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Chapter 11 - Cap¹¹ Arthur

Ambos se enfrentaron con miradas penetrantes, y de repente, un silencio pesado fue roto por la pregunta de Darius: "Probablemente, estás confundido, y no te culpo. Pero dime una cosa... ¿Cuántos años tienes, joven Glegory?" Su sonrisa tensa apenas lograba ocultar la ansiedad que se reflejaba en su rostro.

Glegory respondió con calma, sin inmutarse: "Lamento decir que no tengo idea. Pasé tanto tiempo durmiendo que perdí la noción del tiempo mismo". La expresión confundida en el rostro de Darius fue evidente. "Pensé que ya estabas al tanto, joven Glegory. Sin embargo, tus palabras me indican que aún no sabes lo que ha sucedido. Pero no te preocupes, te contaré lo que te ha ocurrido en estos últimos años. Me informaron que has estado vagando por el espacio de manera inconsciente. Gracias a eso, no han podido localizarte hasta ahora. Cuando algo o alguien carece de conexiones neuronales o conciencia para transmitir energía vital, se vuelve casi invisible. No emitías ninguna onda de vida o actividad neuronal", declaró Darius, cruzando las manos y sin apartar la mirada de Glegory.

Darius, sin inmutarse, continúa con voz profunda y llena de misterio: "En fin, dejando eso aparte... Por tu apariencia, supondré que ya has dejado atrás la niñez y te has convertido en un joven adulto. No puedo permitirme golpear a los indefensos".

Las palabras de Darius resonaron en el aire, creando una tensión palpable. Glegory, con el ceño fruncido y un rastro de indignación en su voz, le replica desafiante: "Entonces, ¿a qué estás esperando? ¿Me temes? Todo lo que haces es hablar, pero no veo acciones que respalden tus palabras".

El silencio se hizo aún más pesado mientras sus miradas chocan, desafiándose mutuamente. El ambiente se llenó de una electricidad intensa, como si en cualquier momento estallara una tormenta de confrontación.

La respuesta de Darius se hace eco en el aire con una contundencia aterradora: "Estás logrando enfurecerme". Sin perder un segundo, sus manos se juntan, formando un espacio vacío entre ellas mientras pronuncia las palabras: "Bola de fuego sólida". En ese instante, una esfera de fuego ardiente cobra vida entre sus palmas, cambiando de un azul intenso a un negro ominoso. La bola de fuego crece rápidamente hasta alcanzar el tamaño de una cabeza humana. Sin vacilar, Darius lanza la oscura esfera de fuego en dirección a Glegory.

Glegory, sin conocimiento de técnicas de combate y con su memoria en blanco, solo puede confiar en su instinto para esquivar los ataques de Darius. Se mueve ágilmente, esquivando hábilmente las mortales llamas que amenazan su vida. Sin embargo, en un giro repentino de los acontecimientos, una de las bolas de fuego cambia de dirección en el último momento, impactando con violencia en la espalda de Glegory, dejándolo malherido y postrado en el suelo.

Darius se burla de manera despiadada, lanzando una provocación llena de crueldad: "¿Qué te sucede, Glegory? Me han dicho que eras un guerrero formidable, pero todo lo que veo es a un pobre animal que corre desesperado por su vida". El ambiente se llena de una tensión abrumadora, mientras Glegory yace herido, sufriendo ante la implacable superioridad de su enemigo.

El miedo se desliza por las venas de Glegory, dejando un rastro helado en su interior. Con una voz temblorosa, responde con temor: "No me culpes... Si no soy lo que esperabas. Ni siquiera puedo recordar qué soy capaz de hacer".

Darius, con una determinación implacable, pronuncia las palabras "Látigo infernal", y de su mano emerge un látigo formado por cadenas envueltas en llamas azules. Un aura ominosa se cierne sobre el lugar mientras el látigo se contorsiona con una malévola vida propia.

"¡Muy bien, entonces pondré fin a tu sufrimiento de una vez por todas!", exclama Darius con una crueldad despiadada. Sin dudarlo, lanza el látigo en dirección a Glegory, como una serpiente venenosa ansiosa por inyectar su mortal veneno.

En ese instante crucial, Glegory se esfuerza desesperadamente por recordar, su voz se llena de frustración: "Maldita sea, ¿por qué solo puedo recordar mi nombre? ¡Vamos, recuerda!" Sin embargo, sus pensamientos se disuelven en el vacío, sin respuesta alguna. Decidido a enfrentar el desafío que se le presenta, Glegory piensa con determinación: "Si no puedo recordar nada, entonces utilizaré todo lo que esté a mi alcance para mantenerme con vida. Esto es una batalla por la supervivencia, una danza letal entre presa y cazador. Pero, me pregunto, ¿quién será la presa y quién el cazador?"

Justo en ese momento crucial, el látigo está a punto de impactar contra él. Con un salto ágil y preciso, Glegory logra esquivar el feroz ataque de Darius. En ese instante desesperado, un grito escapa de los labios de Glegory, lleno de desesperación: "¡Manos emergentes, golpes consecutivos!" Como si respondieran a su llamado, cuatro manos gigantes y diabólicas surgen de su espalda, listas para protegerlo y contraatacar cualquier ataque.

El escenario se llena de un aura sobrenatural mientras Glegory se prepara para enfrentar a su enemigo con todas sus fuerzas. El viento susurra ominosamente, como si el destino mismo estuviera enredado en esta batalla intensa y sin tregua.

En un abrir y cerrar de ojos, Darius lanza otra bola de fuego negra en dirección a Glegory, pero este último no se amilana y decide contraatacar. Con una velocidad vertiginosa, golpea la esfera de fuego con cada una de sus manos, lanzando dos golpes por segundo con cada una de ellas. Cada impacto desgarra la oscura bola de fuego, desvaneciéndola en el aire mientras Glegory continúa su implacable ataque contra Darius. Sus puños se convierten en relámpagos de furia, golpeando a su oponente repetidamente con una fuerza abrumadora.

El sonido de los golpes retumba en el ambiente, creando una sinfonía de destrucción. Darius, herido y abatido, es lanzado al suelo por el impacto arrollador de los golpes. Entre jadeos entrecortados, Darius admite, sorprendido: "Me has sorprendido, Glegory. No imaginé que tu fuerza fuera tan descomunal. Pero ahora pelearemos con toda nuestra determinación".

"¡Te mostraré mi verdadero poder!" grita Darius, y en un instante una energía oscura comienza a emanar de su cuerpo, tomando forma de un soldado imponente con una armadura de hierro, espada en mano y una cola de escorpión ondeando tras sus hombros. Su figura se alza hasta alcanzar los 30 metros de altura, desafiando al mismísimo cielo. "¡¡AHORA DEMUÉSTRAME TU PODER, GLEGORY, Y NO TE CONTENGAS!!", exclama Darius con una emoción desbordante, su voz resuena en el aire como un rugido amenazante.

Glegory cierra los ojos, consciente de que esta es su oportunidad para poner a prueba su verdadera fuerza. "Esta es mi oportunidad para evaluar mi verdadera fuerza", piensa Glegory en su mente, preparándose para enfrentar este desafío con determinación. "Si deseas que te muestre mi poder, lo haré, pero espero que no huyas", responde Glegory a Darius con voz firme y decidida.

"¡¡TE MOSTRARÉ EL PODER QUE POSEO!!" grita Glegory, concentrando toda su energía en un único punto. De repente, una corriente de luz atraviesa su cuerpo, teñida con tonos amarillos, verdes y azules. Una llama del mismo color surge, pero en lugar de expandirse, las puntas de las llamas se enroscan alrededor de su espalda, formando una aureola ardiente. Únicamente su boca y sus ojos quedan visibles entre las llamas, emanando una intensidad sobrenatural. "Manos emergentes", susurra Glegory, y del fondo de su espalda emergen 12 manos gigantescas, con un aspecto demoníaco, garras amarillas afiladas y extendiéndose para protegerlo de cualquier ataque. Glegory sonríe satisfecho, su confianza en su poder ahora es inquebrantable. "Ahora, intenta atacarme, llamitas", reta Glegory de forma desafiante, su voz rebosante de seguridad y determinación, desafiando a Darius a enfrentar su poder.

[-"¿Qué es la vida y por qué la tenemos? Tal vez para alcanzarlo todo, o tal vez para ser felices durante un corto tiempo. Superar metas y sueños, aunque cuando mueras, todo por lo que luchaste y te esforzaste desaparecerá, y no podrás disfrutarlo más tiempo. Bueno, eso es lo que piensan todos. En cambio, yo lo tengo todo: poder, fama, dinero, mujeres y mucho más. Sin embargo, siento que mi corazón no desea esto y anhela ser libre, vivir una gran aventura. Pero nadie puede cumplir ese sueño..."-]

Una sonrisa de felicidad se dibuja en el rostro de una mujer postrada en cama. "Mi señora, ha nacido. Miren qué tierno es. Estoy segura de que será el más fuerte de la familia", dice Ana, una sirvienta esclava, con una mezcla de admiración y esperanza en sus ojos.

"Sí, también estoy segura de eso, Ana", responde Lisavet, la madre del recién nacido, con un brillo de orgullo en su mirada.

La atención se centra en el pequeño ser que ha llegado al mundo, el futuro lleno de promesas y expectativas. Ana no puede contener su curiosidad y pregunta con entusiasmo: "Y cuál será su nombre, mi señora?"

Lisavet, con un tono lleno de confianza, responde con voz suave pero firme: "Se llamará Arthur, y será el orgullo de nuestra familia". En sus palabras se percibe la esperanza y el deseo de que su hijo trascienda los límites, convirtiéndose en un símbolo de grandeza y éxito.

"¡AAAH!" grita Arthur, empuñando su espada con maestría, derrotando a su contrincante en un abrir y cerrar de ojos. El sonido metálico de los golpes de las espadas resonando en el aire creando una sinfonía de batalla. "La victoria se siente vacía después de tantos triunfos", susurra Arthur con una tristeza velada en su voz, como si el peso de su éxito se hiciera cada vez más opresivo.

Mientras observa al joven guerrero, Ana no puede evitar sentir asombro ante su crecimiento. "Miren cuánto ha crecido Arthur, lo fuerte que se ha vuelto. Nadie puede derrotarlo, es realmente increíble", comenta Ana con admiración, sus ojos brillando de orgullo y asombro ante la imponente figura de Arthur.

"Sí, Ana, mi hijo es el mejor en la batalla y siempre lo será. Él posee un potencial de lucha insuperable", responde Hakim, el padre de Arthur, con voz llena de orgullo y convicción. En sus palabras se percibe la fe absoluta en el poder y el destino de su hijo.

En ese momento, un criado de la mansión irrumpe en la plática, anunciando la llegada de un pedido muy esperado. "Por fin ha llegado, desde que lo he solicitado, ya era hora que llegara. Ha tardado más de lo esperado", exclama Hakim impaciente, revelando una mezcla de ansiedad y expectación en su rostro.

Hakim se dirige a la imponente puerta de la mansión y toma el paquete entre sus manos. Luego, se acerca a Arthur con una mezcla de emoción y misterio. "Ven aquí, Arthur. Tengo una sorpresa para ti, como recompensa por tu arduo entrenamiento y el desempeño excepcional que has mostrado", le dice con voz cargada de anticipación.

Arthur se acerca a su padre, sus ojos brillando de curiosidad mientras observa el paquete con entusiasmo. "¿Qué hay en ese paquete, padre?" pregunta con expectación, apenas conteniendo su emoción.

Hakim le responde con una sonrisa enigmática: "Ven aquí y descúbrelo por ti mismo". Con un gesto elegante, Hakim abre el paquete, revelando un arma cuya apariencia inicial parece frágil y poco impresionante.

"Mira, hijo, esta arma es una de las más poderosas en todo el universo", dice Hakim mientras su voz adquiere un tono profundo y enigmático. Sus ojos brillan con un brillo secreto. "Padre, tal vez sea mi falta de conocimiento, pero solo veo un martillo ridículo y descolorido", opina Arthur con una nota de escepticismo en su voz.

Hakim estalla en una carcajada resonante, como si estuviera al tanto de algún secreto oculto. "Escucha bien, Arthur. La forma original de esta arma es un simple martillo, sin embargo, tiene la habilidad de transformarse en una espada, una lanza, un escudo, un látigo y mucho más. Es extremadamente poderosa y te la entrego a ti, mi querido hijo. Sé que podrás dominarla. Es un arma que evoluciona de acuerdo con la fuerza y destreza de su portador", explica Hakim con orgullo, dejando en el aire un aura de misterio y posibilidades infinitas.

Arthur asiente con firmeza, su mirada reflejando una nueva experiencia. "Sí, padre. Prometo entrenar arduamente para dominar esta arma a mi antojo, y desataré todo su potencial en honor a nuestro linaje", responde Arthur con una resolución inquebrantable, listo para enfrentar los desafíos que se le presenten y demostrar su valía como portador de esa arma mística.

Arthur observa el imponente martillo con una mezcla de miedo y curiosidad. Lo agarra y lo levanta, sintiendo su ligereza sorprendente. "Es más liviano de lo que esperaba para su tamaño. Sin embargo, siento que su poder es débil... ¿O será que necesito desatar más fuerza para desencadenar su evolución?", reflexiona Arthur en un momento de duda.

Decidido a probar su verdadero potencial, Arthur aprieta el mango del martillo con fuerza, su voz llena de desprecio y desilusión: "Esto es una completa basura". De repente, el martillo se vuelve inmensamente pesado, sobrepasando la fuerza de Arthur y cayendo al suelo con un estruendo ensordecedor. El impacto forma un pequeño cráter en la tierra, dejando a Arthur desconcertado y perplejo ante la inesperada respuesta del arma.

Sin embargo, sin dejarse vencer por la confusión, Arthur intenta nuevamente levantar el martillo con toda su fuerza. Con un esfuerzo titánico, finalmente logra alzarlo. En ese instante, el martillo experimenta una transformación asombrosa. Los colores del metal cambian rápidamente, destellando en tonos rojos y amarillos, dejando a Arthur boquiabierto y maravillado ante la manifestación de su verdadero poder.

El aire vibra con una energía intensa y desconocida mientras Arthur sostiene el martillo en sus manos, sus ojos iluminados por la revelación de la fuerza que posee. Ha descubierto que su verdadero potencial se encuentra más allá de las apariencias, esperando ser desencadenado por su determinación y poderío.

Más tarde, Hakim decide dar un paseo por la ciudad. Mientras se dispone a salir de su majestuosa mansión, se encuentra con el director de la prestigiosa escuela a la que asiste su hijo Arthur.

"Hola, Conde Hakim. Vine a reportarle las calificaciones de su hijo en la escuela", comenta el director con un tono de respeto reverencial.

"Oh, director, es un honor tenerlo aquí", responde Hakim, su voz resonando con un aire de autoridad y distinción. "Dígame, ¿cómo ha progresado mi hijo en la escuela?" pregunta con expectación, consciente del potencial excepcional que Arthur posee.

El director, con un brillo de admiración en los ojos, comienza a elogiar al joven guerrero. "La verdad es que su hijo es el prodigio de nuestra escuela, superando incluso al príncipe. Tiene un talento innato para el combate, a pesar de no hacer uso de la magia. Su fuerza y velocidad son asombrosas, sus habilidades trascienden incluso a los límites de la magia. Es verdaderamente un ser excepcional", declara el director, dejando claro el asombro que Arthur ha despertado en todos los presentes.

"No solo yo, señor. Todos en la escuela reconocen el espectacular talento de su hijo", agrega el director, destacando la magnitud del reconocimiento que Arthur ha obtenido.

Hakim, con una sonrisa llena de orgullo, responde con confianza y satisfacción: "Claro, director, no es sorpresa alguna. Después de todo, él es mi hijo". Su voz resuena en el aire, dejando en claro que el talento y el linaje excepcional de Arthur no son casualidades, sino producto de una herencia de grandeza.

Arthur cumple 12 años y logra graduarse de primaria con honores, siendo recomendado para ingresar al mejor instituto del mundo: la "Elite de Excelencia". Es su primer día en el instituto y, al llegar, las chicas del lugar no pueden evitar hablar sobre él, llenas de admiración y entusiasmo.

"Mira qué espectacular es él. Escuché que fue el mejor en la academia Magies, y además es muy guapo", susurran emocionadas las chicas entre ellas, dejando en claro el impacto que ha causado la llegada de Arthur.

Pero no todos comparten la misma admiración. Los chicos del instituto, envueltos en una mezcla de envidia y resentimiento, no pueden contener su frustración. "Mira a ese maldito suertudo, acaba de llegar y ya ha acaparado toda la atención", murmuran con amargura, dejando escapar su resentimiento.

En medio de la conversación, una chica se acerca al grupo y responde, con un tono cargado de admiración: "Sí, aparte de ser genial en todo lo que hace, es muy atractivo. Ese suertudo tiene todo a su favor".

El aire se llena de emociones encontradas, mientras las miradas se centran en el joven Arthur, quien sin darse cuenta ha despertado una mezcla de admiración, envidia y expectación en su nuevo entorno. Su presencia carismática y sus logros destacados dejan una huella profunda en aquellos que le rodean, marcando el comienzo de su camino en la "Elite de Excelencia".

El aura de envidia y rivalidad envuelve a Arthur desde el momento en que pone un pie en el instituto. Apenas ha terminado la primera clase del día cuando decide levantarse de su pupitre y dirigirse a tomar algo de comida. Sin embargo, su breve momento de tranquilidad se ve interrumpido por la presencia de dos chicos que se acercan a él con actitud amenazante.

"Baya, pero mira nada más que tenemos aquí, al grandioso e insuperable Arthur. Si supieras que aquí solo eres un insignificante gusano en medio de muchos pájaros", provoca uno de los chicos con malicia en su voz. A pesar de las provocaciones, Arthur se mantiene en silencio, sin dejarse perturbar.

"¿Por qué no hablas, maldito? ¿Acaso el miedo te ha dejado sin palabras?", insiste el otro chico, buscando incitar una reacción de Arthur. Sin embargo, el joven guerrero se mantiene impasible, sin ceder ante sus provocaciones.

En un instante, uno de los chicos decide lanzar un golpe contra Arthur, pero antes de que su puño llegue a destino, el joven héroe reacciona con una velocidad asombrosa. Con una fuerza sobrehumana, agarra el brazo del agresor y lo rompe sin piedad. Un grito de dolor se escapa de los labios del chico, mientras se sostiene el brazo fracturado y se aleja, lleno de dolor y resentimiento.

"Maldito!, te juro que te arrepentirás de lo que hiciste. Te esperaré en el torneo del coliseo", dice el chico con voz amenazante, su mirada llena de rabia y desafío, mientras se aleja lentamente.

El enfrentamiento ha dejado claro que Arthur no se doblegará ante los intentos de intimidación.

Un escalofrío recorre la espalda de Arthur cuando un desconocido se acerca sigilosamente por detrás. "Baya, amigo, parece que te has metido en un gran lío", susurra el misterioso chico. Arthur reacciona de inmediato, asumiendo una posición de ataque, preparado para enfrentar cualquier amenaza que se le presente.

"Puedes estar tranquilo, no busco pelea", explica el chico, revelando su nombre como Jont. "Vi todo lo sucedido y decidí acercarme a ti. Quiero ayudarte". Las palabras de Jont parecen sinceras y Arthur se permite bajar la guardia, aunque sin bajar del todo su cautela.

"Pensé que eras uno de ellos", confiesa Arthur, aún desconfiado de las intenciones de Jont.

"No, para nada. Solo quiero ofrecerte mi apoyo. Ellos, Lein y Guarh, son unos rufianes que se creen los más fuertes del lugar solo porque tienen el respaldo del mejor estudiante del instituto", responde Jont, revelando la verdadera naturaleza de los agresores.

La mención del coliseo y el torneo despiertan la curiosidad de Arthur. "¿Qué es eso del coliseo?", pregunta, buscando más información sobre el evento mencionado.

"Hablas del torneo. Es una competencia en la que solo los mejores tienen la oportunidad de obtener una medalla de honor. Allí, se permite el uso de magia, habilidades especiales, trucos, armas y poderes. El torneo comienza la próxima semana", explica Jont, abriendo un mundo de posibilidades para Arthur.

El joven guerrero, lleno de determinación, busca más detalles. "¿Qué debo hacer para entrar?", inquiere Arthur, ansioso por probar sus habilidades y mostrar su poderío.

"Casi nada. Solamente tienes que llevar una solicitud a tu maestro, explicando tus motivos para participar, y apuntar tu nombre en la lista. Es tan simple como eso", responde Jont, brindando una oportunidad clara para que Arthur se enfrente a los desafíos que se avecinan.

La sonrisa malévola se dibuja en el rostro de Arthur. "Perfecto. Debo asegurarme de que todos aquí sepan quién es el más fuerte", declara con determinación, preparado para enfrentar cualquier obstáculo que se interponga en su camino hacia la gloria en el torneo del coliseo.

En un cuarto sombrío y silencioso, las puertas se abren de par en par, inundando el espacio con una luz intensa que revela a un joven de cabello amarillo sentado en una silla de madera. Entran con miedo un grupo de dos chicos que previamente habían intentado pelear con Arthur. El ambiente se carga de hostilidad.

"Hermano, mira lo que un maldito estudiante me ha hecho", exclama Lein, mostrando su mano rota con ira y frustración. Sus ojos arden con el deseo de venganza.

El joven sentado en la silla de madera, irradia una mezcla de poder y arrogancia. "¿Quién es ese maldito?", pregunta el joven con voz grave y llena de rabia contenida.

"Señor Leónidas, es el joven nuevo, llamado Arthur", responde Guarh con sumisión, consciente del poder y la influencia que Leónidas posee.

Leónidas sujeta con fuerza el puño roto de Lein, y lo sana al instante, su ira consumiéndolo. "Bien. Esperaré ansiosamente el torneo para darle su merecido. Lo humillaré frente a todo el público, para que todos vean su derrota y sientan el peso de mi dominio", declara Leónidas con una sonrisa despiadada y los ojos llenos de una determinación feroz.

El cuarto se sume nuevamente en la oscuridad y el silencio, pero el ambiente está impregnado de un conflicto inminente y una rivalidad desatada.

Llega la semana del torneo en el coliseo, donde los guerreros se congregan en el campo de batalla. Una multitud se ha reunido, incluso el rey ha asistido al torneo. Todos apoyan fervorosamente a sus guerreros favoritos. Sin embargo, Arthur se encuentra solo, sin el respaldo de nadie. Levanta la mirada y nota a Jont sentado junto al rey, apoyándolo. En ese instante, Arthur comprende que Jont es, en realidad, el príncipe.

Después de la presentación de los guerreros, todos ingresan al coliseo, ansiosos por ser llamados a combatir. Los primeros combates son desatados, desplegando una gran batalla donde cada uno muestra sus habilidades. El segundo combate es igualmente impresionante, y la audiencia se vuelve loca. Luego, llega el turno del tercer combate: "En la esquina roja, tenemos a Archer, un joven luchador de gran destreza. Viste su traje negro y su pasión es la lucha. ¡Denle la bienvenida!", anuncia el narrador con emoción. Archer se presenta en medio del campo de batalla. "Y en la esquina azul, el muy esperado, Leónidas. Un mago profesional que no necesita presentación. ¡Gracias a sus logros, ha cautivado los corazones de muchos!", continúa el narrador, entusiasmando a la multitud.

Un estruendo retumba y la batalla comienza. Leónidas no permite que su oponente se mueva y lo derrota en un instante. Todos quedan perplejos ante la rapidez de la batalla y el público clama el nombre de Leónidas. Luego, llega el siguiente combate: "En la esquina roja, tenemos a Arthur, un joven guerrero que ha demostrado su excelencia gracias a sus méritos. Y en la esquina azul, a Bertiguo, un joven que puede transformarse en un monstruo aterrador capaz de matar con un solo golpe". Suena un estruendo y la batalla comienza.

Bertiguo se transforma en una enorme bestia de tres metros, mientras Arthur empuña su martillo. Bertiguo ataca primero, lanzándose contra Arthur. Sin embargo, en un instante, Arthur se impulsa hacia adelante con gran velocidad, levantando su martillo y saltando antes de colisionar con Bertiguo. Golpea la cabeza de la bestia con fuerza, haciendo que rebote en el suelo. Un silencio sepulcral se apodera del lugar, pero Jont se pone de pie y aplaude, y entonces todos comienzan a gritar el nombre de Arthur.

Los combates continúan, y tanto Arthur como Leónidas derrotan a sus contrincantes fácil y rápidamente. Finalmente, llegan a la gran final, donde Arthur y Leónidas son los elegidos para luchar. Los presentan a ambos luchadores y, con un estruendo ensordecedor, comienza la batalla. Se miran fijamente mientras caminan en círculos. Arthur transforma su martillo en un látigo y lanza un latigazo a Leónidas, quien se cubre con magia de hielo. Sin embargo, el látigo rompe el hielo y, cuando se quiebra, Arthur está frente a Leónidas. Este último, aterrado, intenta utilizar magia de tierra para alejarlo, pero Arthur convierte su látigo en martillo y golpea con toda su fuerza a Leónidas antes de que pueda reaccionar, dejándolo inconsciente.

La victoria rotunda es de Arthur, dejando a todos boquiabiertos. El grito del nombre de Arthur retumba aún más fuerte en el coliseo, resonando en los corazones de los presentes. El presidente del instituto, se acerca a Arthur, toma su mano y la levanta entregándole la medalla de honor.

El tiempo avanza y Arthur finaliza sus estudios en el instituto, logrando graduarse con excelencia académica como el mejor de su clase. Ahora, Arthur ha cumplido 25 años, pero siente un vacío en su interior. Nada parece motivarlo y anhela vivir nuevas experiencias.

En un lugar silencioso dentro de la mansión, Arthur comparte una cena con sus padres. "Hijo, aunque hayas cumplido 25 años, siempre serás mi pequeño niño", susurra Lisavet con una sonrisa. Arthur mira a su madre. "Madre, deja de aferrarte a esa imagen. Ahora soy un guerrero, el más fuerte de todos, y debo mostrarme como tal", responde con firmeza.

Tras la cena, Arthur anuncia una decisión que ha venido gestando en su mente durante días interminables. "Padre, madre, tengo algo importante que decirles. He decidido abandonarlo todo y emprender un viaje alrededor del mundo en busca de mi verdadera felicidad", declara Arthur con voz entrecortada. Un escalofrío recorre la habitación mientras sus padres se miran mutuamente, comprendiendo la determinación que arde en los ojos de su hijo.

"Está bien, Arthur, te entendemos. Puedes dejar atrás esta mansión cuando lo desees", dice Hakim en un tono resignado. Arthur siente una mezcla de gratitud y tristeza al escuchar esas palabras. "Gracias, padre. Sabía que tú y mamá comprenderían mi llamado. Partiré al amanecer de mañana", responde Arthur con voz temblorosa. Hakim asiente con solemnidad. "Si necesitas algo, solo tienes que pedirlo. Te daré todo lo que desees", asegura, dejando escapar un suspiro cargado de preocupación.

Arthur coloca una mano sobre el hombro de su padre, transmitiendo una confianza efímera. "No te preocupes, padre. Ya tengo todo lo necesario para este viaje", concluye en un tono firme, ocultando la incertidumbre que yace en su interior.

Al amanecer, Arthur toma sus escasas pertenencias y abandona la majestuosa mansión, dejando atrás su vida de comodidades. Con cada paso que da, siente la urgencia de explorar el vasto mundo y buscar una aventura que llene el vacío que corroe su alma. Al principio, la emoción de cazar su propia comida y cocinar al aire libre lo embriaga de una extraña felicidad. Los monstruos que se interponen en su camino son derrotados sin mayor esfuerzo, reafirmando su creencia en ser el ser más poderoso sobre la faz de la tierra. La valentía, la arrogancia y la superioridad se entrelazan en su ser.

Sin embargo, con el transcurso del tiempo, una melancolía insidiosa se apodera de su ser. Un oscuro vacío se arraiga en su interior, desgarrando su alma sin piedad. "¿Qué me falta para encontrar la verdadera felicidad? ¿Será que necesito acumular más poder, más grandeza?", se cuestiona Arthur en el recoveco más oscuro de su mente torturada.

En ese preciso instante, un monstruo colosal se alza majestuosamente frente a él. Sin dudarlo, Arthur se lanza al ataque, desatando su furia desesperada. Con un solo y devastador golpe, el monstruo cae derrotado a sus pies. Sin embargo, una fría sensación de vacío reemplaza la efímera emoción que solía inundarlo en cada batalla. Dudas inquietantes se enroscan en su mente torturada, cuestionando si está perdiendo el interés en todo lo que alguna vez consideró apasionante, o si acaso ha sido engañado por su propia arrogancia y desconoce las verdaderas razones que lo impulsaron a emprender este viaje sin rumbo fijo.

Han transcurrido cinco largos años desde que Arthur emprendió su épico viaje, y como había previsto, ninguna fuerza pudo hacerle frente en el campo de batalla. Enorgulleciéndose de ser el ser más poderoso no solo del mundo, sino de toda la galaxia, su sed de poder lo ha arrastrado por un sendero siniestro y ominoso. Sin embargo, los rumores han comenzado a tejerse a su alrededor, alimentando la sombra que se cierne sobre su nombre. Las lenguas viperinas susurran, difundiendo que Arthur se ha convertido en un enemigo de la humanidad, un ser temido y odiado.

La noticia de su caída en desgracia llega a los oídos de Arthur, sacudiendo su orgullo y trastornando su espíritu. Impulsado por la necesidad de enmendar su reputación mancillada, Arthur se enfrenta a una encrucijada que podría determinar su destino. Se entera de que los Reinos de Candia y Batland están a punto de desatar una guerra que podría desgarrar el mundo que conoce. En ese instante crucial, toma una decisión audaz y peligrosa: se unirá como aliado a la nación de Batland, no solo porque su nación natal, Fandril, apoya a Batland, sino también porque ve en esta oportunidad la posibilidad de redimirse ante los ojos de la humanidad y reafirmar su antiguo sentido de honor y deber.

El destino pende en un hilo mientras Arthur se sumerge en el torbellino de la guerra, sabiendo que su elección lo llevará a enfrentarse a enemigos poderosos y a situaciones de peligro extremo. Su corazón late con una mezcla inquietante de determinación y duda, pues el camino que ha elegido puede conducirlo a la redención o a una perdición aún más oscura.

La inminencia de la guerra yace en el horizonte, y Arthur toma la resuelta determinación de situarse en la vanguardia, decidido a ser uno de los primeros en entrar en combate. Un fuego ardiente se enciende en sus ojos, anticipando la magnitud de lo que está por acontecer. "Esta guerra será épica, un espectáculo deslumbrante. Sin duda, habrá seres extraordinarios que se enfrentarán en este campo de batalla. Será una prueba de fuerza y poder inigualables, un evento que quedará grabado en la memoria de la historia", reflexiona Arthur con una mezcla de fascinación y ansiedad en el abismo de su mente.

Las imágenes de las batallas más encarnizadas que la humanidad haya presenciado se despliegan ante sus ojos, alimentando su sed de ser partícipe de una contienda que superará cualquier espectáculo previo. En lo más profundo de su ser, Arthur se pregunta si esto es lo que realmente ha estado buscando todo este tiempo: formar parte de una gesta bélica sin igual, inmerso en la grandiosidad y la brutalidad de una lucha que hará estremecer los cimientos del mundo.

Con cada latido de su corazón, la excitación y la incertidumbre se entrelazan, alimentando su pasión por el combate inminente. En medio de la tensión y la expectativa, Arthur se prepara para adentrarse en el fragor de la batalla, consciente de que su destino se entrelazará con el destino de aquellos seres poderosos que también ansían dejar su huella en esta guerra colosal.

El punto de encuentro con la nación enemiga se convierte en el escenario dantesco de la explosión de la guerra. Arthur, valiente y decidido, se coloca en la primera línea del combate, corriendo hacia el enemigo con su arma en forma de martillo. En un arrebato de fuerza sobrehumana, salta al aire y, con un impacto apocalíptico, hace resonar su martillo contra el suelo, desgarrando la tierra y liberando una lluvia de proyectiles afilados que segan la vida de más de 500 soldados enemigos. El caos se desata, los magos desesperados desatan sus hechizos mortales contra Arthur, pero este, con una destreza impresionante, convierte su martillo en un escudo que repele cada embate mágico con una furia indomable.

Intrépido y sin tregua, Arthur se acerca a los magos enemigos, su escudo se transforma en una espada resplandeciente, desatando una danza de muerte que abate a la mitad de aquellos que osaron enfrentarlo. El terror y la desesperación se adueñan de los corazones de sus adversarios, quienes huyen despavoridos ante la imponente presencia del guerrero invencible. Arthur se convierte en un implacable cazador, persiguiendo sin piedad a todo aquel que se interponga en su camino, abatiéndolos sin compasión.

El sol se oculta en el horizonte, pero la guerra no da tregua. Un interminable día y noche se funden en un torbellino de caos y destrucción. El rugido de la batalla parece resonar en cada fibra del universo, mientras más de 400 millones de soldados desgarran sus almas por la ansiada victoria. Pero en medio de la masacre, Arthur se erige como un verdadero titán invencible, desafiando a cualquiera que se atreva a desafiarlo. Su risa desquiciada y cargada de soberbia resuena en el campo de batalla. "¿Acaso no hay nadie más poderoso aquí? ¿Son estos meros debiluchos todo lo que encuentro en esta batalla? ¡Ja, ja, ja!", exclama con una superioridad desbordante que hiela la sangre de sus enemigos.

En medio del pandemónium de la sangrienta batalla, un súbito silencio envolvió a todos los presentes, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. El estupor y la perplejidad se reflejaban en los rostros ensangrentados y alucinados. Arthur, desconcertado, buscaba desesperadamente alguna respuesta en medio de aquel inquietante panorama, sin comprender qué podía haber causado tal conmoción. Sin embargo, su inquietud se volvió terror puro al observar cómo la tierra se abría en una sucesión vertiginosa de profundas grietas, engullendo montañas y paisajes en un descenso hacia un horizonte infinito.

La intriga y el miedo se apoderaron de Arthur, cuyas manos temblorosas se aferraban al mango de su arma. Un sudor frío perlaba su frente, mientras el corazón amenazaba con escapar de su pecho palpitante. En medio del desasosiego, sus ojos se alzaron lentamente hacia los cielos, buscando desvelar el macabro misterio que se desplegaba sobre ellos.

En el oscuro y siniestro cielo teñido de naranja, los ojos de Arthur se abrieron de par en par al divisar dos figuras misteriosas que emergían de las profundidades abismales. En un inicio, apenas eran puntos diminutos, destellos fugaces de color que danzaban en el firmamento. Sin embargo, a medida que se acercaban, se revelaron como dos seres envueltos en una batalla épica que desafiaba las leyes de la gravedad.

La magnitud de su combate era simplemente deslumbrante, una coreografía aérea de fuerza y destreza sobrehumanas. Ambos luchadores desataban habilidades prodigiosas, moviéndose con una velocidad vertiginosa mientras desafiaban las leyes de la física. El destino parecía arrastrarlos inexorablemente hacia un encuentro cataclísmico, condenados a estrellarse contra la tierra en un choque devastador.

La tensión era palpable en el aire, cargada con la incertidumbre del resultado final. Cada corazón latía con una mezcla aterradora de emoción y temor, mientras aquellos dos seres ascendían y descendían en una danza de destrucción y poderío sobrenatural. El rugido del viento que les envolvía parecía anunciar el fin de todo, mientras la tierra misma temblaba ante el inminente impacto de aquel duelo apocalíptico.

El terror, como una sombra implacable, se apoderó de los corazones de todos los presentes. Sus almas se inundaron de desesperación mientras el campo de batalla se convertía en un caos frenético. Los gritos de angustia y el eco de los pasos apresurados resonaban en el aire, mientras las figuras aterradas buscaban refugio o huían en desesperada carrera, intentando escapar del inminente cataclismo que se avecinaba. Arthur, consciente de que la supervivencia parecía un destello efímero, se vio compelido a huir, su determinación impulsándolo a correr lo más rápido y lejos posible.

No obstante, su curiosidad insaciable se negaba a ser sofocada por el instinto de supervivencia. Una fuerza magnética lo atrajo hacia la epopeya que se desarrollaba frente a sus ojos. Una mezcla oscura de fascinación y miedo lo dominaba mientras se ocultaba tras una roca, su pulso acelerado resonando en sus oídos mientras esperaba presenciar el desenlace de aquel encuentro titánico. A pesar del peligro inminente y de las voces que clamaban por huir, Arthur se aferraba a su escondite, dispuesto a sacrificarlo todo para presenciar el resultado de esta colisión de fuerzas descomunales.

Las dos figuras chocaron contra el suelo con una detonación atronadora, convirtiendo todo en un paisaje apocalíptico de escombros y destrucción en un radio de quince kilómetros. El eco de la devastación resonó en los oídos de los sobrevivientes, un lamento mudo ante la magnitud del desastre. El 85% de los valientes soldados quedaron reducidos a meras víctimas de la furia desatada. Arthur, cauteloso y temeroso, se acercó lentamente para presenciar el desenlace de aquel enfrentamiento titánico.

Cuando el polvo se disipó, la visión que se le presentó a Arthur fue como una pesadilla de dimensiones colosales. Frente a sus ojos, se alzaban dos seres que irradiaban una fuerza abrumadora. El hombre de 35 años se erguía imponente en su armadura humanoide, una manifestación de energía roja que encarnaba la ferocidad misma. Dos colas escorpiónicas se alzaban majestuosas desde sus hombros, extendiéndose a una altura de treinta metros, cual heraldos del caos que se avecinaba.

El joven de 17 años, por su parte, se erigía como un ser enigmático y aterrador. Doce manos diabólicas emergían de su espalda, grotescas y poderosas. Su cuerpo se envolvía en una llamarada de colores vívidos, una manifestación infernal de amarillos, verdes y azules que bailaban en torno a él. Aunque solo se alcanzaban a vislumbrar sus ojos y boca, su mera presencia infundía una sensación de temor profundo en todo el campo de batalla. Cada impacto que recibían parecía fortalecer su poder, como si la propia violencia los alimentara.

El poderío que emanaban era abrumador, y en ese momento, Arthur sintió cómo una admiración inesperada y un deseo insaciable lo embargaban. Una voz interior le instaba a seguir a aquel joven en su búsqueda incansable de poder, a sumergirse en un abismo desconocido y peligroso con tal de alcanzar nuevas cotas de grandeza. El destino había revelado su siguiente camino, y la atracción magnética de aquel joven impío se aferró a su espíritu con garras de obsidiana.