— Unas horas antes de la tormenta de nieve, todo parecía normal. La gente estaba ocupada haciendo sus planes para la noche, tratando de estar preparados para la nevada. Mi madre y mi padrastro tenían una cena romántica planeada en la casa de campo de mi madre; mientras que mi abuela, la líder del clan, estaba ocupada con su trabajo en el castillo del rey. La mansión estaba vacía, excepto por mi hermano de diez años y su amigo de doce, quienes habían planeado una noche en la biblioteca de la mansión, contando historias de terror; Porco de cuatro años, y yo, de siete años, no éramos parte de ese plan, fuimos aceptados a regañadientes por mi hermano, ya que no quería una molesta niñera. Pero sabía que mi madre había dejado a alguien para que nos vigilará, por ende no estábamos completamente solos.
La noche era fría y húmeda, la lluvia que había caído antes del inicio de la nevada se había congelado en las ventanas. La chimenea en la biblioteca estaba encendida mientras las historias de terror estaban en su auge.
Falco, el amigo de mi hermano, contó una experiencia que había tenido el año anterior, al día en que me secuestraron, en el campamento al que había ido con algunos de sus primos cercanos y que involucra un demonio con forma de caballo disfrazado de mujer, según él lo había visto en el bosque mientras estaba defecando. Mi hermano lo interrumpió con la excusa de que no era una buena historia de terror. Y definitivamente esa mierda no lo era.
Así que a Falco no le quedó nada más que contar otra historia, contó la historia de cómo su abuela y la cuñada de su abuela habían escuchado los gritos de una figura extraña que pedía ayuda en medio de la noche, pero al negarle la entrada, la figura se había vuelto agresiva y las había insultado y golpeado la puerta hasta que de repente, todo quedó en silencio...
La historia no fue impresionante, si era interesante para la mente de unos niños como lo éramos Porco y yo, Fëanáró, mi hermano, aseguró que tenía mejores historias. Y así, la noche continuó, rodeados de risas y cuentos extraños, mientras, afuera, la tormenta de nieve comenzaba a arreciar.
A pesar de que todas las historias tenían sus fallas, fue una noche divertida y memorable. Y, a medida que la tormenta de nieve se intensificaba, comenzábamos a sentirnos agradecidos de estar juntos y a salvo en nuestro cálido refugio.
—Adelante, niño mimado. — dice Falco cediendo el puesto de narrador. —Quiero ver qué tienes en esa cabeza retorcida. — Mi hermano sonrió con perversidad mientras nos miraba uno por uno, pero poco a poco se puso serio como si de repente hubiera recordado algo y ese algo tomó todo el protagonismo en la boca y mente.
— Esto me pasó a mí, —dice con tristeza. —Hoy por la mañana desperté en una cama diferente a la que recuerdo cuando me fui a dormir por la noche. La habitación era pequeña y fría. Me asusté al no reconocer nada de la noche anterior, pero una tranquilidad fuera de lugar se apoderó de mí, lo único que hice fue caminar hasta la única puerta dentro del cuarto, la cual se abrió por sí sola en cuanto me acerqué a ella. Al otro lado, había una réplica poco creíble de un hogar, un hogar que no era el mío. De hecho tampoco podía recordar cómo era mi casa, aunque estaba seguro de que no se parecía en nada a ese lugar. —
—Si tenía paredes sucias y rotas, entonces es mi casa.— dice Falco, interrumpiendo y bromeando sobre la pobreza de su familia. Mi hermano suspira mientras pone los ojos en blanco.
—Cuenta mi hermano que cuando se despertó, estaba atrapado en una casa desconocida y buscaba una salida. Cuando finalmente encontró la salida que estaba detrás de una puerta de metal, una voz desconocida le advirtió que no saliera, pero él decidió hacer caso omiso y abrió la puerta a pesar de todo. Al salir, se encontró con un horroroso escenario: todas las personas que conocía y las llevaban la insignia de nuestro clan estaban muertas, había sangre por todas partes y sus manos estaban manchadas de sangre que no era suya. Al poco tiempo de estar afuera, su cuerpo comenzó a desmoronarse y sintió un dolor intenso y desesperante. Luego, descubrió que la casa precaria en la que se encontraba era parte de la mansión de mi abuela, mansión que estaba en ruinas, rodeada de fuego, sangre y muerte. Huyó de allí y llegó a un bosque donde sentía que alguien lo perseguía. Después de correr desesperadamente, llegó a la cabaña donde él y su amigo solían jugar de niños.--
—¿Qué estás balbuceando, rata asquerosa? Hueles a mierda. — Uno de los guardias irrumpe en mi historia con su voz de mierda.
—Detesto cuando este imbécil comienza a hablar en su lengua natal. Se cree la gran cosa por hablar distintas lenguas. Si no fuera por su educación costosa, esa educación que solo se le otorga a los hijos de aquellos con alto rango en las naciones, no sería nada más que un pedazo de mierda ordinaria como el resto de nosotros.
—Y pensar que este psicópata iba a ser el sucesor al mando de los clanes de los vampiros. — Tres de los guardias de la prisión me escoltan a las duchas de las mazmorras. Sin sangre en mi organismo, me estoy descomponiendo y apesto.
—Solo han pasado dos días desde que lo sentenciaron y no ha probado ni una gota de sangre. Míralo cómo está. — Cuando los vampiros de mi especie dejan de beber sangre, nos volvemos opacos, desnutridos, casi como un humano en la primera fase de descomposición. Nos marchitamos como las flores cuando no las riegan. Esa es una de las formas más drásticas que los vampiros tenemos de morir.
Un nuevo rostro, un guardia que no había visto antes, sin previo aviso comenzó a arrojarme agua a diestra y siniestra, con sus dones. Ahogándome en el proceso, pellejos de carne podrida se despegaban de mi cuerpo, haciéndome sentir un dolor intenso. Pero por más dolor que sintiera, no les iba a permitir que me vieran retorcerme. Se hizo de noche cuando decidieron que ya no olía tan mal, la mitad de mi cuerpo quedó en la alcantarilla, mientras que el resto de mí tenía miedo de moverse por el dolor que sentía. Los mismos guardias me dieron ropa nueva y me vistieron sin cuidado alguno, no los dejé verme sufrir. Al terminar, me arrojaron dentro de mi celda nuevamente. Sin fuerzas, decidí seguir con mi relato sin moverme, sin cambiar de posición, quedándome con la incómoda forma en la que ellos me arrojaron dentro de mi celda.
— No me acuerdo por donde iba. — digo mirando fijamente una montaña de tierra. — No me mires de esa forma. Ya lo sabes, he pasado por cosas peores ¿No? — Parece realmente preocupada, pero a diferencia de los guardias, no le quiero mostrar mi verdadero dolor para no preocuparla. — Ah, si. Mi hermano cuenta que se despertó en una casa desconocida y buscaba una salida. Encontró una puerta de metal y una voz le advirtió que no saliera, pero él decidió ignorarla y abrir la puerta. Al salir, vio un escenario horrible con personas muertas y sangre por todos lados. Notó que sus manos estaban manchadas de sangre que no era suya. Después descubrió que esa casa era parte de la mansión de nuestra abuela, que estaba en ruinas y rodeada de fuego, sangre y muerte. Huyó y llegó a un bosque, sintiendo que alguien lo perseguía. Finalmente, llegó a la cabaña donde solía jugar con su amigo de niños y encontró que estaba vacía, solo quedaban juguetes rotos. Lo más extraño fue un gran ventanal en una de las paredes, que parecía moverse como aguas turbulentas y mostraba imágenes en movimiento. —
—¿Qué viste?— preguntó Falco con curiosidad.
—Me mostró dentro de la habitación, cuando desperté. Me mostró con imágenes todo lo que pasó desde que salí de la cama. Mostró mi salida de la habitación, de la casa, y aquel fatídico momento en que escuché el grito del hombre. Esta vez comprendí mejor sus palabras: "No salgas". Si bien las escuché correctamente al principio, no entendí la urgencia de su orden. El dueño de la voz estaba alterado, casi en un estado catatónico. También me mostró a un hombre, dueño de aquella voz, persiguiéndome por toda la casa en un intento por detenerme, decirme o mostrar algo.
—Al abrir la puerta de la casa, lo vi acercándose peligrosamente a mí, a solo unos pasos de distancia. Vi cómo una masa de humo negro con brazos lo sujetaba, impidiéndole salir. Cuando escapé, solo tardó unos segundos en liberarse de esa masa de humo negro y comenzar a perseguirme. Vi cómo abría la puerta de la casa y me perseguía. Vi cómo entraba al bosque siguiendo mis pasos. Luego, lo vi entrar a la casa de nuestra infancia y me di cuenta de que estaba parado detrás de mí.
—Ahora recuerdo por qué me perseguía tan desesperadamente. Vi cómo intentaba matarme, corría tras de mí con ese objetivo. Él era mi cazador y yo su presa. En la casa de nuestra infancia, lo vi acechándome.
—¿Y qué pasó después? —Falco preguntó, igual de concentrado en la historia que estaba contando Fëanáro.
—No hice nada. No podía hacer nada contra él. Me quedé quieto, viendo a mi posible asesino. En el momento en que giré mi cuerpo y lo vi a los ojos, él cambió su postura. La expresión de su rostro cambió por completo. Pude sentir que ya había perdido todas las ganas de cazarme, o por lo menos ya no podía hacerlo. —
—¿Quién era él? —pregunte.
—Es un poco extraño. Nunca me había pasado algo así, nunca había visto algo igual. Esa persona, esa persona devastada, era yo. — dijo, señalando su corazón con tres dedos, en señal de querer sanarlo.
—¿¡Que!? — gritamos Falco y yo completamente anonadados, como si en ese momento compartiéramos el mismo cerebro.
—Sí, como lo oyen. Era mi yo adulto, cansado tanto física como mentalmente. Parecía aturdido, su mirada suplicaba piedad por algo, suplicaba piedad por su vida. Su rostro estaba completamente bañado en lágrimas, sucio, descuidado y lleno de cicatrices y heridas. Pude escucharlo llorar con agonía, y aún tengo fresco el recuerdo del sonido que hacía su llanto, ese sonido de la agonía. —
—A medida que ese hombre se acercaba a mí, pude ver cómo su cuerpo comenzaba a temblar. Se agarraba el pecho con desesperación en un intento fallido de extraer ese dolor tan intenso. Sin esperarlo, me tomó en brazos y me abrazó tan fuerte que compartió conmigo esa tortura invisible. Me sentí seguro, me sentí cómodo. Sin pensarlo, le devolví ese estrecho abrazo intentando consolarlo de alguna manera, pero ahora que lo pienso, sé que fue completamente inútil. Solo hizo que aquel hombre llorara aún más. Estaba completamente destrozado. —
—Si bien recuerdo que mi hermano mayor parecía estar triste, compartía con nosotros esa sensación de tristeza, incluso la atmósfera de la casa se tornó lúgubre. No podía saber cómo se sentía él realmente, pero intentaba darme una idea. Después de todo, no todo el mundo tiene la oportunidad de ver a su yo adulto completamente devastado. — Valga la redundancia.
— Comenzó a llorar aún más, cada vez más fuerte. Desconozco por qué estaba así, pero sinceramente no quiero conocerlo. Se alejó de mí solo un poco, sin soltarme, solo me miró de pies a cabeza como si fuera un recuerdo añorado. Me acarició la mejilla y despegó mi despeinado cabello de mis ojos para ponerlo detrás de mi oreja, mientras me sonreía detrás de aquella cortina de lágrimas. En mi misión de tratar de calmar su llanto, le sonreí de forma genuina, mostrándole que todo estaba bien y que nada iba a hacernos daño en ese momento. —
— Hice el mismo gesto que había hecho conmigo, corrí un despeinado mechón de su rostro y lo guardé detrás de su oreja. Acaricié su mejilla recordando cómo nuestra madre calmaba nuestro llanto. Sin esperarlo, él reposó su cabeza en la palma de mi mano, temblando de impotencia mientras sus lágrimas seguían cayendo como si todo se incinerara a su alrededor. —
Mi hermano mayor se quedó en silencio durante mucho tiempo, mirando cada parte de su mano.
—Mientras mi yo adulto tenía la cabeza apoyada en mi mano, noté que ésta comenzó a desaparecer. Me quedé completamente estático al ver que una parte de mi cuerpo ya no estaba. Pero nada se compara con cómo él reaccionó, se puso frenético, entró en completo pánico y comenzó a decirme muchas cosas que no recuerdo en este momento. —
— Te haré un pequeño adelanto. Personalmente, quiero hacer hincapié en que Fëanáro sabía perfectamente lo que su yo adulto había dicho, pero decirlo en voz alta era poner en peligro a sus hermanos y, dependiendo de nuestras decisiones, decirlo en voz alta cambiaría por completo la línea del destino. —
— Pero sé que las cosas que dijo o dije, en la visión, eran importantes. — Dijo. — Me dio una misión que tenía que hacer para salvarlos a todos, pero no la recuerdo. — Puras mentiras Feanaro, siempre mintiendo con esa cara de ángel.
— Quizás con el tiempo lo recordarás, pero ese tiempo definitivamente no es hoy. — Dice Falco.
—Sí, claro. -- le respondí.
— Mientras hablábamos, ninguno de los dos notó que mis piernas habían comenzado a desvanecerse. Caí entre sus brazos, completamente indefenso, parecía que no quería soltarme, no quería dejarme ir. Pero sin poder retrasar el tiempo, él desató de su cuello un extraño collar, me dijo un nombre y en cuanto le pregunté por qué a esa persona, simplemente desperté en mi cama gracias a las sirvientas. Con esto en mi muñeca. — dice mostrándonos un collar de cuerda de cuero, con una piedra preciosa atada a él. — Espero algún día concluir con esa visión. — Mi hermano parece absorto en todo lo que contó. Nos quedamos un largo rato asimilando todo lo que dijo. Usualmente yo no sé de este tipo de visiones tan importantes, siempre me habla de las visiones pequeñas, las que no repercuten en el tiempo sin importar la decisión. Pero esta... ¿Me pregunto cuándo pasará? Quisiera saber cuánto tengo que esperar para ver a ese Fëanáro de la visión, o si estaré vivo.
—Con respecto a este sueño o visión, ¿se lo ha contado a alguien de tu familia? -- preguntó Falco un tanto alterado y confuso.
— Por el momento no, sólo a ustedes. — respondió un tanto desolado y concentrado en sus recuerdos. Solo por un instante, Fëanáro posó sus ojos en mí, fue un instante, pero se sintió como una eternidad. En ese efímero lapso de tiempo, Fëanáro miró a Porco, quien llevaba su mano toda babeada por haberla chupado todo este rato. La mano de Porco fue directamente al extraño collar que se encontraba enredado en la muñeca de su nuevo protector. Fëanáro empezó a huir de él como si se tratara de la mismísima plaga.
— Volviéndose a comportar como el niño torpe e idiota que se supone que es, y no como el extraño vidente de la familia. —