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Chapter 12 - Cap¹² Un nuevo viaje

Con los ojos clavados en la ardiente batalla, Arthur susurra con admiración y asombro: "Es un poder indescriptible, algo que supera toda medida". Sus palabras se pierden en el aire mientras Glegory se enfrenta ferozmente a Darius, desatando una lucha titánica llena de fuerza y violencia. Cada golpe intercambiado lleva consigo un impacto devastador, sacudiendo los cimientos de la realidad misma. El choque de sus puños retumba como truenos en el corazón, como si el destino mismo se jugara en cada golpe.

El tenso enfrentamiento entre Glegory y Darius llega a un abrupto alto. Un silencio sepulcral inunda el aire mientras sus miradas se entrelazan ferozmente. De repente, Darius se lanza en un salto audaz, su puño se abalanza hacia Glegory, pero en un acto de poder asombroso, Glegory extiende su mano, deteniendo el golpe en seco y arrojando a Darius al suelo con una fuerza aplastante.

Un estruendo retumba cuando el cuerpo de Darius cae, incapaz de resistir el impacto. Glegory, con una facilidad inhumana, le propina un golpe demoledor que lo sume en la inconsciencia. La contienda despiadada deja en claro que Glegory posee una fuerza sobrehumana, capaz de aniquilar a su oponente sin esfuerzo aparente.

Sin embargo, el precio de su triunfo se revela rápidamente. El despliegue de su poder agota las últimas reservas de Glegory, y se desploma junto a su caído enemigo. Mientras el velo de la inconsciencia envuelve a Darius, Glegory se desvanece también, víctima de su propio poder abrumador.

Arthur, presenciando la devastadora escena, corre hacia ellos con desesperación en los ojos. Rápidamente, levanta a Glegory del suelo, cargando su fatigado cuerpo sobre sus hombros. Con una determinación inflexible, se embarca en un agotador viaje hacia su hogar, llevando a Glegory en una peregrinación llena de sacrificio.

El camino es largo y arduo, pero Arthur no ceja en su empeño. Sortea obstáculos y supera la adversidad, manteniendo su carga preciosa en sus hombros. Finalmente, llega a su morada, depositando a Glegory con delicadeza en su cama. Sin perder un instante, busca desesperadamente a un médico.

El doctor, al llegar con premura, se ocupa de Glegory con rapidez y conocimiento. "Todo estará bien. Ha sufrido un desmayo debido al agotamiento energético, pero pronto recobrará la conciencia", pronuncia el médico con voz serena, transmitiendo un rayo de esperanza en medio de la oscuridad.

"Le agradezco profundamente su pronta atención, doctor", responde Arthur, sintiendo un alivio inmenso en su pecho.

"No hay de qué preocuparse. Es mi deber", responde el doctor con humildad.

El tiempo pasa y Glegory despierta, confundido por su entorno desconocido. Se levanta de un salto, desesperado por escapar de la mansión, pero en su apresurada búsqueda se encuentra en la cocina. Una figura aparece, interrumpiendo su escape: "Hola, veo que has despertado, mi señor. Arthur estaba muy preocupado", dice Ana, una sirvienta.

Glegory, perdido y desorientado, frunce el ceño y pregunta con brusquedad: "¿Quién eres tú?". Ana, con calma, responde: "Soy Ana, una humilde sirvienta de la familia Cleymon". Glegory, aún confuso, se presenta: "Yo soy Glegory".

Un destello de reconocimiento cruza los ojos de Ana mientras ella extiende una mano amigable: "Un placer conocerte, Glegory. ¿Tienes hambre?". La pregunta resuena en el aire, atrapando la atención de Glegory.

"No, gracias. Debo irme", responde Glegory con determinación, pero en ese momento, su estómago ruge con furia, traicionándolo. Ana, con una sonrisa enigmática, comenta: "Creo que tu estómago no miente". El rubor de la vergüenza tiñe el rostro de Glegory mientras admite: "Está bien, supongo que podría comer algo".

Con una mezcla de vergüenza y gratitud, Glegory se sienta, permitiendo que Ana, con elegancia y destreza, le sirva un plato de comida. "Siéntate, relájate y disfruta", le indica Ana, acogedora y comprensiva, mientras sus ojos brillan.

Glegory devora su comida mientras Arthur llega apresuradamente. Al ver a Glegory, Arthur se arrodilla de inmediato, inclinando su cabeza hacia el suelo en un gesto de sumisión. "¡Mi señor, qué alegría que haya despertado! Me tenía sumido en la preocupación", exclama Arthur con fervor.

Confundido por la actitud servil de Arthur, Glegory frunce el ceño y pregunta con brusquedad: "¿Qué estás haciendo?". Sin levantar la mirada, Arthur responde con humildad: "Me postro ante su majestuosidad, mi señor". Glegory, con un gesto de disgusto, replica: "No es necesario que te humilles, levántate".

A pesar de la orden, Arthur permanece en su posición arrodillada, insistiendo: "Sí, mi señor". Glegory, frustrado, insiste: "No es necesario que me llames 'señor'. Mi nombre es Glegory". Sin embargo, Arthur no se rinde: "Como desee, mi señor Glegory".

Glegory suspira con resignación, cansado de la formalidad excesiva. "De acuerdo, llámame como te plazca", concede. Luego, con un tono más serio, pregunta: "¿Qué sucedió en la batalla y dónde está Darius?". Arthur responde: "Si se refiere a aquel que luchaba contra usted, temo que quedó en el campo de batalla y es probable que haya huido".

Las palabras de Arthur despiertan la ira en Glegory, quien exclama con desprecio: "Era de esperarse de ese cobarde".

Glegory concluye su comida y, con solemnidad, se dirige a los presentes: "Les agradezco por la comida. Ha sido un placer conocerlos, pero debo partir". Sin embargo, antes de que pueda abandonar el lugar, Arthur lo detiene con urgencia: "Mi señor Glegory, por favor, espere".

Glegory se detiene, intrigado por el tono de Arthur: "¿Qué ocurre?", pregunta con impaciencia. Con voz decidida, Arthur expone su petición: "Mi señor Glegory, le ruego que me permita acompañarlo en su viaje. Prometo serle de gran ayuda".

Sorprendido por la solicitud, Glegory indaga: "¿Y por qué deseas venir conmigo?". Arthur responde con sinceridad: "Mi señor Glegory, he sido testigo de su asombroso poder y de lo que es capaz de lograr. Anhelo seguir sus pasos y aprender de usted. Además, anhelo embarcarme en una aventura, pero me encuentro atrapado en este planeta, carente de habilidades para escapar".

Glegory, perplejo, reflexiona sobre las palabras de Arthur y lanza una pregunta directa: "¿Me estás diciendo que anhelas más poder?". Sin titubear, Arthur responde con determinación: "Sí, mi señor Glegory. Deseo obtener más poder y enfrentarme a individuos increíblemente poderosos en batallas espectaculares".

Después de una breve pausa, Glegory accede con una advertencia: "Muy bien, puedes acompañarme, pero bajo una condición: no te conviertas en un estorbo en mi camino".

Un destello de alegría ilumina el rostro de Arthur mientras responde con fervor: "¡Oh, mi señor Glegory! ¡Le aseguro que no seré un estorbo en su camino!". Sus palabras reverberan en el aire, cargadas de una determinación implacable.

Sin embargo, Arthur no se detiene ahí. Con un brillo de anticipación en los ojos, propone una idea: "Mi señor Glegory, ¿y si partimos mañana? Si lo desea, puede quedarse aquí todo el tiempo que desee". La oferta de Arthur está impregnada de hospitalidad y lealtad.

Glegory, con una mirada penetrante, medita sobre la propuesta, sopesando las posibilidades que se presentan ante él. Luego, con una decisión final, responde: "Muy bien. Partiremos mañana. Pasaré la noche aquí".

Sumido en el agotamiento de la batalla, Glegory se encamina hacia su lecho para descansar. Mientras el sueño reclama a Glegory, Arthur, Hakim y Lisavet se reúnen en el comedor, compartiendo una cena en la penumbra. A medida que los bocados encuentran sus bocas, los pensamientos no pueden evitar brotar.

"Arthur, todavía no comprendo por qué trajiste a un completo desconocido a nuestra morada", comenta Hakim, su voz cargada de suspicacia. Arthur, con una determinación en su mirada, responde sin titubear: "No es un desconocido, padre. Es lo que siempre he estado buscando".

Lisavet interviene, mostrando su preocupación: "Entiendo tu devoción, Arthur, pero humillarte postrándote ante él, eso ya es demasiado". Ana, una presencia silenciosa en la sala, decide pronunciar su opinión: "Tienen razón, mi señor y mi señora. Considerando la fuerza sobrehumana de Arthur, es incomprensible que ese joven no se arrodille ante mi señor Arthur".

Arthur, con una mirada intensa y llena de pasión, acalla las voces disidentes: "Silencio, ninguno de ustedes comprende. No es solo una cuestión de admiración. Hay algo en él que me obliga a rendirle pleitesía".

El silencio se adueña del comedor mientras las palabras de Arthur resuenan en el aire. El ambiente se tensa, sus padres lo miran, pero deciden guardar silencio, incapaces de comprender por completo la conexión especial entre su hijo y el enigmático joven.

Sin más palabras que decir, Arthur corta la conversación y declara: "No quiero seguir discutiendo sobre esto. Comamos y luego nos retiraremos a descansar". Sus padres lo observan con una mezcla de desconcierto y aceptación, sin encontrar más palabras para expresar su inquietud.

Al despuntar el nuevo día, Glegory se alza temprano, ansioso por partir, solo para encontrarse con Arthur esperándolo en las puertas de la mansión. Una mirada intensa se entrelaza entre ambos mientras el viento susurra secretos en el aire.

"Mi señor Glegory, disculpe mi atrevimiento, pero ¿hacia dónde nos dirigimos?", pregunta Arthur, su voz llena de humildad y curiosidad.

Glegory, sincero, confiesa: "La verdad es que nunca había considerado eso. No tengo idea de hacia dónde ir". En ese preciso instante, una voz susurra en su oído derecho, resonando con un tono ancestral y paternal: "Hijo mío, ven aquí. Te espero. Sigue el lucero verde que se alza más allá de las estrellas y alcanzarás tu destino". Glegory reconoce al instante la voz de su padre, llenando su corazón de determinación y certeza.

Con una sonrisa radiante en su rostro, Glegory revela: "Ya sé a dónde vamos". Arthur, maravillado, apenas puede contener su admiración: "¿En serio? Mi señor Glegory, usted es verdaderamente asombroso".

Glegory, con una seguridad impenetrable, señala hacia el cielo con su mano derecha y declara: "Seguiremos el lucero de color verde. Nos guiará hasta nuestro destino".

"Arthur, sabes en que parte del planeta se encuentra algún transbordador interplanetario o esxtraplanetario?", pregunta Glegory con duda en la mirada de sus ojos.

"Mi señor, no tengo idea sobre lo que me habla. Carezco de cualquier conocimiento de ese tipo", responde Arthur, con humildad en su voz.

Glegory, con una mirada inquebrantable, ordena: "Sígueme, iremos a hablar con el rey de tu nación". Arthur, desconcertado, pregunta con cautela: "¿Qué va a hacer, mi señor?".

"Voy a intentar sacarle información", declara Glegory con resolución. Arthur obedece y lo sigue, esperando con anticipación.

Ambos emprendieron su camino hacia el imponente palacio del rey. Al llegar a las majestuosas puertas principales, decidieron tocar, y en ese instante un soldado emergió de su interior. "¿Qué desean?", inquirió el soldado. "Saludos, soy Glegory, y él es Arthur, un amigo. Estamos aquí porque deseamos hablar con el rey", respondió Glegory. Al instante, el soldado se arrodilló frente a Arthur. "Mi señor Arthur, es un honor tenerlo en el palacio real. Dígame qué se le ofrece", dijo el soldado, sin prestar atención a las palabras de Glegory. "Estoy aquí simplemente porque mi señor y yo necesitamos ayuda del rey", contestó Arthur. "¿Su señor? ¿Acaso este es el hombre al que sirves?", preguntó el soldado. "Sí, él es el hombre a quien sirvo", respondió Arthur. "Bien, déjame informar al rey de su presencia aquí", dijo el soldado. "Está bien, tómate tu tiempo", dijo Arthur. Pasó un momento y repentinamente regresó el soldado. "Se les permite pasar a ambos", anunció el soldado. Glegory entró al palacio seguido de Arthur.

Al adentrarse en la sala del trono, Arthur y Glegory se inclinaron en reverencia. "¿Por qué te inclinas, Arthur? Sabes que no es necesario", afirmó el rey. "Aunque me lo digas, nunca dejaré de inclinarme ante usted, mi rey", respondió Arthur. "Bien, dime cómo puedo ayudarte esta vez", preguntó el rey. "Me gustaría hablar en privado, si no le molesta", respondió Arthur. "Está bien, síganme tú y tu amigo a un lugar más privado", dijo el rey. Los tres siguieron al rey hacia su aposento.

"Ahora estamos más seguros. Dime, ¿de qué deseas hablar?", preguntó el rey. "Bueno, no seré yo quien formule las preguntas, sino mi señor Glegory", respondió Arthur. "¿Tu señor? Qué extraño, pensé que tú eras el señor de este joven", comentó el rey. "Su majestad, tengo un par de preguntas que hacerle", dijo Glegory. "Adelante, pregunta sin miedo", retó el rey.

"Su majestad, ¿sabe usted dónde podemos encontrar una maquinaría, ya sea transbordador interplanetario o extraplanetario?", cuestionó Glegory. "Bien, seré sincero contigo. Al oeste del país, oculto en lo más profundo del bosque, hay una plataforma circular que nadie ha logrado hacer funcionar. Supongo que eso es lo que buscas", reveló el rey. "Supongo que sí, podría ser eso", respondió Glegory.

"¿Existe algún mapa que nos guíe hasta ese lugar?", preguntó Glegory. "No, no hay ningún mapa que conduzca en esa dirección", declaró el rey. "Qué desafortunado...", suspiró Glegory, pero el rey lo interrumpió. "Pero tengo este mapa", dijo el rey mientras sacaba un mapa de una caja. "Es el único mapa que marca ese lugar", afirmó el rey al entregar el mapa en las manos de Glegory.

"Se los regalaré como recompensa por todo lo que Arthur ha hecho por el reino", agregó el rey. "Muchas gracias, esto es más que suficiente para nosotros", expresó Glegory con una sonrisa en su rostro. "Temo que debemos partir ahora mismo. Necesitamos ver ese lugar lo más rápido posible", comentó Glegory. "Está bien, no hay problema alguno. Si necesitan algo más, solo tienen que hablar conmigo", ofreció el rey.

Ambos abandonan el suntuoso palacio y se adentran en un viaje hacia el oeste. Caminan sin descanso durante un día entero hasta que finalmente llegan a su destino. Ante sus ojos se revela una asombrosa estructura circular en el suelo, construida con hierro y oculta bajo ramas y hojas secas. Junto al cimiento se encuentra una plataforma. Glegory se dirige a ella, cubierta de polvo, y la limpia con sus manos. Al observarla detenidamente, descubre un botón. Sin embargo, al presionarlo, nada sucede. "Esto está dañado", piensa Glegory. "Arthur, ¿conoces a algún reparador en este país?" pregunta Glegory. "Sí, conozco a uno, pero vive al norte. Si queremos ir, tendremos que caminar unos dos días", responde Arthur. "¿Quién dice que caminaremos?", comenta Glegory.

Ambos se encaminan velozmente hacia el norte del país, corriendo a toda velocidad. Tras aproximadamente cinco horas, Arthur se detiene. "Mi señor, aquí es donde vive", dice Arthur. "Muy bien, iremos a ver si podría reparar ese cimiento", dice Glegory. Frente a sus ojos se erige una casa de madera en ruinas. Arthur se acerca y toca la puerta. Casi al instante, un anciano la abre. "¿Qué desean en estos lugares?", pregunta el anciano. "Señor Sator, ¿acaso ya no me reconoce?", dice Arthur. El anciano abre los ojos ampliamente, observando detenidamente a Arthur. "Oh, Arthur, pero mira cuánto has crecido. Ni siquiera te reconocía. Desde que visitaba a tu padre para reparar sus herramientas y artefactos, no te he vuelto a ver", comenta el anciano. "Dime qué deseas", pregunta el anciano. "Quisiera saber si sería capaz de reparar una máquina en ruinas", pregunta Arthur. "¡Pero claro que sí puedo! Tú sabes que no hay nada que no pueda reparar", responde el anciano con confianza. "Está bien, pero ¿cómo la llevaremos hasta allá?", pregunta Arthur a Glegory. "Eso no es un problema, lo llevaré en mi espalda", dice Glegory. "Mi señor, sé que podrías hacerlo, pero... él es un anciano y no podría resistir el viaje", dice Arthur. "Muy bien, entonces tendremos que caminar, aunque sea más lento. Nos aseguraremos de llevar al anciano a salvo", dice Glegory con firmeza en su voz.

Los tres emprenden el camino de regreso, pasando dos días hasta que finalmente llegan. El señor Sator queda asombrado al contemplar los imponentes cimientos, percatándose de la vasta cantidad de tecnología que se encuentra en ese lugar. "Vaya, esto es realmente una máquina colosal", comenta el anciano, maravillado. "¿Qué crees que sea, señor Sator?", pregunta Glegory con gran expectación. "Por su gran tamaño, diría que debajo de nuestros pies se encuentra una maquinaria de proporciones enormes", responde el anciano. "¿Podrías hacerla funcionar?", pregunta Glegory, lleno de esperanza. "Claro que sí, afortunadamente traje todas mis herramientas", dice el anciano con determinación. Sacando varias herramientas de su bolso, procede a reparar el botón. Mientras Glegory y Arthur esperan ansiosos, Sator trabaja en la restauración de la máquina.

Tres largas horas transcurren hasta que finalmente se escucha un sonido, similar al de embragues en movimiento. Glegory y Arthur se ven confundidos. "¿Qué sucedió?", pregunta Arthur. "No te preocupes, ese sonido significa que todo está listo", responde el anciano. Glegory se acerca al botón y lo presiona. En ese instante, la tierra bajo sus pies comienza a temblar y, de repente, los cimientos se abren revelando un inmenso abismo que muestra el interior de la estructura. Dentro se encuentra una nave cilíndrica, sin color pero en buen estado, iluminada por una deslumbrante luz. De repente, la nave empieza a ascender desde el abismo, sobre una plataforma, deteniéndose a los pies de Glegory. El anciano queda asombrado al contemplar la magnitud de la nave, que alcanza una altura de cuatro metros y un ancho de tres metros.

Sin dudarlo, Glegory se adentra en la nave. "¿No vas a venir?" pregunta Glegory a Arthur. "¿Y qué hay del señor Sator? Nosotros lo trajimos y debemos llevarlo de regreso", dice Arthur. "No se preocupen, yo conozco el camino. Puedo irme solo. Fue un placer ayudarles a reparar esta nave", responde el anciano. "¿Estás seguro de esta decisión, señor Sator?" pregunta Arthur. "Sí, no hay problema. Ahora, sube a esa máquina y disfruta de tu aventura", responde el anciano. "Bien, parece que no tengo otra opción", comenta Arthur mientras se sube a la nave.

"Mientras tanto, tengan un buen viaje", dice el anciano. "Muchas gracias por todo", dice Glegory. En ese momento, Glegory presiona un botón y la máquina comienza a elevarse. Durante un minuto, flota en el aire a pocos metros del suelo. De repente, la nave se lanza hacia el cielo a toda velocidad, dejando tras de sí una estela de humo. La familia de Arthur, el rey y toda la ciudad observan cómo la nave se pierde en el horizonte. Todos empiezan a despedirse con un adiós, deseándole un viaje seguro a Arthur.

"Que la luz te guíe por el camino correcto, hijo mío", piensa Lizavet, la madre de Arthur, mientras observa la nave atravesar el cielo azul. "Ten un buen viaje, mi querido hijo. Te deseo suerte en tus aventuras", susurra Hakim, el padre de Arthur, mientras levanta la mano derecha en señal de despedida y contempla el cielo.

"Espero que encuentres lo que siempre has buscado, mi señor Arthur", dice Ana mientras una lágrima escapa de su ojo derecho, que se posa en el cielo mientras lo contempla.

Mientras viajan en la nave, dirigiéndose hacia su destino desconocido, de repente emerge ante ellos una criatura colosal. Un monstruo de cinco tentáculos, con afilados dientes y un cuerpo cubierto de escamas resistentes se abalanza a una velocidad impresionante, golpeando la nave con ferocidad, intentando devorarla. Pero en un instante, Glegory transforma una de sus uñas en un explosivo y la arroja por el puerto de desechos de la nave, diseñado para desechar objetos innecesarios. Justo cuando la uña abandona la nave, la piel del monstruo entra en contacto con ella, desatando una explosión de proporciones épicas. El estallido ahuyenta al monstruo y la calma vuelve.

En medio de la calma, de repente, la nave comienza a acelerar de forma vertiginosa, dirigiéndose a una velocidad impresionante hacia un planeta desconocido. Atraviesan la atmósfera del planeta, ingresando a él con una entrada impactante. A medida que la nave se acerca más a la superficie del planeta, su velocidad disminuye gradualmente hasta aterrizar en un imponente bosque.

Al descender de la nave, Glegory se da cuenta de que necesita obtener más poder, ya que desconoce los límites de sus habilidades y poderes totales, necesarios para enfrentar a los enemigos que les aguardan. "Creo que debemos entrenar y desarrollar nuestras habilidades y poderes para continuar este viaje", declara Glegory. "Estoy de acuerdo, mi señor", responde Arthur. Observando a su alrededor, se percatan de que el mundo en el que han caído es extraordinariamente peculiar e inmenso.

El planeta se despliega ante ellos con una visión impactante. Es un mundo en el que monstruos imponentes y una naturaleza salvaje dominan el paisaje. Montañas flotantes se alzan en el cielo, desafiando la gravedad, mientras que otras montañas se erigen majestuosas, tan altas que sus cimas se pierden en la lejanía. Es un lugar donde la vida florece en medio de la constante guerra entre criaturas evolucionadas, animales míticos y peligrosos.

"Este lugar será nuestro campo de entrenamiento. No tengo idea de dónde estamos, pero necesitamos adaptarnos y sobrevivir", declara Glegory, mientras sus ojos escudriñan el horizonte lleno de peligros. Comprenden que deberán permanecer en este sitio durante un tiempo, aprovechando la vida y los monstruos que lo habitan para fortalecerse y estar preparados para los desafíos venideros. En este entorno hostil y fascinante, deberán superar sus propios límites y demostrar su valía en la implacable lucha por la supervivencia.