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Glegory, entre mundos

Marvin_Villanueva_9798
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Synopsis
En un mundo donde el espacio infinito dio a luz al primer ser consciente, conocido como Yhavet, la paz y la tranquilidad reinaron en todo el universo. Sin embargo, de manera repentina, este ser desapareció sin dejar rastro alguno, dejando un vacío inquietante. En su ausencia, un nuevo ser poderoso ascendió al trono con la promesa de traer paz y estabilidad. Pero, lamentablemente, este nuevo líder no cumplió su promesa y sumió al universo en el caos y la discordia. Es en medio de este panorama sombrío que surge Glegory, una esperanza para todos y aclamado como el nuevo Yhavet. Hijo de Adones, el segundo ser más poderoso que existe y mano derecha del antiguo y actual Yhavet, Glegory emprenderá una búsqueda para desentrañar su pasado y descubrir cómo obtuvo un poder desconocido. En su apasionante travesía, Glegory se adentrará en el infinito espacio, buscando incansablemente información sobre sus padres y tratando de reunirse con ellos. Un viaje lleno de peligros y desafíos que pondrá a prueba su valentía y determinación. No obstante, este camino también lo llevará a enfrentarse al actual Yhavet, desatando una épica batalla por el trono y el destino del universo. ¿Podrá Glegory prevalecer sobre las fuerzas del mal y restaurar la paz en el infinito espacio?
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Chapter 1 - cap¹ Dos nacimientos fundamentales

Al principio solo había soledad: vacío, oscuridad y energía. Estas tres fuerzas fluían por sus propios caminos sin interferencias. Pero de pronto ocurrió algo inesperado: la energía cambió de dirección y creó un nuevo sendero. Esto provocó enormes chispazos eléctricos que iluminaron la nada. El vacío y la oscuridad se vieron sacudidos por este fenómeno y se enfrentaron entre sí. Entonces, una chispa de energía más potente que las demás emergió con fuerza. Esa chispa abrió una grieta en el vacío con forma de huevo. El tiempo transcurrió hasta que el huevo se rompió y nació el primer ser con voluntad propia. Era un ser compuesto de vacío, energía, luz y oscuridad. Él podía dominar todo lo que le rodeaba.

Un par de ojos se abrieron en aquel el aterrador vacío."¿Dónde estoy? ¿Por qué no hay nada en este lugar?"Se preguntaba aterrado ese ser, mientras miraba hacia el abismo de la nada.

"No logro recordar nada de lo que me ha sucedido, ¿Por qué mi cuerpo es casi transparente?" Se decía a sí mismo aquel ser, angustiado por su situación, observando sus manos que parecían estar hechas de una especie de cristal opaco.

"¿Qué hago aquí? No lo sé, no lo entiendo. Solo sé que tengo que buscar alguna forma de distraerme, aunque sea por un momento." Así pensaba el ser perdido, angustiado por hallar una salida a su confusión.

Tras una eternidad de vagar sin rumbo, el ser se dio un nombre: Yhavet. "He pasado tanto tiempo aquí, y aún no tengo un nombre. Tal vez lo necesite en el futuro, no sé por qué. Pero hay un nombre que resuena en mi mente, como un eco lejano. Yhavet, así me llamaré de ahora en adelante"se decía a sí mismo, con una sonrisa forzada y vacía.

La soledad y el aburrimiento lo consumían poco a poco, y sentía que le faltaba algo. Decidió entonces experimentar con todo lo que podía hacer para crear un clon de sí mismo. "No soporto este hastío, tengo que hacer algo para divertirme. Sé que puedo hacer muchas cosas, pero no tengo ni idea de todo lo que soy capaz de hacer. Voy a intentar generar algo nuevo" decía el ser al vacío, tratando de saciar su curiosidad. Pero la curiosidad es el defecto de todo ser vivo, y él no era la excepción.

Así fue como Yhavet comenzó a crear cosas nuevas, en su memoria tenía unos recuerdos e inspirado por los recuerdos borrosos de una vida anterior que vagaban en su memoria. Se basó en lo poco que recordaba para dar forma a sus creaciones. Yhavet, con un gran esfuerzo, materializó una espada de la nada, concentrando toda su energía. Era una espada muy poderosa, pero también muy pesada. Tenía que usar el 70% de su fuerza para poder sostenerla. La curiosidad por saber si podría crear un ser similar a él se apoderó de su mente e intentó crear algo con conciencia propia, como él.

Ninguno de sus experimentos lograba recrear una conciencia similar a la suya, pero él no se rendía y seguía intentando, ignorando las consecuencias. De tanto probar, algo salió mal y perdió el control de uno de sus experimentos. No supo cómo detenerlo y lo dejó seguir su curso, sin imaginar lo que estaba por pasar.

Yhavet manipulaba dos esferas de energía descomunal, haciéndolas girar una alrededor de la otra a una velocidad vertiginosa. Quería ver qué pasaría si las fusionaba, pero no calculó el riesgo. Cuando las esferas se acercaron demasiado, intentó separarlas, pero ya era imposible. Al colisionar, las esferas desataron una fuerza que distorsionó el espacio-tiempo. El choque fue tan brutal que generó nuevos materiales nunca vistos, que escapaban a toda lógica.

Nueva materia surgió del impacto y se fusionaron, formando escombros de rocas. Las rocas chocaron entre sí, formando planetas, y de los planetas surgió lo más asombroso e impresionante: vida. Algo que Yhavet nunca imaginó que sucedería, pero no era cualquier clase de vida, sino que dio vida consciente e inteligente de todo tipo de razas. El tiempo pasó y algunas vidas evolucionaron, mientras que otras avanzaron en inteligencia.

Yhavet se quedó pasmado, embriagado de felicidad y orgullo por su obra. Entonces, se acercó a la raza más inteligente que había emergido de un planeta, a la que llamó Ángeles. Se reveló ante ellos y les habló con voz tronante: "Contemplad, yo soy vuestro creador, y me reconoceréis como tal. Velaréis por mi seguridad y el orden cósmico. Los más fuertes me defenderán, y los más soberbios harán que mi nombre resuene en toda la existencia".

Cuando los ángeles alzaron la vista hacia él, lo reconocieron como su creador y se postraron ante su voluntad. Pero no todos obedecieron a Yhavet, "El señor de la luz". Algunos ángeles se rebelaron contra él y desafiaron su autoridad. Entonces se desató una guerra celestial entre los fieles y los rebeldes. Yhavet resultó vencedor y castigó a los que se habían opuesto a él. Los transformó en una raza maldita, llamándolos demonios, y los convirtió en enemigos eternos de los ángeles.

Ante la traición de muchos ángeles que se negaron a reconocerlo como el creador, Yhavet concibió un nuevo plan. Decidió crear su propia raza de seres vivos, unos seres inteligentes, capaces y perfectos que no cuestionaran su palabra ni sus mandamientos. Unos seres que vivirían bajo su protección, que disfrutarían de salud y felicidad, y que serían la obra maestra de su creación.

Yhavet buscó un nombre para su propia creación perfecta. Pero antes de darles vida, necesitaba un lugar donde habitaran. Tenía que ser un lugar único, apartado de cualquier otra raza. Un lugar lleno de vida, manantiales, paisajes y recursos. Un lugar que fuera el hogar ideal para su propia creación, a la que llamaría Humanos.

Yhavet exploró todos los rincones del espacio, pero no halló nada que se ajustara a sus expectativas. Mientras buscaba, vio cerca de él un lugar desolado y desértico, donde no había rastro de vida. En ese lugar, nada atraía la atención de las demás razas. Era un sitio aislado de todo y sin sol. Solo había diez planetas desordenados y el primero de ellos era un gigante gaseoso.

Yhavet pensó que ese lugar podría ser el escenario de su obra. Entonces hizo arder al gigante gaseoso, diciendo: "Que la luz separe a las tinieblas oscuras de este lugar". Al instante, el gigante gaseoso se encendió en llamas amarillas, emitiendo una luz magnífica que ningún otro sol igualaba. Al nacer el sol, los demás planetas empezaron a girar a su alrededor. Entre ellos había dos planetas del mismo tamaño. Al sentir la fuerza del sol, ambos entraron en la misma órbita, chocando entre sí y formando un solo planeta y una luna al mismo tiempo.

Los planetas se fusionaron, dando origen a uno nuevo. Yhavet empezó a buscar entre los planetas un lugar habitable. Justamente el planeta que había nacido del choque estaba en la mejor órbita del sistema solar. Entonces hizo que del planeta brotaran árboles, ríos, mares y animales. Al estar listo el sitio donde viviría su creación, dejó al planeta solo por un tiempo y se concentró en crear su propia raza. Yhavet hizo varios intentos tratando de crear su propia raza, pero no conseguía nada. Pensó y tuvo una idea. Se dirigió hacia el planeta que tenía preparado, pero cuando llegó, se encontró con algo que nunca se esperó ver.

El planeta había sido invadido por dos razas. Esas dos razas habían llegado ahí y se habían establecido. Las dos razas que habitaban el planeta se llamaban "Atlánticos" y "Lemurianos". Ellos vivían en armonía ahí. Se ayudaban el uno al otro. Pero Yhavet, al ver eso, se llenó de ira y envidia. Manipuló la mente de los más poderosos, sembrando la discordia y la ambición entre ellos. Provocó una guerra sin cuartel entre las dos razas. Los hizo exterminarse a sí mismos y dejar el planeta como al principio. Al terminar la guerra, Yhavet tomó polvo del planeta y de ahí creó al humano. Con el polvo creó una roca y engendró la conciencia del humano en ella. Lanzó la roca con fuerza hacia la tierra y esperó que con el tiempo surgiera algo. Pensó que no funcionaría; sin embargo, se equivocó. En poco tiempo, su creación había tomado cuerpo, vida y conciencia.

El tiempo pasó y Yhavet creó una pareja para su primer humano, multiplicándose entre ellos. Yhavet nombró a su primer humano como "Adones" y a su pareja como "Lilith". Al pasar los años, la vejez se cernió sobre Adones. Yhavet, al ver que su primera creación pronto moriría, tuvo compasión de Adones y decidió llevarlo donde él habitaba y le dio un inmenso poder a Adones, colocándolo como su mano derecha.

Cuando reinaba la paz y armonía en todo el infinito espacio, cuando todos conocían a Yhavet como el ser más poderoso, de repente Yhavet desapareció sin dejar rastro alguno. Todos los seres empezaron a divulgar el hecho y el caos, la destrucción y la maldad empezaron a reinar en todo lugar. Cuando todo parecía perdido, se nombró a un nuevo Yhavet para que gobernara la paz y tranquilidad en todo lugar. Así fue que ascendió al trono un nuevo ser poderoso. Él era el segundo ser más poderoso en la tabla de ranking llamada la "TRIUNFGOD". Al estar él en la segunda posición, él asumió el mando. Un Yhavet debía ser compasivo, amoroso, omnipresente, omnipotente, omnisciente, misericordioso y bondadoso. Pero el nuevo Yhavet no era así. Él era maléfico, malvado, egoísta y envidioso. En vez de traer la paz a todos, trajo temor, odio, guerras, caos y maldad. Muchos intentaron quitarle el lugar de Yhavet, pero nadie podía, ya que él era el ser más poderoso. Así pasaron los siglos hasta que…

... En lo alto de una colina, bajo un árbol colgante de plantas largas y coloridas, un hombre ansioso y preocupado espera el nacimiento de su hijo. En el fondo, el sol se oculta detrás de majestuosas montañas.

De repente, un hombre llamado Beltrán llega corriendo a la colina donde se encuentra el hombre, gritando y casi sin aliento:
"¡Mi señor, ha nacido su hijo! Sobre él irradia un poder inigualable y emite una aura estremecedora. ¡Parece un dios!".

El hombre se apresura a entrar en una pequeña casa de dos ancianos, donde su esposa Diana acaba de dar a luz al bebé. El padre, al ver a su hijo, queda impresionado por su gran poder, que iguala al de un dios y emite una aura amenazante e impresionante.

El bebé es hermoso, con cabello rizado de color negro, unos mechones rojos y puntas blancas. Goza de salud como ningún otro bebé, sus ojos son del color gris similar al de la luna.

El padre se siente aliviado al saber que su hijo nació sano. Lo mira fijamente, contemplando al bebé, abre sus manos para tomarlo y acariciarlo.

Justo cuando está a punto de tomar al bebé en sus brazos, un viento abrasador irrumpe en la casa. De repente, una bola similar a un agujero negro aparece y se extiende hasta convertirse en un cuerpo humanoide que emite una luz celestial y magnífica. Su vestimenta despliega paz, confianza y sabiduría, pero su rostro permanece oculto.

El ser mira al bebé y lo levanta en sus brazos, diciendo:
"Soy un viajero y guardián del tiempo y las dimensiones. Conozco el futuro y el pasado, y veo en este bebé un gran futuro. Él será el próximo Yhavet, y te daré mi sello y bendición. A partir de ahora, te llamarás Glegory"
Mientras habla, en el cuello del bebé se forma una cicatriz similar a la letra G.

Después entrega el bebé al hombre, y el ser desaparece. Glegory ahora posee aún más poder. El hombre piensa un momento y coloca a Glegory sobre una lápida de piedra y saca una cápsula hexagonal de su bolsa, que parece tener vida propia por la manera en que se mueve. La pone sobre la frente de Glegory y susurra:
"Que el sacrificio que tome no sea en vano"
En ese momento, la cápsula se abre y una sustancia similar al plasma cae en forma de rayo, aumentando la gravedad en el área. La lápida de piedra donde está recostado Glegory se hunde cada vez más, pero cuando la cápsula se vacía, la gravedad vuelve a la normalidad.

El cuerpo de Glegory brilla como el sol y su poder se incrementa tanto que su presencia se siente en toda la galaxia. Rápidamente, el padre lanza un hechizo sobre él para comprimir el 80% de su poder y luego otro para permitirle descomprimirlo a medida que madura y progresa, para controlar sabiamente todo su poder.

Después de esto, el hombre entrega a Glegory a la anciana y su marido, confiando en que le enseñen el bien, lo lleven por un buen camino y le den un entrenamiento riguroso. Como recuerdo, el hombre quita de su cuello una bufanda delgada y larga de color rojo hecha de algodón, seda y lino. Envuelve con la bufanda el cuerpo de Glegory y luego, el hombre abre un portal, llama a su esposa y desaparece.

Todos los presentes están confundidos por lo que acaba de pasar. Los ancianos, sin saber qué hacer, discuten unos minutos y deciden criar a Glegory como parte de su familia.

Glegory queda en manos de los ancianos, sus dos hijos y dos nietos, quienes deciden amarlo y criarlo como si fuera parte de su familia.