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Chapter 8 - Cap⁸ El mito de la bestia

Amanece y Glegory emerge de la cama, cargado de pesar y desesperanza. El sábado se presenta ante él como un día vacío, sin rumbo. Con paso lento, se dirige a la cocina, donde su abuela, en silencio, le prepara el desayuno. El alma de Glegory se encuentra sombría, sin ánimo para emprender nada. Desde aquel fatídico primer día de clases, ha transcurrido un tiempo inmenso, y todo ha resultado ser un desastre desalentador.

Mientras Glegory come en silencio, un inquietante golpe resuena en la puerta de su morada. ¿Quién podrá ser? Su tío Beltrán se encuentra en el bosque, su tía Aina en la ciudad y sus primos descansan en un sueño profundo. -"Puedes abrir"-, murmura la abuela de Glegory. El joven, con una mezcla de temor y curiosidad, accede a la petición.

Al abrir la puerta, un extraño hombre se revela ante Glegory. Vestido elegantemente con un traje oscuro y corbata, de aspecto enigmático y alrededor de 29 años de edad, el desconocido rompe el silencio con sus palabras: -"Buenos días, estoy buscando a Beltrán".- La abuela de Glegory, con sorpresa en su voz, responde: -"Oh, qué sorpresa verte aquí, Yacel. Si estás buscando a Beltrán, se encuentra cazando en el bosque".- Pero Yacel, con un tono enigmático, comenta: -"Parece que Beltrán no está en casa hoy. Quizás regrese más tarde".-

El corazón de Glegory palpita confundido, pues nadie le había mencionado a Yacel anteriormente. -"Hola, Yacel, soy Glegory. Un placer conocerte",- se presenta el joven. Sin embargo, al fijar su mirada en Glegory, Yacel retrocede un paso, su semblante refleja temor momentáneo. Sin embargo, recupera la compostura al instante. -"Hola, Glegory. El placer es mío. ¿Así que tú eres la bestia?",- susurra Yacel, adoptando una actitud enigmática. Confundido, Glegory pregunta: -"¿La bestia? ¿Qué significa eso?"- Yacel responde enigmáticamente: -"Aún no lo sabes, no te preocupes. Solo te diré que el juicio final de este mundo está más cerca que nunca",- susurra mientras se aleja lentamente de la casa de Glegory.

La abuela de Glegory queda petrificada al oír las palabras de Yacel. Aunque siente el temor en su interior, decide no revelar nada a su nieto, pero Glegory, sin prestar mucha atención a las palabras de Yacel, se retira a su habitación y se tumba en la cama. Horas más tarde, Beltrán regresa con un venado en sus hombros. La abuela de Glegory no puede contenerse y le comenta: -"Hoy tu amigo Yacel vino a verte, pero no estabas aquí".- Sorprendido, Beltrán pregunta: -"Oh, en serio, qué lástima. ¿Qué quería?"- La abuela responde: -"No mencionó asuntos contigo, pero sí habló sobre Glegory". Inquieto, Beltrán interroga: -"¿Qué dijo Yacel acerca de Glegory?"- La abuela, con voz temblorosa, contesta: -"Dijo que Glegory era la bestia y que el fin del mundo está más cerca que nunca".- Aturdido, Beltrán se pregunta: -"¿Acaso Yacel insinúa que Glegory será el destructor del mundo? Pero, ¿por qué?"- Lamentablemente, Yacel no aparece para aclarar las dudas.

Glegory yace en su lecho, reflexionando sobre las palabras de Yacel. Súbitamente, se levanta y, decidido, se encamina en busca de Beltrán. Al encontrarlo, formula la cuestión que lo atormenta: -"Tío Beltrán, ¿qué significa ser la bestia?"- Ante la ineludible verdad, Beltrán no puede ocultarla más tiempo: -"Glegory, existe una leyenda que todos conocen. Habla de un joven proveniente de otro mundo, destinado a ser el destructor de nuestro planeta. Y nada puede evitarlo, razón por la cual se le llama la bestia".-

Glegory, perplejo, indaga: -"¿Por qué Yacel afirmó que yo era la bestia?"- Con voz quedada, Beltrán responde: -"Escucha, Glegory, conozco a Yacel hace unos años y por lo que me he dado cuenta, Yacel posee una habilidad única. Puede vislumbrar el futuro de una persona con solo mirar su rostro".-

A pesar de la explicación, Glegory, en su ingenuidad, no presta mucha atención y considera que todo es solo una absurda leyenda. Regresa a su habitación, se acuesta y se sumerge rápidamente en un sueño profundo. Al amanecer, despierta abruptamente, dándose cuenta de que se quedó dormido y no pudo ir al bosque el día anterior.

De prisa, se dirige a la cocina, toma unas manzanas para el desayuno y se encamina hacia el bosque, el santuario donde encuentra consuelo y serenidad. Al llegar, se recuesta sobre una roca, saborea una manzana y observa cómo los animales se acercan cautelosos. Les arroja una manzana y ellos la devoran rápidamente. Glegory se acerca y los animales, confiados, juegan a su alrededor.

Glegory pasa el día entero en el bosque, entregado a la compañía de los animales. Al caer la noche, exhausto, regresa a su hogar, se acuesta y se sume en un profundo sueño. Al día siguiente, se despierta, se prepara para ir a la escuela, repitiendo la rutina de siempre.

Han transcurrido 2 años desde que Glegory ingresó a la escuela. Ahora tiene 8 años, mientras sus primos apenas tienen 6. Sus primos se disponen a iniciar su primer día de clases, rebosantes de emoción e ignorantes de lo que les espera. Glegory espera que a ellos les vaya mejor en la escuela, a diferencia de él, y no le concede demasiada importancia.

Es el primer día de clases para Eiden y Sacha, inseparables amigos. Glegory se mantiene apartado de ellos y emprende su camino en solitario hacia la escuela. Al ingresar, Sacha y Eiden parecen integrarse sin contratiempos, nadie les dice nada. Glegory los observa desde la distancia, buscando indicios de que atraviesen lo mismo que él, pero todo parece normal para ellos. Entonces, Glegory deja de prestarle tanta atención y continúa su día. En la escuela, se aleja de sus primos para protegerlos de las dificultades que él enfrenta diariamente.

Glegory cree que cada día transcurre sin problemas para sus primos y que no tendrán que preocuparse tanto como él. Él continúa soportando golpes, insultos y burlas, sin darles mucha importancia, considerándolos parte de la rutina. Lo que Glegory más teme es que sus primos sufran lo mismo que él.

Han pasado 5 años desde que sus primos comenzaron la escuela y todo parece ir bien para ellos, al menos eso piensa Glegory. Es viernes, el último día de clases de la semana, y se dirige hacia la salida de la escuela. Como siempre, espera encontrarse con los cinco chicos que lo golpean, pero al salir se da cuenta de que la puerta está vacía, algo inusual, pues siempre están allí. Camina con calma hasta que escucha risas a su izquierda. Al voltear, observa cómo esos cinco chicos golpean a otros dos chicos. No puede distinguir con claridad quiénes son, por lo que prosigue su camino. Percibe los angustiosos lamentos de los chicos que están siendo maltratados, pero los ignora y sigue adelante. De repente, uno de los chicos golpeados pronuncia unas palabras entre susurros: -"Glegory, por favor, ayúdanos",- dice un chico, victima de los agresores, casi sin aliento.

Glegory reconoce al instante la voz de Sacha y se da cuenta de que los niños agredidos son sus primos. Se vuelve lentamente y los ve al borde de la muerte, víctimas de esos cinco matones. En ese momento, su mente y su espíritu quedan inertes, pero su cuerpo se consume en una ira inmensa que lo sumerge en un trance de furia. Gritando –"¡MALDITOS!",– los cinco chicos lo contemplan con terror al verlo en trance, con una sonrisa siniestra, ojos colmados de ira y un aliento abrasador. En ese instante, Glegory chasquea los dedos y, de inmediato, teletransporta a sus dos primos a casa, curándolos al mismo tiempo.

Aún en trance, Glegory se acerca a los atónitos agresores, quienes, presos del miedo, no pueden moverse. Glegory los aprisiona con sus tres manos adicionales que emergen de su espalda, apretándoles el cuello hasta romperles la garganta uno por uno. Desconociendo sus propias acciones, su furia controla su cuerpo. Ingresa a la escuela y asesina a todos los que se cruzan en su camino, matando maestros y decapitando a quienes se interponen en su camino.

Cuando aniquila a cada ser presente en la escuela, su frenesí no se contiene. Lentamente, extiende su mano en dirección al suelo, pronunciando con una voz cavernosa las palabras –"Disaster".– Con la palma de su mano tocando el suelo, un impacto colosal se desata, como si una bomba nuclear hubiera detonado, desvaneciendo la escuela por completo junto con todo lo que se halla a una distancia de diez kilómetros a la redonda. Un gigantesco cráter emerge, abrasador y repleto de fuego y lava ardiente.

Inmerso en un trance de ira, Gregory se adentra en el bosque. Sin embargo, dirige sus pasos hacia aquel lugar donde encuentra paz y serenidad. A medida que se aproxima a ese santuario, su furia disminuye gradualmente, hasta alcanzar una calma profunda. Se tumba en el césped del bosque y, agotado, se sume en un sueño reparador.