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Chapter 4 - El enfrentamiento entre los indefensos

Durante la mayor parte del viaje estuve inconsciente, mi conciencia venía e iba constantemente, solo logré ver algo de paisaje cuando salimos de la Nación del Fuego. No tenía idea de a dónde íbamos ni qué pretendían hacer conmigo.

Solo anhelaba que alguien me echara de menos, que alguien sintiera mi falta y viniera a buscarme, pero los días pasaban y nadie aparecía.

Mi primera noche con esos psicópatas la pasé encerrado en una celda del sótano de una mansión abandonada en la ciudad de Ragako, una pequeña aldea detenida en el tiempo.

Supe que era un lugar muy especial en cuanto escuché hablar a sus habitantes; pocos eran los que conocían su idioma. Era una ciudad independiente, fuera de cualquier reino, había sido arrasada y casi destruida por un misterioso incendio hace pocos años en el presente, y creo que fue incendiada unos años después de que regresaramos a casa en aquel entonces, y recientemente había sido golpeada por una gran inundación, provocada inundación.

En ese entonces solo quedaban unas diez o doce familias viviendo allí, y todavía me pregunto si saben algo acerca de esa organización.

Todo empezó dentro del carruaje en el que viajábamos, donde me lastimaron para que dejara de llorar, me ataron de pies y manos. Al llegar a la mansión, nos esperaban más personas. Al parecer, habían planeado el secuestro de un niño de una familia poderosa y llena de magia durante meses, y por casualidad se encontraron conmigo y mi familia. Sabían que nos íbamos a quedar solos esa noche. Éramos tres: Fëanáro, Porco y yo. Creo que se llevarían una sorpresa al ver a Falco con nosotros, pero estoy seguro de que también se lo habrían llevado. Al final, solo yo fui secuestrado.

Sentí alivio de que Porco no tuviera que vivir esa pesadilla, pero también tristeza porque no quería estar solo.

Mis peores días comenzaron allí.

Entré a la mansión caminando, amordazado y atado de manos, pero lamentablemente estaba consciente. Me hubiera gustado estar inconsciente en ese momento. Al llegar a la sala de la mansión, presencié con mis propios ojos la maldad del mundo. La perversidad que residía en la oscuridad destruía todo a su paso, sin importar la inocencia o la fragilidad de las víctimas.

—Justo cuando se nos acabó la diversión. — dijo el hombre que tenía el miembro dentro de una extraña criatura pequeña.

— Este no ha sido probado todavía y...— el hombre de los ojos habló con calma, pero su expresión cambió en el momento en que fue interrumpido por un sujeto sentado en uno de los sillones individuales.

—Claro que no ha sido probado, si no nos lo permites. —dijo riendo maliciosamente.

—Sabes a lo que me refiero. Si reprueba, se lo daremos a ustedes, como lo hicimos con los otros. — Él hombre de los ojos señaló con su barbilla al cuerpo que estaba en la mesa de centro. —Y si aprueba, será mejor que no lo toquen o buscará venganza, y no nos opondremos. — Él hombre de los ojos me tomó del pelo y me arrastró lejos de ellos. Entre abucheos y quejas, el hombre de los ojos me llevó a lo que supuse que era la cocina, aunque carecía de los muebles que destacan en una cocina. Abrió una puerta blanca usando las llaves que sacó de su pantalón, y me obligó a bajar las escaleras a empujones y tropiesos.

El lugar era un sótano con prisiones, había cuatro en total, enfrentadas unas a otras. El hombre de los ojos me arrojó dentro de la celda y luego me desató. Estaba tan ensimismado, mirando la tétrica celda, que no me di cuenta cuando la cerró, ni siquiera recuerdo haber escuchado sus pasos al irse.

Las paredes eran de piedra húmeda y con hongos. Solo había una ventana en la pared de la derecha, mal cerrada y cubierta de nieve. La nieve entraba poco a poco, haciendo que la mitad de la celda estuviera cubierta de hielo.

Recuerdo que no podía ver nada, todo era muy oscuro.

La única luz que estaba presente era la de una vela en el pasillo, a los pies de la escalera.

Podría haber jurado que estaba solo, pero en el momento en que me aferré a los barrotes de la celda e inhalé el aire suficiente para comenzar a gritar, una voz delicada y tenue me detuvo.

—No lo hagas. —dijo la voz. Mis ojos fueron directamente a la celda frente a la mía. —Si lo haces, ya no serás un candidato a clasificar. Si los molestas, te llevarán como lo hicieron con Kaira. —Por más que lo intenté, no lograba verla, solo podía olerla a través de la maldita humedad. Aun la recuerdo, ella olía igual que yo, a sangre, tristeza, miedo y una delicada pizca de algo dulce.

—¿Quién es Kaira? — pregunté, esforzando mi vista.

—Mi hermana menor. Se la llevaron hace cinco horas. Ella los molestó porque no paraba de llorar y de gritar. Un hombre gordo se la llevó, pero ella comenzó a gritar más y más fuerte... Hace rato que no escuchó sus gritos. —"el cuerpo de la mesa" pensé para mi. — Solo espero que esté bien. —

— ¿Tú cómo te llamas? — pregunto en un intento de cambiar de tema. Pobre criatura.

— Ymir Braus. Vengo de la nación de la tierra. — respondió en un tono casi inaudible. —¿Y tú cómo te llamas? —preguntó ella.

—Galliard Arkuna. — respondí también en un tono bajo.

—¿Eres del clan de los vampiros? —

—Sí, mi abuela es Lilith. — respondí, mientras veía cómo ella hacía un esfuerzo extremo para arrastrarse y verme con la poca luz que teníamos. Lo primero que vi fue su cabello rojo, como la tierra de sus montañas, recogido en el peinado de trenzas que caracteriza a cualquier princesa, y con lo que queda de su corona de astas enredada en sus trenzas. Su vestido verde olivo estaba manchado de sangre y tierra. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus ojos, nunca había visto unos ojos tan verdes en toda mi vida.

Todavía no he visto otros ojos tan intensos como los suyos. Sentía que podía leerme el alma con solo mirarme. Su rostro era tan delicado y perfecto que no podía dejar de verla, pero estaba triste y no la culpo, yo quería lo mismo que ella: libertad.

La noche fue terrible. Los dos dormimos pegados a las rejas para sentirnos más cerca el uno al otro, haciéndonos compañía y consolándonos de alguna manera, teniendo conversaciones que ya no recuerdo.

A la mañana siguiente, unos demonios vinieron a buscarnos. Al abrir nuestras jaulas, nos pegamos el uno al otro fundiéndonos en un abrazo, para mantener nuestros miedos a raya. Uno de los tipos que vinieron a buscarnos era alto, realmente alto. Los cuernos de su cuerpo formaban una armadura perfecta, caminaba sobre sus garras y las garras de sus manos parecían estar siempre contraídas, como si se controlara para no matar algo. Había otro que su cola era igual de larga que su cuerpo y sus alas daban mucho miedo. Podía moverlas por voluntad propia y cuando subió las escaleras, no usó sus piernas, sino que sus alas subieron los escalones por él. Los cuernos en su cabeza no estaban bien colocados. Uno apuntaba hacia arriba, pero el otro miraba hacia abajo, tocando su pecho. Se podían ver con claridad las heridas que él mismo se provocaba cuando miraba a sus pies.

El hombre a mi izquierda era igualmente aterrador. No sabía a qué clan pertenecía, ni qué era exactamente, pero parecía un hombre lobo en plena transformación. Sus piernas parecían las de un lobo, mientras que sus brazos eran similares a los de un hombre. Además, tenía un par de cuernos en la cabeza que parecían estar hechos de fuego ardiente, lo que solo me confundía aún más. Sin embargo, parecía más amable que los otros dos individuos.

El último hombre a la derecha me resultaba familiar. Tenía la piel azulada, casi gris, dos pares de cuernos en la cabeza, orejas puntiagudas y unos ojos amarillos que me recordaban al rey de mi nación. Sin embargo, sabía que el rey y su esposa nunca habían tenido hijos. Los cuatro hombres parecían muertos en vida, sin nada por lo que vivir. A pesar de todo, por más aterradores que parecían, se mostraron más amables que el hombre de los ojos. Es posible que también fueran víctimas, como nosotros.

—¿A dónde vamos? — Pregunté sin pensar en las consecuencias.

— A lo que los humanos llaman infierno. — respondió el demonio de la armadura en un tono monótono.

—¿Qué van a hacer con nosotros? — preguntó Ymir con su tenue voz.

— Los actos de este chico y los de tu hermana han enfurecido a los líderes. Los utilizarán como cebo en el cuadrilátero. Ni siquiera les darán la oportunidad de luchar o defenderse. Si saben pelear, utilicen todo lo que sepan. No tengan miedo de herir a su contrincante, ya que ellos están entrenados y son conscientes de las consecuencias de perder. No tendrán piedad con ustedes. — añadió el chico de los cuernos de fuego y supe que él y sus compañeros sabían lo que era estar de este lado.

— Si ganan, ya no serán prisioneros, pero jamás podrán irse. Sin embargo, esos malditos cerdos no los molestarán. Y si pierden... rueguen para que su contrincante tenga el valor suficiente para matarlos en la arena. — interrumpió el chico alto que nos llevaba fuera del sótano.

— Silencio. —ordenó el de ojos amarillos mientras abria la puerta.

Los seis caminamos en silencio hasta llegar al centro de la mansión. Allí, escuchamos mucho alboroto: niños llorando, adultos gritando e incluso golpeando a los niños indefensos. Había muchos adolescentes y niños de mi edad con expresiones muertas en la cara, igual que los cuatro hombres que nos trajeron aquí. Nos colocaron detrás de otros niños igualmente asustados pero más calmados que nosotros dos .

Era una mansión antigua de dos pisos en forma de "U". En el centro se desarrollaba una espantosa pelea entre dos niños, uno de ocho años y otro de cuatro. Era una pelea completamente injusta, y alrededor de ella se encontraban muchos más niños esperando su fatídico destino, incluyéndonos. Estaban también los siete demonios enormes de la noche anterior, el hombre de los ojos y su compañero sobreviviente, muchos adolescentes y niños, todos con las mismas expresiones de muertos, a su alrededor, supuse que ellos ya habían pasado la prueba hace tiempo.

En el piso de arriba se encontraban decenas de espectadores, entre ellos personas famosas, o del gobierno, con poder e incluso reconocí a muchos de ellos. No podía creer que las mismas personas que habían entrado a mi casa cuando era niño, que me habían cargado y que incluso habían levantado a Porco, estuvieran allí disfrutando del espantoso espectáculo, incluso reconocí a una que me dejó con la boca abierta. No podía creer que ella estuviera entre el público, me sentí traicionado y vendido por mi propia abuela.

Ella parecía orgullosa de verme en ese lugar espantoso. Me sonreía con todo el cinismo de su cuerpo, dejo de verme solo un instante para preguntarle algo al hombre de los ojos. Su sonrisa desapareció en el momento en que él le respondió. Parecía molesta, e inconforme con verme solo en ese lugar. Supongo que esperaba que la familia estuviera reunida para ser masacrados de esta forma.

Por acto reflejo, estiré mi mano hacia la de Ymir, buscando algo de paz. Ella no me rechazó, apretó mi mano buscando lo mismo que yo. A medida que avanzaba la fila en la que estábamos, nuestras manos sudaban de miedo. Algunos niños se desmayaban y otros no paraban de vomitar a medida que pasaban las peleas. Todos querían sobrevivir y volver a casa, pero lo que no sabían era que nadie iba a volver.

Cuando llegó el turno de Ymir, su contrincante resultó ser mayor que ella, incluso mayor que Falco.