

Estuviste a punto de gritar pidiendo que te liberaran, pero inconscientemente te detuve. Evocando el diálogo que mantuve con Ymir en mi primer día en este infierno, te dije con la voz más calma que mi garganta rota permitía: —No lo hagas. Si lo haces, dejarás de ser un candidato para clasificar. Si nos molestas, te llevarán como hicieron con Ymir. — Hiciste un gran esfuerzo para vislumbrarme en la oscuridad, y tu expresión fue horrorosa cuando comenzaste a llorar; sin embargo, algo en tu rostro me paralizó.

Desde niña, tenías una belleza incomparable, un rostro encantador y angelical que, incluso hasta el último día, me dejaba sin aliento. Tus labios carnosos de un rosa natural, tu piel suave y tersa, más blanca que la sangre de los ikran, al igual que tu cabello blanco y rizado que cubría casi todo tu cuerpo,desde tu cabeza hasta los pies, como una capa. Y tus ojos... tus ojos me dejaron sin aliento, si tu belleza me congeló, tus ojos me dejaron sin palabras. Eran la combinación del cielo en pleno día, un cielo celeste con hermosas nubes blancas, o el mismo océano ártico, con un cielo claro reflejándose en el agua, con témpanos de hielo blanco. Y, a pesar de ello, tanto el cielo como el mar estaban encarcelados dentro de dos preciosos diamantes.

Sin conocer el peligro que representaba para ti, corriste hacia mí, tomándome por completa sorpresa. Te arrodillaste entre mis piernas y me abrazaste, aferrando tus brazos a mi cuello, y lloraste en mi pecho hasta quedarte dormida. No sabía cómo reaccionar ante un abrazo de aquel tipo. Tu cabello aún conservaba aquel aroma fresco de tu cuerpo, ese olor que siempre me había encantado. Cada vez que inhalaba tu aroma, liberaba en mi cuerpo una droga, una endorfina que me carcomía por dentro como el óxido de hierro.

—Ahora que lo recuerdo, lamento si sentiste algo duro picando en tu estómago cada vez que me abrazaste. — bromeé, sonriendo.

—Tu presencia era insoportable y perturbadora, tus llantos me ponían de mal humor y no podía conciliar el sueño por las noches. Llorabas todo el tiempo, pidiéndome que haga algo para escapar de este lugar, pero escapar no era tan fácil como sonaba. Además, no te conocía y me molestaba el hecho de que, como princesa, exigieras que todos cumplieran tus órdenes.

Te diste por vencida al ver que no iba a mover ni un pelo, ni por ti ni por mí, pero aún así decidiste permanecer a mi lado. Supongo que, dentro de ese lugar con poca luz, mi apariencia no te generaba tanto miedo como al resto, quizás también porque no me conocías, o no presenciaste todo lo que hice. Eres una niña molesta y ruidosa, pero aun así respondí a todas tus preguntas. Quizás fue porque, inconscientemente, algo dentro de mí se sintió identificado con tu miedo. Nadie nunca respondió a mis propias preguntas y tal vez sentí que te lo debía a ti y a Ymir.

No sabía de qué especie eras, ni me molesté en adivinarlo o preguntar. Noté lo que eras cuando hacías aparecer comida: dulces, chocolates y jugos de la nada. Toda esa comida la compartiste conmigo. El sabor dulce me resultaba repulsivo y apenas podía tragarlo sin vomitar, pero estaba tan hambriento que habría comido cualquier cosa que me dieras. Afortunadamente, mis arcadas te llevaron a darte cuenta de mi deleite por la comida salada, comenzaste a darme comida extraña pero con un sabor delicioso, a pesar de no conocerla ni saber qué era exactamente. Comíamos hasta que nuestros estómagos estaban a punto de reventar y dormíamos toda la noche sin que nadie lograra despertarnos. Recuerdo que dormías pegada a mí usando mi brazo como almohada, o en posición fetal en mi espalda.

Nos liberaron el mismo día. Mi castigo había terminado y tu familia había pagado el rescate, pero fue demasiado tarde. La organización se quedó con el dinero que tu familia dio por ti y tu hermano, pero no los liberaron a ninguno de los dos. Tu hermano demostró tener dones útiles, un fuerte carácter y también conocimientos de combate cuerpo a cuerpo. Cuando lo subieron al cuadrilátero, su contrincante era mayor que él, pero aun así ganó la batalla. Paso por los dones de los lobos y de otros para asegurarse de que no escapara, o que si lo hacía, lo encontraran rápidamente, al igual que a todos nosotros. Pero en tu caso, solo demostraste frente a mí que tenías dones, y yo jamás mencioné que los tenías. Te enviaron directamente al cuadrilátero cuando nos liberaron. A una muerte segura.

— Se acabó el castigo, Galliard. Tienes que idear una nueva estrategia para nuestra próxima misión. Me enviaron a buscarte. — me dice Grant ansiosamente mientras se acerca a la puerta de la celda, batallando con el manojo de llaves que tienen en la mano para buscar cuál era la llave correcta para la celda. Grant es uno de los pocos que se acerca a ser un amigo aquí, tranquilo y callado. Nunca logró enfurecerme de ninguna manera, aunque sí me pone bastante ansioso. Por su parte, él no me teme como el resto.

 Finalmente, y sin paciencia, tomo las llaves de la celda con un manotón y abro la puerta por mis propios medios.

—Mmm, esto no te va a gustar. — me detiene a medio camino Grant, con un tono de advertencia.

 Echo un vistazo de reojo y noto que la pequeña niña me está mirando fijamente. Me pongo a pensar en algo que pueda decirle para asustarla, mientras escucho las cadenas de metal resonando en las manos de Grant. 

—Dijeron que si yo te ataba las manos, iba a comer algo más que un pedazo de pan duro. —me dice con incredulidad. En realidad, me importa poco lo que él coma o deje de comer. —Ya sabes cómo son los castigos si no haces algo bien. —responde manipuladoramente. 

En realidad, me importa un carajo. Doy media vuelta para seguir mi camino, quiero darme un baño. 

—Me debes una, ¿recuerdas? — agrega Grant con un truco sucio. —Estabas muy herido, si no fuera por mí, seguramente habrías muerto. —

—Ja, gracias por no dejarme morir y por traerme de vuelta a este maldito lugar. — respondo sarcásticamente, sin dejar de caminar. Mi mente empieza a idear una nueva estrategia para nuestra próxima misión mientras escucho los pasos de Grant siguiéndome de cerca, molestandome para que me ponga las malditas esposas. Sabemos que no podemos escapar de esta organización, pero al menos podemos intentar ganar pequeñas batallas y mantenernos vivos en este infierno.

—¿Galliard? — Sí, definitivamente esa voz de súplica era demasiado refinada y aguda para ser de Grant. Con un pie en las escaleras, giré levemente para ver a la dueña de la voz. Grant seguía parado en medio del pasillo, mirándome como un cachorro abandonado bajo la lluvia. Por otro lado, la portadora de esa voz tan tranquilizante se esforzaba por verme a través de las rejas. Solo podía ver la mitad de su ojo y su pelo blanco teñido de rojo. La herida en su cabeza había dejado de sangrar.

Caminé unos pasos hasta llegar al lado de Grant, quien también la estaba observando incrédulo, e intercalaba una sonrisa cómplice entre ella y yo creyendo que iba a lastimarla como al resto.— No quiero estar sola, tengo miedo. — No pude evitar contener una risa ante esta situación.—Ponte esto. — Grant seguía insistiendo, ahora ignorando por completo a la niña. —Puedes dejarlos flojos si quieres, podrás quitártelos en cualquier momento. Sabes que se ponen muy duros con los castigos…——¿A mí también me van a castigar? — Preguntó ella con los ojos más grandes que nunca había visto, a punto de llorar otra vez.—Galliard, ponte esto. —Grant me extendió los grilletes,ahora apoyándolos en mi pecho.—Responde a su pregunta. — Dije en tono severo, ignorando una vez más su solicitud. —Su familia y su reino no han pagado el rescate a tiempo, así que ahora tengo que llevarla al cuadrilátero después de ponerte los malditos grilletes. ——¿Qué es el cuadrilátero?—me preguntó. Wow, su corazón latía rápidamente, cada vez más acelerado. No me había dado cuenta de que su cuerpo era humano, pero no sentía ganas de comérmela. Ni siquiera se me hacía agua la boca. Tal vez era descendiente de alguna línea de brujas, eso explicaría por qué ambos disfrutábamos de dulces y agua fresca más de una vez. Y yo aquí pensando que estaba alucinando por el hambre.

—¿Sabes pelear? —le pregunté. El tamborileo de su pecho me tranquilizaba. Era un sonido reconfortante.

—No. —respondió. Su piel blanca se tornó roja a medida que comenzaba a llorar. Eso ya lo había visto antes, sus lágrimas eran transparentes y el blanco de sus ojos adquiría un leve tono rojo. Era sorprendente.— Fue un gusto haberte conocido. — dije mientras daba la vuelta y seguía mi camino, deseando llegar a mi habitación para tomar un baño. Podía oler mi propia orina y era desagradable.—¡GALLIARD! — exclamó Grant.—Perdón, un gusto HABERLOS conocido. — corregí rápidamente.—¡No me dejes! ¡No quiero morir! — la niña apenas podía hablar entre lágrimas, apenas lograba entenderla.— Básicamente te estoy pidiendo lo mismo. ¡Mierda! haré lo que quieras. — consideré que podría aprovechar las habilidades de Grant para muchas cosas. Era extremadamente sigiloso, nadie podía sentirlo venir ni olerlo. Creía que sería buena idea tenerlo a mi lado, después de todo, él quería lo mismo que yo.—Bien. — dije mientras estiraba las manos para que Grant me pusiera los grilletes.—¿En serio? — preguntó sorprendido.—Rápido, antes de que me arrepienta. — Grant me colocó los grilletes, pero los ajustó de manera que podía liberar mi mano sin esfuerzo alguno. Como un verdadero guardia, comenzó a empujarme hacia la puerta. —¿No tenías que llevar también a la niña? Genio. — le recordé sin girar mi cuerpo, manteniendo la puerta al final de las escaleras a la vista. Escuché cómo Grant sacaba a la niña de la celda. Me sobresalté cuando sentí un dulce aroma envolviéndome, pegándose a mi espalda y aferrándose a mi ropa.—¿Qué crees que estás haciendo? —le pregunté a la niña, pero ella no me respondió, estando los dos solos no me importaba pero ahora había testigos. Ella se prendió a mi espalda como un parásito. Sin soltar su agarre, seguí mi camino con ella a cuestas.

Ella está completamente inmersa en los movimientos de Grant y los pasos que se acercan detrás de la puerta blanca. Me hace recordar cómo solía aferrarme a los brazos de Ymir cuando era más joven y tenía miedo. Tal vez pueda ignorar esto por ahora.

—Vamos. —dice Grant, colocándose nuevamente detrás de mí, esperando a que empiece a caminar.

Al abrir la puerta, me encuentro con Math, uno de los hombres que me liberó del sótano la primera vez que ingresé a este lugar maldito, el demonio que caminaba con sus alas.—Nunca imaginé verte esposado. — dice con una sonrisa burlona. — Ni con un parásito en tu espalda. ——Mide tus palabras, porque no estaré esposado para siempre. — respondo, apretando los dientes. Él toma bruscamente a la niña, quien se aferra con todas las fuerzas que tiene en su cuerpo, tironeando de mi ropa mientras Math intenta alejarla de mi.—Puedes parar con esa mierda. — digo irritado, molesto de que me estiren la ropa. Math deja en paz a la niña.— Bien, llévala tú. Grisha está en las gradas, hablando con el jefe sobre la misión de invadir Dauper. — me informa Math. Dauper es otra pequeña aldea, ya me habían hablado de la misión antes, no está tan abandonada como Ragako, ellos tienen su propio gobierno. —Como ya te conocen, Grisha quiere que diseñes una estrategia y formes el próximo grupo que irá a esas tierras. —En Dauper hay niños y seguramente terminarán tan corruptos como nosotros.

Mientras avanzo, dirijo mi mirada hacia un punto fijo en el suelo. A pesar de tener a la niña pegada a mi espalda, trato de ignorar las miradas de asombro que recibo al verme esposado con una pequeña. Los rumores han creado altas expectativas sobre mí, creyendo que soy intocable, olvidando que tan solo tengo diecisiete años. Aunque de alguna manera, tienen razón en temerme.

Continúo avanzando con paso firme hacia la mesa ubicada al final del balcón, donde se encuentran Grisha y el resto de los líderes e individuos importantes de la organización. Aunque desconozco el nombre del jefe de la organización, sé que son extremadamente cautelosos al revelar información. Tanto él como su hijo y nieto cambian de nombre una o dos veces por semana para mantener su identidad en secreto.Dentro de la organización, están los siete despreciables individuos que destrozaron a Kaira son conocidos como Los Lobos. En este lugar, ellos satisfacen sus oscuros fetiches y su sed de sangre a cambio de sus servicios y habilidades. Los líderes y jefes suelen utilizarlos como instrumento de castigo y para demostrar quién tiene el control.

 En más de una ocasión, fui entregado a Los Lobos como castigo, despertando siempre con heridas que apenas me permitían respirar o moverme.

La atmósfera en la mesa es tensa y opresiva. Observo a los líderes y a Grisha con una mezcla de resentimiento y desprecio. Ellos son los responsables de mantener este sistema corrupto y de perpetuar la violencia y el sufrimiento.

Me mantengo impasible ante la mirada de Grisha y Clarence. No permitiré que su presencia o sus miradas burlonas me afecten. Observo con cautela el entorno, asegurándome de que nadie más esté prestando demasiada atención a nuestra interacción. Con un sutil gesto de cabeza, indicó a Grant que se mantenga alerta y cerca de la niña, protegiéndola, aunque él no capta el mantener protegida a la niña. Tampoco entiendo porque se me ocurrió eso justo ahora. 

Mientras tanto, espero pacientemente a que Grisha y Clarence decidan romper el silencio. No voy a ser yo quien inicie la conversación, mi mente maquina planes para acabar con cada uno de ellos en un futuro cercano. Visualizo una muerte lenta y dolorosa para ellos, aunque sé que necesitaré tiempo, paciencia y una estrategia impecable para llevar a cabo mis planes sin poner en riesgo mi propia vida.

— Estoy realmente sorprendido, Grant. Muy bien. Al fin tengo un favorito. — sonrió, Grisha intercalando la mirada entre mi rostro y el de Grant, sin prestarle atención a la niña.

— Sigue llenándote la boca, eso es lo único que sabes hacer bien. — suspiré, viendo cómo su sonrisa desaparecía por completo. Desde que juré que lo iba a matar, soy el único que tiene el coraje suficiente como para hablarle de esa forma. Y a él no le gusta.—Siempre tan simpático. — tomó un trago de su bebida tratando de ocultar su mal humor. —Como ya te habrá dicho Grant, te mandé a liberar porque quiero tus maravillosas estrategias antes del fin de semana. Por cierto, ya casi es viernes, sugiero que te apresures. Así que quiero que estés fuerte, descansado y, sobretodo, quiero que te bañes. Hueles a mierda y orina. ——¿Te orinaste en los pantalones? — Clarence dijo burlonamente.— Lo estoy haciendo justo ahora. — respondí con una sonrisa al ver sus rostros de espanto. Ignorándolos por solo un instante, noté cómo la niña, sea cual sea su nombre, deslizaba sus brazos sobre mi abdomen y me abrazaba fuertemente. Grisha y Clarence observaron cómo aparecían sus brazos sobre mi estómago.— Su sentido del humor es único. — dijo Grisha a Clarence en voz baja, intentando que no lo escucharan.— Oh, muchacho, al fin te veo. Tienes que dejar de meterte en problemas. Tienes un nivel muy alto como para desperdiciarlo encerrado en una celda. — dijo uno de los ricachones sentados en la mesa, para ser exactos, el nieto del antiguo jefe de todo esto. —¿Cómo va el entrenamiento para dominar el don de Jonas? — Sus palabras resonaron en mis oídos mientras mi mente se llenaba de pensamientos sobre el entrenamiento. 

Mientras estaba sumido en mis pensamientos, la niña apretó su abrazo, como si supiera que se venía algo verdaderamente peligroso para su vida.

— Tuvimos que detener el entrenamiento por un tiempo indeterminado debido a una misión que tuvo que cumplir. Después de la misión, fue castigado durante un mes y medio. — respondió Grisha a la pregunta del ricachón.

—¿Qué es eso, querido Grisha? ¿Acaso eso es cólera escapando de tus dientes? —añadí con una sonrisa burlona.—Sigue así, muchacho. En muy poco tiempo llegarás a ser igual de sorprendente que Grisha, incluso podrías opacarlo. — me dijo alguien con voz misteriosa y llena de expectativas. Estas palabras resonaron en mi mente mientras observaba a Grisha, quien parecía incómodo y desafiado por mi actitud.

Grisha, Clarence y James eran como yo, niños secuestrados obligados a vivir en estas condiciones aterradoras. A diferencia de mí, ellos habían voluntariamente elegido esta vida ya que antes vivían en las calles. El Jefe no tenía que lidiar tanto con ellos, ya que los seguían por elección propia.

Pero Grisha, el más fuerte de los tres, llevaba consigo una oscuridad aún más profunda que el mismo lugar. Al igual que yo, había desarrollado un gusto siniestro por la sangre. Se había convertido en el Monstruo temido y repudiado por todos, y a causa de él, me había convertido en algo similar.

Aparté mi mirada de la conversación al darme cuenta de que Skinner y Ali me habían descubierto. Me sentía asqueado solo con su mirada.

Involuntariamente, mis ojos se posaron en la cabeza que confiadamente descansaba en mi espalda, dándome cuenta de que la niña estaba llorando, mojando mi ropa. Cuando intenté buscar sus ojos, solo vi su cabello blanco y sucio. Hice lo posible por ignorar la tristeza y el dolor que emanaba de ella.

— Grant, libérale las esposas y llévalo a su habitación para que se bañe. El olor a amoníaco de su orina me está mareando. — ordenó Grisha, sacándome de mis pensamientos. Sin esperar a que alguien más lo haga, me quité las esposas y las arrojé a sus pies. Grisha me miró, furioso, mientras Grant se encogía tímidamente detrás de mí.

— Quiero a Grant en mi equipo para la próxima misión. — amenacé con voz firme mientras escuchaba las carcajadas del nieto y el jefe. — Espero que entendas las consecuencias si lastimaban o castigaban a Grant. La grasa en el cuello de tu hermano no lo salvará. — Amenace pero ellos parecían no creer en la veracidad de mis amenazas. Grisha había mantenido en secreto todos los asesinatos innecesarios que había cometido, y el viejo y su familia no tenían idea de lo que era realmente capaz.

— Los dos, desaparezcan de mi vista. — dijo Grisha apretando los dientes.

A pesar de la mirada de Skinner, seguí caminando, sin darle importancia a su existencia. Sabía que mi solicitud no sería fácil de cumplir, pero estaba decidido a tener a Grant en mi equipo. 

Él era el mejor en lo que hacía y su habilidad era imprescindible para el éxito de nuestra próxima misión.Mientras avanzaba, recordé la primera vez que vi a Grant en acción. Estábamos en una operación encubierta en medio del desierto, enfrentándonos a un grupo de terroristas. El caos reinaba y la situación se volvía cada vez más peligrosa. Fue entonces cuando Grant demostró su destreza, protegiéndonos a todos con precisión milimétrica y una puntería envidiable. Desde ese momento supe que necesitaba tenerlo a mi lado en cada misión. Él era mi seguro de vida, mi aliado más leal, aunque quería matarlo casi todo el tiempo.

— Alto ahí. — dice Clarence mientras me mira lascivamente a la niña. 

— No. —respondo de forma seca, sin detenerme y tomando el brazo de la niña, liberándola del fuerte agarre de su abrazo y colocándola frente a mí para usarme como escudo. No sé por qué lo hago, simplemente siento la necesidad de protegerla, veo a Ymir en ella.

— En realidad, mientras estuve en las celdas, vimos algo en la niña que podría ser útil para nuestras próximas misiones. Nos gustaría utilizarla. — dice Grant, apoyándome sin pedir nada a cambio.

— ¿De qué demonios estás hablando? — pregunta Grisha, soltando un gruñido amenazador. Mi respuesta es un siseo tenso mientras continúo caminando junto a la niña, sin darle importancia a la pregunta de Grisha.—Si tiene algún don en particular me gustaría verlo. — Dice Skinner sin que nadie pida su opinión. Por suerte no fui el único que lo ignoró.—¿No tienes algún baño que limpiar? — le dije a Grisha. No me inmute cuando Grisha se levantó de su asiento intentando intimidarme. — Creo que estás olvidando quién manda aquí. — dice entre dientes apretados. No tengo miedo de enfrentarlo, sé que ahora tengo el control de la situación, soy mucho más fuerte que él.— El que manda aquí soy yo, así que siéntate, Grisha. — La respuesta del jefe provoca la ira de Grisha y mi plena felicidad. —