Glegory está ansioso porque pronto asistirá a la escuela. Está emocionado y espera hacer nuevos amigos en su nueva etapa de aprendizaje.
En su casa también viven Eiden, hijo único de Beltrán, y Sacha, hija única de Aina. Con la llegada de los siete años de Glegory, es el momento en el que Eiden y Sacha también deben aprender a luchar y sobrevivir.
Aunque a Sacha y Eiden les gusta jugar con Glegory, él tiende a aislarse de ellos debido a su carácter protector y cauteloso. Glegory tiene un gran afecto por sus primos, pero evita salir al bosque cuando juegan, temiendo que algo malo pueda ocurrir. Por esa razón, no es muy sociable con ellos.
Sin embargo, cuando Sacha o Eiden se enferman, Glegory sale rápidamente al bosque en busca de plantas medicinales para ayudarlos a sanar. Este gesto demuestra cuánto los quiere y se preocupa por su bienestar.
Sacha y Eiden están emocionados por aprender a luchar, ya que ven cómo Glegory se divierte mucho entrenando con Beltrán. Su admiración hacia él los motiva a querer ser como Glegory.
Han pasado cuatro días desde que Glegory se enteró de que irá a la escuela y solo falta un día. Está tremendamente emocionado por esta nueva experiencia.
Un día, mientras Glegory está en su casa, Beltrán lo llama apresuradamente.
"¡Oye, Glegory, ven aquí, tengo algo que contarte!", dice Beltrán con un tono misterioso.
Glegory corre hacia su tío, lleno de curiosidad.
"Glegory, ¿te gustaría ir de compras? Te prometo que te compraré algo delicioso", dice Beltrán con una sonrisa en su rostro.
Glegory se queda pensando por un momento, ya que nunca antes ha salido a la ciudad y desconoce cómo es ese mundo desconocido. Finalmente, responde:
"Está bien, iré a la ciudad solo porque me comprarás algo delicioso".
Se preparan para ir a la ciudad, pero deciden hacerlo en secreto para que los ancianos de la familia no los vean. Glegory siente una mezcla de emoción e intriga ante la idea de visitar la ciudad. Caminan durante un buen rato hasta que finalmente avistan el imponente castillo del rey, dejando a Glegory asombrado por su grandeza y lujo.
Al llegar a la entrada de la ciudad, deben mostrar sus identificaciones. Sin embargo, algo extraño sucede cuando el guardia toma las identificaciones con desagrado, como si estuviera tratando con animales sucios. Glegory no entiende por qué el trato es tan despectivo.
"Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Unos pueblerinos asquerosos", dice uno de los guardias con desprecio. "¿De dónde vienen, escorias?", añade el otro guardia burlándose de ellos.
Los guardias se mofan de su aspecto, pero Beltrán responde tratando de calmar la situación:
"Disculpe, señor, solo somos campesinos que venimos del bosque. Venimos
en paz, solo queremos hacer algunas compras y luego nos iremos".
Uno de los guardias escupe en la cara de Beltrán y se ríe de él. Glegory, lleno de ira, intenta golpear al guardia, pero Beltrán lo detiene y le dice:
"No, Glegory, esto es normal para mí. No te preocupes".
A pesar de las palabras de Beltrán, la ira dentro de Glegory sigue creciendo. El guardia, enfurecido al escuchar lo que Beltrán dice, amenaza:
"Así que esto es normal para ti, ¿eh? Bueno, veremos si también es normal para ti, bastardo".
El guardia toma a Beltrán del brazo y le pone el pie, haciéndolo caer al suelo y golpearse la cabeza. Los guardias comienzan a patear su estómago y rostro. Glegory intenta nuevamente atacar al guardia, pero Beltrán lo detiene. Los guardias continúan golpeando a Beltrán durante varios minutos, mientras él aguanta el dolor y la ira. Finalmente, los guardias se alejan de Beltrán, dejándolo herido y sangrando por la boca y la nariz. Con gran esfuerzo, Beltrán se levanta y, mientras los guardias le gruñen, le dicen:
"Tienes suerte de que estemos de buen humor, o de lo contrario estarías muerto. Ahora entra en la ciudad, que no tengo todo el día".
Beltrán entra a la ciudad junto a Glegory, pero este último le dice preocupado:
"Tío, creo que no estás bien. Deberíamos volver a casa".
Beltrán responde con una sonrisa:
"Está bien, no te preocupes. Soy fuerte y resistente, Glegory. Además, tengo que comprarte algo delicioso".
Una vez dentro de la ciudad, Glegory se da cuenta de que todo es un completo caos. Hay gente robando, vendiendo drogas, matando y cometiendo estafas. La ciudad está plagada de corrupción y fechorías.
Después de hacer las compras, Beltrán le compra a Glegory un pan con miel y se lo entrega, diciéndole:
"Esto es algo delicioso, Glegory. Pruébalo".
Glegory saborea el pan y queda encantado, pidiéndole a Beltrán que compre más para llevar. A regañadientes, Beltrán accede a su petición.
Al comenzar a anochecer, deciden regresar a casa rápidamente debido a la peligrosidad de la ciudad. Al llegar, Beltrán está agotado y malherido, lo que asusta a su familia. Preocupados, le preguntan qué le ha sucedido.
"Fue solo un mal momento para ir a la ciudad", responde Beltrán con tono apaciguador.
Le dan medicinas para aliviar el dolor, pero Aina, enojada, le dice:
"¿Cómo se te ocurre llevar a Glegory a la ciudad? Imagina si le hubiera pasado algo malo también".
Beltrán sonríe y le responde:
"No te preocupes, Glegory es lo suficientemente fuerte como para cuidarse solo. Pero él es demasiado valioso
para arriesgarlo con unos simples guardias".
Aina replica enojada:
"Pero si algo le hubiera pasado a Glegory, te hubieras muerto".
Beltrán sigue sonriendo y concluye:
"Todo está bien, no te preocupes tanto".
La noche cae y todos se van a dormir, pero Glegory sigue atormentado por lo que ha presenciado en la ciudad. Con su ira acumulada, golpea varios árboles, destruyéndolos con un solo golpe. Su furia es tan intensa que no puede dejar de pensar en ello. En ese momento, su abuela se acerca y le dice cariñosamente:
"Tranquilo, Glegory. Las personas son así, se creen superiores a los demás y se burlan de los demás. Pero sabes por qué lo hacen, ¿verdad?"
Glegory, con la mirada llena de confusión, responde:
"No, abuela. No entiendo por qué las personas pueden ser tan malas".
La abuela le explica:
"Glegory, las personas son así porque tienen miedo y son cobardes. Si tú les respondes con violencia, serías aún más cobarde que ellos. Pero yo sé que tú no eres un cobarde y no te rebajarás a su nivel. ¿Verdad, Glegory?".
Glegory mira a su abuela con determinación y responde:
"Sí, abuela. No soy un cobarde y nunca lo seré. Puedes estar segura de eso".
La abuela lo mira con cariño y le dice:
"Muy bien, ahora que todo está bien, debes ir a dormir. Mañana es tu primer día de escuela".
Glegory se alegra y se va a dormir sintiéndose más tranquilo. Sin embargo, su abuela, preocupada por lo que Glegory podría hacer si se enfadara y ella ya no estuviera allí para aconsejarlo, piensa para sí misma:
"Si la mentalidad de Glegory sigue siendo la misma, es posible que, sin alguien que lo guíe por el camino correcto, destruya y cause daño a todo lo que esté frente a él, solo para obtener venganza".