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Chapter 7 - Cap⁷ Una infancia destruida

El sol se alza en el horizonte. Gregory despierta y se adentra en la cocina para alimentarse antes de partir hacia la escuela. Esta vez, su abuela ha preparado la comida de antemano. Gregory toma su plato y come, pero su semblante es más desolado que nunca. Mientras mastica, su abuela lo observa, percibiendo su desasosiego, pero decide no indagar, temiendo empeorar las cosas.

Al terminar su comida, Gregory se dirige al cuarto de Beltrán para verificar su estado. Al entrar, descubre que Beltrán no se encuentra allí. Busca por toda la casa, pero no hay rastro de él, así que decide buscar afuera. Al salir, avista a Beltrán regresando con leña para vender y para abastecer la casa. "Hermoso día, ¿no crees, Gregory?", dice Beltrán.

"Sí, es un buen día. Pensé que estabas herido. ¿Por qué estás cortando leña afuera?", pregunta Gregory.

Beltrán sonríe. "¿Crees que estaría confinado en cama por una simple herida? No soy tan ocioso", replica Beltrán. "Sin embargo, si te vuelves a enfermar, terminarás postrado nuevamente, así que cuídate. Yo tengo que ir a la escuela. Nos vemos más tarde", advierte Gregory.

"De acuerdo, hasta luego. Gregory, sé buen chico en la escuela", dice Beltrán. Gregory se despide de su familia y se encamina hacia la escuela. Mientras avanza, se cuestiona: "¿Estará Jarcias bien? Pasaré por su casa para verificar". Decidido, se dirige a la vivienda de Jarcias. Al llegar, se percata de que la casa parece normal desde el exterior, construida con madera como cualquier otra. No obstante, no hay señales de vida en el interior. Llama a la puerta, pero no recibe respuesta. "No se oye nada. ¿Será que no hay nadie?", murmura Gregory.

Justo cuando Gregory se dispone a abandonar la casa de Jarcias, escucha un estruendo como si algo se hubiera precipitado sobre el suelo de madera. Intrigado, se detiene y siente una urgencia por descubrir qué ha ocurrido. Asoma su rostro por la ventana, pero no logra distinguir nada en la penumbra, así que decide adentrarse en la casa. Busca una entrada y descubre que una ventana trasera está ligeramente abierta. Se acerca cautelosamente y la abre lentamente. Una vez completamente abierta, penetra veloz y silenciosamente en la vivienda, asegurándose de no ser descubierto.

Una vez dentro, se encuentra con una escena desoladora. La casa está en un estado de deterioro avanzado, con un suelo de madera podrida y paredes que también se descomponen. Pareciera que nadie ha habitado ese lugar en mucho tiempo. "Curioso... Jarcias me dijo que vivía aquí, pero parece que no hay ni siquiera ratas", reflexiona Gregory en su interior.

Explora cada rincón de la casa en busca del origen del ruido que escuchó, pero no encuentra nada. Decidido a marcharse, se encamina hacia la ventana por la cual entró. Sin embargo, tropieza con el suelo y, al mirar hacia abajo, descubre un acceso al sótano. Su curiosidad se intensifica y decide abrir la puerta del suelo. Al hacerlo, un hedor repugnante emerge del interior, casi insoportable. A pesar del olor, la intriga lo embarga y se asoma para observar qué hay en ese lugar. Lo que ve allí lo deja helado: los padres de Jarcias se encuentran dentro, sosteniendo un cuchillo en sus manos mientras mutilan un cadáver sobre una mesa de madera, oculto bajo una sábana marrón manchada de sangre.

Gregory continúa observando y se topa con algo escalofriante. Una cabeza humana descansa en el suelo, pero hay algo más. La cabeza pertenece a Jarcias. El pánico se apodera de Gregory, quien intenta abandonar rápidamente la casa. Sin embargo, al tratar de cerrar la puerta del sótano, un pedazo de madera se desprende de la puerta y esta cae violentamente. Los padres se percatan de la presencia de alguien en la casa, alguien que los ha estado espiando. Rápidamente, suben para investigar y, cuando salen, Gregory ya se encuentra escapando por la ventana. Al percatarse de su huida, corre velozmente hacia la escuela, lleno de miedo. Mientras corre, se pregunta: "¿Por qué los padres hicieron eso? ¿Y por qué Jarcias? No creo que se hayan percatado de mi presencia".

Con un corazón aterrorizado, Gregory llega a la escuela sin ánimos de entablar conversación con nadie. Al adentrarse en el recinto, es recibido por los mismos cinco chicos que lo golpearon el día anterior. "¿A dónde crees que vas, repugnante gusano?", exclama uno de ellos, pero Gregory no responde. "¿Acaso no escuchas cuando te hablan, maldito cerdo?", continúa el mismo chico, pero Gregory sigue en silencio. Uno de ellos se planta frente a Gregory y le golpea en el rostro. Gregory cae al suelo sin defenderse ni responder. Los chicos se percatan de su pasividad y comienzan a patearlo y golpearlo. Gregory simplemente aguanta, ya no desea hacer nada y acepta esa violencia como parte de su triste realidad.

Los chicos ven acercarse a un profesor y huyen despavoridos, pero el profesor no se dirige hacia ellos, sino a otro lugar. Gregory se levanta magullado pero se recupera rápidamente. Sin embargo, ha perdido toda motivación. Su rostro muestra una expresión neutra, sin sonrisa, lágrimas ni enfado. Se dirige a su primera clase del día, se sienta en su asiento y todos los chicos lo observan con desprecio y odio. Le lanzan papeles y escriben "muérete" en su pupitre. A la hora del almuerzo, dos chicos lo esperan y arrojan su comida a la basura, golpeándolo antes de marcharse. Al salir de la escuela, la

misma situación se repite. Los cinco chicos lo esperan y lo golpean antes de alejarse.

Gregory ya no siente nada. Su infancia ha quedado arruinada de por vida. Al llegar a casa, sigue el mismo ritual: se dirige a su habitación. Luego, su abuela llega y le pregunta: "¿Cómo te fue en la escuela?". Gregory responde con un simple "bien".

Se cambia y se dirige a ese lugar en medio del bosque donde encuentra algo de paz y puede relajarse. Es un rincón acogedor, con una pequeña laguna llena de peces coloridos, rodeada de árboles y animales. Gregory siempre encuentra tranquilidad en ese lugar.

Al caer la noche, Gregory regresa a casa y se duerme rápidamente. Al amanecer, repite la misma rutina: desayuna y se dirige a la escuela. Al llegar, los cinco chicos lo esperan en la entrada para golpearlo y burlarse de él. Gregory simplemente soporta la agresión y no dice una palabra. Ya no siente nada. Al entrar al salón de clases, le lanzan papeles, se burlan de él y, durante el almuerzo, le tiran su comida a la basura. A la salida, nuevamente lo golpean. Al regresar a casa, sigue su rutina: se dirige a ese lugar en el bosque para relajarse. Al caer la noche, vuelve a casa y se duerme rápidamente. Esta ha llegado a ser su vida cotidiana, su desgarradora realidad.